Disclamer: He repetido esto demasiado en dos días, es de Rowling.

Advertencias: Slash, e incinuaciones de incesto (twincest).

Participa en drabblethon de vrai_epilogues.


Fuegos artificiales

(Son mejores que los de Fred y George, hace ya muchos años; más brillantes, coloridos).


Los ojos de James relucieron en medio de la oscuridad, llenos de avaricia.

—Esa ha sido, probablemente, una de las mejores ideas que se le ha podido ocurrir a alguien —admitió, sorprendido. La sonrisa de Lorcan no tardó en llegar, encantado como estaba que sus múltiples horas en la biblioteca hubieran tenido un resultado positivo, orgulloso.

—¿Qué día? —preguntó, yendo al grano. La verdad es que quería pasar por la habitación de Lysander antes de irse a dormir, aunque seguramente su hermano ya estaría dormido. Su sonrisa se ensanchó, pensando es las maneras de despertarlo—. Recuerda que yo no debo verme involucrado.

—No te preocupes, Fred estará más que halagado de ayudarme —respondió. Luego miró confuso a Lorcan por unos instantes, analizando su cabello rubio sucio tan parecido al de su madre y sus ojos castaños idénticos a los de su padre—. Por cierto, ¿por qué no podía traer a Fred? Me podría ahorrar el tener que contarle toda la historia yo.

Lorcan se acercó un poco más, enseñando los dientes en un amago de su anterior sonrisa, y pegándose al cuerpo de James. Tomó su corbata entre sus dedos y lo atrajo hacia sí, reduciendo el poco espacio que quedaba entre ellos. Susurró luego, bajito pero seguro, '¿Por qué tú crees?'

Y entonces lo besó, con fuerza y demasiada firmeza. Metiendo su lengua en la boca de James y sintiendo como todo su cuerpo se estremecía. Éste no tardó en responderle, ladeando levemente la cabeza y mordiendo su labio inferior.

Era una competencia, como de dos perros que deseaban saber quién le llevaba más rápido el periódico a su amo. Sólo que esta vez no había periódicos ni amos, sino dos bocas chocando una contra la otra y dos cuerpos enredados entre sí, apenas iluminados por la luz de una vela.

—Mañana no será —jadeó James entonces, respondiendo a una pregunta ya olvidada—. La semana que viene, tal vez —Le costaba hablar, unir los sonidos formando algo entendible: Lorcan estaba demasiado cerca y le lamía el lóbulo de la oreja (incluso podía sentir como sus caderas chocaban y su piel le ardía al contacto de los dedos del Lovegood)—. Esta noche estoy ocupado.

Era cierto. Y la semana siguiente, cuando se prendiera un espectáculo de fuegos artificiales surgidos de la comida, James le sonreiría a Lorcan, deseando besarlo mil veces de lo eufórico que estaba.