Hola hola, ya hasta se me habia olvidado como publicar una historia, pero estaba un tanto baja en inspiracion, con tdo las cosas me habia olvidado hasta de lo que era un FFic.

Bien, aqui traigo mi ultima saga: ¡OH! su nombre es "Feudal" y hasta el momento tengo 2 historias.

Bien, basta de tanto bla-bla y vamos con el fic.

Disclaimer: Como siempre, lamentablemente los personajes no me pertenecen, son propiedad de Kosuke Fujishima y solo los itulizó proque estoy muy fanatizada con ellos, como para inventar los mios.

-Hay cosas que coinciden con la historia Japonesa, pero no todo, asi que no lean mi fic para ir a dar una prueba de historia, porque muchas cosas son agregadas e inventadas.

Instrucciones
— ": son pensamientos del que cuenta la historia
" " entre comillas, pensamientos de los personajes o frases sarcasticas
Negrita persona nueva que entra a escena


— "Siempre he querido hacerle un regalo especial a esa persona, por eso me animé a escribirle este cuento; sobre una mujer que luchó valerosamente para proteger a los suyos.

Corría el año de 1866 y ella, Natsumi Tsugimoto, era la hija del consejero del señor Tokugawa… Yoshinobu Tokugawa"

Se abrazaron fuertemente y se despidieron con un beso en la mejilla. Los dos jóvenes se miraron por última y sonrieron, aunque ella no pudo evitar que algunas lágrimas rodaran por sus mejillas.

—Veras que nos volveremos a ver— le sonrió él y le acarició la mejilla. —Cuando esta guerra acabe, volveremos a vernos y estaremos juntos…— Le besó la frente –…todo el tiempo que se nos ha negado compartirlo, lo haremos, cuando vuelva.

—Tengo miedo… de no volver a verte. Sabes que eres lo único que me mantiene en esta casa.

—Ya hablé con nuestro padre y le he pedido que te mantenga con bien hasta mi regreso.

— ¿Crees que puedo confiar en él?— preguntó ella mientras él le enjuagaba las lagrimas.

—Solo dale una oportunidad— rogó el castaño. Aunque ella no quiso contestar, finalmente asintió.

—Señor Reiko— le dijo uno de sus soldados –Es la hora…— el joven militar asintió y besó por última vez a la mujer con quien conversaba. Se subió a su caballo, mientras algunos de sus sirvientes lo despedían.

— ¡Vamos!—. el joven se dio vuelta y acarició el rostro de su hermana.

Natsumi observó su espalda mientras él se alejaba montado en su caballo, con su armadura de combate lista para la guerra que se desencadenaba en las afuera de Kioto.

FEUDAL – My señor Feudal

Capítulo 1

Inescrupuloso

—Entonces está decidido, su excelencia— le dijo el viejo de los Tsugimoto; Un hombre de piel bronceada, con cabellos castaño y barba negra.

—Desde ahora no tiene que llamarme su excelencia, puede llamarme Daisuke— dijo él joven –Después de todo ya casi somos familia—

—Por su puesto. Puede contar con eso— los dos hombres estrecharon sus manos y sonrieron.

—.—.—.—

La chica se quedó observando el cofre que un día su amado hermano le había regalado. Lo abrió y observo su interior en donde descansaba un hermoso anillo de plata, con un pequeño diamante en el centro. Suspiró abatida y agarró el anillo en las manos para sentirlo cerca; hace unas semanas no sé hubiera imaginado lo que vendría: Corría el año de 1866, la ciudad de Kioto era fuertemente atacada por militares de parte de la familia imperial Meiji que intentaban terminar con el poder que poseía el señor Tokugawa. La resistencia de ese hombre era de acero, ya muchos de los shogunes se habían rendido, pero él mantenía su posición firme ¿Por cuánto tiempo? Nunca lo sabría. Las fronteras estaban siendo invadidas y la ciudad cercada. No había donde correr, ni esconderse, la única forma de salir de ahí era con la cabeza agacha y la cara inundada con la derrota y humillación, pero no era algo que él fuera a hacer. ¿Y que tenía que ver ella con eso? Nada, esa era la verdad. Sólo estaba ahí por decisión de su padre que había ordenado su traslado desde Edo (en donde ella vivía con su tío) hasta Kyoto donde no era bien recibida. Lo único que guardaba en esa casa que realmente le pertenecía era ese anillo y los recuerdos de su hombre.

La puerta se abrió de golpe, lo que la hizo saltar y abandonar sus recuerdos melancólicos. No había sentido los pasos de aquel inescrupuloso en el pasillo. Apretó con fuerza el anillo en sus manos y giró para encararlo. En su rostro no lucia la sorpresa y tampoco el agrado de tenerlo ahí.

— ¿Qué quieres?—. Preguntó con desanimo. El respeto que le guardaba terminó cuando él la abandonó a su suerte en la ciudad de Edo por el solo hecho de parecerse a su madre.

— ¿Esa es la forma de hablarle a tu padre? ¡Tienes que guardarme respeto!— le recriminó el hombre, con un tonó molesto. Tsu Tsugimoto era el consejero del shogun que lideraba Kyoto. Su presencia era importante para la sociedad y deseaba que su puesto lo siguieran utilizando los miembros de su familia, por ese motivo necesitaba a alguien inteligente, refinado y, por sobre todo, alguien que supiera mandar y ganarse su posición: un hombre, pero no fue así. En su familia había nacido una mujer que ahora se había vuelto irrespetuosa y vulgar; Su comportamiento impulsivo había ganado aun más el odio que su padre le tenía desde que nació. "¡Qué vergüenza y humillación!" Que el primer heredero fuera una mujer.

—El respeto no se da, se gana— el viejo se acercó a ella y le dio vuelta la cara con una bofetada. Natsumi se quedo en la misma posición sin voltear a mirarlo, pero sus ojos mostraban la ira que los envolvía.

—Algún día esa "petulancia" quedara arrastrada por una vara de hierro.

— ¿Inténtalo?—. El desafió hizo hervir la sangre del viejo, pero sonrió de mal humor y caminó hasta el armario que contenía las pertenencias de la joven.

—El dejarte ir desde pequeña y ser criada por tú tío; no fue una buena idea. "Mira en la mujer que te has convertido"— la miró con desprecio y sarcasmo.

—Di lo que quieras, tus palabras ya no me hieren.

—Bien, ya que nada de lo que yo diga te afecta entonces, no habrá problema— cerró la puerta del armario con un portazo seco y la encaró. –Arregla tus cosas, desde esta noche no te quedaras más en mi casa; Sólo te necesite aquí porque Reiko necesitaba una sirvienta.

—Hasta la calle es mejor – dijo ella más aliviada.

—Pero no he dicho que te irás a donde tú quieras— ella lo observó con sorpresa

— ¿Y donde se supone que tengo que ir?

—A la casa de tu esposo.

— ¡¿Qué?— preguntó exaltada y desorientada.

—Esta noche te irás a la casa del señor Tokugawa—. Le respondió –Los tiempos ahora son difíciles y por eso, he decidido lo mejor para tu futuro: "Con lo único que puedes serle útil a esta familia".

— ¡No!

—No dijiste que "lo que yo digiera no te afectaría"— le comentó con calma y sarcasmo, y se devolvió hasta el shoji*.

— ¡Estás loco si crees que dejaré que me obligues a casarme con un niño mimado!

— ¡Tienes que aprender a respetar!—. La afirmó del antebrazo y la zamarreó con brusquedad, pero con un ademan ella se soltó y lo empujó, lo que hizo que el hombre perdiera el equilibrio y se estrellara contra la delgada puerta que cedió y lo dejó caer hasta el pasillo de madera. Tsu levantó la vista furiosa hasta su hija por el agujero formado en la puerta.

— ¡Me has utilizado todo este tiempo sólo para tú beneficio!— lo interrumpió molesta.

—Y espero que por fin me des alguna utilidad— el hombre se levantó intentando mantener la calma y se quedo mirándola con rabia.

— ¡No! ¡No lo haré! ¡No me voy a casar con él!

— ¿Y qué harás? ¿Huir? No puedes salir de la ciudad y si te escondes aquí en la capital todos los guardias del palacio te buscaran, y será peor; Así que piensa las cosas antes de hacerlas— Se alejó por el pasillo sin escuchar las protestas de la chica.

Natsumi golpeó con fuerza el mueble lo que provocó una pequeña fisura y notó el anillo que aún mantenía en su mano Si se hubiera quedado en Edo, nada de eso estaría pasando.

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— ¡Que el grupo D, se dirija hasta la zona este! Rodearemos al ejército y los atacaremos— El hombre de cabellos castaños y ojos verdes miró a sus subordinados. Todos eran mayores que él: en esa guerra no importaba la dedicación o la experiencia, solo la clase social. Él tenía dieciséis años, pero, el ser parte de la familia Tsugimoto, que era una de las familias más ricas del país, lo hacían merecedor de un puesto elevado en el ejército. Solo se encargaba de dar órdenes y enviar a los soldados a las batallas, mientras, él se quedaba en su tienda protegido; Si las órdenes no eran las correctas eso no importaba mucho, después de todo, la mejor parte de la ciudad no era la que se iba a perder.

— ¡Señor Tsugimoto!— Uno de los generales ingreso en la tienda un poco azorado y se detuvo frente a él – Capitán, los grupos del ejército se están movilizando hasta la capital; Lo mejor será que interceptemos lo antes posible.

—Y así lo haremos. ¡Alisten a los soldados! No dejaremos que entren a la capital. ¡Por el señor Tokugawa!

— ¡Por el señor Tokugawa!— gritaron los demás y se encaminaron hasta sus puestos y sus caballos.

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El grupo se movilizaba hacía la tenue luz de los faroles de la ciudad. El bosque era denso, pero pudieron hacerse un camino por el cual transitar con sus caballos. Un caballo que venía en sentido contrario, hizo que el grupo se detuviera y se alarmara.

— ¡Capitán!— gritó la mujer que venía sobre el caballo. El hombre que dirigía la marcha se adelantó hasta su encuentro, al reconocerla.

—Aoi ¿Qué ha sucedido?— preguntó preocupado. Aoi era una mujer delgada, de largas piernas al descubierto y blanca piel, llevaba puesto un kimono suelto que le hacía ver sensual.

—Ellos saben que nos acercamos a la capital— Informó arreglándose la parte superior del Kimono que caía sobre sus hombros –Quieren emboscarnos—.

Uno de los soldados que iba más atrás, ganó terreno en su caballo y se unió a la improvisada reunión —Aoi ¿Cuántos son?— preguntó, intentando mantener calmado a su agitado caballo, mientras tiraba de las riendas. Su uniforme negro lucía impecable en contraste con su oscura piel, mientras que sus ojos relucían por la intensidad de la situación en la que se envolvían.

—No lo sé con certeza, pero vi alrededor de unos cincuenta a sesenta soldados. Están divididos en tres grupos y el primero está integrado por aristócratas.

— ¿Qué extraño? ¿Serán sus últimas reservas?— preguntó el último en llegar mirando a su superior.

—No, no creo— respondió el viejo capitán, quien era un hombre moreno de bigotes, con gran porte y de contextura gruesa –Es por la clase social, Tokaurin— dijo pensativo.

— ¿Clase social?— preguntó nuevamente el más joven (llamado Tokaurin) sin entender la respuesta de su líder.

—En efecto— respondió la única mujer presente –Los grupos se distribuyen por clase económica. Su capitán es un mocoso de dieciséis años que no sabe movilizarse sin su mayordomo.

—Debe pertenecer a alguna de las familias más acomodadas— comentó el viejo moreno.

— ¡Que miserables son!— comentó el teniente.

—Bien, bien; basta de platica— interrumpió el capitán —Tenemos que protegernos de su emboscada, aunque me gustaría ver cuáles son las capacidades del ejercito de Tokugawa, no estoy dispuesto a perder a ninguno de mis hombres— miró a las dos personas que lo acompañaban.

—Díganos sus ordenes, capitán—. El viejo asintió.

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—Señor Tsugimoto…— lo llamó uno de los hombres, entró en la tienda de campaña y observo al joven mirar una fotografía. –…Lo siento.

—No hay cuidado— respondió el joven afirmando con fuerza el retrato enmarcado que mantenía en su mano.

—Ya hemos enviado al grupo D.

—Bien. Espero que esto termine pronto— el joven observo al hombre de pie a cabeza –Avísame cuando vuelvan, quiero que me mantengan informado sobre la situación.

—Por supuesto, Señor Reiko— dijo el soldado y apenas dio un paso afuera de la tienda, los galopes y gritos de sus compañeros lo alertaron. Reiko no perdió el tiempo, siguió a su soldado y observó a sus subordinados ser atacados por los jinetes que portaban el traje enemigo. Él se dio media vuelta para buscar sus armas dentro de la carpa, pero, el filo de una espada rozándole la garganta lo detuvo.

—Nos encontramos cara a cara, capitán— el joven de cabellos castaños se quedó paralizado al ver a su enemigo tan cerca y amenazándolo bruscamente.

— ¿Y usted es...?

— ¿Por qué?— lo interrumpió — ¿Si soy un soldado de clase baja no podre matar a un aristócrata?

—No, no era por eso.

— ¡Tokaurin, deja de jugar!— le dijo un hombre robusto desde la montura de su caballo.

— ¿Tokaurin? ¿Shouji Tokaurin?— preguntó el castaño. Algunos disparos paralizaron el movimiento de los soldados del ejército, que cayeron de sus caballos. –He escuchado hablar mucho de ti— le dijo Reiko, pero el moreno no lo tomó en cuenta y rozó sobre su cuello la espada realizándole un fino corte.

— ¡Ordénales que se detengan!— Exigió el soldado.

—Nunca— respondió el joven.

—No tengo tiempo para perderlo contigo— Sin pensarlo más, el moreno traspaso el filo del metal sobre su rehén.

— ¡Esto será para todos aquellos que se rehúsen a obedecer!— exclamó un hombre: gordo y de contextura gruesa, con mirada fría y penetrante, y voz dura y tajante, que se acercaba al grupo. El cuerpo del joven líder cayó pesadamente al piso y su sangre se derramó por el suelo. Muchos de los soldados quedaron ahuyentados al ver la frialdad del moreno asesino y horrorizados por una muerte similar dejaron caer sus armas en señal de derrota. El viejo gordo sonrió y se alejó para dirigirse a sus hombres – ¡Reúnanlos a todos!

Shouji no se arrepintió de su acto; los hombres de Tokugawa eran igual de fríos a la hora de la batalla y si no lo hubiese matado, quizás, en otro momento él estaría en el lugar del joven capitán.

El bullicio proveniente de sus compañeros captó su atención, algunos de los soldados intentaban animar a sus compañeros a la batalla; Shouji negó con la cabeza al ver lo absurdo de la situación y dio unos pasos hacía ellos, pero de inmediato se detuvo al sentir algo crujir bajo su zapato. Con un movimiento rápido se agachó y recogió lo que se hallaba bajo su pie y cerca de la mano del capitán muerto. Era un retrato y la foto en él lo hizo horrorizarse,

—Puede ser…- observó el rostro del muerto y sus abiertos ojos verdes -…Reiko-

— ¿Qué te pasa, Shouji?— preguntó su capitán apeándose de su caballo y posándose a su lado.

—Capitán… tengo un mal presentimiento con respecto a este chico.

— ¿Lo conoces?

—No estoy seguro.

—Es un aristócrata— le respondió el capitán.

—No es eso lo que me preocupa—. Un tenso silencio se apoderó de ellos —Es Reiko— continuó diciendo el moreno —Reiko Tsugimoto— el viejo moreno palideció por la respuesta.

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—"Durante toda su niñez había vivido en la mansión de los Tsugimoto pero cuando cumplía sus siete años su madre falleció y su padre; horrorizado y atormentado por el parecido que ella poseía con su madre, la envió a vivir con su tío materno a Edo.

Ahí conoció lo que era la libertad que ninguna otra mujer tendría y también a su gran amor, y con él la promesa de matrimonio.

Durante los años que vivió en Kyoto pudo darse cuenta de las diferencias económicas que sumían al país. La llegada de los americanos abrió los ojos de los aristócratas de que Japón era un país cerrado al mundo y para poder desarrollarse tenía que cambiar las políticas de gobernación. Los mismos Daimyö fueron los que renunciaron a sus derechos y apoyaron al emperador Meiji; Pero no todos tomaron esa decisión, he ahí el conflicto, la ciudad de Kioto, bajo el control de Tokugawa, se negaba a firmar el tratado de sumisión.

Ahora el ejército del emperador era conocido como el ejército revolucionario por querer cambiar la forma de regir Japón, mientras, que el Shogunato que quedaba se resguardaba bajo el Shisengumi, un grupo que mantenía sus convicciones fuertemente arraigadas en un Japón tradicional.

Incluso los samuráis quienes habían sido perseguidos y hostigados habían tomado un lugar en el ejército revolucionario bajo el mando del emperador Meiji.

Ahora, Kioto contaba sus días bajo el poder del Shögun Tokugawa. No fue hasta un año después la muerte de Tokugawa Iemuchi…"—

Hace una semana la ciudad estaba vuelta un caos. Los soldados se paseaban con sus caballos eufóricamente, los gritos y los llantos de personas, de aldeas de los alrededores, se agruparon en las calles y plazas buscando un consuelo por sus hogares desbastados.

La desconfianza se posesionó de todos aquellos que habían venido de otras ciudades, incluida ella. Su padre la trataba como una traidora y la vigilaba y encerraba por largas horas. No podía hablar con nadie, ni enviar notas, porque todas eran interceptadas. No había manera de que ella pudiera contactarse con su tío, y ahora que su hermano se marchaba a dirigir una tropa ella se quedaba sola con su inescrupuloso padre, lo que le ocasionaría más de un problema.

Suspiró y observó desde su ventana a la luna que aparecía entre las nubes; Una de las pocas sirvientas que quedaban tomó la maleta de la joven y la dirigió hasta un carruaje que se había dispuesto para llevarla. Un hombre apareció detrás de ella,

—"Has pensado bien las cosas"— dijo dando énfasis a la conversación anterior con una sonrisa socarrona.

— ¡No!— Exclamó rotundamente, mientras seguía mirando la luna –No me casare con ese.

—Te lo diré otra vez— la interrumpió y con un movimiento rápido la obligó a mirarlo – ¡Aprende a hablarle a tus superiores! Agradece que vayas a irte con su excelencia Daisuke porque si te quedaras otro día aquí te hubiera castigado como es debido—. Intentó tranquilizarse y suspiró —No quiero escuchar quejas de su excelencia…— le dijo como advertencia –…ya que si haces algo me encargare, personalmente, de que las pagues y no seré tan blando como lo he sido hasta ahora.

—Haz lo que quieras; Tus amenazas no me intimidan— ella abofeteó la cara del hombre. Los ojos del viejo se llenaron de ira, pero tuvo que controlarse porque un soldado llegó hasta ellos.

—Está todo listo para que nos marchemos, señor.

—Bien— dijo con las mandíbulas apretadas por la rabia. Dirigió a la joven hasta el carruaje, apretándole el brazo, y la obligó a subir. –Aunque te parezcas a ella, nunca serás como tu madre.

—Nunca pretendí serlo—. Amargado por sus últimas palabras cerró la puerta con un movimiento brusco y caminó de nuevo a la casa. El soldado se inclinó mostrando sus respetos al viejo y subió a su caballo.

—Vigílela— dijo el viejo líder de los Tsugimoto –No vaya a ser que desaparezca.

—No se preocupe, señor— sonrió y asintió el soldado –Yo me ocupare de la seguridad de la señorita— El carruaje emprendió su marcha para perderse en la calle rodeada de humo.

Continuara…

Algunas aclaraciones.

EDO = Tokio; antes de 1868 la ciudad se llamaba Edo y fue bautizada como Tokio el 26 de octubre y ahí, durante el periodo Meiji, se transforma en la capital de Japón.

He cambiado la fecha del nacimiento de Yoshinobu Tokugawa porque me era difícil que un niño de veinte años tuviera tres hijos: uno de 28, 26 y 12 años. Nunca certifique si tuviera hijos, pero en todo lo que leí no los tenía.

El fic es completamente fantasioso, aunque tiene algunas reseñas históricas (entremedio), y otros nombres de Shogunes y dominios, no siempre es igual a la historia, así que si han leído algo de la historia Japonesa no piensen que concordará 100% con este fic.

Mi fic, en concordancia con la historia japonesa, termina con la guerra contra Yoshinobu, si la guerra siguió después… a nuestros personajes no le importan.

Iré colocando algunas imágenes en mi profile que se referirán a los trajes que utilizan o lugares que se describen en la historia.