La Lista

- Propiedad Privada de James Potter -

Era un rumor, un susurro silencioso que se escabulla entre las esquinas de ese enorme pasillo. Era un secreto que nadie conocía, pero que, a la vez, todos estaban esperando por escuchar. Una leyenda, que no tiene ni cabeza ni principio, que se fue desformando, transformando cada vez que pasaba de boca en boca, de cuadro en cuadro.

Su origen, no se sabe con certeza. Pudo haber empezado con los mismos fundadores, o hasta con el trío más revoltoso de la escuela (que, para el caso, era lo mismo).

Según le contaba el silencio de la noche, a los ululares de las hojas, el día de la semana, que no figuraba en el calendario, se reunían los chicos de cuatro casas sin nombre, en una habitación que el castillo no había visto en su vida para discutir lo que todos sabían y todos callaban. Cuentan las malas lenguas que existía un pergamino oculto en un mapa, que establecía las chicas que estaban disponibles, y las que estaban prohibidas, un pedazo de papel que daba el inicio a la cacería y al remate de ciegos corazones de esperanza de amor eterno.

- "Fue ayer a la noche" ¡¿Y a ella qué le importaba?! Hace cuatro años que seguía escuchando la misma idiotez. Ella no era un trofeo y ninguna tonta lista le iba a decir con quien debía y no salir. ¡No tenía un tatuaje que dijese "Propiedad Privada de James Potter"!... por poner un ejemplo, claro está. Además, ¡nunca nadie había visto esa dichosa lista! Seguramente era un invento de esas unineuronales.

- "¿Y eso es fundamental para que siga viviendo por qué…?" Había que admitirlo, adoraba ser sarcástica. Sentía que era una forma de utilizar su inteligencia para crear respuestas originales, y no caer en las mismas redundancias de siempre. Ella lo amaba, y para él, era una razón más para no sacarle los ojos de encima. Le encantaba como lo retaba con sus palabras, como hacía de cada charla, un duelo de verdades matizadas con la ironía, que confundía al amor con la obsesión, y al corazón con la mentira.

Lo sentía, le quemaba, la ponía nerviosa, y hasta hacia que algunas mariposas que no estaban en su panza por su culpa, despertaran de su eterno adormecimiento.

- "Tranquila, no te saco" Le dijo en un susurro la chica de pelo corto y ondulado, mientras que la batalla que desataban con las palabras ahora, terminaban con las miradas ¿Y eso por qué debía tranquilizarla? No es que creyera en esa estúpida lista, ni que estuviese de acuerdo con ella, pero debía admitir que su supuesta existencia justificaba muchas actitudes extrañas del sector masculino para con ella. Si es que ese Potter la tenía como suya, era lógico que el resto del alumnado nunca la hubiese invitado a salir… Ese Potter y sus manías obsesivas para con ella…

La clase había terminado, y antes de que él pudiera pararse para decirle algo, ya había desaparecido del aula.

- "¿Estás seguro de no querer cambiarla, Cornamenta?" Otra vez la voz de sus miedos invadía sus oídos con el gustito tan Black que tenía loco a gran parte de las estudiantes y alguna que otra profesora…

- "Ya sabes la respuesta Canuto" Y como el príncipe azul de un cuento de hadas, se dirigió hipnotizado hacia el lugar en que una princesa con matices dorados, lo esperaba en silencio.

Flash Back

-"¡Perdón!"

- "No"

-"¡Perdón!"

- "No"

-"¡¡¡Perdón!!!" Los ladridos de un joven merodeador, tan oscuro como su apellido, entraba por la puerta de la habitación del tercer piso de la torre de los leones, escoltando a un joven de cabellos dorados y mirada perdida.

- "Mira que de todas las chicas que podían haber en el colegio… de todas Canuto, ¡de todas!" Era tanta la frustración, que su garganta le impedía a las palabras salir.

- "¿Qué iba a saber yo que te seguía gustando? Eso fue en primero Lunático, ¡somos adolescentes!, cambiamos de gustos como de ropa interior" Sirius se tiró en su cama, mientras que sus penetrantes ojos oscuros, no le perdían pisada al hombre que se estaba convirtiendo en lobo, a pesar de no ser luna llena.

- "¡¡¡Yo no soy como tu!!!" Soltó Remus con el último suspiro de fuerza. Su cuerpo se desplomó en su colchón, mientras que la angustia y la tristeza, se sacaban el antifaz de la bronca, para dejarse ver tal cual eran.

- "¿Qué pasa aquí?" Un muchacho de ojos almendras entró en la alcoba como si un huracán hubiese azotado la torre. Solo necesitó que su mirada encontrase la del joven canino para entender más de lo que quería saber.

Sin dar explicaciones, se dirigió a su mesita de luz en busca de algo que sus dos amigos no llegaron a escuchar.

- "¡Aquí está!" Celebró luego de unos segundos. Se dirigió con paso torpe hacia donde estaban los otros dos y puso lo que estaba buscando sobre la cama de Sirius, mientras que Remus se acercaba para ver que se tenía entre manos.

- "¡Brillante!" Alabó Canuto, al preguntarse cómo no e le había ocurrido a él antes.

- "Pero ellas NO deben enterarse" Recalcó Remus, mientras agarraba una pluma y escribía unas palabras en el pergamino.

- "¿Y tu a quién escribirás Cornamenta?" Dubitó Sirius. Pero al merodeador no le alcanzó el tiempo para tener su respuesta, cuando una mirada con destellos rojos, chocaron con la suya. "Para que pregunté" Susurró en un suspiro, mientras negaba con la cabeza.

- "Ella es el amor de mi vida, me robó el corazón y jamás saldrá de esta lista, ni va a ser de otro Canuto, no la sacaré nunca, es palabra de merodeador."… Esa respuesta se fue repitiendo a lo largo de los cuatro años siguientes, mientras que las palabras "Lily Potter" resaltaban en la cabeza de un pergamino que no existía, escrito por un corazón de 13 años, que estaba aprendiendo a latir.

Fin del Flash Back

Había pasado cuatro años desde que habían escrito ese pergamino que se había agrandado, tanto por las cazas de su amigo Sirius, como por la cantidad de alumnos que, semana a semana, se agregaban a la lista. No es que él se hubiese quedado contando las estrellas todos estos años, mientras que "el resto" (como lo llamaba él), "todo el mundo en su sano juicio" (según Sirius) o "solo ustedes dos" (textuales palabras de Remus) se la pasaban divirtiéndose con cualquier chica que se le cursara por el pasillo. Definitivamente, no. Pero él sabía, que solo había e iba a haber una Señora Potter (además de su madre, claro está) en su corazón… y él, muy a pesar de muchos, ya la había marcado como suya aunque, era él el que le pertenecía a ella.

Esa noche era el baile de Halloween, y todavía le faltaba pedirle que vaya con él al baile 49 veces, que le grite unas 36 y que lo mande a la enfermería unas 15.

Y ahí estaba, tan linda como hipnotizada por su propia mente. Caminaba por el pasillo sin fijarse por donde andaba, sus pies conocían a la perfección esos pasillos, podía recorrerlos con los ojos cerrados y con Potter diciéndole cosas bonitas al odio (hipotéticamente, por supuesto).

- "¡Lily!... ¡Lily!... ¡Espera!" Antes de que sus piernas le respondieran y empezaran a correr nuevamente, el maldito ya estaba al lado suyo… agarrándole la mano. Una corriente eléctrica, como si millones de pequeñas hormiguitas estuviesen haciendo el camino hacia su corazón, desarmó sus sentidos y le hizo tragas cualquier insulto que pudiera salir de su boca. "¿Querrías…?"

- "¡James!" Una muchacha de su misma edad apareció de la nada, y se abalanzó sobre el pelinegro. La cara de Lily era un poema, el mismo que podría escribirle Voldemort a Dombledore… ¿Qué hacía esa chica sobre su Potter? ¿Y por qué diantre él no se la sacaba de encima? ¿Cómo venía tan campante a preguntarle si ella quería ir con él al baile (porque eso era obvio), y luego una rubia oxigenada con aguaras lo aprisionaba? ¿Es que pensaba que iba a dejar que la humillara 48 veces más?

No quiso explicaciones, ni pidió darlas. Las pocas ilusiones que tenía para ir al baile, se habían esfumado, tan rápido como una brisa invernal derrotaba las hojas de los árboles.

Cuando al fin James pudo liberarse de esa chica, que ni de su nombre se acordaba, pudo deslumbrar un espejismo rojo que doblaba por los pasillos y desaparecía, un reflejo que le dijo más que mil palabras: ella había estado pensando en decirle que si.

La tarde continuó con su marcha, como si ese pequeño milagro de noche de brujas no hubiese pasado, como si las lágrimas que delineaban un corazón roto no hubiesen dejado rastro.

La buscó, Merlín sabe que lo hizo, pero ni siquiera Hogwarts sabía donde estaba, era como si se hubiese convertido en un fantasma corpóreo que nadie veía.

- "¡Vamos Cornamenta! No es el fin del mundo, te has besado con todo el colegio en frente de ella, no es la primera vez ¿Qué le hace un dementor más a Azkaban?" Sirius Black se estaba arreglando para la fiesta. Si larga cabellera parecía agarrada por los ángeles, mientras que la oscuridad de su traje se confundía con la de su mirada.

- "¡Gracias Canuto!, con amigos como tu, ¿quién necesita enemigos?" Ironizó una voz proveniente de la ducha. Estaba exhausto y muy molesto. No solo porque no la había encontrado, sino porque alguien había dicho (por no decir gritado) en medio del Gran Salón, que el merodeador James Potter no tenía pareja esa noche. Y como si ese día fuese un extracto de la película "El Soltero más Codiciado", las alumnas (incluyendo también las que tenían citas), lo persiguieron por todo el colegio hasta que se escondió en su baño. Era una verdadera pena que todos supieran de su primera "no cita", todos, menos ella.

Si el día para él había sido un caos, era porque no había entrado a la habitación de las chicas. Era lo más parecido al fin del mundo que alguien haya podido ver en su vida, con rubores y tacos volando de aquí para allá.

Unas peinaban a otras, mientras que se ayudaban entre si para cambiarse. Se pasaban los ruleros y las medias. Pero dentro de ese caos de brillos, había un mundo aparte. Había una cama con doseles cerrados, como frontera entre dos realidades. Adentro, la presencia del silencio no le daba cabida al abrumador nerviosismo que invadía la habitación.

No quería ir, no tenía ganas, ¿qué iba a hacer toda la noche más que aburrirse y pasarla muy mal?... Pero, ¿por qué la pasaría mal?... "Porque va a estar con otra"… Eso era verdad pero, ¿por qué diantre nadie le invitaba a ella? ¿Era por es maldita lista? ¿Es que acaso es justo que ella se tenga que quedar a vestir santos mientras él va de cama en cama? ¡A no!, ¡eso si que no!, Lily Evans no nació para esperar a nadie, ¡ni que estuviésemos a principios de siglo!... Si James Potter quería guerra, ella le iba a mostrar el infierno, ya iba a ver que con ella nadie jugaba.

La pelirroja salió de su cama y se metió en la ducha sin darse cuenta de que los gritos habían cesado al momento que ella abría sus doseles… Algo raro ocurría con la prefecta perfecta, y James Potter no tardaría en enterarse…

El baile ya había empezado, no sabía si fue hace cinco minutos o una hora, dos cervezas de manteca o cuatro whiskey de fuego atrás… Ella no estaba, él no se divertía.

James Potter estaba sentado en una mesa lo suficientemente lejos de la entrada y la pista de baile como para ser el centro de atención de todas las miradas que en ese momento deseaban ser pelirrojas. Es que eso chico más lindo no podía estar, se ve que el desamor le sentaba de maravilla. Su pelo, tan alborotado, como su marca distintiva, bailaba con las luces que hipnotizaban el ambiente, mientras que su desaliñado estilo se confundía con la elegancia de la noche, como si acabara de bajar de su escoba. Sus labios habían tomado un brillo provocativo por las pequeñas gotitas de alcohol que se habían estancado en ellos, incitados a ser bebidos. Si, definitivamente no podía estar más lindo.

De repente, la música le deja lugar a la nada y esta, a los suspiros, los murmullos. Alguien había entrado al Gran Salón, pero la pregunta era, ¿quién?...