"Mira esto"

Ese mensaje fue el que cambió su vida antes de que él lo supiera.

Dio doble click al enlace, llevándole a un video.

En él figuraba un chico de aspecto no demasiado atlético patinando con su coreografía. No podía despegar sus ojos del reproductor. Cada movimiento y gesto. Cada repicar sobre el hielo. Todo le hacía sentir en su propia piel el inmenso amor que estaba volcando aquél joven en su coreografía. La había transformado, le había dado el matiz que él mismo no consiguió darle.

Tras tanto tiempo patinando. Tanto tiempo siendo "el mejor", había olvidado cuál era el motivo que le empujaba a ser patinador. A sus coreografías sin duda les faltaba "algo".

Y ese "algo" lo tenía el chico encerrado en su teléfono móvil.

No tardó en ponerse en marcha, jamás había sido tan impulsivo en su vida, pero si algo tenía claro es que ese era el momento de serlo, no quería perderle la pista; quizás estuviera tirando su tiempo y dinero o quizás fuera la oportunidad de volver a encauzar su vida.

Sus enseres más preciados iban junto a él y, algo aún mayor que todo eso: La ilusión y la ambición. Se haría su entrenador para enseñarle, para aprender de él. Su pago sería la experiencia con aquel diamante en bruto que él se encargaría de pulir.

No podía estar más acertado. Cada día tras aterrizar en Japón fue superando al anterior.

Conoció a aquel joven del video, Yuri Katsuki, le gustaba el katsudon, el patinaje, los perros y tenía muchas inseguridades en sí mismo. Casi tantas como él en sí mismo en algunas ocasiones. Pero, tenía una gran fuerza de voluntad pese a ser algo alarmista y escandaloso, pese a perder los nervios jamás perdía su horizonte. Admirable.

"Se su entrenador. Esfuérzate en volcar todo lo que sabes en él. Intenta hacer de ti una persona en la que confíe pero también enriquécete de cada momento con él. Ten cuidado o el alumno superará el maestro, vas allí para conseguir ese "algo" que no tienes, no te desvíes en tu camino". Esas eran las palabras que iba repitiéndose cada noche. Aunque había un problema: Cada noche una de las frases que se repetía cambiaba ligeramente.

"Se su entrenador, pero también se la persona que siempre esté cuando sus fuerzas flaqueen. Vuélcate, él te lo agradecerá con su sonrisa cada día. Mañana descubrirás algo nuevo de él. Consigue que te enseñe todo de lo que es capaz. Haz que tu camino jamás se separe del suyo. No te enamores"

Viktor se revolvió en la cama, encontrándose con Maccachin completamente dormido. Acarició su lomo con una sonrisa somnolienta.

Creo que esta noche tendré que cambiar otra parte de mi recordatorio nocturno, Maccachin, creo que es demasiado tarde para parar estos sentimientos – sonrió levemente acercándose más al perro para abrazarle – Buenas noches, Maccachin.

Sus parpados se entonaron hasta caer dormidos.

Y soñó. Soñó con que en la cama ya no estaba sólo, soñó con un espacio relleno en aquel lecho. Soñó con ese "algo" que definitivamente le faltaba, aunque, ya podía nombrar a aquél algo: Su nombre era Yuri Katsuki, y era la persona que le faltaba para completar su vida.