El gran follaje de aquel bosque no tenia igual, era espeso, una ligera niebla cubría el lugar volviéndolo aun mas místico de lo que era y varias creaturas, algunas comunes otras más raras convivían en paz en aquel lugar. El único ser que rompía esta ley era el hombre, aquel ser que se creía superior a todas esas creaturas magnificas con esa gran hambre sin fin que lo caracterizaba, acababa poco a poco con el equilibrio de aquel sagrado lugar.
-Rápido, tras ellos –
Se escucho ese sonido por todo el bosque, dos pequeños niños corrían en busca de escapar, tenían si acaso siete y nueve años, detrás de ellos se encontraban cinco hombres con brillantes armaduras plateadas con en el pecho la distinción del rey, sobre blancos y fuertes corceles, a excepción de uno que era negro como la noche. Se notaba la insistencia de aquellos caballero por atrapar a aquellas dos creaturas, si "Creaturas" era el nombre adecuado pues no se trataban de niños cualesquiera, si no de Busgosu, creaturas mitológicas mitad humano… y mitad carnero.
Uno de esas criaturas cayó en una trampa que previamente habían puesto los hombres, su hermano se detuvo buscando como ayudarlo.
-¡Vete!
El hermano pequeño tardo en reaccionar pero supo que tenía que obedecer a su hermano mayor. Los hombres se detuvieron frente al muchacho que los miro con rencor e intento escapar de aquella trampa, solo logrando que aquel nudo se ajustara más a sus delgadas espinillas. Tres de ellos se bajaron, uno de los cuales contenía una larga capa roja.
-Príncipe, mire lo que atrapamos. – dijo uno de sus acompañantes.
-Si – dijo con indiferencia – está en buena condición, será bien vendido en el mercado.
Los hombres lo tomaron y tras varios esfuerzos, ya que el Busgosu no se dejaba, lograron atarle las cuatro patas y lo subieron encima de uno de los caballos. Estaban a punto de partir cuando notaron a una figura a sus cercanías, esta estaba completamente cubierta por una capa negra, que le llegaba hasta los pies y le cubría su cabeza dejando a la vista solo una barbilla fina y blanca como perla. Uno de los que ya estaban a montados se aproximo a ella e intento espantarla pero ella ni se mutuo.
-En nombre del Rey Him os pido que se quite.
-El no es mi rey – dijo una voz de mujer con autoridad – Diego, no deberías haber salido
-Es una de ellos – menciono el caballero retrocediendo un poco.
Todos se bajaros de los caballos y empezaron a avanzar hacia ella, uno intento atacarla corriendo rápidamente hacia ella, la chica lo esquivo rápidamente y lo empujo con una gran fuerza haciendo que este chocara contra un grueso árbol y quedara inconsciente. Esta vez fueron dos la que la intentaron atacar, no se detenían en darle espadazos tras espadazos, ella los esquivaba con gran facilidad, ambos decidieron correr en dirección contra ella pero cuando estaban a escasos milímetros ella brinco por los aires ocasionando que el impacto lo recibieran entre sí.
-¿Alguno más?
-¿Qué diablos eres? - Dijo el último caballero que acompañaba al joven príncipe.
Ella no hablo, este desesperado salió a su ataque pero su ataque fue obstruido con un brazo con una piel cubierta de escamas de jade hermosas que parecían frágiles pero que eran fuerte, con un golpe seco el chico quedo en el suelo inconsciente y los claros indicios de un ojo morado. El príncipe tomo su espada pero no se aproximo a ella.
-¿Eres un dragón? – Pregunto este con autoridad – Se supones que estaban extintos ¿No es así?
Ella corrió contra él y se empezó a blandir su espada con mucha más agilidad que sus súbditos, los movimientos eran rápidos y muy hábiles. El aprovecho una distracción para acorralarla contra un gran árbol dejándola inmóvil.
-¿Quién eres?
Sin pensarlo dos veces desabrocho su capa dejando a la vista una joven de alrededor de 16-18 años, tenía un rostro fino, suave, una nariz recta y labios suaves y carnosos, sus ojos eran de un jade claro con la pupila alargada, pequeñas escamas color jade iban de la parte externa de sus ojos por su sien hasta el contorno que hacia su cabello negro y lacio pero algo rebelde, tenía una piel clara y hermosa. Su cuerpo era cubierto por una vaporosa camisa blanca con un pantalón negro y unas rudas botas.
El sintió un golpe seco y cayó al suelo, solo viendo como la joven tomaba a la creatura que estaba posada sobre el caballo y tras liberarle sus piernas y manos salió corriendo con él hasta perderse en el interior del bosque.
Atravesamos la hierba que escondía la entrada a nuestro refugio, era un lugar hermoso dentro de una amplia cueva, tenía un manantial con una alta cascada donde moraban las sirenas, en las paredes crecían todo tipo de plantas de guía, algunas con ricos frutos, otras con hermosas flores, todos los arboles de nuestra pequeña villa eran frutales y en los patios se sembraban las frutas y vegetales, el sol entraba por orificios del techo acompañado de largas estalactitas, los cuales no eran mucho pero al menos nos daba algo de luz. Las casas estaban hechas de piedras, con techos de teja y pisos de hermosa madera, las casas eran sencillas pero no necesitábamos mas, estábamos en paz con la naturaleza. En el centro de aquel pueblo estaba un parque donde moraba el gran árbol.
-Diego, Dimitri, Hijos.
Los niños corrieron hacia su madre que los abrazo con desesperación, ante el temor de haberlos perdido. A su lado Se encontraba Utonio, nuestro mago y mi tutor, era un hombre jovial, de cabello largo y negro agarrado hacia atrás en una larga coleta, tenía una túnica de un azul oscuro como lo más profundo del mar. A su lado se encontraba Momoko, una hermosa elfo con grandes dotes mágicos, su cabello sujeto en un alto chongo era rojo como el fuego y tenía unos ojos rosados, tenía unas largas y puntiagudas orejas típicas de su especie, un hermoso vestido de un color rosa claro la cubría, las mangas entallaban sus brazos y tenia descubiertos los hombros, en su frente tenia la tiara de plata que la distinguían como la princesa de las creaturas del bosque.
-Muy bien hecho – me felicito Utonio.
-Gracias- dije sinceramente.
El gran mago izo la seña de que lo siguiera y los tres se adentraron a una cabaña que se encontraba a lo alto de la caverna. Era una cabaña diferente a todas, hecha completamente de madera. Había un desorden en la mesa y en la cocina, donde dominaban las botellas y grandes libros y manuscritos, aquella cabaña tenía dos habitaciones, una del mago la cual se encontraba aun mas llena de objetos mágicos, y otra de Kaoru.
-Hola, que bueno que ya regresaron.
Aquella voz era la de Miyako, una hermosa sirena que ahora se encontraba en su forma humana, su cabello rubio tenia ligeras ondas y estaba sujetado en una trenza de lado, un hermoso vestido azul claro de hombros descubiertos y larga falda, con una capa de tul blanco que resultaba más que hermoso, en su cuello resaltaba un collar con un zafiro blanco que la distinguía como soberana de todas las sirenas y creaturas marinas.
-Hola Miyako
-Karou, por favor continua con tus deberes, pero primero cámbiate.
Esa fue la orden que le dio el gran mago. Se dirigió a su cuarto y al abrirlo no notro gran cambios en el, tenía una cama matrimonial con un cobertor blanco, la ventana poseía unas cortinas blancas y vaporosas que dejaban pasar algo de luz, tenía un largo closet de madera pero lo que diferenciaba su cuarto de cualquier dama era una colección de espadas, arcos y demás armas colocadas cuidadosamente en la pared.
Busco entre mis ropas y encuentro un vestido blanco de mangas holgadas, también tomo un estilo chaleco de igual largo que su vestido de una tela verde oscura, y con un broche de plata con una pequeña gema verde lo unió por debajo de su busto. Aquel conjunto entallaba mi figura pero era cómodo y sencillo. Tomo una peineta y me hago un recogido sencillo.
-¿Puedo pasar? – esa era la voz de la linda Miyako.
-Si, adelante.
La joven sirena entro al cuarto, asiendo un pequeño gesto de desapruebo al ver las armas que colgaban de la paredes de la verde.
-Lo que hiciste fue muy valiente – comento con simpleza
-Eso no fue nada- contesto dulce aunque siento un poco de melancolía
-Entiendo, oye, se me olvido mencionarte – dijo obteniendo la atención de la verde – en lo que tú no estabas vino el… Licántropo a buscarte.
-¿hablas de Mitch? – le pregunte
-Exacto, ese – dijo alegre – a mi no me agrada él, es un poco agresivo.
-Es un hombre lobo, es una de sus características.
-creo que tienes razón – dijo mirando el techo.
-Oye, el viernes Momoko y yo iremos a la aldea humana por algunas cosas…
-¿Puedo ir? – pregunte emocionada.
-Pues sí, la verdad es que queríamos que vinieras – me dijo- eres la más fuerte de las tres y tus eres la que conoces mas ahí afuera.
Ambas salieron del cuarto con una gran sonrisa.
Mientras tanto en otro lugar
Un grupo de hombres montados sobre caballo se dirigían veloces asía el gran castillo. Un corsé negro guiaba a los caballeros, sobre él se encontraba aquel príncipe que había peleado con aquella joven. Apretó mas el paso hasta perder de vista a sus caballeros. No tardo en llegar a la puerta del castillo donde uno de sus sirvientes tomo el caballo para llevarlo a la caballeriza.
En la entrada del palacio estaban dos jóvenes, los cuales lo miraban con reproche. Eran sus hermanos, Brick el mayor, y Boomer el menor.
Brick tenía el cabello rojo como el fuego y uno ojos mas rojos que la lumbre, su rostro era varonil y tenía una cicatriz en la mejilla como el recuerdo de su querido profesor de Caballería. Tenía una camisa de manga larga blanca con un saco de manga larga de color rojo vino y cuello redondo con bordes de oro, un pantalón negro y botas negras, en su cabeza se ceñía la corona del príncipe con gemas de color rubí.
Boomer tenía un rostro varonil, en sus mejillas posaban unas ligeras pecas que resaltaban esos ojos color turquesa, su cabello ere rubio. Una camisa blanca de manga larga con otra de manga corta por encima de color azul, de un material aterciopelado, un cinturón ancho rodeaba su cintura y un pantalón negro con botas del mismo color, en su cabeza se notaba la corona de príncipe con zafiros incrustados.
-¿Por qué tan elegantes? – bromeo el joven
-Tu estas mal – dijo con reproche el pelirrojo.
-¿Ahora? – pregunto extrañado el de la armadura.
-Vendrán de visita los reyes de España – dijo secante el menor.
-Mierda.
Dijo corriendo rumbo al palacio y tras barios minutos de correr por inmensos pasillos entro a una habitación de blancas puertas, se retiro rápidamente las prendas de metal rápidamente quedando en ropa interior, pero antes de ponerse su habitual atuendo noto sobre su cama la capa de aquella hermosa creatura, la tomo entre sus manos para acercarlo a su nariz y aspirar el aroma de aquella prenda. Le olía a agua y tierra mojada, pero también a suaves flores, roso su mejilla con aquella prenda imaginando a su dueña.
Termino de ponerse su atuendo el cual consistía en una camisa verde oscura de textura vaporosa con un saco elegante de terciopelo color negro con bordado dorado, pantalón negro y botas del mismo color. Se acerco al espejo y tras limpiar un poco su rostro poso sobre su cabeza una corona similar a la de sus hermanos pero con pedrería verde. Observo su rostro, un rostro varonil de ojos color esmeralda, algo bronceado por el constante sol que tomaba y su cabello negro tan oscuro como la noche.
-Hermano, apúrate – dijo alguien a su puerta.
El entendió la indicación y corrió al recibidor donde se encontraban sus dos hermanos, se puso en medio de ellos y a lado de ellos sentados en su trono se encontraba su padre Him, que consistía en una capa roja y un traje negro de manga larga con una cruz en el pecho bordada en oro, tenía un pantalón negro con la orilla en oro y unas botas de calzado italiano.
-Hey, ¿crees que la princesa sea guapa? – pregunto el pelinegro dándole ligeros codazos a sus hermanos.
-Yo creo que lo sabremos dentro de un momento – dijo serio el pelirrojo
-Pero que aburridos son – dijo este tronándose su espalda con flojera.
-Butch, por favor – le pidió su hermano, no quería que su padre se molestara.
Las trompetas sonaron y los tres tomaron posiciones de firmes. Las grandes puertas y pesadas puertas se abrieron dejando a la vista a unos reyes de vestimenta muy escandalosa y enjoyada. Y pronto se hiso visible una joven de rostro pecoso, ojos cafés y cabello castaño algo alborotado, tenía el rostro redondo con el maquillaje algo exagerado, poseía un vestido violeta muy adornado con varias joyas que lo hacían parecer ridículo.
-Pero que rayos – menciono el joven Boomer.
-Rey, reina querida – dijo el Rey Him acercándose alegremente a sus visitas – cuanto tiempo sin verlos, y esta jovencita es su hija.
-Si fiel camarada – menciono el rey español- ella es mi linda hija, Princesa.
- Pues es una cosa fuera de este mundo – dijo el rey Him no haciendo alusión no a su belleza.
-Muchas gracias mi rey – dijo con una voz chillona.
-Si, ellos son mis hijos – dijo señalando a los jóvenes – Brick, el mayor, Butch y Boomer.
-Mucho gusto – dijeron los tres al mismo tiempo haciendo una reverencia.
-Vaya, que coordinados – exclamo la reina algo emocionada.
-Si, mucho – dijo el rey a sabiendas de que solo era una burla de los tres jóvenes – será mejor ir a comer, no creen.
