Ginny es como un torbellino de fuego allá donde va, habla rápido y va corriendo a todos lados aunque no sea necesario. Habla alto, ríe mucho y la mitad del tiempo se lo pasa dejando atrás a quien sea porque nadie consigue seguirle el ritmo.

Es hiperactividad en estado puro.

Más de una vez sus compañeras de cuarto se la han encontrado sobre la cama, con una vieja camiseta de alguno de sus muchos hermanos saltando y cantando canciones muggles sintonizadas desde su vieja radio.

Y este año no va a ser para menos.

El primero de septiembre entró en el cuarto, seguida por Hermione y Gabrielle. Romilda, su compañera desde primero ya estaba acomodando sus cosas.

Romilda era buena chica, y muy maja, su único problema era que de cuatro palabras que decía cinco eran para piropear a un chico y Ginny, Ginny solo desconectaba… ¡Craso error!

Porque, si por una vez en su vida Ginny no hubiese desconectado al escuchar hablar a Romilda de "Chicos que no he visto nunca antes" no se hubiese llevado tal sorpresa unas semanas después…

Fue un miércoles, de madrugada, y cerca de las cocinas. Ginny tenía insomnio y normalmente para relajarse recorría con lentitud el castillo intentando que no la viesen para llegar a las cocinas y beber café hasta que se cansase. Lo que no sabía la pelirroja es que alguien, al otro lado del castillo y de la otra punta del continente había descubierto aquel pasatiempo, iba tan metida en sus pensamientos y le dolía tanto la cabeza por aquel insomnio que no se percató de que en el rellano que daba a las cocinas había un chico parado, con la varita en alto y algo desubicado, tampoco se percató del escalón falso y obviamente cayó los tres escalones que quedaban como si de un saco de patatas se tratase.

-¡Pero por Merlín seré patosa!

Posó las manos en el frío suelo de piedra para alzarse cuando escuchó una risa ronca sobre su cabeza. A Ginny se le pasaron por la cabeza mil adjetivos en el instante en el que sus ojos y los de aquel chico se juntaron, mil o dos mil… pero si le peguntasen que fue lo primero que pensó de él diría "Muy" únicamente muy, muy alto, muy rizado, muy verdes, muy guapo. A pesar de eso lo miró con su mejor cara de molestia porque, aunque extendió la mano para ayudarla, no dejó de reírse.

-¿Qué te hace tanta gracia, Pelomicrófono? –dijo frunciendo el ceño una vez de pié frente a él.

No obtuvo respuesta, solo unas cejas alzadas y humo de cigarro en la cara, aquel imbecil se estaba riendo de ella, bufó pasando a su lado con decisión, camino de las cocinas, ahora si que necesitaba con urgencia un café, uno bien cargado, y sin azúcar.

Llegó a las cocinas sin mirar atrás de nuevo, estaba muy cabreada, tampoco era culpa de aquel chico del todo, no era una buena noche y, por muy guapo que le hubiese parecido su manera de… reírse de ella había sido como la chispa que reaviva el fuego. Cerró los ojos con un bufido para pedirle a un elfo café en cantidades industriales cuando tras ella sonó lo que parecía la puerta abriéndose. Abrió los ojos y buscó algún sitio donde esconderse porque a esas horas no podía estar fuera de su sala común.

-Buenas noches señor Lestrange, un placer tenerlo en las cocinas de nuevo…

Ginny volvió la cabeza con tanta rapidez que podría haberse roto todas las vértebras al escuchar aquel apellido.

-¡TÚ! –dijeron ambos a la vez.

El silencio siguió al eco creado por sus gritos, un silencio pesado y tenso. Tan tenso como la mano de Ginny apretándose o el humo del cigarro del tal Lestrange saliendo de sus labios.

-¿Qué haces aquí? –dijo arrastrando las palabras intentando no estallar.

-Eso mismo podría preguntarte a ti, pelirroja –se movió con garbo por la cocina apoyándose en una encimera mientras seguía fumado con parsimonia, tenía la voz ronca y arrastraba las palabras con un marcado acento del norte- No son horas para estar por ahí, podrían castigarte…

Todo él era ironía, ojos verdes y humo entre los labios… Ginny tardó demasiado tiempo en contestar, y demasiado tiempo en apartar la mirada de sus labios y él lo notó.

-Y tú ¿Qué diablos haces aquí?

-Vengo a por café…

Lo dijo con toda la naturalidad del mundo y la pelirroja pestañeó un par de veces sin dar crédito, Ginny ansiaba algo que fuese solo para ella, tantos años rodeada de tantos hermanos y acudiendo a un colegio con habitaciones compartidas le habían dado una necesidad ingente de pasar pequeños lapsos de tiempo sola, difrutando de algo que le gustase, en este caso el café y las duchas tras los entrenamientos… sus momentos.

Pero en aquel momento, frente a ella alguien había usurpado su momento y una taza y una cafetera.

Hubo un silencio tenso en el que el muchacho se dedicó simplemente a mirarla y ella a ignorarlo, mientras esperaba su taza de café.

-Buenas noches-dijo de repente levantándose y dando media vuelta. Ginny lo miró por primera vez deseando que se fuese pero antes, él se volvió- Ya me explicarás algún día como es posible que sigas siendo guapa aun estando enfadada.

Sorpresa, estupor, VERGÜENZA.

Antes de poder darse cuenta volvía a estar sola en las cocinas.

Maldito el momento en el que decidió escaparse a las cocinas a por café, un segundo... ¡Maldito el día en el que aquel imbecil descubrió que podía robar café!

Podría contar fácilmente los años que había pasado sin saber de la existencia de Joey Lestrange. Diecisiete años, cuatro meses, cinco días. También podría contar las veces que se lo cruzo la semana siguiente a su noche de insomnio. Todos los días, dos o tres veces... incluso cuatro. Allá donde iba veía su pelo rizado, sus ojos verdes y sentía el olor dulzón de su cigarro en la cara.

Definitivamente se estaba volviendo loca y por desgracia Romilda no ayudaba para nada porque era de él del que estuvo hablando la primera noche del curso.

-Sí, viene nada más y nada menos que de Durmstrang… -dijo dijo a la hora de la comida mientras Hermione, Gabrielle y Luna la miraban hablar- Pero lo más fuerte de todo es su apellido…

-Lestrange… -acabó Ginny sin ni siquiera quererlo mientras removía su estofado, cuando se dio cuenta levantó la cabeza y dos pares de ojos la miraban sin comprender.

-¿Cómo sabes tu eso? –preguntó Hermione con perspicacia.

-Lo escuché el otro día en el corredor.

Luna, Gabs y Romilda se dieron por satisfechas y Ginny volvió a mirar con algo de asco su estofado.

Podría seguir contando las veces que se lo encontró, porque fueron más, muchas muchísimas más, en los pasillos, en pociones, en la puerta de la biblioteca, en los jardines.

En todos lados.

No hablaban, no se tocaban, a veces podría que él ni mirase pero ahí estaba, cerca, y Ginny cada vez se frustraba más porque solo era un chico y solo habían coincidido una vez y la situación se le estaba yendo de las manos.

-Esto se me va de las manos… -susurró para si misma una noche camino de la sala común aun pensando en lo mal que estaba llevando lo que fuese que le pasaba.

Ginny en sus pensamientos… mala idea… mala, mala idea porque volvió a confundir el escalón falso de las escaleras, solo que esta vez no llegó al frío suelo de piedra, algo frenó la caída.

MAYDAY, MAYDAY UN ESCUDO DE SLYTHERIN.

Hizo un movimiento de cabeza pero se frenó en seco al escuchar la ronca risa de la persona que la había recogido.

MAYDAY, MAYDAY ES EL TÍO DEL CAFÉ.

-¿Tu es que no tienes mejor manera de llamar mi atención que tirándote escaleras abajo siempre que me tienes cerca o que?- dijo el moreno, Ginny se separó tan deprisa de él que se hubiese caído si él no la tuviese bien agarrada por la cintura.

"Por la cintura, Ginevra." Y notó con horror como un intenso sonrojo subía por sus mejillas impidiendo que pudiese decir palabra alguna.

-Vaya, eres como un tomatito, pelirroja…

-Me llamo Ginny, gracias.

-No hay de que…

Sin mediar palabra intentó esquivarlo para seguir su camino y no tentar a la suerte y preparársela a aquel imbecil alemán. No avanzó ni dos pasos porque él, más rápido de lo que parecía la agarró de un brazo haciéndola frenar.

-¿Qué haces?

-Por lo menos podrías ser un poco amable e invitarme a un café en las cocinas por eso de ir chocándote conmigo siempre…

No la dejó contestar, simplemente levantó la comisura de los labios en lo que, para Ginny, fue la sonrisa más terriblemente sexy que había visto y la arrastró hasta las cocinas.

-No te has parado a pensar en que a lo mejor yo no quería café ¿Verdad?

-¿Acaso no quieres?

-No contigo, sin duda…

-Eres muy, muy gruñona ¿Lo sabías? –dijo acercándose a ella, que estaba ya sentada en la encimera esperando el café.

-Puede que solo sea gruñona porque me molestas demasiado…

-Oh, venga ya doña "mardy bum", solo hemos coincidido así, con esta vez, en dos ocasiones… tienes una fijación mala conmigo y yo soy bueno…

No. No era bueno, para nada, no lo era, su ironía, sus movimientos, su sonrisa, todo era en si algo malo, y lo peor es que él lo sabía y lo utilizaba en su contra.

-Can't we laugh and joke around –canturreó de repente al ver que la pelirroja no soltaba prenda, ni siquiera parpadeaba.

Ginny se movió rápido, muy rápido, porque nunca, pero nunca se hubiese imaginado que alguien cantaría esa estrofa de aquella canción que conocía tan bien.

-Remember cuddles in the kitchen –contestó ella en un susurro.

Se percató demasiado tarde de donde estaban y de que él la miraba con una sonrisa adornada con un cigarrillo a medio fumar y él estaba cada vez mas cerca, y ella cada vez menos consciente de sus actos y su olor a tabaco y sus ojos verdes y sus manos en la encimera, acechando.

Justo en el momento en el que Ginny supo que aquello iba a acabar mal se dio cuenta de que aun no sabía su nombre. Sabía su apellido, pero no el nombre de aquel imbecil que estaba a punto de besarlo, no tardó demasiado en descubrir el nombre y en que aquella pequeña burbuja que habían creado reventase.

-Joey Lestrange, señor, sus cafés se quedan fríos, señor.