Escribo porque sí, sin tener una razón, sin comprometerme a nada, solo por diversión, para intentar que Soushi me devuelva el corazón, que me robó desde el primer momento, sus ojos apresaron.
Porque hay muchos que creen, que cuando se llega a la felicidad el cuento se acaba. Y yo también lo creí, lo confieso. Después de aquel mágico día, en el que me dijiste que me amabas, y dejarte de torturarte por dentro, al menos un poco, dejándote de verte a ti mismo como un perro sucio y sin derechos.
Porque eso es lo que me mata.
Que te vieses así, cuando para mí lo eras todo. Que me vieras a otro nivel, cuando en realidad estábamos al mismo.
Y cuando me robaste ese beso. Cuando me dijiste que querías formar una familia. Ese fue mi final feliz. O al menos eso creía, porque en realidad sólo era el fin del primer capítulo de nuestra historia.
Y cuando los rayos de la mañana despertaron a mis ojos, me sorprendió encontrar aquella carta, que iniciaba, o al menos lo parecía, nuestro primer capítulo de tristeza:
Ririchiyo, he acabado con Miketsukami. ¿No estás feliz?
Y creo que nunca hube sentido tanto dolor como entonces. Me daba igual todo lo demás que pusiera en la carta. Mi verdadero yo apareció. Con lágrimas en mis mejillas y mis ojos totalmente oscuros, me dirigí al comedor. Encontré a Karuta y a Kargerou allí. Creo que no les dio tiempo a verme. Con mis propias manos mientras tras de mí Karuta me observaba, con una mueca más triste que de costumbre, empecé a estrangular a Kargerou. Él sólo observava los cuernos surgidos de entre mi pelo. Aflojé un poco sólo para preguntar:
-¿Has sido tú, verdad?
-A quién le importa lo que le haya pasado a este puto zorro-respondió orgulloso mientras asentía con una risa psicópata.
-¡Has sido tú!
Y no le di tiempo a ver cómo le clavaba mi arma en su pecho. Empezó a sangrar. Él seguía riendo. Como supe que eso no sería suficiente para matarle, le clavé mi lanza en su cabeza, en la frente, atravesándola por completo. Ni siquiera gritó. Y a mí, sintiéndome todavía tan enfurecida, desdichada, vacía e incompleta, seguí. Seguí hasta que no hubo más sangre que derramar por el suelo. Ese maldito estaba totalmente mutilado. No quedaba ni un trozo entero de su cuerpo.
Pero, aún quedaba Karuta.
-¿Quién fue?-pregunte con una mueca de ira en mi rostro, mientras mi cordura se iba destrozando poco a poco.
-Fuimos todos.
-Qué…
-Fuimos todos-proclamó con la única sonrisa que la vi esbozar en toda su vida-Renshou, Nobara, Watanuki, Zange, Kagerou, yo-rió psicópata-.
Esas palabras. Justo esas. Las que no hubiese querido oír. Pero no quedaba otra. Exploté. Mi alma asesina, el verdadero demonio de mi interior apareció, dispuesto a acabar con todos ellos de la forma más sanguinaria posible. Porque deseaba hacerles sufrir. Para que no quisieran vivir. Para que desearan piedad. Para que se dejaran de reír por siempre. Y no me importaba si alguna vez habían sido mis amigos o compañeros. Ahora mi diablo estaba fuera. Y no iba a parar hasta matarles.
Con un cuchillo cercano, sujetado con la más pura venganza, mis pies se movieron ágilmente y con una única puñalada, se quedó dentro del ojo derecho de Karuta. Ella soltó un desesperado grito. Pero el grito apenas duró, pues un corte sangriento en su garganta terminó con su voz. Empapada en sangre, le clavé el cuchillo en el pulmón derecho. La deje así, para que sufriera mientras se ahogaba.
Me levanté con la ira nublándome la vista. Queriendo llegar a la próxima víctima. Queriendo ver el próximo sufrimiento de los culpables de que Miketsukami Soushi estuviera muerto. Pero sentí algo detrás de mí. Muy tarde. Tres cuchillos estaban terminando con mi vida. Y cada uno correspondiente a los asesinos restantes de fallecer.
-Maldita perra, lo único que tienes es dinero-gritó diabólicamente Zange.
-Qué estúpida fuiste al creernos tus amigos, ¡me das asco!-esto era por parte de Nobara, la cual acompañó esto con una patada en mi cabeza.
Renshou sólo reía, con la boca abierta. Disfrutando el momento.
Y lloré. No por mi muerte. Tampoco de culpa. Sino de no poder acabar con ellos antes de acabarme yo. Por no poder vengarle. Por no encontrar el por qué ellos le mataron. Por tener que haberles conocido. Y me maldije. E internamente, mi cuerpo terminó por destrozarse solo antes de que lo hicieran aquellos cuchillos. Porque me merecía eso. Por ser un maldito y solitario diablo.
To be continued…
