Disclaimer: Los personajes de Rurouni Kenshin les pertenecen a sus respectivos autores, editoriales y productoras. Es una historia destinada sólo al entretenimiento y sin fines de lucro.
Traducción del fic "Ruined creation" de HoshisamaValmor.
Portada de 窓 (pixiv).
Advertencia por maltrato infantil.
Otoño, 1866
El viento que venía manando a través de la ventana no era tan frío como para hacerlo temblar, pero en niño de cinco años no podía parar de temblar mientras esperaba, parado en una habitación en el exterior y no queriendo ir a la improvisada cama en el suelo. Voces apagadas pero claras venían del interior de la casa. Se abrazó a sí mismo para entrar en calor.
¿Por qué estoy aquí? Aspiró fuertemente para detener las lágrimas, pero parecía tener el efecto contrario. ¿Por qué...?
"Madre..."
"¡¿Todavía llora ese maldito mocoso?!" dijo una voz estruendosa desde adentro, haciendo que se agazapara en el suelo y temiera de que lo vean o escuchen.
"Déjalo, padre. Ya se callará."
"¡¿Dejarlo?! ¡No tengo por qué lidiar con el hijo de una prostituta! ¿Cómo pudo el viejo enviarnos a ese mocoso? Debió haberse deshecho de él cuando lo abandonaron allí."
"Es que técnicamente hizo eso, padre."
"¡Sí, aquí!"
Las palabras se escuchaban claras a través del shoji, y el niño sollozó sin poder contenerse. ¿Estaban en lo cierto? Ellos eran su familia, ¿estaban en lo cierto? ¿Por qué mentirían, por qué su madre lo dejaría si…
"¡Si ninguno lo calla, voy a estrellarle la cabeza contra la pared!"
Sus ojos se ensancharon y se llevó las manos a la boca, conteniendo su respiración a tal punto que parecía ahogarse. ¿Qué puedo hacer? No quiero ser un problema...
"Lo siento..." dijo suavemente.
"¡Cállate, hijo de puta!"
Dejándose caer y acurrucándose entre los trapos que le hacían de cama, Soujirou lloró.
Trató de acercarse a la señora de la familia, esperando que fuera como su madre. Era mayor que él, pero no sabía si era su hermana, su tía o su sobrina, sólo que era de la familia y que podría ser amable con él si se comportaba.
Con tímida cautela, le sonrió y se disculpó por haber echado a perder un barril de arroz ese día, y prometió hacerlo mejor la próxima vez.
La mujer se volvió a él y parpadeó, sorprendida de que le haya hablado.
"¿Qué estás haciendo? ¡Ni creas que tienes el derecho de hablarme con esa familiaridad, no soy una prostituta como tu madre! ¡No te me acerques y sólo haz el trabajo que padre te dio!"
La boca de Soujirou se quedó abierta, sin palabras ante esa reacción. Aun así, sus pequeños puños se cerraron fuertemente a pesar de las ampollas en sus palmas.
"No hables de mi madre."
La mujer gritó y lo abofeteó, tirándolo al piso. No era tan doloroso como sí aterrador, ya había sido golpeado antes y la sacudida, junto con la sensación de que el suelo desaparecía bajo sus pies, hizo que inmediatamente las lágrimas brotaran de sus ojos.
"¿Por qué estás llorando? ¡No tienes motivos para llorar, mocoso estúpido! ¡Espera hasta que padre te de motivos reales para hacerlo!"
Soujirou junto las rodillas contra su pecho y lloró.
Principios del invierno, 1866
El pinchazo en el lado izquierdo de su pecho dolía tanto que se largó a llorar. Le era difícil respirar, y el frío hacía que le dolieran los dedos al tratar de apaciguar el dolor. Le costaba ver con las nubes de humo que salían de su boca, pero sabía que las lágrimas lo empeoraba.
Soujirou trató de levantarse y correr para ponerse a salvo en el granero, para descansar un rato antes de cargar pesos con el moretón en su costilla, pero a pesar de los gritos y las órdenes para que vuelva al trabajo, el hombre lo golpeó tan fuerte que cayó, más nieve salpicando la marca ardiente en su rostro.
"¡Lo siento!" intentó decir.
"¿Quieres trabajar cuando llegue el invierno? No me importa si te congelas hasta morir, pero necesito todo ese trabajo hecho antes de eso, ¡¿escuchaste?!"
Quería irse a trabajar ya, ¡pero no lo dejaban! Quería ir pero le dolía, ¿acaso ayudaría decírselos?
"¡Enséñale una lección a ese niño estúpido!" gritaba y animaba la señora. La familia entera estaba allí, y eran tan ruidosos que Soujirou tuvo que levantar la cara.
Era extraño, pero la escena frente a sus ojos de repente le pareció graciosa. El hombre que lo golpeaba estaba bebiendo una botella de sake, y el líquido le corría por la barbilla como si estuviese babeando. Mientras todo el mundo gritaba, el hombre de la pipa perdió el agarre de ésta y el objeto salió volando, haciendo que la mujer gritara y que los otros dos hombres se quejaran del accidente, así que todos lucieron igual en un instante, grandes bocas con dientes y cabellos desatados al viento.
De repente, le pareció que todos eran unos tontos. ¿Cómo nadie lo había notado antes? ¡Tan tontos!
"Ja ja..."
El hombre se volvió hacia él.
"¿Qué diablos estás haciendo, Soujirou? ¡¿Te estás burlando de mí?!"
"N-No..." pero de alguna manera su rostro no cambió. ¿Tal vez lo tenía congelado? La sola idea sólo hacía que sonriera cada vez más.
El hombre parpadeó confundido, pero luego aulló y levantó una rama que había caído en la nieve y Soujirou se encogió con anticipación al dolor. ¿Por qué había sonreído? Estaba asustado, no feliz, y el hombre que se acercaba daba miedo, ya no parecía tonto. Simplemente ya no quería que lo lastimaran.
Estaba muy asustado. Ocultó su rostro, con las lágrimas humedeciendo su cabello y sus mangas, pero obviamente el hombre no se alejaría. La rama le dejó un dolor palpitante en su espalda, lo suficiente como para que temiera moverse, pero recibió otro golpe y quedó tirado en el suelo.
Pero de alguna manera, Soujirou no dejó de sonreír.
Primavera, 1867
"Allá va de nuevo el chico Seta."
"¿Soy yo, o su rostro está más magullado?"
"¿Eh? No lo sé. Es un niño, tal vez se cae mucho por ahí. ¿No lo has visto?"
Soujirou pudo oír los susurros, pero sólo asintió amablemente a las mujeres al pasar junto a ellas. Le gustaba cuando le llamaban "Seta". Seta Soujirou, como si fuera alguien de una gran familia y con un legado a cuestas.
Qué extraño, ¿no? Él era parte de la familia, por lo que los demás no dirían ni harían nada sobre lo sucedido con él, lo sospecharan o lo supieran. Pero en realidad él no era de esa familia, por eso lo trataban así.
Extraño, o tonto quizás. Soujirou no lo entendía, así que se encogió de hombros y sonrió. Al darse cuenta de que estaba sonriendo, de repente quiso dejarlo salir y llorar. Pero fue sólo un instante. Después ya no se sintió pesado y fue más fácil mantenerlo. Algunos trabajadores a su alrededor lo miraron y asintieron, tal vez pensando que el chico les sonreía. Volvió a encogerse de hombros y siguió sonriendo.
