Aviso que se trata de una historia bastante larga. Tres libros partidos en dos, diez capítulos cada una.

Algunos conceptos como Kai, Kin-Shannay y los personajes de Fenris, Aonia, Dana y Saevin son de Crónicas de la Torre, junto a sus respectivas historias. La historia en sí y los personajes restantes los he creado yo.

Como se puede apreciar, no es que tenga un principio o un fin, porque esta historia no es más que un mero retazo entre todo lo que sucedió, sucede, y estar por suceder.

Han pasado varios milenios desde el último momento, por lo que todos los personajes originales de Crónicas están muertos. Aunque tal vez no menos presentes.

Prólogo: SIEMPRE EMPIEZA EN EL MÁS ALLÁ

¿De verdad es necesario un principio? ¿Un final? Cuando una historia empieza, duele pensar que el pasado de ese mundo no era tan importante como para merecer el primer capítulo. Cuando al fin el relato termina duele pensar que ya nada importa si la tarea está terminada, que ya nada puede pasar que merezca nuestra atención tras el clímax final. Pero todo eso se reduce a lo que tú pienses.

¿No es mejor no pensar? Simplemente lee y no te intereses por nada más. Vive en tu cabeza esa increíble aventura, pero al llegar al final imagina tú la vida tranquila que puede llegar a tener ésos personajes a los cuales amaste aquellos días. Algo gracioso, romántico a lo que se pueda enfrentar, unas vacaciones. Una despedida. Tú querrías acompañarlos por siempre, pero estás frente al punto final. Sabes que nunca los vas a volver a ver tal y como eran.

Así que lee, y luego imagina su "Vivieron felices y comieron perdices". Cuando llegue el final, adopta un clon y edúcalo como quieras. Porque eso es lo divertido, ¿no? El contenido de un libro nunca va a cambiar, sean las veces en que lo abras. Pero lo que tú pienses luego nunca cesará de moverse, de variar en distintas estaciones infinitas.

Porque lo que está escrito está hecho para perdurar, pero nuestras mentes son demasiado maleables para ello.

Este de aquí es una larga continuación, a la vez un nuevo principio que se sitúa en el mismo final.

"Muchos piensan que la historia de este mundo ya ha acabado."-murmuró Aonia, como si hablara para sí, aunque sabía que había alguien detrás suya, y que se había aproximado silenciosamente-

"Es lo más probable."-respondió el espíritu con una media sonrisa- "Y sin embargo, nuestra parte sólo fue un párrafo del cuento"- su voz resonó por el espacio inexistente, mientras él también se asomaba al mundo de los vivos- "No fuimos ni el principio ni el final."

"Muchos saben eso, o al menos lo suponen por pura lógica."-ella suspiró- "Desde que Dana abandonó el mundo de los vivos, apenas han sucedido cosas interesantes, cosas dignas de su mención."

El otro le correspondió con una risa triste, sin sentido.

"Recuerdo ese momento."-murmuró- "Mi vida había sido un gran revuelo, y a pesar de ser tan joven deseaba descansar. Sin embargo, mi vida lobuna me resultó un tanto aburrida al final. Deseé haber hecho algo más."

"Hiciste muchas cosas, joven elfo."-sonrió Aonia, volviéndose hacia él provocando un revoloteo de su túnica dorada de Archimaga- "Y no tienes nada de qué arrepentirte."

El elfo dudó unos instantes.

"Es posible."- después sonrió, sumido en sus pensamientos- "Dime." –murmuró, cambiando de tema- "¿Por qué, después de tanto tiempo que morí, sigues llamándome joven?"

Ella no respondió. Pasado un corto espacio de tiempo, el elfo volvió a hablar, resignado por no haber recibido una respuesta. Se lo había preguntado otras veces, pero siempre reinaba el silencio hasta que él se iba o volvía a hablar.

A los dos les rodeaba una niebla fina y dulzona, con tonos entre azulados y grisáceos, acariciando sus cuerpos inmateriales sin llegar siquiera a traspasarlos. El elfo y la humana sabían que ese tipo de niebla sólo podía encontrarse en el Más Allá, y que ningún mago, por poderoso que fuera, podía invocarla en el mundo de los vivos. Contaba una leyenda que este fenómeno era provocado por los dioses, y que su efecto más preciado era que hacía sentirse en paz a los fantasmas, haciéndoles más tranquila e indiferente su eterna existencia. Y eso era un mito que todos habían dado por verdadero en el mundo de los muertos: al fin y al cabo, dicha niebla les rodeaba y apaciguaba desde que pasaban a ésa dimensión.

"¿Sabes lo que va a ocurrir dentro de poco, verdad?"

"Sí. Aunque no ocurrirá tan pronto como dices tú."

Considerando el comentario, el elfo siguió hablando.

"El Momento, cuando la barrera del mundo de los vivos y el de los muertos se hace casi indefinida. Cuando los vivos corren el peligro de volverse inmortales, y los muertos pueden retornar a la vida."-calló un momento, estremeciéndose, mientras por su mente pasaban recuerdos del último Momento, el cual él mismo lo había vivido- "Mientras los espectros esperan para invadir el mundo y destruir toda la vida existente en él."

"Lo sé."

"Tal vez en el mundo de los vivos falten aún unos siglos."- suspiró-" Pero sabes que los Antiguos ya han elegido un Kai para el joven Kin-Shannay, que aún no ha nacido."

"El primero de su generación."- suspiró ella- "Va a ser duro para el chico."

"Cierto, pero no estará sólo."- opinó su acompañante- "Su Kai lo ayudará."

"Todos confiamos en que lo harás."

Los ojos ambarinos del espíritu elfo relucieron.

"Lo sabes."

"Pocas cosas ni sé de ti, An-Kris de los Robles."- replicó Aonia con una misteriosa sonrisa-"Como el obvio hecho de que sigue sin gustarte que te llamen de esa forma."- añadió al ver la cara molesta del otro-"Pero dime, ¿no estás feliz de volver al mundo de los vivos? Pareces malhumorado."

"¿Eso parece?"- replicó Ankris- "Realmente no estoy molesto por la decisión del Rey Antiguo, y es un placer volver a estar allí, en vez de observarlo simplemente. Y me siento útil por primera vez en mucho tiempo."- después se cruzó de brazos- "Pero no dejo de acordarme de cómo se sentía Kai cuando estaba con Dana y no podía tocarla, y tampoco había más personas que pudiesen verle u oírle..."

"Y tienes miedo de que eso te pase a ti."

"No me puedo enamorar de él, por supuesto."-replicó-"Las nuevas normas lo impiden. Pero eso no quita que no pueda tocarle. Ni que alguien más me note. Tengo miedo de que se presente una ocasión en la que el Kin-Shannay corra peligro de muerte y yo no sea capaz de ayudarle. "

"Te preocupas demasiado."- suspiró ella- "Pero si lo que temes es no ser lo suficiente material, puedes hacer el trato con el joven."

El fantasma de Ankris se estremeció.

"Sólo si él quiere. No voy a obligarle ni a incitarle."- se volvió y empezó a alejarse- "Sería fantástico volver a la vida, pero el Kin-Shannay tendría que hacer un sacrificio enorme para ello, y desperdiciaría la suya propia. Lo decidí enseguida: intentaré educarlo para que rechace el trato."

"¿Te vas ya?"

"Sí." -masculló Ankris antes de desaparecer entre las brumas del Más Allá- "Falta poco, y el Guardián de la Puerta me llama."

Aonia lo vio marchar con la mirada segura y paso decidido a la vez de ágil y ligero que caracterizaba a los elfos. Cuando al fin su túnica roja dejó de verse, ella se volvió de nuevo a la ventana que le permitía ver el mundo de los vivos. Y mientras se dirigía al Reino de los Elfos, murmuró:

"Tu alma es joven aún, Ankris, y por más que te creas viejo sólo por haber muerto hace milenios, seguirás siendo un chico por dentro. Y eso nada lo podrá cambiar. Pero sigue siendo tan responsable como siempre lo has sido y serás un perfecto Kai. Entonces no tendrás miedo a tomar las decisiones que tendrás que tomar."

Más lejos, Ankris acababa de llegar a la Frontera entre los dos mundos, y se dirigía hacia una figura que le esperaba.

"Saevin."-saludó cordialmente con una inclinación- "Cuanto tiempo sin verte."

El otro le sonrió, y un brillo relució en sus ojos del color del hielo.

"Ciertamente sí, amigo elfo: han transcurrido diez milenios desde el último Momento y la muerte de Dana."

Ankris silbó por lo bajo.

"Eso es bastante tiempo incluso para un elfo."- se quedó pensando unos instantes- "Sabía que el Momento ocurría una vez cada varios milenios, pero nunca imaginé que tardaría tanto."

"Es una excepción."-explicó Saevin, el Guardián de la Puerta-"Pero no hay necesidad ni tiempo de sentarse a pensar en ello: apenas faltan veinte años en el mundo de los vivos para que el Kin-Shannay nazca."

"Y tengo que estar aquí preparado, pues el tiempo aquí transcurre de distinta manera, ¿es eso?"-completó el elfo-

"Exacto, veo que te has informado bien."

"No quiero que el destino de los dos mundos se ponga en peligro porque yo llegue tarde a una cita."

"Tendrás tiempo, en cuanto nuestro Kin-Shannay nazca se iniciará la cuenta atrás, y cuando esta termine, el chico tendrá doscientos años exactos y entonces comenzará el Momento."

"No quiero desperdiciar ni un instante."- explicó Ankris-

"Entiendo."

Dando por finalizada la conversación, los dos fijaron la mirada en el mundo de los vivos, en el Reino de los Elfos, en el Palacio, porque sería allí donde empezaría todo. Apenas llevaban un rato esperando, cuando el elfo no pudo más y preguntó:

"¿Crees que será obligatorio presentarme como Kai?"

"Te puedes llamar como quieras. En tu caso, comprendo que tengas recelos a llamarte Kai, ya que conociste al Kai de Dana y es demasiado extraño. ¿Te presentarás entonces como Fenris?"

El elfo sonrió.

"Lo he estado pensando."-respondió lentamente, como si dudara de sus palabras- "Me haré llamar Ankris. El Kin-Shannay será un noble, y además es un descendiente mío. Un An-Halian. Tal vez confíe más en mí de ese modo. Aunque también le diré mi apodo: Fenris."

Saevin se volvió hacia él un segundo, curioso.

"Ya veo. ¿Le contarás también tu historia o te la guardarás para ti?"

"No quiero tener secretos con él."- respondió solamente-

Entonces, los dos sonrieron al unísono y volvieron a guardar silencio, prestando toda su atención de nuevo al mundo de los vivos.

Esperar… porque eso debe hacer ahora. Y sin embargo, ¿desde cuándo lo hace, cuánto debe hacerlo? En vida esperó uno y otro objetivo, un sueño, una oportunidad para ello. En la muerte simplemente permaneció etéreo, también aguardando algo que él ni siquiera sabía que iba a suceder. ¿Y luego? Luego de vuelta a la inmaterialidad. Seguiría esperando algo, hasta el fin del mundo, tal vez más allá.

Pero ése es el precio que debes pagar por tu existencia.