—¿Es todo lo que puedes dar, Grey?—levanté la mirada hacía el hijo de puta que tengo como entrenador.

Bastille.

Necesitaba tomar más aire. El sudor se había adueñado de mi cuerpo en ésta última dos horas. Las piernas me temblaban por todo el gran esfuerzo que daba en el nuevo entrenamiento.

«Mierda, la cena de los viernes»

Me incorporé poco a poco sin dejar de observar la sonrisa que tenía el maldito. Realmente lo estaba disfrutando. No pude evitar hacer una copia casi exacta de esa sonrisa.

—¿En serio es todo?—escupió divertido mientras me acercaba por una botella de agua y la toalla para secar mi rostro.

Di un sorbo sin responder. Pero sin dejar de mirarlo, al terminar, tomé aire de nuevo y lo solté, listo para contestar.

—Cena familiar. Te espero mañana a la misma hora...—le tiré una botella de agua y la tomó soltando un murmuro.

—Como tú lo digas, tú eres el jefe.

Una hora más tarde...

—Mierda, mierda, mierda...—chasqueé la lengua.

—¿Pasa algo, señor Grey?—encuentro mi mirada con la de Taylor a través del espejo retrovisor.

—Elena. Se supone que los viernes es familiar—seguí maldiciendo unas cien veces más. Acomodé mi americana mientras caminaba cauteloso hasta la entrada. Pensaba en hacer una excusa y escabullirme pero sería tener un sermón por parte de mi madre.

No me gustaban este tipo de sorpresas, ni que nadie cambiara los planes. Lo odiaba, con toda el alma. Si Elena estaba aquí, era por algo. Y yo sabía en probabilidad que era el dinero. Mi madre tendrá que haberme informado que estaría otro invitado aparte de la familia, no me gustaba convivir con Elena.

«Ni con nadie, Grey»

Era demasiado celoso de mi vida privada. Y lo peor del asunto es que Elena lo sabe.

Toqué el timbre, y sin duda aparecería la rubia tonta que siempre me desviste con la mirada. Siempre incomodando cuando llego a visitar a mis padres.

«Y ahí estaba...»

—Buenas noches, señor Grey—ni moví mi rostro en señal de responder su saludo, mi humor ya no era el mismo.

Entré a la gran sala familiar, y ahí estaban todos. Hablaban de algo entretenido, que ni se dieron cuenta de mi llegada. Excepto Mía, mi pequeña y tormentosa hermana.

—¡Yeiii! ¡Que ha llegado mi hermano favorito!—Elliot escupe su bebida.

—¡Eso has dicho cuando he llegado!—se queja divertido Elliot, y me doy cuenta de la presencia de una rubia a su lado.

Ah, la rubia. La de hace semanas...« ¿Ara? ¿Katy? Ah, Kate.» Torcí mis labios al sentir el abrazo efusivo de mi hermana, acompañado de un murmuro...

—Salvaste mi noche, la bruja de la mejor amiga de nuestra madre, está aquí, y va a cenar con nosotros. ¿No lo crees imprudente? ¿Por qué no cena...pero en su casa? Nunca me ha caído bien esa mujer.

Se queja Mía mientras se separa del abrazo, deja un beso rápido en mi mejilla y sale de la sala.

Todos me saludan, y regreso el saludo educadamente. Pasamos al comedor, y Elena se sienta a mi lado.

—Siempre tan atractivo, Christian—susurra Elena, levanto discretamente mi mirada para ver si alguien más ha observado esta pequeña escena.

No la miro, tenso la quijada, odio cuando hace eso. Odio cuando lo hace en este momento delante de mi familia.

—Guarda tus comentarios, no me interesa saber.

La fulmino con la mirada, pero ella solo muestra una sonrisa.

—He regresado de París, y... ¿Así me recibes?—y pone una mano en mi pierna por debajo de la mesa.

Levanto la mirada de mi plato, pero nadie se percata del asqueroso momento. La sangre empieza a hervir. Quiero retirar su mano con toda la brusquedad y si pudiera sacarla arrastras del lugar...lo haría.

No la quiero cerca de mí.

—No me interesa de donde vengas, siempre tendrás este trato, Elena.

Moví mi pierna para que retirara la mano, y con la poca dignidad que le queda la quita. Escuché el carraspeo de mi hermana.

—¿Y ya regresó Steele de su viaje de Hong Kong?—pregunta Mía para desviar la atención de Elena.

Y lo logra.

«¿Anastasia?» Ruedo los ojos cuando pregunta precisamente por ella. Muevo mis hombros despreocupado y muy desinteresado por ella.

—Ross me ha notificado que hoy ha llegado—levanto mi mirada hacía ella—Ni se te ocurra dejarte influenciar por ella de nuevo. Te lo prohíbo. —le advierto con el tenedor hacía su dirección. Si, le he advertido, más bien fue una amenaza sutil.

Ella solo me saca la lengua como una cría.

—Ya te he dicho que ella no fue la que tomó la decisión de ir de copas, YO la convencí. Además, es una de las personas, que me caen mucho mejor que «OTRAS»—remarca la palabra en dirección a Elena, ésta solo se lleva un pedazo de carne a la boca casi fulminándola con la mirada.

—Como sea, pero es empleada. Entre menos tengas que interactuar con ella, mejor—escupo irritado.

Anastasia Steele, directora de finanzas de Empresas Grey. Una mujer que las veces que he cruzado con ella, simplemente chocamos. Podría despedirla, pero es demasiado buena en su trabajo, se ha ganado el puesto a pulso. Pero me irrita. No puede mantenerse sus opiniones, siempre tiene que defender su punto de vista, y por más que pido que se calle, se aferra. No se puede mantener una relación laboral, obligué a Ross mantener todo lo de finanzas con ella, entre menos tenga que hablar con ella mejor. Lejos de mí, y de su actitud rebelde. Quiere implementar sus ideas, pero el jefe, soy yo.

No ella.

—A ver, ¿Yo escojo con quien interactúas? ¿Verdad que no? Bueno si es que lo haces, —la fulmino con la mirada. Eso ha sido actitud «Steele» . Tengo que hacer algo para que no se mezcle con mi pequeña hermana. No necesito dos mujeres así en mi vida. No lo voy a tolerar.

—Estás advertida, Mía Grey—solté solo para Mía, mientras los demás estaban en sus pláticas. Mía intentó fulminarme con su hermosa mirada, pero solo tardó unos segundos antes de soltar una risa. Y después toda la atención se centró en ella.