Capítulo I
Las pisadas eran amortiguadas por el barro que había formado la lluvia continua de los últimos tres días. Para él ya era común pasar esa fecha como el clima, gris y triste, completamente distinto a años atrás, a los años en los que era un niño y salía de la mansión para asistir al colegio. Pero ya no quedaba nada de ese Hogwarts, el Hogwarts de Dumbledore, de Potter, del propio Draco que miraba con nostalgia las largas filas de niños y jóvenes con túnicas negras. No quedaba nada del dorado, del azul, ni del amarillo. Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff había desaparecido como también lo había hecho el libre albedrío. Draco miró el cielo y pensó que era como si el clima les quisiera recordar la sangre derramada y el fracaso de la luz ante la oscuridad.
Draco se estremeció cuando un rayo surcó el cielo y se abrió paso entre la oscuridad. El desenlace había sido mucho más que fatal e inesperado. Potter había muerto. Voldemort había acabado con él una noche en el bosque prohibido ante los ojos de Narcissa Malfoy y los cientos de mortífagos que acompañaban al Señor Oscuro. Diez años después Draco seguía preguntándose por qué demonios Potter había acudido cuando Voldemort lo había llamado para que se enfrentará con él. Es noche había resultado un desastre: Potter había muerto y Snape había desaparecido con su cadáver revelando así su posición como espía de la Orden. O por lo menos ésa era la versión oficial. ¿Por qué Severus Snape había hecho eso? ¿Qué había sucedido realmente? Esas eran las preguntas que rondaban la cabeza de Draco cada vez que pensaba en aquella noche.
Después de la muerte de Potter desapareció toda esperanza. Voldemort entró en Hogwarts como amo y señor. La Orden intentó repelerlo pero sus miembros fueron cayendo poco a poco. Y los que no cayeron tuvieron que huir para no morir. Voldemort enjuició y envió a Azkaban a cientos sin importarle si eran magos sangre pura, mestizos o sangresucias, ni tampoco su edad. Todos los que le habían desafiado prácticamente habían sido aniquilados.
Voldemort también destruyó a los muggles. Había devastado su mundo hasta tal punto que lo únicos seres sin magia que habitaban la tierra eran los squibs.
Dolores Umbridge había sido nombrada directora de Hogwarts poco después de que el ministerio restaurara sus operaciones y la cosas habían seguido su curso. Draco no era realmente un mortifago de alto nivel como Yaxley, Gibbon o el loco de Greyback (la familia Malfoy nunca se había recuperado de la ruina que había sido la guerra). Draco se dedicaba a labores administrativas en el ministerio y a tratar de pasar desapercibido. Su labor más grande eran las cacerías. Cuando tenían información de algún miembro de la Orden todos los mortifagos iban tras él hasta cazarlo y traer su cadáver.
Draco odiaba esas misiones. Él era incapaz de matar a nadie; lo había entendido hacía mucho tiempo. Así que en esas cacerías se dedicaba a lanzar hechizos sin causar demasiado daño y a no entorpecer a sus compañeros. En ese sentido había sido sencillo pasar desapercibido pero ahora había otro tipo de rumores: aún no había empezado a procrear bellos y hermosos hijos rubios y sus compañeros empezaban a hacerse preguntas. La muerte de su madre fue casi providencial.
Poco después del ascenso de Voldemort, Narcissa había caído enferma. Se recuperaba y volvía a enfermar. El mismo día del octavo aniversario de la victoria Narcissa no soportó más, Draco aún tenía pesadillas al recordar a su madre delirando. Fue durante aquellos delirios cuando Narcissa Malfoy sembró la duda en la mente de su hijo. Le había dicho claramente que Potter no había muerto, que Severus lo había salvado y que ambos habían desaparecido frente a todos. Draco había abrazado a su madre, la había sostenido entre sus brazos y había esperado el momento fatal.
Lucius, que ya era poco menos que un guiñapo, terminó por perderse. Estaba vivo, pero ya no era más que un cascarón; su alma había muerto junto a Narcissa.
─Señor Malfoy.
Draco dejó de mirar la explanada del colegio para encontrarse frente a los pequeños y astutos ojos felinos de Dolores Umbridge.
─Adelante, adelante, por favor.
La estatua que servía de entrada a la dirección había sido cambiada por un enorme gato que sólo obedecía a la voz de Dolores.
─Espero no haberle quitado demasiado tiempo. Enseguida le daré los expedientes. Los cuatro chicos son realmente maravillosos.
Draco asintió, aún mudo. Cada año se escogía a los cuatro mejores alumnos del último año para pasar a formar parte de las filas del ejército mortífago.
─Aquí tiene, señor Malfoy. Espero que el señor Nott quedé igual de satisfecho que yo.
Nott, Theodore Nott era quien se había vuelto realmente la mano derecha de Voldemort y a quien Draco tenía que rendir cuentas. Era su jefe y un contínuo vigía de las órdenes de Voldemort. A veces, sólo a veces, Draco tenía más miedo de la mirada oscura y penetrante de Theodore que de la del propio Voldemort.
─Lo estará, directora ─dijo por fin.
Dolores Umbridge sonrió con esa maldita sonrisa astuta y desagradable que tanto incomodaba a Draco.
─Debería pensar unirse al colegio. Observaba usted tan profundamente a nuestros alumnos…
Draco asintió sintiéndose cada vez más incómodo.
─Nuestro querido señor Filch está por retirarse y usted podría…
Draco no podía sentirse más humillado. Ésa era su posición en el nuevo régimen, ese era el Draco Malfoy que existía porque el verdadero Draco estaba encerrado en sí mismo protegiéndose.
─Gracias, directora, pero por ahora mis labores en el ministerio son… enriquecedoras. Aun así lo pensaré.
Si su mentor, Severus Snape, le hubiese visto rechazar algo con tanta educación y encanto se hubiese admirado. Cogió por fin los documentos y caminó erguido hacia la chimenea; no quería estar ni un momento más con esa vieja idiota.
Desde allí se dirigió sin escalas hasta la oficina de Nott, golpeó la puerta con firmeza y luego entró. No era extraño ver a Greyback en la oficina de Nott pero lo que sí era una verdadera sorpresa era la cara de Nott, habitualmente inexpresiva y en ese momento preocupada. Pero, ¿de qué? Potter era lo único que preocupaba al imperio y estaba muerto. ¿Qué era lo que preocupaba a Nott?
─Lo siento, pensé que estabas solo.
Nott le pidió que se acercara mientras Greyback se marchaba.
─Umbridge me dio la lista con los reclutas de este año.
Theodore la revisó con cuidado, leyendo minuciosamente y sin hacer ningún comentario hasta que terminó con los tres expedientes.
─Buenos, muy buenos muchachos. Greyback hará cosas muy buenas con ellos.
Draco se limitó a asentir.
─Han pasado dos años, ¿no?
─¿Perdón? ─El comentario de Nott descolocó a Draco.
─De la muerte de tu madre. Has estado muy aislado en tu casa, Draco, y creo que ya es momento de que participes más en la vida social del ministerio.
Nott lo miró fijamente y Draco instintivamente pensó en un muro. No sabía si Nott usaba legilimancia pero tenía que estar preparado.
─Sí, creo que es momento…
Nott permaneció unos segundos más mirándole pero Draco no titubeó, ni siquiera pestañeó, y mantuvo la postura de su cuerpo deliberadamente cómoda a pesar de que no se sentía así.
─Bien, puedes regresar a tus labores. Hoy será un día movido. Es posible que esta noche suene la alarma.
Otra maldita cacería. Vaya que iba a tener un día largo.
Draco iba hacia la puerta cuando se detuvo. Por lo regular nunca preguntaba pero en ese momento tuvo una corazonada.
─¿Quién es?
Nott tenía la cabeza metida en unos pergaminos y sin levantarla dijo el nombre.
─Neville Longbottom.
Draco estaba cenando solo sentado a la cabeza de su enorme mesa de comedor a la luz tenue de la llama que había conjurado. A veces deseaba que los malditos elfos se sentaran a la mesa con él para así poder tener una conversación decente con alguien. Su padre obviamente no contaba; la mitad del tiempo estaba bebiendo whisky de fuego y la otra mitad vomitando o durmiendo. Draco una vez había intentado quitarle el whisky pero había terminado muy mal. Su padre había alucinado con Narcissa durante los tres días que no bebió.
El patronus llegó volando. Era una enorme águila real, el patronus de Nott. Draco miró de reojo el reloj, las siete de la noche. ¿No podían hacerlo por la mañana?
─Es hora…
Draco convocó su traje y la máscara. La observó sin expresión. Se suponía que había una iniciación para ser un mortífago y para adquirir esas máscaras pero la tradición se había roto hacía mucho tiempo cuando las cosas se tornaron crueles y, las personas magos y muggles, empezaron a morir como si de moscas se tratara. Draco realmente no quería pensar en ello y menos en que nunca pudo confeccionar su propia máscara y que a pesar de los años prefería usar la antigua máscara de su padre. Eso hacía más real el hecho de que él siempre había sido una mala caricatura de Lucius Malfoy.
Se apareció en el misterio y descubrió extrañado que no sólo había varios reclutas nuevos, como siempre en estas cacerías, sino también estaban Greyback y, lo más sorprendente, Nott, quien parecía estar al mando de la operación. Voldemort parecía querer la cabeza de Longbottom con desesperación. Cosa que no era extraña Draco pues el león se había vuelto un dolor de huevos para el Imperio. Gracias a él muchos magos habían muerto.
Draco pasó entre las filas y escuchó la explicación de la operación. Realmente no había mucha ciencia: tomarían el traslador, irían al lugar donde había sido visto el miembro de la Orden y matarían a todo lo que se moviera. Realmente sencillo.
Fueron avanzando en grupos de cinco y se aparecieron en el lugar. Draco cerró los ojos por la sensación de vértigo que sentía cada vez que utilizaba ese maldito medio de transporte. Quería vomitar. Cuando tocó tierra casi cae. Aún no estaba firme del todo cuando sintió el golpe del calor. Intentó abrir los ojos pero la luz le cegó. Los fue entreabriendo poco a poco y vio el mar, un mar imposiblemente azul. Al inspirar hondo le invadió el olor a costa, a playa. Estaban en una maldita playa, seguramente a cuarenta grados, y ellos con túnica, máscara y botas. Cualquier otro día eso le hubiese parecido ridículo pero no ese día pues Draco tenía el gran presentimiento de que Longbottom les tenía guardada una escalofriante sorpresa.
─¡No se dispersen! ─escuchó la voz autoritaria de Nott.
No había nada, ni un alma, sólo montones de arena que lo cubrían todo y algunas estructuras a lo lejos que tal vez habían sido hoteles. El calor era tan terrible que se estaba sofocando. Caminó un poco sólo para mantenerse en movimiento y no desmayarse en medio de ese calor infernal.
─Vamos hacia allá ─dijo Nott mientras señalaba una destartalada casa de madera a unos metros.
Los primeros en avanzar eran la infantería que se componía de los chicos recién graduados del colegio a quien se consideraba completamente prescindibles. Caminaban lentamente bajó el sol abrasador, ahogándose bajo la máscara. Cuando estaban a unos centímetros de la puerta todos escucharon el infernal "clic". Draco miró al pobre chico que estaba encima de la mina y lo vio volar en pedazos junto con la arena blanca que cegó a más de uno. Eso era lo que había hecho difícil capturar a la orden; se habían apoderado del armamento muggle y se defendían con él en cada cacería con una maestría digna de un libro de guerra.
─Accio ─gritó Nott y tres minas más salieron volando hacia él. Las arrojó al mar con furia─. No se dis…
Nott no pudo terminar la frase porque las bombas de humo estallaron envolviéndoles, enviciando el aire y haciendo de ellos un blanco fácil siendo manchas negras en aquel diabólico humo blanco. Luego empezaron los disparos y Draco vio caer a varios mortífagos. Empezaron a moverse, a aparecer y desaparecer buscando el origen del ataque. Draco levantó el rostro y, en medio de la neblina, vio movimiento a lo lejos en uno de los edificios, y por un momento creyó que había sido producto de su imaginación. Cuando lo volvió a ver decidió aparecerse allí alejándose de la batalla campal que estaba librándose en la playa.
Casi se escinde. No conocía el edificio y lo único que había podido ver correctamente había sido el balcón en el que se apareció. Había magia, había indicios de magia. A lo lejos se escuchaban gritos y disparos. Sabía que los mortífagos se marcharían pensando que habían sufrido una emboscada. Draco se quitó la máscara, necesitaba respirar, el maldito calor tropical lo estaba matando. Caminó lentamente. Su madre le había enseñado un viejo hechizo para seguir los rastros de magia y lo lanzó. Las huellas de magia se revelaron como hilos dorados entretejidos frente a él.
Caminando lentamente, fue siguiendo el rastro por el interior del edificio. Tiró una puerta y entonces lo vio, alto, imponente y dando órdenes. Las otras tres personas desaparecieron. Él se giró. Draco no podía creer lo que los años habían hecho con él. Lo vio empuñar la varita pero Draco fue más rápido y el hechizo de su adversario salió de su boca junto con una mueca de sorpresa.
─Incarcerous.
Gruesas cuerdas rodearon y ataron con fuerza el cuerpo Longbottom. Draco caminó hacia él y recogió su varita. Se quedó un momento mirando fijamente los ojos de Neville. Eran verdes, nunca lo había notado pero eran verdes.
Sintió otra aparición; alguien más había entrado al edificio. No se lo pensó más, cogió a Longbottom por el bíceps, que estaba increíblemente tenso, y se apareció en las mazmorras de la mansión. Una vez hubo dejado allí a Longbottom allí se marchó.
En el vestíbulo del ministerio había heridos y algunos muertos. Todos parecían aturdidos y no tenían ni idea de lo que había ocurrido. Draco no se había dado cuenta pero sangraba por un oído, seguramente debido a la explosión de la mina. A los pocos segundos Nott apareció cargando el cadáver de Gibbon.
─La misión ha sido un rotundo fracaso ─gritó Yaxley─. Nos han engañado y nos han llevado a un nido de ratas donde han matado a los chicos como…
─¡Basta! No ha sido un desperdicio total. Ahora sabemos que Longbottom sí está vivo. Lo que realmente me intriga es que hacía en una playa en América ─Nott miró con total indiferencia al montón de hombres heridos que se resguardaban en una esquina ─Rowle, llévese a los heridos. Tengo que ir con el Lord. ─dijo Nott antes de detenerse y mirar a Draco─. ¿Quieres ir con los heridos?
De nuevo esa mirada que tanto le incomodaba y de nuevo Draco se veía obligado a levantar el muro mental en contra de su antiguo compañero de clase.
─Preferiría marcharme a casa. Creo que mi herida es superficial, señor.
Nott asintió y luego desapareció. Draco pudo soltar aire mientras intentaba reprimir el escalofrío; pensaba que lo había descubierto pero no, todo parecía normal y tranquilo.
Regresó a la mansión y bajó aprisa a las mazmorras. Longbottom seguía allí, maniatado y retorciéndose. Draco se acercó, conjuró un lumos y se concentró en su inesperado invitado.
─Hoy pude entregarte ─le dijo para captar su atención. Gratamente, Longbottom dejó de retorcerse─. No lo hice.
¿Por qué? Ésa era la pregunta más importante en ese momento. Entregar a Longbottom hubiera significado su ascenso, hubiera significado que Lord volteara su mirada hacia él y lo considerara de nuevo un elemento importante. Pero no lo había hecho. ¿Por qué?
─Voy a soltarte, ¿bien?
Draco terminó el hechizo inmovilizador y vio a Longbottom levantarse lentamente.
Estaba mucho más alto de lo que lo recordaba, fornido y con una barba espesa. La camisa blanca se le pegaba al cuerpo a causa del sudor. A través de la tela se podían ver los pectorales bien definidos, el vello del pecho y los músculos de los brazos tensos. Draco agradeció haber pensado en ponerlo en una celda y no libre por la casa porque estaba seguro de que ese Neville Longbottom le hubiese dado una paliza sin que eso le hubiese significado esfuerzo.
─¿Por qué me has traído aquí? Es tu casa. ¿Por qué no me has llevado ante tu jefe?
Draco tragó saliva.
─¿A qué estás jugando, Malfoy?
No tengo ni la más remota idea,pensó Draco.
─Quiero respuestas ─dijo al fin. Longbottom mostró una sonrisa casi burlona.
─De mí no obtendrás ningún tipo de información. Ya puedes ir pensando en cómo me vas a matar porque te voy a ser de ninguna utilidad.
Longbottom se dio media vuelta y Draco maldijo por dentro. Maldito hijo de puta. Tenía que ser un león imbécil. ¿No se daba cuenta de que estaba en una celda dándole la espalda a un mortífago?
─Escucha, pedazo de imbécil. Quiero respuestas ─durante años se había torturado con la esperanza vana que su moribunda madre le había dado en medio de su delirio. Con el tiempo se había dicho que todo aquello había sido una locura de su madre. Que no debía esperar que un milagro ocurriera. Sin embargo haber visto a Longbottom le había despertado ese sentimiento. ¿Sería posible? ¿A caso podría ser que su madre tuviese razón? Si Potter estaba vivo… entonces podría revivir la esperanza.
La cuadrada espalda de Longbottom no se movió ni por un momento y eso aumento la exasperación de Draco.
─Diablos, necesito saber… Te he traído para saber…
Draco bajó la mirada y miró su varita. Su vida dependía de unas palabras del taimado de Longbottom. Pero no lo hizo, no volteó, no se movió. Ese hombre parecía una montaña imperturbable.
─Necesito saber si Potter está vivo.
Nada. No hubo respuesta.
Draco salió de la mazmorra sintiéndose cansado y desmoralizado. Esa noche no sería la noche, de eso estaba seguro.
─Fanny ─convocó a la elfina─. Por favor, sírvele de comer al invitado que está en las mazmorras.
La elfina asintió. Draco sólo quería darse un baño y dormir hasta el siguiente día. La cabeza le punzaba y empezaba a dolerle el oído.
El estómago de Neville dio un respingo cuando olió la comida. Era estofado de res. Lo odiaba pero tenía hambre. Sonrió a la elfina y tomó gentilmente el tazón.
─Gracias.
La elfina movió nerviosa los dedos.
─Usted es amable con Fanny, como el señor Draco. Él es bueno. Solo, siempre solo. Tan solo.
Neville miró la elfina mientras comía. No podía creer que Draco Malfoy estuviera solo. Tenía a su séquito de mortífagos, ¿no? Aunque en realidad sabían tan poco del mundo mágico después de que lo habían abandonado... Él se había ido inmediatamente cuando Voldemort había empezado a apoderarse de todo. Luego se le unieron el resto de los que quedaban vivos, los que también había tenido tiempo de huir. Al poco tiempo quedaban tan pocos de ellos que les fue imposible tener ojos y oídos en el ministerio. Más tarde empezó la guerra contra los muggles, luego sucedió la desgracia, y se quedaron sin escondite en ese mundo. Paulatinamente tuvieron que cubrir más y más sus pasos.
Neville suspiró. ¿Cuánto duraría ese encierro? Malfoy había preguntado por Harry casi con desesperación y Neville no alcanzaba a entender el motivo. Tal vez, sólo si era lo suficientemente inteligente, podría obtener información. Pero, ¿cómo? Después de todo estaba encerrado y a merced de Malfoy que en cualquier momento podría decidir que se había cansado del juego de las preguntas sin respuestas. Neville se preguntó vagamente que habría hecho Hermione o Ginny en lugar de él; ellas eran más inteligentes.
─Se deben estar volviendo locos ─dijo en voz alta. En la Zona todos deberían de estarse preguntado dónde demonios estaba
Esperaba poder recuperar pronto su varita para poder enviarles un mensaje.
Neville se sintió más cansado cada vez, tan endemoniadamente cansado... Cuando se levantó esa mañana pensó que sólo sería una misión más de rescate. Nunca hubiera imaginado que podía terminar así. Tenía tantas duras pero la más importante era: ¿Qué demonios pretendía Draco Malfoy con ese burdo interrogatorio? Voldemort debía estar volviéndose loco si creía que él iba a confesarle todo a Malfoy así como así
