Young and Beautiful

"Inspiración Quebrantada"

Alguna vez te has detenido a preguntarte, ¿Por qué existen los artistas?, ¿Cómo pueden existir personas con semejante talento capaces de crear cosas tan llenas de belleza?, y más aun ¿Por qué las crean?, ¿Qué es aquello que sienten o esperan demostrar?, ¿Qué es aquello que los enamora?, ¿lo que aman o temen más que a nada?, ¿lo que odian con todas sus fuerzas? La verdad es que ni ellos mismos tienen una respuesta, o quizás son tantas al mismo tiempo que la misma respuesta se corrompe.

Muchos artistas dicen que los hacen por fama, otros por ser un buen negocio y algunos por el simple placer de que sus sentimientos sean escuchados por medio de sus obras, sin embargo la verdad a todo esto, es que las respuestas a aquellas preguntas siguen siendo un completo misterio aun sin responder.

- Karma-kun, Karma-kun. - La dulce voz de una dama en sus años dorados llamaba al pequeño demonio de rojos cabellos que yacía acostado en aquel piso de madera final al tiempo que deslizaba las hebras de un pincel en un cuaderno creando una réplica del encantador jardín que estaba frente a él, en un lienzo antes blanco y ahora lleno de los bellos fluctuantes colores de acuarela.

- Oh, ¿Te ha pasado algo bueno hoy? tal y como utilizas esos colores pareces muy feliz, ¿Te divertiste en la escuela? - Pregunto de nuevo con una sonrisa mientras se sentaba en un mullido cojín al lado de su nieto y peinaba un poco sus canosos cabellos acomodándolos en un moño para que no estorbaran en su trabajo, y menos cuando veía al infante crear aquellos escenarios.

- No en realidad. - Expreso casi con pereza terminando el ultimo trazo de una de las macetas que se veían frente a la casa para terminar aquello, aunque lo cierto fue que rio a carcajadas en su interior al recordar una pequeña broma con mostaza picante que le había jugado a un compañero y la razón principal por la cual estaba en casa de su abuela, pues sus padres al estar tan ocupados en viajes de negocios a duras penas tenían tiempo para él, cosa que lo volvía muy cerrado y callado con el mundo exterior, aunque adoraba jugar bromas pesadas, hacer travesuras y mucho más meterse en aquellas peleas infantiles que siempre ganaba gracias a tener una fuerza que sobrepasaba a la mayoría de los niños de su edad.

- Karma-Kun, tus dibujos son tan preciosos, no es necesario usar palabras para para decir lo que sientes, solo basta con detenerse un momento a verlos. - Explicaba esta mientras comenzaba a acariciar aquellas hebras del color del fuego que correspondían al infante.

- Abuela, ¿Cómo puedes decir eso? Si estoy feliz o triste solo con ver mis dibujos, además, yo no puedo ser artista, mis padres no lo aprobarían además... - Un semblante algo oscuro y travieso corrompió el rostro antes angelical del niño dándole la imagen de un pequeño demonio mientras reía. - Quiero un trabajo donde pueda manipular a muchos cerdos como marionetas.

La abuela no sabía cómo reaccionar ante aquello, a veces tratar de comprender a su nieto resultaba increíblemente difícil y casi imposible, aunque eso no quitaba el hecho de que lo amara más que nada, más sabiendo a lo que tendría que enfrentarse en un futuro, ella misma lo sabía, al fin y al cabo se había casado con un Akabane y conocía mejor que nadie aquella sangre pesada. Su nieto seguramente sería forzado a estudiar economía, leyes, política o medicina como profesiones de élite, pero, ella no deseaba que dejara a un lado aquel don con el que había nacido, y con el que podía expresar lo que de verdad sentía su corazón al mundo.

- Abuela, ¿Pasa algo? Te ves triste. - Expreso el pequeño dejando a un lado todas las cosas relacionadas a sus pinturas y apegándose a la dama se acostó en su regazo y allí reposo.

- No es nada, Karma. - Confeso al fin volviendo acariciar aquellos suaves cabellos. - Quiero que me hagas una promesa. - Pidió al fin mientras dirigía un momento si vista al cielo, inhalando profundamente el dulce aroma de la brisa primaveral.

- Una promesa... - Aquello tomo totalmente desprevenido al diablillo quien de inmediato volvió su mirada a su abuela viéndola sonreír con aquella calidez que le daba una calma sin igual.

-Karma, tus obras son preciosas, a través de ellas puedo ver tus pensamientos y sentimientos, cuando estas feliz, cuando estas molesto, cuando temes por algo, eso lo entiendo bien, porque soy tu abuela... - La mujer paseo sus ojos dorados por todas las obras que el pequeño había dejado en su casa desde pinturas hasta pequeñas esculturas.- Por eso quiero que me prometas que sin importar la carrera que elijas en un futuro, dejaras de dibujar, ¿Sí?

El infante no entendía aquello, no sabía porque razón tendría que dejar aquello, sabía que quería estudiar algo que le permitiera manipular a las personas, pero... jamás dejaría a un lado el arte, y menos ahora. - Lo prometo abuela... - Dijo enlazando su meñique al ajeno antes de comenzar a reír juntos.

Aquellos días fueron los mejores de su tierna infancia, o por lo menos fue así hasta que una enfermedad tomo la vida de aquella dama que tanto quería, a la cual sin importar nada mantendría su promesa, promesa que había hecho la última primavera con aquella mujer, y la misma que hizo en su lecho de muerte al dejar unos narcisos en su tumba. Esa fue la última vez que vio su abuela, y al mismo tiempo, la primera vez que comenzó a ver el mundo a través de los ojos de ella.

Los recuerdos de aquella promesa aún seguían mostrándose claramente, sin importar los cambios o el tiempo, a veces podía incluso sentir el cálido tacto de la mano de su abuela, y eso era suficiente para hacer sonreír vagamente a aquel demonio que ahora contaba con 24 años de edad, por fin estaba a punto de terminar sus estudios y convertirse en un burócrata como había deseado desde tiempo atrás, aunque aún seguía llevando una vida muy solitaria, al punto de lo más cercano que tenía a un amigo se trataba de una joven rubia, Rio Nakamura, quien había estudiado diplomacia, sus formas de ver el mundo se compaginaban perfectamente, aunque nada parecía hacerlos salir de aquel cruel infierno en el que se encontraban, sin embargo aún en medio de las llamas aún quedaba una pequeña salida, o en este caso, un escape gracias a los festivales de arte a los cuales siempre asistía.

Era uno de los mejores en su clase, el primero en realidad, ya a su corta edad tenía un puesto en el gobierno después de la graduación, todo parecía el de acuerdo a su plan de vida, no obstante parecía que le faltaba, era un extraño sentimiento el que lo agobiaba ahora, pues era como tener todo y al mismo tiempo no tener nada, definitivamente era algo que odiaba.

La ventana de su habitación estaba abierta, y una brisa otoñal comenzaba a entrar alborotando los rojos cabellos del joven que estaba vestido con ropas oscuras, al tiempo que se acomodaba en un banquillo y daba unas ultimas pinceladas a un lienzo apoyado en un caballete, esa noche había un pequeño festival, y el junto a un par de amigos estaban invitados, y no podía fallarles, aunque como era costumbre dejaba sus pinturas para último momento gracias a sus estudios y proyectos. Tenía que aceptarlo, ahora más que nunca estaba agotado, y no dibujaba como antes, pero ahora no era momento de arrojar todo por la borda, menos cuando le faltaba tan poco para acabar.

Una, dos, tres pinceladas en diferentes colores fueron más que necesarias para su nueva creación: En el lienzo de mostraba un camino invernal, arboles llenos de hielo y cristal junto a la nieve cayendo de un cielo nublado, en el lejanía unas siluetas de dos personas desapareciendo y una sombrilla en el punto focal principal, junto a un farol, creyó que con eso sería más que suficiente para un festival junto a un par de sus obras previas que ya habían ganado, sin más solo se apartó, dejando el óleo secar y el pincel reposar en un recipiente lleno de agua donde habían otros, ahora solo quedaba arreglarse, antes que sus amigos comenzaran a molestarlo con que se apresurara, sobretodo Maehara con su vaga excusa de "Quiero mostrarle mi arte a las señoritas" cuando en realidad solo deseaba estar de "Casanova" con ellas, cosa que le parecía divertido, ya que el amor no era algo que le interesara, pero controlar a las personas eso ya era otra cosa, otra cosa que si despertaba el demonio interno que tanto lo hacía divertirse, al igual que las miles de peleas que tenía cuando era un joven estudiante de secundaria, aunque no hubiera acabado aun a esas alturas.

Un largo baño fue su recompensa después de una noche en vela por estudio gracias a un parcial y un día de trabajo en su nueva obra, aquel torrencial de agua caliente era la gloría, salió de la ducha con una toalla atada en su cadera y en su cabello para secarlo, dio algunos pasos hasta su armario y allí abrió la puerta buscando algo que ponerse, casi siempre iba a aquellos eventos de traje y corbata, pero en aquellos momentos era lo que menos deseaban pues estaba completamente agotado, y su cuerpo pedía clemencia por un poco descanso que luego con mucho gusto lo daría, pero ahora tenía que resistir, por suerte contaba con una excelente condición física.

Un pantalón de vestir negro, una camisa negra de mangas largas y un suéter de cuello en V gris le pareció una buena decisión para aquello, al final era un festival, así que ir algo casual no estaba demás, su comodidad también era importante al fin y al cabo. Una vez listo salió de su habitación y bajando las escaleras de madera se encamino a la cocina y una vez allí de dispuso a preparar algo de café, oscuro, y bien cargado, ahora es cuando más necesitaba mantenerse en el juego, además de que sabía gracias a Maehara que había un crítico de arte en medio de todo aquello, así que quizás algo bueno podría salir de todo aquello.

Al estar lista aquella bebida, la sirvió en una taza y comenzó a beberla sin descanso, caminado por el lugar, en el refrigerador había una pequeña nota en forma de corazón que correspondía a sus padres Tenemos que salir de urgencia fuera del país, regresaremos en un mes, cuida bien de la casa. -Tsk... - Fue el único sonido que emitieron aquellos labios ahora rojo gracias al calor de aquella bebida, no esperaba un "cuídate hijo" o un "te amamos", sus padres no tenían tiempo para eso, a duras penas de dirigirle una mirada, incluso cuando era un niño, no conocía ese amor paternal de que todos amaban, lo más cercano era el amor de su abuela y ya no estaba con él.

Se sumergió un momento en sus pensamientos, recordando su amarga infancia, o por lo menos fue así hasta escuchar la bocina de un auto frente a su casa, no había que ser un genio para saber que habían llegado por él, así que sin más fue por el cuadro que había pintado y guardándolo en un estuche especial se preparó para salir. Pero no sin antes detenerse en el altar que correspondía a su difunta abuela. - Traeré otro premio a casa, espera con ansías. - Expreso sonriendo con cierta malicia a aquel retrato que correspondía a la mujer, antes de ponerse unos zapatos negros y salir de la casa rumbo al auto de Maehara quien como ya era costumbre traía a unos de sus mejores amigos, Yuuma Isogai, no era extraño verlos juntos, aun asistiendo a diferentes universidades, y estudiando carreras diferentes, seguían siendo tan unidos al igual que lo eran en secundaría, aunque era notorio alguna vez que había algo más que una simple amistad detrás de todo aquello, aunque no era algo que quisiera saber, pero, si era algo por lo que le gustaba molestarlos a ambos, más cuando Isogai se ponía celoso, al ver a Mahehara coqueteando, aunque no admitiera que los tenía, ver aquello era divertido para el demonios quien se acomodaba en el asiento dispuesto a descansar mientras llegaban a la sede del festival que sería en un hotel.

El hotel "Senbonzakura" era uno de los más importantes y destacados del país, políticos, diplomáticos, embajadores, reyes, nobles y hasta estrellas, músicos y aristas llegaban para reposar en sus instalaciones que contaban con todo lo necesario para una exquisita estadía. En una de las alas se encontraban los salones de festividades, donde se celebraban bodas, conciertos, reuniones y todo tipo de festividades y en uno de ellos, se celebraba el "75 Festival de Arte internacional de Tokyo", podían encontrarse más de un rostro famoso entre aquellos personajes que iban y venían en la festividad, juntos a miles de invitados que tenían que lidiar con la prensa y medios, esa era la parte más tediosa de todo aquello.

Karma no se preocupó por buscar atención, junto con ayuda de uno de los encargados comenzó a colocar sus cuadros y pieza de escultura con gran cuidado, de vez en cuando se detenía para ver a Maehara coquetear con las artistas en lugar de arreglar su área de exposición, y como era de esperarse, Isogai lo veía como si quisiera golpearlo, si las miradas mataran posiblemente el rubio ya estaría en la morgue gracias al castaño, sin embargo no se quedaba atrás, ya que consiguió la compañía de una joven ce cabellos castaños arreglados en una coleta de cabello, Megu Kataoka, si mal recordaba su nombre, no sabía mucho de ella salvo que tenía una compañía de seguridad y era maestra de artes marciales o algo así.

Al final le restó importancia y se limitó a terminar su cometido, como era de esperarse muchos se acercaron al ver sus obras, algunos estaba tan felices, otros reaccionaban con tristeza, como si sintieran algo más que calidez en sus obras al parecer todo estaba saliendo bien, incluso los jueces quienes comenzaban a ver las diferentes obras para poder premiarlas al finalizar la noche, uno de ellos era un hombre joven de cabello oscuro piel morena y expresión sería en su rostro, Tadaomi Karasuma, hasta donde se sabía era un ente del gobierno, y su esposa, Irina Jelavich, una mujer extranjera de rubios cabellos y ojos azules, era maestra le lenguas extranjeras y una experta pianista, por lo que tuvo la brillante idea de crear una academia de bellas artes, la cual no tardo en tener reconocimiento, incluso algunos de sus estudiantes habían asistido como participantes, y eso lo sabía ya que una de sus alumnas estaba a un par de stands de sus obras, una chiquilla menuda, de cabellos verdes arreglados en un par de coletas, y vestida con un traje de época, Kaede Kayano, tal parecía un actriz de teatro, la recordaba de un papel de una peli por igual, de alguna forma le pareció interesante, o por lo menos fue así hasta que comenzó a hacer un berrinche por quien sabe que junto a otra de sus compañeras, aquello le costó su atención la cual enfoco de nuevo al lugar.

Mientras disfrutaba de la tranquila velada, aprovecho para tomar algo de café repetidas veces o sabía que no resistiría mucho, sin embargo en medio de aquello se dio cuenta de que una figura se posó justamente frete a su exposición, acto que le sorprendió y de inmediato de una forma disimulada se acercó al observador, un hombre alto, de complexión delgada, con cabellos y ojos azabache en contaste perfecto con su piel pálida y traje oscuro.

-¿Eres el artista detrás de esto? - Pregunto de golpe sin darle lugar a las dudas.

- Sí, soy Karma Akabane, solo llámame Karma. - Pidió este dándole un largo sorbo a su café viendo como el hombre frente a él hacía lo mismo salvo que una copa de vino.

- Nuruhuhuhuhu... Tu arte me gusta, es inocente, pero vibrante, lo que quieres demostrar está casi impregnado en la pintura. - Expreso antes de dar otro sorbo de aquel vino.

- ¿Casi? ¿Qué quieres decir con eso, exactamente? Y más aún ¿Quién es usted? - Pregunto de una forma tajante, ya había tenido suficiente en sus clases y lidiando con los cerdos de los estudiantes para que un descocido de dejar tal cosa, por lo que dejo la taza aun lado y oculto sus manos en sus bolsillos esperando una buena respuesta, o quizás sería capaz de golpearlo en aquellos momentos.

- No tienes por qué reaccionar así, Karma-kun, mi intención no es criticarte de forma destructiva, sino enseñarte, o hacer ese intento en una noche. - Explicaba de a poco posando sus ojos oscuros en el menor que de inmediato poso sus ojos en sus obras por igual. - Tienes un gran talento, eso es verdad, un don natural, al ver tus obras se perciben tus emociones, pero... No tu corazón.

El demonio estaba a punto de decir algo de por su sus labios se abrieron vagamente pero de ellos no pudo salir sonido alguno antes de verse acallado por el mayor quien hizo un ademan de que guardara silencio con una gran sonrisa en sus labios burlones, por lo que tuvo que esperar a que este terminara de hablar.

- Tus obras transmiten tus emociones, algunas tus sentimientos al pintar, pero no lo que de verdad siente y anhela tu corazón, Karma-Kun, siempre serás un gran artista, el mundo te llenara de premios y reconocimiento, yo podría hacerlo, pero eso no vale de nada si no puedes amar de verdad... - Sentencio este al fin dejando al demonio completamente anonadado sin poder defenderse de alguna forma, por primera vez se había quedado sin armas en mitad de una batalla. - Tu arte esta hueco completamente vacío, pero... Cuando encuentres el amor, ya sea por algo o alguien en especial. Veras que no solo tu arte sino tu vida, cobrara sentido. - Finalizo. - Y por cierto, no tengo un nombre como tal, así que puedes llamarme "Dios de la muerte" o como desees, joven Karma, nuruhuhuhuhu... - Aquella risa tan tonta y divertida salió de los labios del mayor de nuevo, y dejo completamente helado al contrario que no sabía qué hacer.

Jamás se había detenido a pensar de aquella forma, su abuela siempre había dicho que sus pinturas decían todo, había ganados miles de premios, reconocimientos y al final, tan poco importaba eso en realidad, pues aquel extraño hombre tenía razón de que servía ser talentoso y tener un don nato, si no tenía un corazón, pues hasta él sabía que no conocía el amor.

La noche paso con tranquilidad, no sabía bien en que momento había pasado tanto tiempo, aunque no deseara aceptarlo las palabras de aquel hombre lo habían afectado en demasía y no veía el momento de irse a casa, aunque no sabría que hacer al llegar allí. Como era de esperarse gano uno de los primeros lugares de la premiación y por primera vez no quiso celebrarlo, incluso sus amigos se percataron que le pasaba algo extraño, pero no les dio tiempo de preguntar o si quiera acercarse, tomo sus cosas y salió de aquella lujosa edificación, ahora más que nunca anhelaba la soledad, se sentía agobiado, así que solo se encamino a su hogar, aunque solo fuera de nuevo unas lujosas paredes, sin nada de calor, solo frío silencio y soledad, quizás lo que más necesitaba en aquellos momentos, y al mismo tiempo, lo que más le dolía.

- Estoy en casa. - Dijo en un tono vago, aun sabiendo que era el único que residía en el lugar, llevo el estuche a segundo piso y entro en una pequeña habitación que se trataba de su estudió de arte, sus padres los habían hecho para él, no ha muy buena voluntad, pero en aquellos momentos eso era lo de menos, dejando los cuadernos en su lugar y en un escritorio, busco una pequeña caja alargada de madera y de ella extrajo un grueso cincel, con un bello filo que resaltaba en medio de la tenue luz de luna que entraba por su ventana.

Mientras empuñaba aquel cincel, un ataque de ira se hizo presente, eran muy pocas las veces que perdía el control de aquella forma, pero ahora, ya nada importaba. Destrozo cada parte de aquel hermoso estudio, donde tenía todas sus obras ahora desgarradas, rotas y esparcidas por el piso al igual que los materiales, simplemente fue cegado por la ira, la frustración y la impotencia del momento. No se detuvo hasta quedar exhausto, sentado en un sofá, aun sosteniendo aquel filoso artefacto y todo su ser cubierto de pintura y trozos de lienzo.

Se quedó un momento justo allí, sentado en uno de los sofás del estudio, por primera vez una lagrimas se hizo presente y junto a ella la última gota de su inspiración la cual al parecer se había perdido para siempre, al igual que las obras que había expuesto al mundo.

Aquella semana fue tediosa, no salió de casa, Nakamura ahogo su teléfono en miles de llamadas y mensajes al igual que Isogai y Maehara, pero solo recibían una respuesta antes de ser ignorados olímpicamente por el demonio, quien seguía sumergido en sus pensamientos,, si quiera se había molestado de volver a pintar esos días, si quiera había tomado uno de sus libros de texto para estudiar, definitivamente estaba fuera el sí, pero el mismo sabía que no podía seguir con todo aquello, con gran dolor salió de su cama, y se dispuso a cambiarse y ponerse un abrigo, pues había frío y el cielo amenazaba de llover, cosa que no le importaba, mojarse no era en aquellos momentos un problema. Como siempre iba vestido con ropa oscura, pudo ver que algunas jovencitas se quedaban viéndolo de vez en cuando, quizás lo reconocían, pero no se iba a detener, escondió sus manos en sus bolsillos y solo se enfocó en sentir la lluvia que comenzaba a caer.

El cielo estaba nublado, las luces se veían desenfocadas, el cielo se reflejaba en los charcos de agua, y miles de gotas decoraban los ventanales, de tiendas restaurantes y demás, mientras el solo parecía pasear sin rumbo alguno, aunque por extraña razón termino topándose con una pequeña librería que lo hizo salir de su taciturno estado, al verse dentro de la misma con su abuela comprando libros. - Soy un idiota... - Susurro vagamente en medio de una sonrisa casi imperceptible disponiéndose a entrar. El lugar no había cambiado mucho, así que solo se enfocó en buscar algo que le llamara la atención. Camino entre los estantes y vio algo interesante, parecía un libro algo antiguo de un color azul intento, y lo que parecía ser algunas negras, posiblemente solo fuera una decoración y se trataban de páginas normales, sin embargo lo que capto su imaginación fue aquel título, "Memorias de un Asesino", vaya que se veía interesante, así que sin darle tiempo o lugar a las dudas se dispuso a tomarlo, sin embargo su mano se cruzó con otra, pálida y muy fría, aunque por igual suave, tal parecía que también iba a tomarlo.

- Tsk... Es tuyo, puedes tomarlo - Dijo sin más apartando su mirada al lado contrario ahora no deseaba ver a nadie, menos a la persona contraría que estaba seguro se trataba de una chica, por los momentos se rindió, por más que fuera no iría en contra de una dama.

- Puedes tomarlo, ya lo leí antes, disfrútalo... - Aquella voz fue casi un murmullo dulce que lo saco de la realidad un momento, sin embargo cuando se volvió a ver a la susodicha criatura ya no se encontraba, pero su pudo alcanzar a escuchar algo en la entrada de la tienda.

- Kayano-chan, ya tengo el libro podemos irnos al café. - Expreso aquella voz misteriosa mientras el golpe seco de una puerta se escuchó junto a miles de campanadas.

- Bueno, creo que gane esta vez. - Expreso tomando aquel libro y sin más pago por el para salir de aquel establecimiento, pero claro no sin guardarlo en su bolso, no quería que de dañara.

Dio un largo suspiro y vio un momento al cielo recibiendo algunas gotas de lluvia en su rostro, le parecía refrescante, aunque su calma se quebrantó completamente al escuchar unos gritos provenientes de un callejón cercano, aquello solo podía significar algo, y demonios lo sabía por lo que una sonrisa maquiavélica se dibujó en sus labios al saber que podría darle una paliza a un cerdo idiota o quizás más.

- ¡Kayano, Kanzaki corran! ¡Sugino, cuídalas!

- ¡Yo me encargo, tu cuídate! - Pidió el joven moreno tomando a ambas chicas para salir de aquel lúgubre lugar, aunque dejar a un amigo atrás no era algo que le gustase, pero en esa situación era necesario.

- No debiste de confiarte pequeña, ¿Crees que una mocosa como tú nos va a ganar?

- Si te quedas quieta podremos divertirnos mucho, ahora que veo, eres muy linda, ¿Porque nos vamos a karaoke?

Uno de los jóvenes mohicanos se acercó a aquel joven de celestes cabellos posando su mano en su hombro, sin embargo antes de que este pidiera decir algo en su defensa, lo siguiente que vio fue como alguien de la nada golpeaba a aquel busca pleitos con fuerza de la cara, y como una amplia espalda lo escudaba, podía esperarse muchas versiones como resultara aquello, pero que alguien interviniera de aquella forma no era uno de ellas.

- Jo... se supone que las ratas asquerosas no deben salir hasta la noche, ¿No? - Pregunto este con malicia al tiempo que tronaba sus dedos preparándose para darles una revancha, más ahora que tenía que descargar todo lo que le había pasado, casi podía sentir lastima por aquellos idiotas, sin embargo de tomo un momento para dirigirle una mirada al "ratoncito" de todo aquello. - Me encargare de estos... - En el mismo momento que sus ojos mercurio se posaron en los cían, el mundo pareció desaparecer, y solo su brillo era lo que resaltaba entre la oscuridad de aquel firmamento nublado.

- Gracias... - Fue lo que susurro aquella figura menuda por igual mirando fijamente al mayor. Quizás Karma no conocía de nada a aquella criatura, pero había algo en aquellos ojos que le quitaban el aliento.