¨Hacía unas cuantas décadas, había un artista, que había llegado a vivir a Japón desde Alemania, o eso era lo que suponía la mayoría de las personas dado que el exitoso escultor y pintor no daba muchos detalles de su vida con los que lo visitaban.
El artista era muy famoso entre los de su poblado por sus exquisitas obras y de esta manera consiguió el dinero suficiente para darse lujos como el de su mansión. Vivía en una gran casa tradicional japonesa. Pero a pesar de su atareada vida con el arte, era evidente que en algún momento de su vida conoció el amor. Aunque nunca quiso explicar que le pudo haber sucedido a su esposa, él no se cansaba de hablar de la inspiración para sus mejores pinturas.
Su musa era su hija a quien adoraba hasta la muerte, inclusive en las noches soñaba con poder hacerle una escultura de cera para preservar la belleza de su angelical hija de ojos azabache. Ya tenía varios hechos, pero ninguna reflejaba la "perfección" que él veía en su niña.
Varias habitaciones estaban decoradas con retratos de su hija desde su infancia hasta su niñez, en todos ellos se podía observar a la niña con una hermosa sonrisa y su largo cabello rojizo brillando como el fuego mismo. También en su casa era donde tenía grandes obras como esculturas, pinturas e incluso trabajos con cera, todos eran hermosos a su manera.
Amadeus y su hija Princesa, vivieron muy tranquilos en Japón, un tiempo.
Una noche cuando Amadeus salió a buscar cera para sus obras, un grupo de asaltantes, entraron a robar lo que encontraran, pero no contaban que su hija Princesa, estaba en casa. La pequeña descansaba en su cama cuando escuchó los ruidos de muebles siendo empujados provenientes del primer piso. Ella, asustada por observar a aquellos sujetos revisando cada cajón de los estantes, corrió hacia la salida como nunca y cuanto sus pies se lo permitiesen. Pero no fue suficiente, ellos no querían que una niña los delatase y los devolviese a la cárcel por ello… solo quedaba algo por hacer, matarla. Asustados por lo que habían hecho, los ladrones se fueron, nunca se supo quienes fueron, y con ellos desapareció el cuerpo de Princesa…
De Amadeus, nunca nadie supo más de él, unos dicen que perdió la razón y termino en el manicomio, otros que se suicidó esa noche, y otros simplemente que regresó a Alemania.
Pero la leyenda cuenta que, cada cierto tiempo, desaparece una joven, de su edad, unos dicen que es Princesa, quien busca una amiga para compartir la eternidad.
Nunca nadie supo que les pasaba a aquellas que desaparecían, unos dicen que esa casa se convirtió en una especie de triangulo de las bermudas oriental. Razón por la cual, las personas ya no caminaban por ahí y mucho menos de noche. Ellos preferían rodear esos caminos antes que transitar al frente de esta casa que todavía no perdía su encanto en el exterior, aunque no faltasen los curiosos y osados que acampaban por los alrededores.
La gente que ya vivía bastante tiempo en aquel pueblo contaba sobre mitos como que era la casa la culpable de todo, que allí encontrarían a los niños desaparecidos y otras suposiciones como estas. Pero no continuó a una investigación policial por la insuficiencia de evidencias.
La casa quedo ahí, intacta, como una parte del pueblo en las afueras de Japón, el lugar donde nació la leyenda de ¨El artista¨.
Cuando los "cuentos" sobre él dejaron de ser tan frecuentes en la ciudad y ya casi pocos la conocían o que solo la escuchaban sentados alrededor de una fogata para ambientar los campamentos, el alcalde decidió que tal majestuosidad de mansión que albergaba tantas obras artísticas no se podía desperdiciar así que se tomaron unos meses para limpiar los pisos y poner una caseta de vigilante frente a la casa para utilizarla como un museo del pueblo.
No tardó mucho tiempo en que la casa consiguiera fama en los pueblos cercanos a este, así que comenzó a visitar frecuentemente las personas para ver el recuerdo de un arte, un crimen y una leyenda.¨
-Pamplinas…-dijo una joven de cabello oscuro como la noche, levantándose de su asiento no estando dispuesta a escuchar más mentiras de una anciana.
-¡Kaoru!-le llamo la atención, una joven de cabello rubio y de ojos azules.
-No te preocupes jovencita, así son todos los turistas jóvenes, incrédulos…-dijo una anciana de cabello blanco, y ojos hundidos debido a las arrugas, su cabello era largo, era delgada pero la piel la tenia colgada, caminaba junto a dos jovencitas que se habían ofrecido a llevar sus pesadas bolsas, hasta la parada del autobús.
-señora, fue un gusto conocerla, pero mi amiga es la que sabe el regreso a casa, debo irme con ella…-dijo la rubia mientras le daba alcance a su amiga, quién estaba desesperada por volver.
