Caramelos de limón
Hay algunas cosas que había disfrutado cuando era joven y seguía disfrutando.
Hay algunas cosas que nunca le agradaron y que comenzaron a gustarle.
Pero hay muchas más cosas que le gustaban y ahora detesta.
Tom Riddle, su nombre, entra en una cuarta categoría: cosas que jamás le han agradado. Lord Voldemort por otro lado…
Los caramelos de limón entran en la tercera. Matar en la segunda. Hacer sufrir en la primera. Y ahora, por azares del destino, esas últimas se combinan en un mismo ser. Es un niño, que se ha cruzado en su camino. Tiene mala suerte porque es hijo de una gran bruja y aún no lo sabe. Lord Voldemort lo sabe muy bien. El niño está comiendo caramelos de limón, sin tener idea de nada.
El asesino está seguro que Dumbledore debe disfrutar de los caramelos de limón cuando niño de la misma forma que ese chiquillo. Eso hace que lo odie aún más. Hace sólo unos días que Dumbledore le ha negado el puesto como profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. Quiere vengarse y la única forma es ese niño de ojillos azules que come caramelos de limón de una bolsa rayada.
Continúa observándolo desde el otro lado de la calle. Come caramelos uno tras otro, los lame, los mira, juega con ellos. Curioso, infantil, estúpido, nauseabundo. ¡Dumbeldore!. ¡Dumbledore!. ¡Dumbledore! Se levanta, aprieta la varita en el interior de su bolsillo y decide cruzar la calle por fin. Su primer asesinato a la luz del día es ese niño. Será tan dulce, tan maravilloso. Ha llegado obsesionarse con el dolor y los gritos de las víctimas. Ya no puede vivir sin ellos. ¿Podrá Dumbledore vivir sin los caramelos de limón?. ¿Podrá verse al espejo al saber que Lord Voldermot decidió matar a un niño porque comía aquellos dulces?. ¿Podrá?. ¿Podrá?
Se acerca al pequeño con paso calmado. Su madre no está por ningún lugar, el niño todavía no sabe que aquel dulce que saca de la bolsa será el último que coma. Lord Voldemort llega hasta él. Se queda de pie a su lado, esperando una señal. Y esta llega de forma inesperada. El pequeño alza los ojos y sonríe. Le ofrece un caramelo de limón baboso, que sostiene con los dedos oscurecidos por el lodo con que ha jugado antes.
Lord Voldemort hace una mueca.
-¿Quieres jugar conmigo?-, dice.- Conozco un parque muy bonito…
-¿Quieres dulce?-, pregunta el niño.
-No-, dice con frialdad pero vuelve a endulzar su voz.- Vamos a jugar por allá.
-Come dulce-, orden el niño.
-¿Jugarás conmigo?
-Come dulce.
Lord Voldemort toma el caramelo y se lo mete a la boca con una mueca de asco. El niño lo sigue hacia un callejón poco después y muere bajo el primer cruciatus, incapaz de gritar por otro hechizo. Los dulces se riegan por el suelo y todo ha terminado. Lord Voldemort mira el pequeño cuerpo y patea los caramelos. Jamás volverá a hacer eso. Los caramelos de limón quedan prohibidos y las ejecuciones a niños a la mitad del día también. Cuando tenga una legión de aliados, los mandará a matar a infantes como ese y no lo hará él.
Antes de salir del callejón, sin embargo, toma un caramelo del suelo y lo guarda en su bolsa. Algún día le será útil, tal vez como horrocrux, tal vez sólo para enviárselo a Dumbledore hechizado, de tal forma que se ahogue con él. Sonríe. No es tan mala idea.
Pequeñísimo fanfic concebido en un día sin inspiración. Según Sara sería una parodia divertidisima, según mi mente… esto.
Los personajes no me perteneces… Los caramelos de limón tampoco.
