Capitulo 1: Una mañana normal

Capitulo 1: Una mañana normal

Abrió los ojos, pero al instante volvió a cerrarlos, y se llevó una mano a la cabeza. Gimió. Se sentía mareado. Le dolía todo. Se incorporó, y volvió a abrir los ojos. Suspiró. Ahora recordaba todo. Se sonrió, a pesar del dolor y malestar producidos por la resaca, y se dejó caer hacia atrás, cayendo sobre su almohada. Con la mano derecha se alborotó el ya alborotado e indomable cabello azabache. Con la mano izquierda se acarició, en señal de orgullo, el pecho desnudo, que dejaba ver su abdomen trabajado, sus brazos fuertes y musculosos. Pestañeó con sus largas y rizadas pestañas, que cubrían unos ojos marrones. Su boca delgada, pero solo lo suficiente, se curvó hacia arriba. Se rascó, por ocio, la punta de su afilada nariz. Ese era James Potter, el cazador estrella del equipo de Quidditch Puddlemere United. Era un joven de 25 años. Apuesto, buen mozo, rico y famoso. Mujeriego. Pero un amigo leal. Una persona divertida y simpática.

-Hola, James –una joven rubia de ojos verde oscuro se recostó en la cama, usando una camisa blanca que le quedaba muy grande. La muchacha le dio un beso. -¿Cómo dormiste? –la muchacha apoyó su cabeza en el pecho de James.

-Bien, Mandy, ¿tú? –la rubia se incorporó.

-¿Quién es Mandy? –preguntó. James abrió los ojos de sorpresa. ¿Ella no era Mandy? ¡Rayos! Debía dejar de salir con tantas rubias; las confundía siempre.

-Eh… ¿Tina? –le sonrió con su sonrisa de niño bueno. La rubia frunció el entrecejo. -¿J-Jennifer? –la muchacha se levantó de la cama y comenzó a ponerse su ropa. ¿Cómo rayos se llamaba? -¡Liz! –ese era. Bueno, creía que era, porque la rubia, fuera cual fuera su nombre, tomó su bolso y se dirigió a la puerta. James se paró, y en ropa interior, la siguió. -¡Annie! –la rubia abrió la puerta y salió al pasillo. -¡Ay! –James se tropezó con su propio zapato, antes de salir de su departamento. -¡Pero…! ¿Cómo rayos te llamas? –le gritó, pero ya era tarde: la muchacha había desaparecido. –Mujeres… -se dijo a sí mismo.

-¿Qué pasa? –la puerta del departamento de enfrente se abrió, y un alto joven de la misma edad de James, de cabello castaño claro y ojos dorados asomó la cabeza desde su departamento, utilizando un pantalón negro mal abrochado y una camisa abierta, que dejaba ver su abdomen también trabajado.

-Esta tipa… -dijo luego de encogerse de hombros James, aunque en su voz se oía un dejo de amargura. –No recordé su nombre, se enojó y se fue… -el joven de ojos dorados sonrió. –Tenías razón, Remus…

-Lo sé –sonrió Remus. -¿En qué? –James esbozó una sonrisa. –Déjame adivinar… ¿Que dejes de parrandear tanto cada noche con una chica diferente?

-No… Que las rubias teñidas son las más insufribles de todas…

Remus Lupin negó con la cabeza y volvió a encerrarse en su departamento, al igual que James.

El joven despeinado se acercó caminando torpemente a su habitación y tomó de su mesa de luz unos anteojos redondos que se colocó, y que le quedaban muy bien, ya que a ese aspecto de niño pequeño, tierno y divertido que tenía le daba un toque de madurez, que en realidad le faltaba.

James se tiró en su cama, mientras una pequeña elfina doméstica le traía un vaso que contenía un líquido naranja.

-¿Qué haría sin ti, Zyra? –dijo James, mientras tomaba el vaso.

-Pues… -respondió Zyra con voz chillona. –El amo James debería prepararse sus propias pociones cura resaca… -James sonrió. –Zyra oyó el partido por la radio mágica, señor… Zyra debe felicitarlo; es el mejor inicio de temporada que ha tenido… 16 tantos en 8 minutos… -James sonrió muy ampliamente y se bebió toda la poción.

El día anterior había comenzado la temporada de Quidditch, y su equipo, el Puddlemere United, le había ganado 320 a 40 a las Flechas Appleby. Y luego, había sucedido lo de siempre: fiesta post juego. Bebidas. Música. Risas. Amigos. Más bebida. Y mujeres. Era inevitablemente, la rutina de James. Y de Sirius. ¡Sirius! Debía ir a verlo. James se puso el primer pantalón que encontró y salió de su departamento. En el piso 19 de ese edificio de Londres había tres departamentos. Tres grandes departamentos. Uno era de James. El otro era de Remus, gran admirador del Puddlemere United y amigo del alma de James y Sirius, y jefe del Departamento de Defensa de los Semi y No Humanos, del Ministerio de la Magia. Y el último era de Sirius Orión Black, también amigo del alma de los otros dos, y bateador del Puddlemere United, además de modelo de toda clase de marcas y compañías mágicas.

James entró al departamento de su amigo y sonrió. Se acercó al sillón, y con el pulgar levantó y miró divertido un sostén negro. Lo tiró por ahí, y luego sonrió más ampliamente al ver la bandera del Puddlemere United. Lentamente, James se acercó a una puerta de vidrio que daba a un balcón con una vista de la ciudad impresionante, donde se encontraba un joven de 25 años, usando un boxer rojo. Su cabello era negro, con algunos tintes naturales azulados, y lacio, y le cubría un lado de su cara con una elegancia natural que James nunca podía conseguir. Sus brazos eran más musculosos que los de James, y su abdomen también trabajado. El sol iluminaba su piel de porcelana, perfectamente lisa y regular, y sus rasgos aristocráticos: su nariz afilada, su boca… Qué boca… Irresistible: ni muy carnosa, ni muy delgada: en el punto medio. Y sus ojos… Esos ojos… Grises, que parecían hechos con plata fundida. Cuánto muchas mujeres darían por ser examinadas por esos ojos. Y luego estaba su sonrisa. La sonrisa que le dirigió a su amigo cuando lo vio. Una sonrisa capaz de desarmar a la más peligrosa y de calmar a la más alocada de todas las mujeres, sin importar su edad o estado civil. Sirius podía con todas. Y todas querían ser podidas por Sirius. El era la elegancia, la sensualidad y la perfección representadas bajo forma humana.

-Hola, Canuto… -James le puso una mano cariñosamente en el hombro antes de apoyarse en la baranda.

-¿Rubia? –James asintió. –Dime que con esta sí recordaste su nombres… -James lo miró fijamente y Sirius soltó una carcajada que sonó más a un ladrido que a otra cosa, pero que no le quitó el atractivo, sino que le agregó más misterio al joven, y lo hizo más sensual de lo posible. –Yo siempre me anoto el nombre en la palma de la mano, así no corro el riesgo de quedar como tú –le mostró la palma de la mano a su amigo, donde estaba escrito "Mariah".

-Yo haría eso, pero a veces soy más rápido que tú, y no tengo el tiempo libre para buscar una pluma.

Sirius sonrió.

-Uno a cero a favor de Bambi…

James sonrió, y luego volvió a su departamento, mientras se cruzaba con una joven de 24 años que salía del departamento de Remus.

-Hola, Allie –le sonrió a una joven un poco bajita pero muy linda, con un cuerpo bien formado, de cabello castaño lacio, ojos azules y anteojos rectangulares negros.

-Hola, James. Me alegra que recuerdes mi nombre –se burló la novia de Remus, el "fiel y cabeza sentada" de los tres chicos.

James negó con la cabeza y entró a su departamento, antes de irse a dar una ducha, mientras aún sonreía.

Amaba su vida. ¿De qué rayos le hablaba Remus cuando le decía que buscara lo que le faltaba? Si a él no le faltaba nada...