Estimado/a lector/a,

En primer lugar me gustaría disculparme ante todo el mundo, empecé esta historia el verano del 2011, sin embargo tuve una serie de problemas que me incapacitaron para seguir escribiendo, y tras muchos meses, al intentar entrar en la cuenta… Me había olvidado de la contraseña. Sin embargo vuelvo a las andadas, esta fue mi primera historia y de la que más orgullosa he estado, y por tanto me gustaría continuarla y darle punto y final.

En segundo lugar, me gustaría aclarar que soy 95, así que realmente no estoy plagiando ningún fanfic. Voy a empezar la historia reescribiendo lo que ya había subido, creo que puedo hacerlo un poco mejor y más ordenado, pero la historia continuará siendo la misma, mismos sentimientos y personajes. Siento mucho haber tardado tantos años.

¿Qué habría sucedido si el señor Darcy no hubiese podido aguantar sus sentimientos aquella tarde lluviosa en Kent? ¿Cuál sería la reacción de la señorita Elisabeth Bennet? ¿Dejará que su corazón abra un hueco para el verdadero Fitzwilliam Darcy?

Elisabeth no podía imaginarse lo que el Coronel Richard Fitwilliam le estaba contando acerca de su primo, el señor Darcy. Si lo que el coronel le estaba contando era cierto, y no tenía dudas de que así era, el señor Darcy sería el verdadero culpable de que la relación entre Jane y el señor Bingley se hubiese roto. ¿Cómo podía haber sido tan cruel de separar a una pareja que realmente se amaba? Ese hombre no podría ser más ruin.

Ese hombre era despreciable, ¿Qué razones podría tener? ¿Su familia no era lo suficientemente buena para él? ¿Acaso creía que Jane solo iba tras su amigo por el dinero? Eso era absoluta y rotundamente falso. Jane amaba de corazón al joven Charles Bingley, y aunque sus sentimientos eran tímidos, para alguien tan observador como Darcy deberían ser obvios. Y además, quien era él para meterse en los asuntos de dos jóvenes enamorados, por muy amigo que fuese del señor Bingley. Aunque Elisabeth estaba segura de que Caroline Bingley y Louisa Hurst también pusieron su granito de arena en tal monstruosidad.

Los pensamientos de Elisabeth le nublaban la mente, todo parecía oscuro en ese momento. Le podía ver, ahí sentado, junto a su tía Catherine de Bourgh oyendo el aburrido sermón del señor Collins, con su mirada fija al frente. No parecía haberse dado cuenta de que su primo Richard y Elisabeth le estaban observando detenidamente mientras conversaban. Finalmente el señor Collins dio por finalizado el sermón, y Elisabeth salió a buscar aire fresco pese a que estaba lloviendo en abundancia. Empezó a caminar, alejándose cada vez más y más de la parroquia, la lluvia cayendo sobre ella parecía camuflar las lágrimas que empezaban a asomar por sus ojos. La tristeza la estaba invadiendo, tristeza, dolor y odio hacia el señor Darcy. Empezó a aflojar la marcha, la lluvia hacia que caminar se dificultase y estaba bastante cansada, irremediablemente tuvo que ocultarse en una pequeña construcción de columnas.

Una vez refugiada, Elisabeth intentaba recobrar el aliento, pero oyó unos pasos que se acercaban y pudo distinguir la figura del señor Darcy que iba acercándose hacia ella, estaba completamente mojado y embarrado. ¿Qué le había impulsado a seguirla?

De repente el señor Darcy rompió el silencio sepulcral que había entre ambos.

-Señorita Elisabeth, he luchado en vano y ya no lo soporto más, estos últimos meses han sido un tormento. Vine a Rosings con la única idea verla a usted. –El señor Darcy tomó aire y continuó. –He luchado contra el sentido común, las expectativas de mi familia, mi integridad social, mi posición y circunstancias pero estoy dispuesto a dejarlas a un lado y pedirle que ponga fin a mi agonía.

- N-no comprendo. –Lizzy estaba completamente pálida, no entendía exactamente que era lo que estaba sucediendo.

-La amo, ardientemente. Por favor, le ruego que acepte mi mano.

Silencio… La mente de Lizzy no conseguía aclararse, estaba tan confusa, y él estaba tan nervioso, sus manos estaban en sus respectivos bolsillo, inquietas y esperando una contestación favorable por parte de la joven.

-Señor… -Empezó Lizzy luchando por mantenerle la mirada. –Me hago cargo de la lucha que ha mentido y lamento mucho haberle hecho sufrir, créame que no ha sido deliberado.

-¿Es esa su respuesta?

-Sí, señor Darcy.

-Se… ¿Se está riendo de mí? –Elisabeth negó con la cabeza cabizbaja. -¿Me está rechazando?

-Estoy segura de que esas consideraciones que le han estado frenando le ayudarán a superarlo. – Darcy seguía sin creer que la mujer que había dominado sus sueños y pensamientos le estuviera rechazando con tanta dureza.

-¿Puedo preguntarle por qué me rechaza sin fingir algo de cortesía? –La voz del imponente señor Darcy había dejado ese tono tan grave, casi no podía articular las palabras, se estaba quedando sin voz.

-Y yo a usted por qué se ha permitido decirme con el propósito evidente de ofenderme que me quiere contra los dictados de su corazón.

-No créame si… -Intentó llegar a decir el señor Darcy, pero Elisabeth y su enfado le interrumpieron.

-Si hubiese sido sólo descortés tendría al menos una excusa, pero tengo otras razones y usted lo sabe. –Espetó Lizzy subiendo el tono bastante irritada.

-¿Qué razones? –Preguntó Darcy que dejó de titubear.

-¿Cree que yo podría caer en la tentación de aceptar al hombre que ha destruido la felicidad de mi adorada hermana? ¿Se atreve a negarlo, señor Darcy? Usted separó a una joven pareja que se amaba y expuso a su amigo a la censura del mundo y a mi hermana a la burla que despierta las esperanzas frustradas sumiéndolos a los dos en el más vil recuerdo.

-No lo niego. –Elisabeth no podía creerlo, lo había confirmado delante de ella sin ninguna clase de tapujos.

-¿Cómo pudo hacerlo?

-Creí que su hermana le era indiferente.

-¿Indiferente?- Preguntó una incrédula Lizzy.

-Les observé y vi que su interés era más grande que el de ella.

-Porque ella es tímida.

-Bingley también lo es, pero estaba convencido de que ella no le amaba, lo hice por su propio bien.

-¡Mi hermana apenas me expresa sus sentimientos! Me imagino que también piensa que su fortuna…

El ambiente empezó a caldearse, la lluvia seguía golpeando con fuerza, pero esto no les parecía distraer. El tono de sus palabras empezó a aumentar. Lizzy se encontraba destrozada, pero no más que el corazón de Darcy, ya que discutiendo con ella, después del rechazo, no había posibilidad alguna de poner paz en su relación.

-No, no. Yo no le haría tal deshonor a su hermana, aunque se sugirió.

-¿Sugirió? –Pregunto Elisabeth extrañada.

-Era evidente que se trataba de un casamiento ventajoso. –El comentario fue realmente hiriente para Lizzy, pero ella consiguió mantener la compostura. Era evidente que Jane no estaba interesada en la fortuna de Bingley, Jane nunca podría comportarse así.

-¿Es que mi hermana dio esa impresión?

-¡No! No, sin embargo tengo que admitir que incluyó lo de su familia.

-¿El deseo de conocer gente? Está claro que el señor Bingley…

-No, era más que eso.

-¿Qué era?

-Era la falta de distención de su madre, de sus tres hermanas pequeñas e incluso de su padre. –Esto fue la gota que colmó el vaso para la joven. ¿Cómo ese despreciable hombre osaba hablar así de su querido padre? Os ojos de Elisabeth no podían crear lágrima alguna, pero Darcy comprendió su angustia y él solo quiso disculparse, se había comportado como un auténtico cretino. –Perdóneme, usted y su hermana Jane quedan excluidas de esto.

-¿Y qué me dice del señor Wickham? –Preguntó Lizzy un poco más calmada.

-¿El señor Wickham? –Darcy fue acercándose a Lizzy, sus rostros estaban muy próximos, los ojos de Darcy se encontraban al rojo vivo, no le gustaba para nada tener que hablar del señor Wickham. ¿Por qué tenía que hablarle de ese maldito desgraciado?

-¿Cómo puede excusar usted su comportamiento hacia él? –Elisabeth notaba que los ojos de Darcy estaban fijos en ella, era algo irritante e incómodo, habían perdido todo ese calor y cariño que desprendían hasta hace unos minutos.

-Parece usted muy interesada en los problemas de ese caballero.

-Me contó sus desventuras.

-Oh claro, sus desventuras han sido muy grandes. -¿Podía acaso ser que estuviera celoso de alguien como George Wickham? Su relación con Elisabeth era muy estrecha, más incluso que la suya con ella.

-Usted arruinó sus posibilidades y habla de él con desprecio.

-De modo que esa es la opinión que tiene de mí. Le agradezco que haya sido tan franca. Quizá habría pasado por alto sus faltas si su orgullo no hubiese… -Pero no pudo terminar.

-¿¡Mi orgullo?! –Dijo fascinada.

-¿Esperaba usted que dijera que me encantaba la vulgaridad de su familia? –Esta vez los ojos de Lizzy sí pudieron derramar una fugaz lágrima, Elisabeth se encontraba derrumbada y desolada, pero no se dejaría ganar por un hombre tan vil, egoísta y orgulloso como era Fitzwilliam Darcy.

-¿Esas son las palabras de un caballero? –Lizzy mantenía su compostura, n dejaba que las lágrimas y el llanto se apoderaran de ella. –Desde el momento en que le conocí, su arrogancia, su engreimiento y su desdén hacia los sentimientos ajenos me hicieron comprender que usted sería el último hombre en el mundo con el que decidiría casarme.

Darcy presionado por su deseo y la rabia apoyó sus manos en la pared, acortando la distancia con la señorita Bennet, atrapándola entre su cuerpo y la pared, no tenía escapatoria. La lluvia caía más fuerte, pero eso no les importaba, estaban sumidos cada uno en los ojos del otro. Los ojos de Darcy dejaron escapar toda la ira acumulada durante su discusión sobre Wickham y habían vuelto a transmitir esa serenidad tan cálida. Cada vez sus rostros eran más próximos hasta que finalmente Darcy depositó un suave beso sorbe los húmedos labios de Elisabeth.

-Siento haberla hecho perder el tiempo. –Dijo el señor Darcy apartándose de ella y haciendo una leve reverencia. Lizzy observó como aquel hombre iba alejándose por el paisaje mojado.

Las piernas de Lizzy no podían aguantar más su peso y entre tanto tembleque cayó sobre sus rodillas. El señor Darcy la había besado, estaba mal, pero se había sentido demasiado bien, le había gustado. Sentía su calor, deseaba volverlo a sentir pero ella lo había rechazado de toda forma posible. ¡Cómo podía pensar en esas cosas! Elisabeth había olvidado por completo toda la discusión, y entonces el odio volvió a hacer presencia en ella. Poco a poco los pensamientos fueron disipándose al igual que las negras nubes, dejando paso al sol. Era momento de que Elisabeth volviese a casa de los Collins, estarían preocupados por ella.