El Rey, La Nube Carmín, El Caballero Escarlata y La Araña

Hola. Esta es la tercera historia que decidí publicar, la segunda era ID (que borré porque no tenía futuro, pero esta no será así). Este es un proyecto muy ambicioso, nunca he leído algo con este concepto (aunque no busqué muy bien en inglés), y por lo tanto será una historia larga. Aclaro de una vez, El Rey, La Nube Carmín, El Caballero Escarlata y La Araña son cuatro historias distintas y no guardan relación entre sí. Las iba a escribir en el mismo hilo, pero entonces surgió la pregunta: ¿Y cuándo terminara «Historia de un Rey» y así dar paso a «Historia de un Viajero»? Como aún no veo el fin de mi primera historia, decidí separar y crear otro post. Entonces mis historias quedarían así:

«Historia de un Rey (El Rey)».

«Historia de un Viajero (La Nube Carmín)»

«Historia de un Heredero (El Caballero Escarlata)»

«Historia de un Muerto (La Araña)»

¿Empezamos?

—Dialogo.

"Pensamiento"

«Técnica, titulo»

[Cualquier cosa que se me ocurra poner]

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La Nube I: Sin arrepentimientos

Natsu regresó por la noche. Sin problema alguno ingresó al bosque y caminó casi en una oscuridad total, interrumpida únicamente por la luz plateada de la luna. No fue un problema, conocía el bosque como su palma de la mano y desde niño acostumbraba jugar por derredor. Natsu había estado fuera de Magnolia durante tres semanas y, aunque tenía algo más importante por hacer, entró a su casa. Tenía que recuperarse. No comió. En una esquina dejó la maleta que siempre cargaba y después se quitó la chaqueta. No se bañó.

"Mañana…" pensó antes de tenderse en la cama. Mañana daría el informe de la misión, pero primero iría a visitar a Lissana y Happy. Su conciencia se sumergió en un rio embravecido de recuerdos; los recuerdos felices eran rápidamente sustituidos por los tristes, donde la culpa predominaba y torturaba su mente. Sudaba y se removía entre las sábanas, pero no despertó hasta después de que el sol saliera. —Hace tiempo que no tenía pesadillas —musitó para sí mismo. Afuera imperaban los sonidos de las aves y el de las ramas movidas por el viento. El entramado del techo le pareció interesante y durante algunos minutos se quedó absortó pensando en lo que tenía que hacer hoy.

"Lo primero será levantarme, tomar un baño, comer algo y luego…". Respiró profundamente e hizo lo primero en su lista. Se desperezó y dio un vistazo rápido al lugar donde estaba. Su hogar no era un basurero, como muchos pensaban, aunque no estaba tan limpio como Lissana hubiese querido. "Liss". Una sensación familiar lo invadió, era un vacío en el estómago. Sabía porque sucedía y también sabía que no importa cuánto comiera, ese vacío persistiría. Se dirigió al baño, a un par de metros de su cama.

Era un sitio común, sin nada ostentoso, baño, regadera y lavabo, además de un espejo. Claro, si se comparaba con otros baños, entonces este apenas si cumplía con las funciones básicas. Mientras se bañaba notó algo extraño, sus manos, brazos, pies y piernas, eran más grandes de lo que recordaba, gruesos y larguiruchos. Miró a su alrededor y no recordaba porque estaba ahí, entró en pánico, y sin importarle su estado, salió corriendo del lugar. Sin darse cuenta, podía moverse perfectamente por el sitio, justo antes de atravesar la puerta que lo llevaría al bosque, se quedó quieto con la mano en el pomo. Segundos después apoyó la frente contra la madera.

—Otra vez —musitó. Desde hace tiempo, no recordaba desde cuándo, tenía episodios de desvanecimiento. Olvidaba que había crecido, que ya no era el niño perdido en el bosque, que ahora era un mago de Fairy Tail. Eran breves lapsos de tiempo, y él no le daba importancia, siempre pensaba que en algún momento, así como aparecieron, terminarían. Pero ahora eran más frecuentes. En la última misión que completó se extravió del camino en tres ocasiones, todas ellas en busca de un dragón que ya no existía—. Después de ir con Liss y Happy, daré una vuelta donde la abuela.

Dio un largo y hondo suspiro y regresó al baño. Terminó lo que había dejado pendiente, se vistió y salió con dirección a Magnolia. Hoy llevaba un atuendo distinto al normal, sus pantalones eran negros y bombachos, playera blanca. Su cuello al descubierto, mostrando la cicatriz que llegaba hasta su mejilla. Su bufanda blanca en la cintura. A medida que avanzaba, la densidad del bosque disminuía y pronto se encontró en la entrada de la ciudad. La avenida ya estaba despierta, los comerciantes bullían de aquí para allá. Niños corrían con tal de obtener unos centavos.

Eventualmente amainó su congoja, y una sonrisa exigua se apoderó de su rostro. Mientras se dirigía a un encuentro furtivo con Lissana, saludaba cortésmente a todos los que se cruzaban en su camino, hoy no era un día donde mostraba su brillo. Es mejor decir, que desde hace tiempo no era un día donde mostrará su brillo. No era aquel «Sol de las Hadas» que irradiaba poder, calor y felicidad a su paso, hoy era un sol tenue, cubierto por nubes grises. Todos lo dejaban ser.

Algunos asentían comprensivos. Esforzaban su memoria y recordaban. Negaban y mostraban expresiones compungidas. —A pesar de todo, tiene un corazón frágil —decían cuando creían que él ya no los escuchaba. Él compró un ramo de lirios blancos, otro de rosas blancas y un salmón rosa, para él no pasó desapercibido que sus flores lucían mejor que las demás, y que el pescado era el más fresco de todos, con una sonrisa trémula agradeció debidamente y se perfiló al lugar más silencioso y solemne de la ciudad.

Cruzó calles, dobló esquinas y saltó algunas bardas para ahorrar camino. Se quedó de pie justo enfrente de la Catedral de Kardia. Él no era creyente, ni profesaba alguna fe, pero no podía evitar preguntarse si allí adentro encontraría un alivio al dolor que lo consumía. Negó. Emprendió el camino y dio un rodeo por el edificio y se adentró hasta pasar un arco de mármol. El Jardín de Kardia estaba adornado por bellas flores de diversos colores y formas distintas, a pesar de la heterogeneidad todo mantenía un orden.

Natsu caminó y caminó, con pasos pesados, navegando entre las hileras de lápidas. Se dio cuenta que no era el único en este lugar, lastimosamente, siempre había más de alguno visitando a sus seres queridos o un séquito llorando la pérdida. Y él desde hace un par de años se unió al primer grupo. Sonrió amargamente. Llegó hasta su destino. Se sentó y con suma delicadeza colocó las rosas y lirios sobre la lápida, no cualquier lápida. Sus yemas acariciaron las letras cinceladas en el mármol y no pudo evitar que una lágrima traicionera escurriera por su mejilla.

—Liss —farfulló con voz débil y cansada. Allí yacía su mejor amiga, madre de su hijo y su autoproclamada esposa. La garganta y su boca se resecaron, y salivó un poco para luego tragar y así soltar las demás palabras—. Happy. He vuelto de mi misión. —Al lado de Lissana descansaba su hijo, amigo y confidente

Hizo lo posible para recomponerse, aguantó las lágrimas que luchaban por salir y armó una sonrisa. Colocó el salmón rosa sobre la tumba de Happy, y estuvo en silencio. Observando las lápidas y al mismo tiempo viendo más allá, como si pudiera verlos. Incluso, en algunas ocasiones, juraría verlos sonreír. Que ellos sonreían y carcajeaban cuando él les comentaba sus anécdotas divertidas. Salió de su estupor y se puso a charlar. Desde ese momento fue más fácil mantener la sonrisa. Les habló de cómo le fue en la misión, a las personas que conoció y cómo les ayudó, mencionó que en esta ocasión no destruyó ningún edificio importante, que ahora pensaba antes de lanzarse al fragor de la batalla. Que aún aborrecía los transportes y por eso prefirió regresar a pie. Que los extrañaba, que siempre pensaba en ellos… y que, muy en el fondo, esperaba unírseles pronto. Aunque eso ultimo no lo dijo, sólo lo pensó.

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En el edificio de Fairy Tail

Mirajane miró el reloj que estaba cerca de la barra. —Ya es hora —murmuró. Dejó el trapo que empleaba para limpiar y secar los vasos y con una seña llamó a Kinana—. Kinana hazte cargo. Sólo falta inventariar las reservas que tenemos, ya por esta hora casi nadie se aparece para comer. Si alguien sale en una misión, apunta los datos más relevantes…

Mirajane calló, llevaba diciéndole las mismas cosas cada viernes, desde hace un año. Sonrió en modo de disculpa.

—No te preocupes Mira, me hare cargo de cumplir con todo lo que hace falta —la pelimorada aceptó gustosa, a esta hora era menos el flujo de magos en el gremio y no le supondría ningún problema hacerse cargo de los que vinieran— Cuídate y buen viaje.

Mira se despidió con un gesto y emprendió el camino a su casa. Esta era su rutina de cada viernes, desde hace ya dos años, atendía el gremio hasta después del almuerzo y luego demudaba su estado alegre a uno solemne y de luto. Una hora después, estaba donde horas antes estuvo Natsu. Lucía un vestido similar al que siempre llevaba, sólo que en color negro y blanco. Un moño negro amarraba su cabello, y a pesar de no tener maquillaje, lucia hermosa. En sus manos, cubiertas por dos guantes blancos y largos, llevaba una cesta de mimbre. Ella sí entró en la Catedral de Kardia. Ofreció una plegaria frente al altar del Sumo Sacerdote, pidiendo por sus amigos y dando gracias por la salud. Después sacó una veladora y la encendió para después volver a orar. Luego depositó algunas monedas como ofrenda y se encaminó al Jardín de Kardia.

—Hermana —Elfman la esperaba, apoyado contra el arco de mármol, con los ojos cerrados. El musculoso, al igual que su hermana, vestía un traje donde el negro predominaba. También llevaba una botella de licor y algunas flores blancas.

Mirajane no lo reprendió, cada uno tenía su forma de honrar la memoria de Lissana, y él prefería beber en silencio. Y sólo en esta ocasión ella también bebía un par de tragos y así aminoraba el dolor. —Elf, ¿cómo te fue?

Mientras se paseaban por el laberinto de lapidas y mausoleos, conversaron del éxito que tuvo Elfman en el trabajo que realizó para el Consejo Mágico y su posible inclusión como Capitán de Escuadrón, las implicaciones que traía ese puesto y que lo iba a pensar profundamente antes de dar una respuesta. Ya cuando estaban relativamente cerca vieron al pelirrosa sentado frente a las tumbas de Lissana y Happy. Ellos nunca antes lo habían visto así, ni siquiera cuando hicieron el sepelio. Algunos retazos del discurso llegaron a sus oídos y quedaron marcados profundamente; entre el tono alegre se mezclaba perfectamente la tristeza y el dolor, no dudaban que él estuvieran llorando.

Mirajane dudó un segundo, antes de que Elfman con una mirada le indicara que continuara. La amistad que ellos tuvieron murió cuando Natsu recibió la infausta noticia. Ese día Natsu desapareció y volvió un mes después, totalmente cambiado. Y desde entonces se distanciaron enormemente. Sí, claro que conversaban, pero era por meros formalismos. Ella se ocupaba de la gestión de las misiones y él de entregar el informe.

Elfman infló el tórax y borró la distancia que los separaba, Mira quiso detenerlo pero ya era demasiado tarde. Su hermano se sentó de sopetón e interrumpió el monólogo del pelirrosa. Éste observó a los hermanos y comprendió que ya era hora de marcharse. Juntó las manos y realizó un Namas. [Oración budista]

—A Lissana no le gustaría vernos actuar así —dijo Elfman, antes de que él se retirara, mientras destapaba la botella y bebía un largo trago—. No somos unos extraños.

Natsu tragó secamente. Sin duda alguna sólo los que la conocieron podían afirmar eso. Estuvo en silencio mientras Mirajane se sentaba al otro lado, quedando él en medio. —Ni a Happy —agregó ella. Los hermanos juntaron las manos, justo sobre el corazón y rezaron en silencio. Natsu se quedó sin salida. Y recordó el tiempo que pasaron los cinco juntos: Mirajane la peleonera, Elfman el llorón, él siendo un busca pleitos, Happy sacando ventaja de la situación y Lissana… ella era la mediadora, la que los mantenía juntos. La niña que lo hizo sonreír en los tiempos más tristes.

Mirajane se limpió algunas lágrimas. Encendió incienso. Y después sacó de su bolsa unos aperitivos. —Toma —ofreció con una sonrisa débil. Pasó otra porción a su hermano. Natsu pronunció un «gracias» quedo y casi silencioso. Miró el alimento y recordó que estos le gustaban a Lissana—. Eran sus preferidos. .

Asintió y degustó, lentamente, el rio de sensaciones. Lissana era la que preparaba los alimentos para ellos, fue una gran cocinera. Y no pudo evitar compararlas y entender que por algo eran hermanas. Elfman le pasó un vaso lleno de licor, con el simple aroma se dio cuenta que era sidra. Las murallas que había erigido en su corazón comenzaban a temblar.

—¿Nos odias? —Su voz sonó insegura.

La pregunta de Mirajane lo desubicó —Por supuesto que no —respondió sin dudar. Comprendió que estos años alejándose crearon un malentendido entre ellos, él nunca los culpó por lo sucedido, más bien se sentía culpable—. No sé qué te ha llevado a pensar así, pero no los odio. Me odio a mí. —Mirajane lo vio sorprendida, y antes de preguntar Natsu prosiguió—. Odio no haberlos acompañado...

Dejó de hablar y con vergüenza escondió la cabeza entre sus rodillas. Él no era así, y los hermanos se sorprendieron de sobremanera, no sabían que hacer y después de escuchar sus sollozos, también sintieron las ganas de llorar amargamente. No importa lo que dijeran los demás, el tiempo no aliviaba el dolor, y la muerte de Lissana aún la recordaban como si hubiese sido ayer.

—El día antes que partieran —la voz de Natsu sonaba débil y dolorosa, él no entendió que lo llevó a liberar lo que tanto tiempo llevaba matándolo, pero aún así continuó—. Aún lo recuerdo…

••••

Él y Happy pescaban en la orilla del río que atraviesa Magnolia, cuando Lissana se les unió. Natsu la había percibido antes, su nariz captó el inconfundible aroma a rosas traído por el viento. Con una palmadita al suelo, la invitó a sentarse a su lado. Ella aceptó complacida. Los tres se sumieron en un silencio reconfortante, interrumpido únicamente por el silbido del viento otoñal entre las ramas y el correr del agua. La jovencita que pronto pasaría a ser mujer, apoyó su cabeza en el hombro de Natsu.

—Natsu acompáñanos a esta misión, es peligrosa y nos hace falta una mano —pronunció después de un silencio prolongado. Lissana lo miró expectante. Era tarde ese día y pronto iría de misión con sus hermanos, pero un presentimiento la llevó a pedirle ayuda al pelirrosa. Happy volaba por derredor, tratando de capturar las hojas, antes de que estas tocaran el suelo.

Natsu negó rotundamente. —Mañana pelearé con Erza —su mirada demostró determinación—, esta vez de seguro que le ganaré.

Lissana suspiró dándose por vencida, tratar con Natsu era como tratar con un niño caprichoso. Cuando él se mentalizaba era imposible hacerlo cambiar de parecer. Pero hizo un último intento. —Si nos acompañas, te cocinaré un jugoso filete.

A Natsu se le hizo agua la boca. Y avergonzado se limpió la saliva que se escurría. Después agitó la cabeza en un gesto negativo. Ella suspiró dolida. Estuvieron un tiempo más hasta que Natsu logró pescar tres presas decentes. —¡Bien, con esto tendremos para la cena!

Lissana repentinamente fue apresada en la calurosa celebración de Natsu, él siempre era así, espontaneo e impredecible. Ella, guiada por el momento, volvió a pedirle que la acompañara. Natsu la separó, y sin tacto alguno, negó bruscamente.

—¡Acaso no entiendes, esta pelea es importante para mí. Le ganaré a Erza de una vez por todas!

Ella lo miró sorprendida y triste, dolida. Él todavía era un inmaduro, que no sabía el poder de las palabras. Volteó el rostro para que él no la viera llorar. —Te deseo suerte —musitó con voz queda—. Happy vámonos.

El felino fulminó con la mirada a Natsu, y después siguió a la albina. Éste alzó los hombros y se fue a casa.

••••

—… cuando me di cuenta de mi error fue muy tarde. Ni siquiera gané la pelea —suspiró con pesadez, aún estaba con la cabeza hundida —. Y cuando decidí disculparme… ellos nunca regresaron.

Los hermanos escucharon atentamente. Sin interrumpirlo. Elfman bebía lentamente de la botella, dejando que el licor quemará las ganas de golpearlo. "Sí, las cosas pudieron ser distintas…". El licor se volvió amargo, más de la cuenta, pero siguió bebiendo.

Mirajane demudó su semblante. Se reflejaba pura tristeza y consternación. Ella superó el dolor de perderla con la ayuda de Elfman, pero él… "No hubo nadie que lo apoyara". Ella comprendió porque el cambio súbito de Natsu, desde ese día él dejó de buscar pelea, ni siquiera Gray logró sonsacarle una lucha. Él se sumió en el dolor y maduró, aunque por el medio incorrecto. Mirajane derramó lágrimas de dolor y no pudo evitar reprenderse a sí misma. "Que ciega fui, él estaba cerca y no pude ver que su sonrisa era falsa…que sufría mucho más que nosotros". Lo atrajo contra sí, permitiendo que la cara de Natsu se pegue contra sus pechos, y le acarició la espalda dejando que él se desahogara. Lo trató como lo haría una madre con su hijo lastimado. Durante algunos minutos el pelirrosa descargó todo el dolor que había acumulado.

Elfman resopló por la nariz cuando Natsu ya lucía más tranquilo. —Eres estúpido —declaró con un tono fuerte, Natsu en silencio aceptó el insulto, el Strauss prosiguió—. Sí, eres estúpido por seguir culpándote. Y lo eres aún más al manchar la memoria de Lissana, ella te quería mucho y no le gustaría verte así. Y mucho menos a Happy, siempre fuiste su ídolo, su figura paterna. —Elfman dejó que las lágrimas corrieran libremente, según él, llorar era de hombres. A pesar de todo, aún tenía esa fibra sensible.

Natsu abrió los ojos sorprendido, nunca antes se había parado a pensar de esa manera. Fue como si la venda que llevaba hubiera desaparecido, ahora veía una nueva luz. Elfman tenía razón, Lissana y Happy jamás hubiesen querido verlo así. Respiró profundamente, dejando que el peso en el corazón disminuyera. Murmuró un «Gracias» de corazón. Y aunque le costará, cambiaría y proseguiría por el camino que estaba labrando.

El tiempo siguió avanzando, y ellos tres trataron de enmendar los malentendidos y limar asperezas. No los odiaba, ellos tampoco le guardaban rencor. Ofrecieron las últimas plegarias y se retiraron del recinto de las almas. Los tres charlaron sobre sus vidas, hasta que cada quien tomó su propio camino. Ya cuando el sol pintaba tonos naranjas y azules en el firmamento, Natsu regresó al bosque. —Mañana informare al viejo —se dijo a sí mismo.

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Antes de llegar a su casa, emprendió la búsqueda de Igneel. Estaba oscuro pero eso no fue un problema. Él corrió gritando el nombre del dragón, moviéndose ágilmente entre los árboles y sorteando las raíces que sobresalían además de las ramas más bajas. Avanzó por el bosque, se perdió, dio vueltas enteras y siguió avanzando sin detenerse a pensar en porque su cuerpo era tan grande o siquiera darse cuenta que su voz no era la de un niño.

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Al siguiente día, en el gremio…

El ambiente era igual de festivo que siempre. Laxus observaba todo el barullo desde el segundo piso, tenía una sonrisa en el rostro mientras se tomaba un trago de coñac. Makarov estaba a su lado, sentado sobre la baranda, sonreía afable. Abajo, Mirajane, Kinana y otras chicas se hacían cargo de atender a los comensales. Ellas sonreían cálidamente mientras se deslizaban, esquivando los objetos voladores, entre las mesas y repartían felicidad por doquier. En una de esas mesas estaba el equipo de Erza, además de ella, los otros miembros eran Gray y Lucy.

—No quiero más misiones difíciles —Lucy comentó con pesadez mientras fulminaba con la mirada a Gray—. Tuve suficiente con la última.

Él hizo a un lado su helado. —Eso pasa porque estabas con la mente en las nubes —dijo con cierto tono recriminador—, todo por un tipejo que se cruzó en tu camino.

Ella se ruborizó, había verdad en las palabras del hombre. —Pu-puede ser, pero quien eres para andar celándome. Además, tú andabas con una golfa.

Gray apretó los dientes, y antes de que replicara, la mirada gélida de Erza los calló. Ella siguió degustando su postre. Como líder del equipo no podía permitir que hubiera conflictos, pero su tarea se estaba complicando. Entre Gray y Lucy existía cierta atracción, pero ninguno quería reconocerlo. En la misión Gray anduvo flirteando y Lucy no se quedó atrás. La pelirroja sonrió cuando ellos volvieron a empezar a reñir, aunque no lo aparentara, le divertía verlos pelear. Se terminó su pastel y se fue en busca de más.

—Hola Erza.

—¿Qué tal Mira?

—Bien Erza, y por tu sonrisa me atrevo a decir que te has divertido.

Erza asintió. —Sí, ha sido divertido. ¿Podrías prepararme otra porción?

Mirajane recibió el plato de Erza y lo colocó en su respectivo lugar. Se fue en busca de más, y después regresó con dos porciones. —¿Te apetece algo de compañía?

—Por supuesto.

Las dos tomaron asiento en la barra y se pusieron al corriente de sus vidas diarias. Mirajane le relató algunos pormenores del tejemaneje del gremio, mientras Erza le decía lo divertido que era realizar misiones con su nuevo equipo. Inevitablemente la conversación fluyó hasta el tema de Natsu.

Erza abrió los ojos sumamente sorprendida. —Entiendo —suspiró con pesadez. Ahora comprendía la razón del cambio abrupto del pelirrosa. Y también se sintió culpable de no haber estado para él cuando más necesitaba ayuda—. Siempre pensé que él sólo había madurado, que eso era lo mejor y nunca me di cuenta de nada más.

Las dos quedaron en silencio, sumidas en sus pensamientos. Cavilaron profundamente lo que podían hacer por ayudar al pelirrosa, y sin intercambiar palabras, llegaron a un acuerdo. —Hacer que Natsu vuelva a ser el de antes —Mirajane susurró, asegurándose que nadie más que ellas supieran el secreto. Cualquiera con tres dedos de frente, principalmente Makarov y el Consejo de Era, se opondrían a tal barbaridad. Regresar a Natsu a su estado destructivo y buscapleitos era un dolor para el bolsillo del gremio, de la ciudad, y del Consejo.

Ese día, todos los que estaban presentes se aterrorizaron al verlas cuchichear entre risitas, más de alguno tragó sonoramente. Ellos sabían que nada bueno presagiaba esta unión. Y, con todo el decoro posible, se retiraron del lugar, dejando que los más valientes enfrentarán el apocalipsis. Makarov, sabiamente, decidió no interferir. «Cosas de chicas» le dijo a Laxus.

Erza sacó unos papelitos que tenía resguardados entre su escote. —Supongo que esto servirá para nuestro propósito —sobre la mesa colocó las entradas de cortesía para Akane Resort. Esto fue parte de la recompensa—. Vencen mañana, así que será mejor encontrarlo.

Mirajane lo pensó un minuto. —No creo que sea necesario, él regresó ayer y aún no ha entregado el reporte de la misión. No creo que tarde en venir. Y creo que con esto quedará satisfecho, ¿a quienes más invitamos?

—A Gray y Lucy, de pasada le echamos una mano para que se den cuenta de sus sentimientos.

Mirajane sonrió con complicidad mientras de reojo observaba la discusión de la parejita. —Me parece esplendido, aunque no creo que funcione. Los dos son bien testarudos.

—Tal para cual —bebió algo de té y prosiguió—. Ya que vamos a la playa, deberíamos pensar en algunos juegos. ¿Qué te parece el de Golpea la Sandía?

—Esplendido, también podemos jugar voleibol y realizar competencias de nado.

Erza asintió varias veces en total acuerdo. —Sí, también podemos hacer un juego de verdad o reto.

Mirajane comprendió lo que Erza planeaba y aplaudió ligeramente. —Con esto, está garantizado que Gray y Lucy comiencen a salir.

Siguieron ideando más actividades orientadas a la competitividad, con el firme propósito de recuperar al antiguo Natsu o demostrarle que había más cosas que sólo misiones. Incluso sopesaron ser más drásticas y recurrir a algo más picante, haciendo que Natsu les aplicará el bronceador, o que durmiera en sus regazos, o que tomara fotos de ellas en poses sexys. Aunque también creían que con Natsu no funcionarían esas cosas pero no perdían nada con intentar.

—Bueno Erza, tengo trabajo por hacer —se despidió de Erza y acudió en ayuda de la pelimorada. Ya era mediodía y los comensales comenzaban a fluir como un río furioso—. Nos vemos al rato.

Erza se quedó terminando lo último de su postre, meditaba y se reprendía por no haber hecho nada, por no notar la falsedad de las sonrisas, por no percatarse que el fuego en su mirada se apagaba, por… —Ser una buena para nada —musitó para sí.

No era la única. Todos en el gremio le dieron espacio para que asimilara su dolor, creyeron que él era capaz de superar cualquier cosa. Que la gran sonrisa era natural, que él era el «Sol de las Hadas» y que nada lo oscurecería. Que su luz menguante era sólo una señal de madurez. Y lo había sido, en cierta medida, dejó de pelear y de destruir todo a su paso, paulatinamente, mientras los demás formaban grupos, él se unía a cualquiera. De esa manera Natsu no formó un equipo propio, se volvió un miembro comunal, que cualquiera con necesidad podía emplear y él satisfechamente acudía en la ayuda de cualquiera. Nadie lo sabía, pero Natsu se prometió no dejar a nadie de lado, prestar una mano sin importar las circunstancias, sin preocuparse por sí mismo.

Ese día Natsu no llegó al gremio. Erza fue a buscarlo pero no lo encontró, y al siguiente día tampoco lo encontró. Mirajane y ella asumieron que en algún momento había vuelto a salir de la ciudad, pero como estaban sobre el tiempo no le preguntaron a Makarov por sí Natsu ya había dado el reporte o algo parecido. Los cuatro se encaminaron a Akane Resort.

—Ya pensaremos en algo nuevo.

—Aunque debamos amarrarlo, la próxima no se escapa —sentenció Erza, causando que Gray compadeciera de su otrora rival.

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En lo alto de un acantilado…

El sol ya se encontraba a un cuarto para terminar su recorrido cuando Natsu volvió a ser el mismo. Estaba acostado sobre varias rocas en una posición incómoda, colocó la mano al frente para evitar la molesta luz solar y siguió sin ponerse de pie. —Vaya, pero que novedad —su tono era desdeñoso, desdén hacia sí mismo—. Otra vez en un lugar desconocido.

Aún acostado analizó lo que había sucedido. Después de despedirse de Mirajane y Elfman emprendió el camino a casa, pero antes de llegar sintió un dolor garrafal en la sien derecha. El dolor fue tal que se encorvó y profirió un alarido agónico. Lastimosamente nadie fue capaz de escucharlo. Fue una sensación terrible y de ahí todo se volvió oscuridad, despertaba aletargado y embotado, se movía pero no tenía control de su cuerpo. Miraba vagamente todo como si fuera otra persona. En ese estado recorrió bosques, laderas, cruzó ríos y subió montañas. Suspiró con pesadez. —Realmente debo ir con Polyushka —un escalofrío recorrió su cuerpo cuando pensó en el regaño que recibiría por no llegar antes—. Tsk. Esto es malo, la abuela se pondrá como loca.

Antes de ponerse de pie su cuerpo comenzó a temblar, ya no era a causa del miedo, era algo desconocido y que lo conmocionó enormemente. Se agazapó sobre la superficie rocosa mientras los temblores disminuían. Sus manos y pies no le respondieron hasta después de varios minutos. Su rostro se tiñó de pánico porque comprendió la magnitud del mal que lo aquejaba. "¡Debo volver a casa!". A paso trémulo comenzó el viaje de regreso. —No sé cómo mierdas llegue hasta acá —si estuviera en buen estado se lanzaría desde lo alto del acantilado y se las arreglaría para tocar piso sano y salvo, pero ahora sería muy estúpido cometer una locura. A medida que descendía, su cuerpo recuperó fuerza y en poco tiempo estuvo en el suelo.

No tan lejos, pasando la espesura del bosque tropical, Natsu escuchó el sonido de gaviotas y el olor a agua salada. El sol ya se estaba ocultando cuando él llegó a la playa, se quedó, por un momento, pasmado por la vista maravillosa. Y después desconcertado, ya que no conocía este lugar. Vio a la derecha y no había nada, después miró a la izquierda y a lo lejos pudo divisar una estructura con muchas luces. No le hizo falta ser un genio para decidir cuál camino debía tomar. Sin saberlo, se dirigía a Akane Resort.

Con los brazos detrás de la nuca caminó tranquilamente. Su cuerpo se había recuperado, y aunque en cualquier momento podía darle un ataque, relajó su mente. Su ropa se encontraba sucia y rota en algunas partes. A medida que se acercaba al edificio, pudo percibir retazos de conversaciones llenas de pánico y miedo. Aceleró el paso.

Tiempo antes en Akane Resort…

El equipo de Erza más Mirajane llegaron antes del mediodía a la playa, tal como estaba previsto, cumplieron con los juegos que se propusieron: Voleibol, golpear la sandía, nadar, almorzar, tomar el sol. No hace falta decir, que tanta belleza llamó la atención masculina. Muchos quisieron cortejarlas, pero Gray fulminó a los valientes que se atrevieron a ir tras Lucy, de paso espantó a los pretendientes de Mirajane y Erza.

Los cuatro caminaban de regreso a las habitaciones que tenían. Tenían la piel tostada y sólo Erza y Mirajane sonreían cándidamente.

—Entonces, ¿después de cenar? —susurró Mirajane.

—No, que sea después de jugar un poco.

Mirajane negó. Conocía la debilidad de Erza con las apuestas y temía que la noche se alargara y no pudieran emparejar al par de testarudos que venían riñendo detrás de ellas. La pareja dispareja volvía a discutir por lo acontecido en la tarde. Gray cansado de la discusión, soltó la lengua:

—¡Joder, es que no entiendes! ¡Me gustas! ¡Y no me gusta que un infeliz ponga los ojos en ti!

Las mujeres se congelaron en el acto, y eso que Gray no había usado su magia, Erza y Mirajane voltearon a verlos, muy lentamente. Las dos vieron a un Gray sonrojado y a una Lucy anonadada, que después pasó a ruborizarse. Antes de que Mirajane hiciera o dijera algo, fue arrastrada por Erza hasta otra parte. —Er-Erza —trató de quejarse.

—No, ese era nuestro propósito y ahora que se ha cumplido sin que hiciéramos algo, es mejor dejar que ellos resuelvan sus cosas —dijo antes de doblar una esquina.

—¿Un poquito?

Erza bufó. —Sólo un poco.

Mirajane sonrió radiante. —Sipi~ —Erza se sonrojó brevemente ante la pureza de la albina, aunque «La Demonio» pensará otra cosa. "No hay manera en que me pierda esto, estoy segura que podré sacar algo bueno". Las dos se quedaron escuchando a hurtadillas lo que pasaba a unas cuantas puertas.

¿L-l-lo que di-dijiste es cier-to?

Cl-claro que … bueno… sí.

Pe-pero… tú…

Es —respiró para serenarse—. Es la primera vez que siento algo así… y no puedo expresarlo bien.

Erza tuvo que taparle la boca a Mirajane para que ella no lanzara un gritito de niña.

Pensé que me odiabas.

De ningún modo… solo soy un poco idiota.

—¿Solo un poco? —Dijo Mirajane a Erza, mientras las dos recordaban los intentos fallidos del hombre por hacerse notar ante la rubia. Que terminaban en discusiones y alegatos, donde el mayor culpable era él.

—Shh~.

Lucy soltó una risita burlona. Bueno~ también me gustas.

Mirajane tapó la boca de Erza, mientras la pelirroja sellaba sus labios, y así ninguna de las dos soltó el gritito típico de las fangirl. "¡Al fin, ya era hora!". Ellas eran como cualquier mujer, amaban los dramas y cualquier cosa relacionada con amoríos. Miraron muy atentamente lo que estaba por venir. Segundos después las dos se desmayaron por la emoción. Gray y Lucy, en el pasillo iluminado tenuemente, se dieron el primer beso.

El sonido de dos cuerpos al caer llamó la atención de la pareja, y rompió el momento romántico que tenían.

Tres mujeres ya estaban de vuelta en el cuarto del hotel.

—Mooo~ No puedo creer que estuviera viendo todo, ¿acaso no saben lo que es la privacidad? —Toda la dureza de sus palabras perdían fuerza con la sonrisa que tenía—. ¡No es cosa de risa!

—Duuuhh, estábamos en un pasillo, como quieres privacidad.

—Vamos, Lucy. Para nadie es un secreto que los dos se gustaban, sólo ustedes no se daban cuenta.

Lucy se sonrojó ante las palabras de Erza y de Mirajane.

Erza bajó de la cama. —Bueno, tarde o temprano tenía que suceder. ¿Y?

—¿Y qué? —Lucy se sintió intimidada ante la mirada profunda de la pelirroja.

—¿Cómo fue el beso? —Añadió Mirajane, flanqueando a la pelirroja. La rubia sintió un escalofrío, frente a ella estaban las magas más fuertes del gremio. Lucy se puso más colorada que antes, y torpemente trató de evadir el tema.

—N-n-no sé de qué hablas.

Las dos mujeres siguieron molestando y avergonzando a la rubia, haciendo comentarios con doble sentido. Así era una conversación entre mujeres cuando nadie las veía. Pronto las tres estuvieron listas para ir al casino y divertirse un poco. "Aún sigo creyendo que es mala idea" pensó brevemente Mirajane al ver la emoción de la pelirroja, aunque trataba de disimular.

—¡Bienvenidas! —Un hombre bien vestido les dio la bienvenida a Erza y Mirajane, no más pasaron la puerta doble y entraron al casino de Akane Resort—. ¿A tan bellas damas que les gustaría jugar?

—No es necesario —Erza cortésmente declinó los servicios del acompañante—. ¿Tú que crees, Blackjack o Póker?

—Erza, ¿puedo, sólo será un ratito?

—No, no irás a espiarlos, es mejor que tengan un poco de privacidad.

Mirajane estaba fuertemente agarrada por Erza, la albina quería ir a espiar a la pareja que, con diferentes escusas, no las acompañaron a jugar. Erza se decidió por la Ruleta, así no se le escaparía la albina. Sin más se llevó a una dramática albina. —¡Nooo~!

Media hora después Erza llevaba una cuantiosa cantidad como ganancia. Y estaba tan entusiasmada en el juego que olvidó a su prisionera. —¡Doble! —dijo colocando una montañita de fichas al número siete rojo. El suspenso precedió a la bolita que comenzó a girar libremente, después de que cayó en su número. Todos los espectadores profirieron un gritillo jubiloso. Todos estaban tan ensimismados que no notaron el gas que se arrastraba por el suelo hasta que uno a uno fueron cayendo. Erza espabiló.

—¡Invocación: Anillo del Cielo! —Las espadas que conforman la armadura comenzarán a rotar, haciendo el intento de despejar el gas de la zona. Ella cayó sobre su rodilla, pero aún permanecía consciente—. ¡Ustedes! —Masculló con incredulidad, antes de que la pudieran atacar y someter, hizo acopio de fuerza y se defendió. Con el canto de la hoja paró el golpe de Simón, mientras con otra desviaba las balas de Wally. Dobló el cuerpo y esquivó el ataque de Milliana. Pero con sus sentidos aletargados no fueron suficientes para esquivar otro ataque de Simón. Aun así no cayó, no por nada era la maga más temida del gremio. Devolvió el golpe, mandando al grandulón contra una mesa, esquivó otra serie de golpes.

Los atacantes no perdieron tiempo en diálogos o discursos que explicaran el motivo del ataque, aunque el objetivo era más que obvio, y tampoco intercambiaron saludos o algo parecido. Ya habría tiempo para eso. Se concentraron en el combate, aunque todos ellos pensaban lo mismo de la pelirroja. "¡No es humana!". El gas somnífero parecía no surtir efecto, pero el ajetreo aceleró el proceso.

Antes de ser capturada por completo, la pelirroja destruyó parte del edificio. Esto causaría pavor y advertiría a sus compañeros de lo que estaba pasando. Segundos después todo se volvió oscuridad para Erza.

—Vaya, ni con todas las preparaciones pudimos capturarla fácilmente —Wally soltó un suspiro resignado, se acomodó el sombrero y siguió a los demás. Simón llevaba sobre su hombro a la pelirroja—. Tal vez esto ayude.

Después de que ellos salieron, irónicamente, por la puerta que Erza creó. La habitación empezó a ser rodeada de muros hechos por bloques. Los muros les darían unos valiosos minutos. Y así fue, los otros tres magos tuvieron que romper los muros, que no eran nada frágiles, y después despertar a alguno de los afectados. Comprender que ni uno solo sabía lo que hacía sucedido. Y también entendieron que Erza ya no estaba en condiciones de pelear.

—¿Qué hacemos? —Lucy acudió a la pensativa Mirajane, después de explicar brevemente al encargado lo que estaba pasando y ordenar lo que se debía hacer para tratar con los que aún seguían afectados por el somnífero—. No encontré ningún rastro de Erza o sus captores.

—Lo primero es avisar al gremio —sacó una lacrima y mientras esperaba le ordenó a Gray que saliera y buscará desde el cielo para ver si encontraba algo—. Maestro.

—¿Qué sucede Mira? —Respondió somnoliento.

—Atacaron Akane Resort y Erza ha desaparecido.

Antes de que Mirajane siguiera explicando, Gray regresó del exterior, el mago había creado una torre y desde lo alto, con una especie de telescopio, buscó afanosamente algo sospechoso. —Mira, Lucy. Ya localice a Erza, un grupo de seis se dirige por el mar hasta el Este. Nos llevan algo de ventaja pero no será difícil alcanzarlos.

—Iremos tras ellos.

—Está bien, llegaré lo más rápido que pueda. Tengan cuidado —Makarov a través de la esfera de comunicación ya estaba completamente despierto. Él cortó la comunicación y, sin duda alguna, convocó a los miembros que estaban en la ciudad y después partió con el firme propósito de castigar a los incautos que se atrevieron a lastimar a sus hijos.

Antes de que Mirajane y compañía salieran del lugar, ella le indicó al encargado que si algún mago de Fairy Tail llegaba que le dijera hacia donde iban ellos y lo que había pasado. Los tres partieron, llevaban tiempo perdido pero con la velocidad que empleaban no tardarían en arribar hasta la, hasta entonces desconocida, Torre del Paraíso.

Natsu llegó hasta Akane Resort y como el ambiente estaba ajetreado, aparte de su apariencia desordenada, nadie le prestaba atención. Se rascó la cabellera. —Tal vez lo mejor sea ir a otro lugar —antes de salir lo pensó mejor. ¿Dónde encontraría otro lugar habitado? ¿Y si estaba yendo en dirección contraria al gremio?—. Mejor lo intento otra vez.

—¿Discul-

—Shu, shu. Aquí no tenemos tiempo para vagabundos, ve y sigue tu camino.

Natsu tensó el rostro y sólo porque era mujer no la golpeo, si no bien que lo hubiese hecho por la respuesta abusiva que recibió. —¡Sólo quiero saber en qué dirección está Fairy Tail!

La mujer estuvo a punto de interrumpirlo otra vez, pero a la sola mención del nombre del gremio más fuerte su rostro palideció. Hace unos minutos todos los empleados recibieron instrucciones de responder cualquier pregunta de los magos de Fairy Tail. Con la mirada y con un nudo en la garganta escaneó al joven en busca de la insignia. La encontró y empezó a sudar. —¡Lo-lo-lo siento muchísimo!

Natsu se extrañó por el cambio brusco de la mujer, antes de que pudiera interrumpirla. Ella continuó.

—Sus compañeros se fueron en dirección Este, persiguiendo a los secuestradores. Hace media hora que salieron y-y-y-

—Un momento —la tomó de los hombros—. Tranquilízate y explica bien que le sucedió a mis compañeros.

Ella respiró profundamente. —La señorita Erza fue secuestrada en el casino del hotel, entonces, la señorita Mirajane y la señorita Lucy, junto al joven Gray, salieron en persecución de los secuestradores. Por mar abierto en dirección Este, hasta una isla lejos de aquí. Más o menos hace media hora. Ya llamamos a los Caballeros de la Runa y estamos preparados para recibir a los magos de Fairy Tail.

Natsu abrió los ojos. —Guíame al casino —ordenó, todo era para cerciorarse de que sí realmente había ocurrido lo que le decían. "Maldición, realmente es verdad" confirmó como verdadero todo lo que ella le dijo. Detectó el inconfundible aroma de la droga para dormir, y las presencias de sus compañeros—. Gracias —masculló antes de salir del lugar. "¡El rastro se está debilitando!"

Natsu se quitó el resto que quedaba de su chaleco y se preparó para utilizar su magia. Hace tiempo aprendió a volar, empleando su magia en los pies para impulsarse y en la espalda para mantener el control. Antes de que pudiera concentrarse y salir en busca de sus amigos, el dolor lo sacudió. Fue breve, pero sumamente fuerte. Tanto que Natsu quedó sobre sus rodillas y jadeando intensamente. Su vista se volvió doble y el suelo parecía doblarse.

—No ahora —la impotencia lo aterró. Su cuerpo le fallaba en el momento en que más lo necesitaba. Mientras apretaba los dientes se puso de pie—. No, no dejaré que vuelva a pasar lo mismo.

Sabía que Erza era fuerte, que Mirajane también, y que Gray no sería vencido con facilidad, no conocía mucho a Lucy pero no la consideraba un estorbo, pero de esa manera pensó cuando los hermanos Strauss fueron en esa fatídica misión. Una parte de su mente le indicaba que en su condición sólo sería un estorbo, pero la voz de su corazón le dictaba que era mejor cerciorarse que todos estuvieran bien.

Con toda la fuerza de voluntad que lo caracterizaba, se impulsó y unas hermosas alas carmesíes hechas de fuego surgieron de su espalda. "No perderé a nadie más, me importa una mierda si quedó mal. Pero no dejaré que ninguno de mis amigos vuelva a morir —surcó el cielo nocturno, tal como lo haría una estrella fugaz. Estaba decidido, sin importarle su propia vida, se lanzó a lo desconocido— ¡Sin arrepentimientos!".

¿Qué le deparara a Natsu en la Torre del Paraíso?

¿Qué tan grave es la enfermedad del pelirrosa?

FIN DEL CAPITULO

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Bueno, de esta manera termina el primer capítulo de esta historia. Explicaré algunas cosas: este Natsu es del tipo emo porque Happy no estuvo con él. Es tal como dijo Mira, Natsu afrontó una doble perdida solo y sin ningún amparo; la amistad con Gray era una de rivalidad, y nadie en su sano juicio dejaría que su rival lo viera llorar; casi lo mismo se puede decir con Erza. Y sí, está enfermo. No, no es un despertar de END o algo parecido.

Hice esto algo diferente al canon, ya que ahí, Natsu intentó convencer a Lissana de que lo dejará acompañarla, pero ella no quiso. Y, siempre me gusta hacer las cosas diferentes. Quisiera decirles que tengo un par de capítulos escritos, pero no es así, lo único que puedo asegurar es que la idea está bien definida. Y, tal vez para el tercer capítulo comprendan que rumbo tomara todo esto.

Gracias por leer, y si no es mucha molestia, me gustaría saber opinan por medio de un review. Y para motivarlos les dejó un adelanto del siguiente episodio:

La Nube II: Fin de la aventura

Natsu luchaba intensamente, como si no hubiera mañana, contra Jellal. A lo lejos escuchaba los sollozos de Erza, ella lloraba por el amigo muerto, ese amigo que la arrastró a toda esta mierda. Un golpe en la mandíbula lo regresó al campo de batalla. Voló un par de metros y en pleno vuelo recibió otro golpe que lo llevó hasta el suelo.

—Eres demasiado engreído te enfrentas a uno de los Diez y tienes tiempo para pajarear —Jellal empleó un tono condescendiente, mientras se preparaba para rematarlo—. ¿Por qué luchas por una causa perdida?

"¿Una causa perdida?" Giró en el suelo y esquivó el golpe. Su sangre comenzaba a hervir, mucho más que antes, y esta ira dio inicio al proceso máximo como mago. La dragonificación se manifestó en un torrente de llamas y poder, obligando a que Jellal retrocediera; sintió como su cuerpo desbordaba poder. —Alguien como tú, que no aprecia los lazos, no lo entendería.