-Ya, con esto estamos -comentó la insomne dando un salto desde la cabina de su nave al suelo.
El viento arremetía fuerte, acompañado de un poco de nieve. El frío se sentía hasta los huesos, pero no era tal como para ser considerado mortal. Y en todo caso... ¿Qué problema podría tener ella si su espectro podría revivirla en cualquier momento?

-¿Segura? -su espectro, que hacia unos últimos escaneos a la nave, la miró con una ligera preocupación denotada en su tono.

-Ehm... sí, ya revisé la lista tres veces, tenemos todo lo que necesitamos ¿No? -ella se alzó los hombros extrañada- ¡Ya! ¡Tengo frío y no quiero prender fuego mi único medio de transporte para no congelarme!

-Ese no sería el problema en to-...

-Tú no sabes no que es morir de hipotermia -le reprochó ella con ligera ironía. Como sea -cambió el tono- ¿Qué te tiene preocupado?

-¿Vas a irte así sin más?

La insomne se acomodó el abrigo que tenía por encima de su traje de hechicera mientras pensaba qué era a lo que podía referirse su espectro. Entró a la nave y él la siguió, cerró la escotilla y encendió los motores.

Unos segundos pasaron.

Al ver que no había ningún tipo de respuesta y su guardiana, no, compañera, no lo miraba y parecía tener intenciones de esquivarlo, insistió con recibir una respuesta. Ella lo ignoró por unos instantes más, hasta que de espaldas a él, sin observarlo mientras acomodaba algunas pequeñas cajas, simplemente dijo:

-Será mejor así, en silencio.

-No creo que...

Ella se volteó son una sonrisa en su rostro. Extendió su mano y acarició la carcasa del espectro con ternura y cerró los ojos. Tomó aire y miró hacia adelante, y empezó a toquetear las diferentes piezas del teclado para poner finalmente en marcha su nave, que pronto alzó vuelo y salió disparada hacia la termosfera, donde finalmente bajó la velocidad. Su nave parecía suspendida, pero seguía avanzando lentamente hacia la exosfera. Estaba rodeada de una luz verde, tan cálida como fría: la aurora.

-¿Puedes escucharla? -dijo ella por fin- ¿La canción de las estrellas?

-No -su espectro fue concreto en su respuesta, pero miró a su alrededor intentando encontrar una respuesta afirmativa, intentando comprenderla. Sentía que hace tiempo ya no lo hacía.

Su compañera ahora tenía los ojos cerrados y movía sus manos manteniendo ambos dedos índices en alto, como si con ellos siguiera una melodía.

-Cuando puedas escucharla -le dijo sin abrir los ojos y continuando con aquel movimiento- seguramente me entiendas.

El espectro miró hacia adelante y pronunció:

-¿A dónde marco el destino?

-A donde sea, ¡tenemos muchos lugares para llevar nuestra luz todavía! No la luz de una bola gigante ni la luz que desprende tu ojito ¿Me comprendes ahora, no? -ella le guiñó, junto con una de sus características sonrisas.

El espectro dudó por unos segundos y miró fijamente a su compañera a los ojos.

-Sí, ahora sí.

Juntos atravesaron cada una de las capas de la Tierra hasta dejarla detrás tan rápido que pronto parecía una estrella más en el universo, en camino al próximo sitio donde extenderían su existencia.

Ellos harían su propio destino.