Aguja e hilo

Kagehina

[...]

Decir que le sorprende no le alcanza. Es que en todo lo que lo conoce no le ha visto, ni de casualidad, habilidades para la costura. Sin embargo, se encuentran sentados en el suelo frío del gimnasio, solos, porque los demás ya se han ido. Él viéndolo, analizando cada movimiento que el otro realiza con la aguja. No se imaginaba ver a Kageyama Tobio cosiendo, y menos si estamos hablando de su ropa.

Haciendo memoria puede verse lloriqueando porque su chaqueta, esa que tanto ama, está rota. Y es que no se imaginaba tan tonto como para ponérsela a modo de pantalón, y sí, la estiró hasta que se oyó perfectamente el sonido de los hilos rompiéndose y, por lo tanto, dejando un agujero en la parte de la axila. Pues sí que le cree a Tsukishima ahora, en verdad que es tonto.

Era puro mocos y lágrimas hasta que Tobio entró al gimnasio, alegando haberse olvidado algo, para encontrarlo así. Le preguntó qué ocurría de una forma muy brusca, pero realmente preocupada. Le dijo entre balbuceos la razón de su pena y el más alto suspiró, a Hinata le pareció aliviado. Le quitó la prenda y rebuscó en su bolso, hasta que sacó eso que él había visto tantas veces en casa de su abuela. Aguja e hilo.

Ahora Tobio estaba centrado, quizá más que cuando están en un partido, con el entrecejo casi unido y murmurando un al derecho y al revés constantemente para no perderse. Verlo así le genera una felicidad incalculable, y cree que es la primera vez que algo fuera del vóley y las comidas de su madre le hace sentirse así. Cuando el armador le entrega su tan preciada prenda él está agradecido y emocionado.

—Muchas gracias, Kageyama —expresa, poniéndose el saco. Pero al hacerlo lo nota muy ajustado en la parte recién cosida—. Uh... esto no me queda bien...

Kageyama le mira serio, habiendo borrado la expresión de calma de antes y el rojo de sus mejillas.

—Vete al diablo, idiota —refunfuña y se va a paso rápido. Shoyo ríe, y se adelanta para caminar juntos en su camino a casa. Cuando van al mismo paso le agradece una vez más y le sonríe, Tobio le vuelve a decir idiota, para luego correr lejos de él. La costura le aprieta, pero cree que puede acostumbrarse a ella, aunque su madre vaya a arreglarla más tarde.