Dragón rojo

"Tu boca siempre me daría de beber, pero pasaremos sed".

Se aplica rubor en el rostro y ya está lista para salir. El reflejo que se adivina en el espejo no es el de ella, pero no le importa porque no está dispuesta a caer en la foto de la chica que realmente es, ni siquiera quiere acercarse a la categoría mientras los tacones resuenan constantes en la acera, dispuesta a pedir el primer taxi que se le acerque.

Cuando llega a la taberna el calor le inunda el cuerpo (y eso que aún no ha bebido una gota), ve al hombre con una guitarra posicionarse en el foro mientras acomoda el micrófono a la altura de su cabeza, su cuerpo parece más bien el de alguien que disfruta llegar a su casa a ver la tele y comer palomitas, pero eso no importa porque no vive de su cuerpo. Hermione sacude su cabeza mientras un suspiro le abandona el pecho, es tan doloroso que necesita un momento para recomponerse, alcanzando la barra mientras le sonríe al cantinero.

Él no la conoce, pero ese es el punto: pasar desapercibida. Bien pudo haber ido a cualquier bar en el mundo mágico y dejarse apapachar por cualquier persona conocida, sonreír con ellos, beber con ellos y volver hasta su casa acompañada de abrazos y palabras bonitas.

Pero ella no quería eso, quería beberse el dolor que debió haber aflorado semanas atrás cuando encontró la respuesta a las ausencias de Ronald. ¡Pero claro que estaría ausente! La preciosa carita pelirroja de la niña que le devolvía la mirada desde el umbral era motivo suficiente; Ron pudo haberle dicho que era de cualquiera de sus hermanos, pero al menos en eso le había contado la verdad. La niña (no recordaba su nombre, o tal vez sí pero no lo traería a su memoria) era su hija.

¿Quién lo sabía? Era muy probable que solamente ella, pero no importaba, porque el hecho de que nadie lo supiera no la desaparecía.

Pidió un Martini porque podría estar despechada pero quería disfrutarlo, no se iría de ahí sin encontrar cómo devolverle el favor a su esposo. Entonces el hombre empezó a tocar una canción que ella recordaba de otro pelirrojo (para variar), era una canción perfecta para la guitarra que portaba, incluso para la voz que salía de su pecho, viéndolo así incluso parecía guapo "es solo porque tiene una guitarra, Hermione" se recordó y la sonrisa se le vino al rostro, había un estudio que comprobaba la atracción de las mujeres hacia los hombres que –efectivamente – tocaban la guitarra. Bien, ni en eso podía considerarse inculta.

—Parece que te has olvidado de tu esposo— le sisearon en el oído. La chica bien podría haberse caído de la silla, pues juraba no haber escuchado esa voz en años. Los años que había pasado casada con Ronald, para ser más exactos—. ¿Qué haces aquí, Granger?

¿Esa no era una pregunta que ella debía hacer? Finalmente el mago sangre limpia era él, ella simplemente volvía a sus raíces—. Visitando.

Juraría que no debería haber sonreído de esa manera, pero no pudo evitar que sus labios se estiraran de la mejor forma posible, incluso podría decir que le estaba coqueteando… Abiertamente. Draco lo había notado, por supuesto que lo hizo, pues le imitó el gesto, mostrando sus dientes impecablemente blancos a través de la oscuridad provocada por la media luz—. ¿Bailas? — Se le escapó decirle, o tal vez no, tal vez quería hacerlo.

No estaba ni a mitad del asentimiento cuando él la estaba guiando hasta la pequeña pista de baile encontrada frente al cantante. Si le había preocupado que chocara con sillas y mesas mientras iban hasta allí, era claro que también le preocupaba la comodidad entre sus brazos, pues la veía de vez en cuando con la pregunta escrita en sus ojos grises.

Estaban tan cerca que no había manera de mezclar los olores que invadían el ambiente, pues en su nariz estaba solamente la frescura del masculino aroma, parecía como si una burbuja los envolviera, juntándolos hasta que ella terminó por descansar su cabeza en el pecho del rubio.

La guitarra paró, el hombre rompió el hechizo que los contenía tan cerca y volvieron hasta la barra, las sonrisas para chistes que ella nunca pensó que él podía contar, la química burbujeando en su sistema mientras ella culpaba al alcohol de su aparentemente estado de ebriedad. Entonces ella encontró su venganza, ningún error sería permitido, pues él había sido (y esperaba que siguiera siendo) su enemigo.

—No me has dicho qué haces aquí— parecía hablar sobre el clima, el humo de los cigarrillos se juntaba con sus ojos, parecían dos bolas de cristal, en ellos, Hermione bien podría adivinar su destino, aunque nunca había sido buena en adivinación.

Sus ojos café se engancharon en los de Draco y ella volvió a sonreírle—, pero te lo dije, vengo de visita—, el hombre le sonrió, pero la negativa estaba en su gesto, le llenaba por completo el rostro de afiladas facciones que se había ido puliendo con los años: no le creía, para nada, pero hizo como si de hecho le creyera.

Tomó el vaso que probablemente contenía whisky o alguna cosa tan sofisticada como él y lo revolvió antes de seguir con su juego—, deberías visitar más seguido.

Ella lo hizo. ¡Claro que lo hizo! Porque era divertido estar con él, también porque concretaba una venganza, un dolor que le provocaría a su esposo más allá de lo que pudiera imaginarse, Ron que alguna vez creyó conveniente decir que preferiría ser besado por una araña que ver a su mejor amiga saliendo con una serpiente. Nada más que la araña había sido un caso hipotético y la serpiente existía, es más, estaba frente a ella, contándole cualquier cosa que la mantenía justo en la punta del precipicio.

Los labios se encontraron en la tercera noche y ella sintió que el mundo se le venía encima, o mejor aún: que ella estaba besando al mundo.

Debió dejarlo entonces, regresar sus pasos hasta la oscuridad que compartía en la cama de su esposo, volver a los brazos que preferían sostener a otra mujer, que tenía al pequeño mundo del hombre, pero no pudo, porque ese beso le recordó qué era lo que realmente quería, la llenó de un deseo que creía perdido. Debió dejarlo o dejar que el abismo la consumiera, pero se quedó justo en medio, donde los tenía a ambos, pero no tenía a ninguno.

Al contrario, sus encuentros se hicieron más frecuentes: las citas en el ministerio que parecían coincidir en tiempo y lugar, lugares conocidos que desconocían su relación, miradas furtivas, sonrisas al mirarse a los ojos, besos silenciosos en lugares poco concurridos. Hermione nunca había tenido un amor tan dulce como aquel que se desarrollaba frente a sus ojos, podría haber pasado que en un principio con Ronald… No, Ron no había hecho eso por ella, ni siquiera en los primeros años, donde el amor debió haber sido sólido y constante, cálido y agradable como un abrazo en medio de la nieve, pero Draco lo era, entonces el pánico le entró en el cuerpo y la sofocó, hundiéndola en la realidad donde todavía estaba casada con aquel buen amigo de toda la vida, con ese amigo que le había roto un poquito el corazón.

—Es lo que hay— murmuró mientras el café se enfriaba entre sus manos. Ginny estaba frente a ella, pero la castaña no podía explicarle más allá de lo que su hermano había hecho. "Es lo que hay" era patético, casi como ella con sus ojos más opacos que días anteriores, con el moño despeinado de la nuca. ¿Cómo explicarle que había encontrado el amor lejos de su hermano?

¿Cómo se iba a explicar a ella misma que iba a perderlo?

Los pantalones le quedaban justos, la playera por el contario volaba en su pecho, volvía a estar en el bar que los había visto por primera vez y ella tenía que decirle la verdad, decirle lo que sentía y por qué no podía sentirlo.

El aroma de Draco la inundó mientras la abrazaba por detrás, besándole el cuello con el recibimiento que habían acordado en el primer momento—. Tenemos que hablar— la seriedad que pobló el rostro del hombre se lo dijo todo: él sabía lo que venía. Lo sabía y le dolía, le oprimía el pecho tanto como a ella.

—Dispara—. Aunque había sonreído, el gris de sus ojos seguía siendo triste.

Hermione se odió por los sentimientos que le provocaba, siendo que él le había regalado los mejores días de su vida, le había demostrado lo que se sentía ser amada. El amor de verdad. Entonces disparó.

Le contó sobre la niña de Ronald, sobre su venganza, sobre él y ella en la pista de baile de ese bar, sobre cómo se sentía con él y cómo no quería sentirse, porque no lo había planeado, simplemente había elegido la pared y se había estrellado con ella, no importaba lo demás (o al menos ella esperaba que no importara), pero entonces sus facciones cambiaron, sus ojos grises se suavizaron y se revolvió el cabello—, ¿por qué no lo dejas? —Musitó, lo dijo con las palabras más silenciosas que ella hubiera escuchado jamás.

—No puedo.

Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas ante la revelación que mermaba los sentimientos crecientes en su pecho.

— ¿Bailamos? —Le tendió la mano y ella la aceptó, porque necesitaba ese baile, porque necesitaba sobre todas las cosas volver a sentirlo. Necesitaba ese amor que vibraba entre ellos, era cierto que no podía dejar a Ron, que todo había sido una obra de teatro para un solo espectador y que ella se había aprovechado las tiras de piel que Draco le había dado para remendar su corazón.