Aviso: Este fic participa del Reto Especial San Valentín: Love or Bites? del foro The Vampire Diaries: Dangerous Liaisons!"
Disclaimer: los personajes y sus circunstancias no me pertenecen, son propiedad de JPlec y demás. No copyright infringement intended.
n/a: el título significa "You Smell So Good" y hace referencia a una magnífica canción de Rammstein, si tenéis curiosidad: watch?v=5hMNms57uN4 (subtitulada)
Du Riechst So Gut
.
I don't see you, I only smell you and I sense you
a predator that screams with hunger
I scent you from miles
you smell so good, I'll have you shortly
I'll wait till it is dark
then I'll touch your wet skin
-rammstein-.
.
Oliver llevaba unas horas recostado sobre un árbol bajo los cuidados de Hayley y la mirada reprobatoria de Jackson. Las brujas, para sorpresa de todos, le habían dejado ir, a pesar de estar ensangrentado, cubierto de heridas y con la respiración entrecortada. Hayley había llamado a Elijah por teléfono y le había informado, sólo para estar seguros y alerta, porque a pesar de todo lo que hubiera hecho en el pasado ahora Oliver era otra vez uno de los suyos.
Herido como estaba, y a pesar de estar recibiendo sus insultos, Oliver sabía que Jackson debía ser el Alfa de su manada, sabía que lo era, aunque el propio Jackson no estuviera dispuesto a verlo así. Oliver la había cagado infinitamente y su amigo tenía toda la razón del mundo para odiarle pero ahora podía ver la verdad, y no podía dejar de pensar en cómo se peleó con él semanas atrás para ser él mismo el alfa. No pudo soportarlo más, Jackson siempre había sido su amigo, así que necesitaba decirle lo que pensaba. Le miró fijamente y le habló con sinceridad, ignorando su odio.
–Jack, tengo que decírtelo –musitó con esfuerzo.
–Ya estoy enterado, Olli, me vendiste a Francesca –gruñó mirándolo con rencor.
Hayley tragó saliva junto a un Oliver moribundo y claramente arrepentido, y le miró compasiva. Podía ver el dolor y la inseguridad al final de sus ojos, parecía el hijo pródigo.
–Mira, sé que no puedo cambiar lo que hice –continuó con un hilo de voz–, pero necesitas oír esto: eres el elegido. Eres el Alfa.
Oliver se levantó sosteniéndose las costillas y avanzó hacia Jackson con un gran esfuerzo. Este, alerta, se levantó también, dispuesto a combatir, sin querer oír las palabras de su antiguo amigo, porque le decían la verdad que él quería ignorar; pero el hombre lobo moribundo no se amedrentó, conocía a su amigo desde siempre, y sabía que no le haría daño, así que continuó avanzando hasta estar a su lado. Necesitaba que le escuchara con atención.
–Nuestra gente no ha nacido para ser esclava de nadie. Tú puedes hacerlos libres –musitó Oliver con gravedad, necesitaba que entendiera cuál era su misión.
En ese mismo instante, en que Jackson pareció comprender que su amigo le hablaba con sinceridad y que por fin lo habían recuperado, Oliver comenzó a toser descontroladamente.
– ¿Olli? –Jackson le palmeó la espalda y Hayley se levantó alarmada.
El hombre lobo empezó a toser sangre y se llevó la mano al pecho al tiempo que caía al suelo.
– ¿Qué le pasa? –interrogó Jackson a Hayley alarmado, preocupado por la vida de su amigo, al tiempo que lo sostenía.
–Son las brujas… –musitó la híbrida. ¿Cómo habían sido tan imbéciles para pensar que le dejarían marchar tranquilamente después de traicionarlas? –. Han dicho que sólo viviría hasta la medianoche…
– ¡Olli! ¡Olli, quédate conmigo! –gruñía Jackson arrodillado junto a su amigo, que se ahogaba en su propia sangre y era incapaz de tomar una bocanada de aire.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Dos semanas después…
Desorientado y sin tener claro dónde estaba ni qué día era, Oliver abrió los ojos poco a poco. Lo primero que fue capaz de ver fue el techo de una habitación, pero estaba seguro de que nunca había estado ahí antes, era demasiado lujoso comparado con las casas del pantano.
– ¿Oliver? –escuchó una voz a su lado y sintió cómo una mano intentaba ayudarle a levantarse.
Giró su rostro hacia aquella persona y enfocó la vista poco a poco. Sonrió levemente: ahí estaba su amigo Jackson, con la híbrida al lado.
–Hola… –musitó abriendo los ojos por completo.
– ¡Oliver! –sonrió Hayley dándole la mano.
– ¿Cuánto…? ¿Dónde…? –balbuceó sin saber qué preguntar primero.
–En cuanto las brujas del barrio francés te maldijeron por haberlas traicionado hablé con Elijah y se encargó de todo –le informó Hayley suave, aún preocupada por él.
–Has pasado un par de semanas inconsciente –añadió Jackson aliviado de ver a su amigo con vida.
Oliver comenzó a incorporarse, haciendo que Hayley y Jackson se levantaran corriendo para ayudarle.
–Olli, cuidado.
– ¿Dónde estamos?
–Bueno… –sus amigos se miraron sin saber cuánta información debían darle, no querían alarmarle– Estamos en casa de los Mikaelson. Hemos pasado aquí todos estos días, digamos que ahora… somos una familia.
Oliver frunció el ceño sin comprender nada, pero de cualquier modo bajó los pies de la cama hasta tocar el suelo. Necesitaba darle las gracias a Elijah por haberle salvado la vida, a cambio volvería a ponerse al servicio de los originales y de su manada; era consciente de que todavía nadie terminaba de confiar en él, con razón, y quería enmendarlo, se sentía tremendamente agradecido por todo lo que le debían haber cuidado esos días.
–Tengo que… agradecerle a Elijah… –musitó Oliver tensando las piernas y poniéndose en pie con algo de esfuerzo.
Con ayuda de Hayley y Jackson llegó hasta la puerta de la habitación, que daba al patio interior de la mansión Mikaelson, y cuando iba a dar un paso más apareció Klaus delante de él.
–Buenos días, bello durmiente –canturreó el híbrido con una media sonrisa–. Será muy agradable que te des una ducha, siéntete como en casa –volvió a sonreír sarcástico–. Mientras tanto, prepararemos una comida para celebrar tu… vuelta a la vida. Supongo que es algo importante para los que no sois inmortales.
Tras aquella bienvenida que dejaba mucho que desear, sus amigos le acompañaron hasta el baño, porque sí, realmente estaba necesitando una ducha desde hacía unos días; apenas habían sido capaces de limpiarle la sangre desde que lo maldijeron, y además estaba lleno de barro. Cuando atravesaron el pasillo y llegaron hasta la puerta del baño, Jackson insistió en ayudarle a entrar, dado que tenía un aspecto lamentable, al fin y al cabo acababa de volver de la muerte.
–Sé que os morís por verme desnudo, pero tendréis que soportarlo. No necesito ayuda para esto –rió entrando en el baño y cerrando la puerta tras de sí.
Estando los dos solos en el pasillo, Jackson carraspeó.
–Voy a… voy a coger algo de ropa para que tenga algo limpio que ponerse.
–Sí. Yo, eh… Voy a… ayudar con la comida –musitó Hayley mirando al suelo. A pesar de la tensión, Jackson dio un paso hacia ella, haciendo que se tensara, y le dio un leve beso en la frente. Se dio la vuelta y caminó hacia su habitación, tal y como había dicho.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Oliver bajó las escaleras hasta el piso inferior algo inseguro, pasándose los dedos entre el pelo, estar en la mansión de los originales le hacía sentirse un poco inseguro si era sincero; aunque ahora se sentía mucho mejor, con el cuerpo fresco y limpio tras darse una ducha, ropa limpia y apenas sangre cubriéndole la piel. Todavía tenía varias heridas pero en cuanto volviera a fortalecerse se curarían, al fin y al cabo era un hombre lobo.
Llegó hasta el patio central, donde todos estaban sentados a la mesa, que estaba llena de comida. Nada más verlo su estómago comenzó a rugir y Klaus, sentado en el lugar que presidía la mesa, rió.
–Siéntate, amigo, apuesto a que después de dos semanas te mueres de hambre –le invitó.
Dudoso y sin apenas despegar la mirada del suelo, se sentó en el primer lugar que encontró, al lado de Hayley.
–Gracias por… lo que habéis hecho por mí –musitó alzando ligeramente la vista hacia Elijah, que estaba sentado frente a él.
–No hay de qué, Oliver. Probaste tu lealtad, qué menos podíamos hacer –le sonrió el original amable y educado como siempre.
– ¿Qué menos, querido Oliver? Y más teniendo en cuenta que pertenecemos a la misma manada –volvió a sonreír Klaus alzando la copa de… ¿vino? para proponer un brindis– ¡Por la vuelta a la vida de Olli! Y por su salvadora, nuestra querida hermanita Rebekah, que tuvo que ajustar las cuentas con los magníficos brujos del barrio francés.
Todos alzaron sus copas, ignorando la perorata sarcástica de Klaus, lo importante era que estaba vivo de nuevo; todos bebieron, excepto Oliver, que desde que escuchó pronunciar el nombre de "Rebekah" se tensó por completo. Volvió la vista hacia el extremo de la mesa contrario a Klaus, justo al lado suyo, y… ahí estaba ella, codo a codo con él. Dios… ¡ni siquiera la había visto! Rebekah bebía de su copa con el rictus completamente serio, sin dirigirle una mirada, obviamente tensa como él. Joder… Oliver ni siquiera había caído en la cuenta de que ella era una Mikaelson y que estaría allí, tan emocionado como estaba por su vuelta a la vida. Joder… Volvió a bajar la vista hacia su plato y optó por comer; en cuanto estuvieran solos hablaría con ella.
Rebekah llevaba dos semanas en tensión, ¿qué esperaba? Tenía en casa al maldito hombre lobo que después de pasearse desnudo ante ella, la besó y la sedujo sólo para venderla a Geneviève.
–Por cierto, Olli, hay unas cuantas cosas que te has perdido, pero tranquilo, te pondré al día –continuó Klaus–. ¿Recuerdas la leyenda que dice que si dos alfas contraen matrimonio, después de varios ritos sin importancia, todos los hombres lobo asistentes a la ceremonia heredarán los dones de estos dos? –Oliver le observaba algo intrigado, al tiempo que todos los demás negaban con la cabeza, Klaus y su maravillosa manera de proceder–. Pues bien, Jackson y Hayley se han casado. Enhorabuena, ya no tienes que mendigar anillos de luna.
– ¿Qué? –musitó Oliver mirando a sus amigos sin terminar de creérselo.
–Al ser híbrida puedo controlar cuándo me convierto, así es que… sí, a partir de ahora la maldición de la luna ha desaparecido para nosotros –añadió Hayley sonriendo levemente.
–No te preocupes, Olli, estuviste en la ceremonia de cuerpo presente –sonrió Klaus sarcástico–. Lo que implica que también recibiste el don de nuestra… querida lobita, por el cual puedes adaptar la forma de lobo o humano según tu conveniencia –dejó de sonreír y comenzó a hablar con sinceridad–. Por lo que contamos con todos vosotros para que protejáis a nuestra hija.
– ¿Qué? –repitió Oliver, haciendo que Rebekah bufara y se levantara de la mesa.
–Su hija está viva, yo me fui con ella para esconderla y que nuestros padres no la encontraran y la mataran. Así es que ahora todos nosotros esperamos que los hombres lobos nos ayudéis a protegerla. Fin. Y ahora me voy, estoy harta de estar aquí encerrada –gruñó Rebekah rápida y avanzó hasta la salida.
–Nadie te ha obligado a quedarte en casa, hermanita, tú estabas muy preocupada por nuestro nuevo invitado –reprochó en voz alta Klaus, volviendo a sonreír a Oliver, que se debatía entre levantarse o no.
En cuanto Rebekah desapareció por la puerta de salida lo tuvo claro: tenía que hablar con ella.
–Voy a… agradecerle su ayuda –se excusó levantándose de la mesa y avanzando rápido fuera de la casa.
Joder… necesitaba pedirle disculpas. Después de la putada que él le hizo cogía ella y le salvaba la vida, ¿cómo se suponía que podía enmendar sus errores? En cuanto llegó a la calle miró hacia todos lados pero no la vio por ningún sitio. Tenía que encontrarla… no podía dejar de pensar en cómo aquella noche, hacía meses, le había seducido para después entregársela a las brujas. Aún recordaba cómo la había besado en el bosque, y cómo ella le había mirado cuando él se apartó. Recordaba haberle dicho "Lo siento, me gustas de verdad pero… he hecho un trato". Y lo peor es que no le había mentido. Joder… Tenía que encontrarla ya.
Oliver comenzó a rastrear a Rebekah y en unos minutos encontró el camino correcto, atravesando la ciudad como un loco, notando cómo volvía a recuperar la fuerza. No era casualidad que ella se encontrara en el mismo bosque en que se besaron y él… la… dejó a merced de los demás hombres lobos y las brujas.
– ¡Rebekah! ¡Rebekah! –la llamó hasta que fue capaz de alcanzarla, corriendo entre los árboles, y la agarró por un brazo.
Rebekah, mirando hacia otro lado para evitar que él le viera la cara, se revolvía intentando librarse de él.
–Por favor, déjame explicarte por qué hice lo que hice –al ver que ella continuaba peleando, la cogió de la mano–. Rebekah…
Al sentir la repentina suavidad del hombre lobo, se puso mucho más tensa y nerviosa. ¿Por qué ahora la trataba bien? Asustada se soltó de su mano.
– ¡Cállate! –gruñó Rebekah– ¿Cómo vas a excusarte por eso, chucho? ¡No tienes idea de lo que ha supuesto para mí!
Oliver dio un paso hacia ella, que retrocedió dos más, sin darle la espalda en ningún momento.
– ¿Cómo vas a explicar que me engañaste porque tenías un trato con las brujas? ¡Ni siquiera te importó qué podrían hacerme! ¡Ni te importó dejarme a merced de un grupo de hombres lobo! ¡Soy un vampiro, por el amor de Dios!
–Pero eres una original, sus mordiscos no te dañan –se defendió Oliver en un murmullo, sabía que no era excusa pero eso fue lo que le consoló en ese momento, cuando tuvo que dejarla allí hace meses.
Ante esa respuesta Rebekah se paró en seco. ¿Esa era su excusa? Sintió que se le humedecían los ojos.
El instinto de Oliver hizo que casi se le erizara la espalda. El silencio súbito de la chica hizo que él también se parara al instante. Podía sentir algo parecido a decepción y tristeza en ella, y cuando vio que sus ojos azules brillaban y le temblaban los labios, se quedó sin respiración. Joder…
– ¿Por qué a todo el mundo os da igual hacerme daño? –musitó ella con un hilo de voz, negando con la cabeza. Era incapaz de entenderlo. ¿Por qué? ¿De verdad nadie veía que también era frágil? ¿O es que les daba igual?
–Rebekah, yo no… –intentó dando un paso hacia ella, que volvió a retroceder.
– ¿Tú no qué? ¿Tú no pensabas que iban a matarme y entonces creíste que no importaba que me atacaran una manada de hombres lobo y que una bruja me torturara? –comenzó a subir la voz de nuevo, pero esta vez quieta, escupiéndole la verdad en la cara–. ¡Tuve que huir durante meses por tu culpa! ¡Mi hermano Nik casi me mata definitivamente!
Oliver tragó saliva, no sabía qué debía hacer, realmente en su momento no pensó que causaría tantos problemas a esa chica, sólo pensó que aquella rubia tan atractiva era una original y sobreviviría.
–Geneviève quería que mi hermano me asesinara y… estuvo a punto de conseguirlo, Oliver. Así que dudo mucho que puedas explicar tus razones –pronunció con voz firme, mirándole fijamente, bajando el tono.
Rebekah era consciente de que estaba siendo muy sincera con el hombre lobo, tal vez demasiado, pero había jugado con ella como hombre, por la espalda, no como un enemigo honrado. Y ella estaba harta de que por ser original todo el mundo creyera que era indolente y que le podían hacer cualquier cosa y ella se repondría. Estaba cansada de que le hicieran daño con esa excusa.
Oliver tembló. Quería decirle que había cambiado, que antes le cegaba el ansia de poder y ahora… era distinto. Quería decirle que, sí, a él le importaba hacerle daño, y esa noche hubiera deseado seguir con ella en el bosque hasta el final, pero había elegido el bien de su manada. Quería decirle que ya no lo veía del mismo modo, que si tuviera la oportunidad de nuevo esta vez la elegiría a ella, que no volvería a hacerle daño. Pero… sabía que ella no le escucharía y de cualquier modo, después de ese discurso, ni a él mismo le salían las palabras a decir verdad; se sentía la misma mierda que llevaba sintiéndose durante un par de meses, incluso peor, así que no pudo más que devolverle la mirada y balbucear:
–Lo siento, Rebekah.
Ella guardó silencio por un instante, pero al momento se dio media vuelta, dándole la espalda.
–Puedes quedarte con tus disculpas –musitó volviendo a su casa, caminando entre los árboles hasta salir del bosque.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Horas después, al caer la noche, estaban todos sentados a la mesa cenando en el centro de la mansión Mikaelson. Oliver tenía a un lado a Hayley y Jackson de nuevo, y al otro lado, en un costado de la mesa, estaba Kol o Kaleb o como coño se llamara, junto a Davina, la joven bruja de la cosecha, que miraba a Oliver con preocupación. Al otro lado de la mesa, presidida por Klaus, comían Elijah, Rebekah y Marcel. La presencia de este último estaba consiguiendo que Oliver perdiera el apetito y se cabreara. Para colmo Marcel estaba sentado junto a Rebekah, hablando con ella, sonriéndole y mirándola de reojo. ¿Qué cojones había entre ambos? Hasta entonces lo había dudado, no se lo había terminado de creer, pero ahora lo sabía: Geneviève tenía razón. La bruja le había dicho que tiempo atrás Marcel y Rebekah habían estado enamorados, pero que Klaus se negó a su relación, así es que llamaron a Mikael, el padre de los originales, para que se deshiciera de él y así poder estar juntos.
Pero al final, según dijo Geneviève, Marcel eligió dominar New Orleans por encima de Rebekah, eligió el poder y a Klaus por encima de la rubia. O sea, ¿Marcel la traicionaba y daba igual? Pero, claro, si era él quien la traicionaba, cuando sólo eran unos desconocidos –se hubieran besado o no–, entonces eso era imperdonable. ¿Qué le pasaba a esa chica? Pero no sólo era ella, todos los demás habían vuelto a aceptar a Marcel, joder, incluso Klaus. En cambio a él nadie le podía perdonar, ni siquiera su puñetera manada. Bueno… No… Oliver sabía que eso no era cierto, Hayley y Jackson confiaban en él, y Aiden también, algo era algo ¿no?
–Deberías comer, todavía no estás recuperado –musitó Davina mirándole con preocupación, haciendo que Oliver volviera a la realidad.
–Sí, Oliver –recalcó Klaus con una media sonrisa–, haz caso a nuestra brujita. Ella sabe de lo que habla, aquí nuestro hermano Kol pasó por lo mismo que tú y fue ella quien lo trajo de vuelta –miró a su hermano y le sonrió con sinceridad, con cariño–. Además, se ha pasado estos días murmurando hechizos junto a ti, ella sabe cómo te recuperarás mejor.
Oliver por un segundo perdió su enfado, ¿así es que alguien más se preocupaba por él? Miró a Davina desconcertado, agradecido.
–Gracias –musitó con su voz áspera, lo que hizo que ella se sonrojara y que Kol le diera la mano, territorial, mirando con seriedad al hombre lobo.
El gesto no pasó desapercibido para Oliver, ¿ese tío pensaba que él le robaría a su novia? Soltó una pequeña carcajada al tiempo que volvía su mirada hacia el plato, comiendo algo.
Rebekah lo miró de reojo. Su hermano Kol era idiota si pensaba que ese hombre lobo se conformaría con tan poca cosa como la brujita. Era obvio que le gustaban las mujeres y no las niñas. "¿Qué haces pensando estas tonterías, querido cerebro mío? Es un perro traidor, tú y yo lo sabemos. Así que: para". Pero no podía parar, la verdad es que llevaba observándole toda la cena, al menos los momentos en que Oliver no la miraba a ella. ¿Cómo podía haberle hecho aquello? Sus ojos claros rasgados y el pelo rubio, sexy, le hacían parecer un buen chico; sin embargo la dura expresión de su rostro, su sonrisa cínica y su forma de moverse contrastaban con su rostro dulce y le hacían parecer un hombre rudo y muy masculino, pero de ningún modo parecía un traidor. De pronto el aludido subió la vista y clavó sus ojos en los de ella. Rebekah, alarmada, cesó el escrutinio y volvió la mirada rápidamente hacia Marcel.
– ¿Has avisado a Gia y los demás? –preguntó dulcemente poniendo la mano sobre el brazo del vampiro, acariciándolo.
Oliver apretó la mandíbula y los puños, pero apartó la mirada, sabía muy bien lo que ella estaba intentando.
–Querido Oliver, era una sorpresa pero… –le miró fijamente y sonrió de medio lado– Hemos preparado una fiesta esta noche, por tu vuelta a la vida. La manada estallará de contenta.
–Si es que alguien aparece –gruñó irónico Oliver comiendo más voraz aún, sólo para evitar estallar de la furia.
–Todos vendrán, Oliver. Es cierto que algunos todavía están reticentes, pero la mayoría te perdonó al enterarse de lo que te hicieron las brujas –sonrió Hayley acariciándole levemente la mano.
"Lo que me faltaba", pensó Rebekah. ¿Hayley acariciando a ese cretino? Sí, vale, era su amigo, era de… su manada, pero ¿y qué? Estaba harta, ¿no había nadie más a quien manosear o cuidar? Por favor… Se levantó rauda, tanto que casi tira la mesa, y añadió con resolución.
–Creo que es hora de que comience la fiesta, ¿no crees, Nik?
–Por supuesto –murmuró Klaus bebiendo un trago de vino.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
Ya era entrada la madrugada y la fiesta estaba en su punto más álgido. Vampiros, hombres lobo y algún humano y brujo bailaban y bebían en el patio de la mansión Mikaelson. Se notaba que todavía había recelo entre ellos pero el ambiente era más distendido que semanas atrás. Apoyado en una de las columnas de piedra, Oliver daba tragos a una cerveza, sin quitar la mirada de la original ni por un segundo. No sabía cuánto tiempo llevaba así, pero desde que la fiesta comenzó Rebekah no había dejado de bailar con Marcel o de hablar con él. ¡Ja! Si esa monada lo estaba tomando por gilipollas estaba equivocada, estaba claro que quería darle celos, le estaba castigando acercándose a otro delante de él. En un primer momento casi lo encontró hasta gracioso, pero después de un par de horas su parte de lobo solo quería saltar sobre aquel capullo y despedazarlo a mordiscos.
Rebekah, de la mano del vampiro, se volvió hacia Oliver y le miró, pero apartó la vista al instante, intimidada. Un segundo después Marcel se acercó a ella suavemente, le dio un beso en la mejilla y se alejó de ella, acercándose a sus vampiros.
Oliver gruñó, "a la mierda". Dejó la cerveza en cualquier sitio y se dirigió hacia Rebekah, llegando a ella en un par de zancadas. La cogió de la mano y tiró de ella hasta entrar ambos en un salón oscuro, cerrando la puerta tras de sí. Dio un paso, lento, hacia ella, hasta estar a sólo unos centímetros, intimidándola.
–Tú no eres para Marcel –musitó con voz grave.
Por un instante ella se tambaleó, pero al instante se repuso.
– ¿Ah, no? ¿Y para quién soy, Oliver? –susurró indignada, dando varios pasos hacia atrás.
–Para alguien que te sepa valorar –añadió mirándola fijamente y avanzando de nuevo hasta acorralarla.
– ¡Ja! Alguien como tú, ¿verdad? –ironizó apartándose de él, que sonrió de medio lado como un lobo, masculino y sexy–. Permíteme dudarlo.
Rebekah se acercó a la puerta con intención de irse, y Oliver se dio cuenta de que seguía comportándose como un gilipollas.
–Rebekah… –musitó cogiéndola de la mano. Ella frenó al sentir el contacto suave–. Perdóname.
Oliver tiró levemente de ella para que se girara hacia él, hasta que volvieron a estar frente a frente.
–Perdóname. Sé que para ti soy un puto rastrero que te sedujo para venderte a las brujas sin preocuparme de qué te podrían hacer y…
–No me sedujiste –murmuró Rebekah con un hilo de voz.
Oliver soltó una leve carcajada, sin la menor alegría. Después de lo que había visto de él era normal que no quisiera sentirse atraída por él. Tragó salivo, frunció el ceño y miró al suelo.
–Pasé meses siendo el imbécil que conociste, sin preocuparme por nada más que por lo que yo pensaba que era lo mejor para mi manada. Ni siquiera eso, sólo quería tener el poder de la ciudad, dejar de tener que escondernos de vosotros o de no poder tomar nuestra apariencia humana. Quería venganza y me daba igual a quién tuviera que llevarme por delante… a cualquiera. Pero… –volvió a clavar la mirada en ella. Seguro que Rebekah podría ver que su arrepentimiento era verdadero, necesitaba que lo viera–. Ya no soy el mismo. Hice… Hice cosas que… –tragó saliva–. Ya no soy el mismo y… lo siento. Ahora... no lo haría. No te pondría en peligro ni te dejaría allí como lo hice.
Rebekah lo miraba en silencio, calmada, frágil. Casi por primera vez alguien que la dañaba se retractaba y le pedía disculpas, y además, por cómo la miraba con los ojos rasgados aseguraría que estaba arrepentido.
–Te perdono –musitó ella.
No pudo evitar ver cómo Rebekah observaba todas las heridas que cubrían su piel, con preocupación.
–Mi sangre te curará –añadió Rebekah a punto de morderse la muñeca, pero Oliver la frenó.
–Estoy bien –sonrió sorprendido.
Rebekah estaba algo avergonzada, no sabía cómo reaccionar, así que le sonrió levemente y se dirigió hacia la puerta del salón. Con rapidez Oliver volvió a tomarla de la mano, y cuando Rebekah se giró, se chocó con él. Retrocedió un par de pasos instintivamente, hasta dar con la espalda en la pared, sin embargo Oliver no paró de acercarse a ella hasta estar a meros centímetros.
–Lo que te dije en el bosque es cierto, me gustas de verdad –musitó con voz grave, áspera.
Rebekah respiró agitada, casi hiperventilaba por la tensión. Guardó silencio y tragó saliva. Oliver avanzó un poco más hacia ella, acorralándola y la miró fijamente a los ojos, sin darle escapatoria.
–Puede que yo no te sedujera a ti… –se inclinó un poco más hacia ella, haciendo que se sonrojara.
Sabía que era un hombre lobo, que había hecho muchas cosas malas, que no tenía buenos modales… pero… Rebekah no pudo evitar quedarse hipnotizada mirando sus labios.
–Pero tú, sin duda, me sedujiste a mí –añadió Oliver con voz ronca, provocándola. Veía cómo le estaba mirando y… esbozó una media sonrisa de lobo, era un gamberro, no había duda.
Sin acercarse más –si es que acaso era posible–, le acarició levemente la cara a Rebekah. En cuanto Oliver la vio entreabrir los labios, respirando agitada, no pudo aguantar más: la besó. Acarició sus labios húmedos con los de Rebekah: primero el labio superior, después el inferior, y después las comisuras… Rebekah se puso de puntillas y lo atrajo hacia su boca colando sus dedos entre el pelo rubio del lobo. Sentir cómo esa chica le mordisqueaba los labios fue mucho para Oliver… la pegó completamente a él y comenzó un beso voraz. La calidez de sus lenguas se mezclaba, sus cuerpos se enredaban y la ropa empezaba a sobrar. Joder, sí que hacía calor ahí. Rebekah, le acariciaba el torso, incluso lo arañó, haciendo que Oliver gruñera de placer. Tomó a Rebekah por las caderas y la pegó a la pared. Sonrió declarándole la guerra y se arrodilló ante ella; Oliver clavó sus ojos en los de ella, que temblaba como un corderito, y sonrió como un pirata antes de desabotonarle el pantalón lentamente. Rebekah comenzó a hiperventilar y cerró los ojos al sentir un beso en su ombligo, clavándose las uñas en las palmas.
–No puedo ser un caballero si me besas así –le acarició el estómago, dulce, y no pudo evitar gruñir totalmente excitado al tiempo que volvía a levantarse. Volvió a abrocharle el pantalón–. Aunque me duela, y me duele –bromeó refiriéndose a su entrepierna–, quiero demostrarte que voy enserio contigo.
–Si yo me fio de ti... –se quejó Rebekah deseando que no parara.
Oliver soltó una carcajada, y le dio un beso en la frente. Se lo iban a pasar bien, sí; esa chica era incluso mejor de lo que él pensó en su momento: tierna, dulce, guapa, valiente, lista, compasiva y sexy… Dio un paso hacia atrás para calmar su libido y le dio un leve beso en los labios, como una caricia.
–Hacerlo en medio de la casa de tu hermano no creo que sea lo más seguro, nos mataría. Y a partir de ahora voy a protegerte.
Rebekah, sorprendida pero con una sonrisa, se acercó a él para besarle, con lentitud, con suavidad… Oliver tenía razón, le había hecho sufrir y pagaría por ello, era el modo perfecto, provocarle. . Cuando pudo sentir el aliento de él sobre sus labios, comenzó a sonar un gran estruendo en el patio, tanto que ambos se separaron de golpe. Bien… era evidente que la paz entre hombres lobo y vampiros acababa de romperse, al menos en el patio de los Mikaelson.
