Amor en Tiempos de Guerra

Y cuando abrí los ojos, todo era el caos total, la muerte en compañeros y enemigos por igual tendidos en el piso alrededor de mí, el retumbar de los cañones se escuchaba estridente aún a pesar de que mis oídos estaban ensordecidos por la batalla. Miré al cielo, preguntándome qué hacía ahí, cómo había llegado a una situación tan precaria del ser humano como el ataque al prójimo, ¿cómo? La oscuridad se cernió sobre mí como unos brazos que me abrazaban arrancándome de esa cruda verdad, por minutos u horas, no lo sé, me mantuve en él, embriagándome del sabor falso de una muerte próxima que no llegaría, y así fue como recordé cómo había llegado ante esa situación.


Vivía en una ciudad en vías de desarrollo, la revolución industrial había llegado cambiando la vida de una sociedad hasta ahora sobria. Las casas humildes y pequeñas se cambiaron por edificios más grandes que albergaban familias enteras, los comercios antes sencillos y con poca oferta se disputaban ahora la población con productos diferentes que convirtieron en necesarios a través de la mercadotecnia simple. La vestimenta sencilla de líneas rectas y simples, se cambió por prendas ostentosas que cubrían el cuerpo de un hombre transformándolo en caballero ante los ojos de los demás y las damas se hacían relucir entre la multitud con grandes y vistosos vestidos. Estos cambios se dibujaban frente a mí siendo aún un niño, yo Sasuke Uchiha, no alcanzaba a comprender las implicaciones que tendría, la nube de la envidia y la codicia se iba depositando sobre mi pueblo y nos llevó a un momento de guerra y crueldad.

Si, cómo pasó, aún me lo pregunto, mi familia era humilde, aunque mi padre Fugaku trabajaba incansablemente era necesario más. Por lo que sin estudios o algo que pudiera hacer, me enlisté en el ejército de mi país natal. A los que bien servían a su patria les brindaban beneficios económicos y sociales, esto ayudaría a mi familia pero cambiaría mi vida radicalmente.


Cuando desperté de este sueño extraño enmarcado en el pasado, vi a mí alrededor lámparas que reducían mi visión con sus destellos, gente hablando incesantemente, y a mis costados más gente herida, si, esto era la guerra.

Me incorporé con dificultad, me dolía el costado derecho de mi abdomen, una venda me envolvía y la mancha roja se hacía cada vez más extensa como el mar en la arena. Una enfermera se dirigió hacia mí, me dijeron que debía descansar, yo lo negué con la cabeza, debía presentarme ahora más que nunca a mi base en la capital, quería ayudar a defender de esta barbarie a la tierra que me vio nacer.

Me vi ante el espejo que estaba a un lado de mi cama, ajeno a todo lo que había en esa habitación, como burlándose de retratar todo con la mira del reflejo de la verdad. Miré mi rostro, lo observé detenidamente, aún era joven, cabello negro que caía sutilmente frente a mis ojos que aún tenían esa chispa de vida que deseaba encontrar entre la profundidad oscura que habitaba en ellos. Mis labios se curvaron en una sonrisa de ironía, esbozaron mi desgracia con sutil amargura, carnosos y sin unos labios a los cuales llegar como los hombres de mi edad, ¿a dónde iban mis pensamientos en ese momento?

Bajé la mirada, mi torso musculoso definía mi edad y fuerza, a pesar de la venda abrazada a mí no me veía enfermo o débil, así que podía emprender el viaje a la ciudad principal y presentarme con mis superiores, estaba consciente de que la tarea difícil empezaría después de eso. Busqué con mirada inquisitiva mis objetos personales, no eran muchos, pero sabía que de algo podían servirme, al hallarlos los tomé con una punzada de dolor en mi costado y los coloqué sobre mi hombro. Mi postura despreocupada sorprendió a los doctores que ahí se hallaban, tomé una tostada de una bandeja que seguro iría a la cama de algún otro herido, y lo llevé a mi boca en un gran bocado. Nadie me detuvo, era hasta graciosa esa situación, mis sentimientos tendrían que anestesiarse o habría una debilidad emocional que un soldado en combate no debía demostrar o estaría muerto aún antes del combate.

Al salir de la base, me senté un momento mirando todo alrededor, la devastación se convertía en realidad mientras mis ojos repasaban cada centímetro de ese lugar. Antes del bombardeo, era un jardín lleno de risas de niños, charlas entre adultos, ladridos de los perros y el toque de vida que dan los árboles llenos de flores. Ahora no había nada, no había vida, sólo los desperdicios de una ciudad que había olvidado la grandeza envuelto en la cruda batalla que dan las armas. Me levanté suspirando, nuevamente ese dolor, ¿hasta cuándo iba a tener que soportarlo? No lo sabía, pero conocía el camino, debía dejar de ser débil. Caminé entre los escombros, tropezando con piedras y cadáveres, el aroma a muerte invadía mis pulmones asfixiando cada pensamiento y emoción de mi alma. Al llegar a la base, todos hablaban acerca del teniente, todos eran comentarios de la rudeza con la que les hablaba, de su fortaleza mental y de la forma tan rápida en las que armaba las estrategias. Increíblemente, me sentí bien al escuchar eso, quería estar bajo las órdenes de alguien en quien pudiera confiar y no dar mi vida en vano.

Al dejar mis cosas en la única cama vacía, escuché al soldado que estaba a mi lado comentar: -"En orden, ya viene". Imaginé que sería nuestro líder y guía, así que me puse en posición para poder recibirlo con respeto. Cuál fue mi sorpresa, que al entrar aquella persona en esa habitación, su rostro era fino, sus ojos jades, sagaces y rápidos nos miraban a todos con quietud, se podían observar las curvas de su cuerpo aún debajo del uniforme y su cabello (extrañamente rosa pálido) estaba oculto en una liga gruesa que lo ataba, mi teniente era Sakura Haruno, mi teniente era mujer, y para mi mala suerte, una muy atractiva.

Mis ojos no dejaban de mirarla, no era solo su belleza física lo que impactaba sino la fortaleza que demostraba, caminó entre nosotros evaluando a cada uno, pulcritud era lo que quería en ese momento y yo, recién salido del hospital ambulante, no tenía un buen semblante. Cuando llegó frente a mí, su cara enmarcaba el desagrado de ver a uno de sus soldados desaliñado, a lo que comentó con desdén:

-¿Y tú quién eres? No recuerdo que estuvieras bajo mi mando. Además, que agallas tienes para mostrarte así ante tu superior.- Le expliqué el ataque que había sufrido mi lugar de origen, ella murmuró algo y después se dirigió a la persona que la acompañaba solicitando que me trajeran mi uniforme.

-Vete a bañar- comentó, yo asentí y me retiré a las duchas buscando retirar el dolor físico y también mental.


El agua caía como lluvia sobre mí, me concentré en la herida que se abría paso en mi piel, ¿a dónde nos llevaría esta guerra? Cerré los ojos, frustrado, ya que no conocía la respuesta a eso, sabía que debía entrenar duro, no ser débil, -"Nunca más", susurré saliendo del agua poniéndome aquel uniforme que cubriría mi cuerpo de ahora en adelante como una segunda piel. Al terminar, se escuchó la alarma que indicaba que debíamos reunirnos en el patio, aún con dolor, me moví lo más rápido que pude, me formé en el lugar destinado para mí y esperé paciente las instrucciones. Mi teniente pasó frente a nosotros, su mirada se posaba en nuestros ojos solo unos segundos y después volvía a ver hacia el frente.

-Soldados, han sido reunidos aquí para defender a su país, no me interesa ser niñera de nadie, así que los que no estén dispuestos a seguir mis órdenes retírese ahora mismo que no hay lugar en mi cuartel.- Sus ojos eran desafiantes, una mirada tan dura que nos decía la seriedad de sus palabras, pero no, no iba a rendirme, así que me quedé.

-Bien, se han quedado, ahora empezará su entrenamiento- dijo ella esbozando una sonrisa irónica y me pareció que también tuvo un destello de diversión.


Tuve algunos problemas para editar este capítulo después de haberlo subido, por tanto, tuve que eliminarlo y subirlo de nuevo, pero agradezco mucho los reviews de:

Stefy UchiHaruno, Jime y Guess, gracias a ti el título de la historia tiene nombre.

Nos vemos en un próximo capítulo.