Elohim


El jardín está floreciendo bien. Tienen especias y flores para el té. No hay mucho para comer en la temporada pero tampoco lo necesitan.

Los cuerpos sirvieron de abono. Luego fue limpiar, cerrar las puertas y esperar en silencio. Armadas. Seguras.

Nadie vino. El experimento fue cancelado. Son sujetos de pruebas perdidos. Como las demás.

Bueno, en realidad sí llegó alguien.

No la esperaban.

Dijo que se encargó de los detalles faltantes.

Tenía gafas negras, pantalones de cuero. Parecía estadounidense. Pero ella dijo que estaba en todas partes y en ninguna. Que ella era de todas partes y de ninguna.

Que ella era todo y nada.

Pensaron que exageraba. Que quizá estaba loca. Pero su voz era muy firme. Hablaba coreano y japonés sin dificultad alguna. Y nada explicaba cómo había llegado a la escuela para encontrarlas.

...en sí, tampoco era comprensible que nadie las hubiera buscado. Era una serie de eventos desafortunados coronados por un golpe de suerte muy extraño.

Ju-ran fue la que se atrevió a preguntarlo, aunque claramente Yeon-deok quería saber lo mismo.

—¿Eres...como nosotras?

Ella sonrió ampliamente.

—Lo era —contestó, asintiendo.

—¿Cómo te llamas? —rompió su silencio receloso Yeon-deok, arrepentida y todavía sangrando detrás de Ju-ran, habiéndose atrevido a intentar atacar a la que pensó una intrusa.

—...ya no tengo un nombre como antes. Pero Lucy puede servirles. Por ahora —se encogió de hombros.

Las abandonó poco después, tras jurarles que nadie las molestaría mientras que ampliaban sus conocimientos.

Una especie de trato.

Las chicas lo aceptaron.

¿Ese era el objetivo del terrible experimento del que habían sido víctimas?

Ambicioso. Tal vez lo alcanzarían por sí mismas. Crecerían como el jardín.

Cultivadas por otra diosa.