Un retillo al que le tenía muchas ganitas. Llevo tiempo dando la brasa con mi Taichi lesbiana y pues, por aquí empiezo a traerle. Y todo gracias a Genee que me retó (para que me callara, seguro xD).
Reto en el foro proyecto 1-8 de Digimon.
Datos del fic:
Título: Flor negra de mujer.
Pareja: Taiora. Mimashiro.
Género: Romance/drama/ humor.
Ranking: M.
Cantidad de capítulos: 2 o tres máximo.
Datos: OOC, IC, AU.
Advertencias: Homosexualidad, romance femenino. Erótismo. Violencia. Lengua Soez.
Disclaimer: Digimon no me pertenece...
ºFlor negra de mujerº
..
—¿Recuerdas cuando nos conocimos?
Ella ronronea por su caricia, por su voz cargada de la emoción de su momento íntimo. Sonríe como si no hubiera mañana.
—Lo recuerdo. Como si fuera ayer.
La mujer de sus sueños ríe, apoyándose en los codos y dejando su mejilla en su seno.
—No fue ayer. Pero… nunca pensé que tendría esta oportunidad. Siempre sola. Siempre alejada.
—Solo tenías que encontrarme.
Ella ríe. Nadie sabe quién de las dos exactamente. No importa. Ese es su artículo. La marca de lo que son.
Ellas…
Bien dicen que nunca debes juzgar un libro por su portada. Ni siquiera las letras por encima te informarán de si es bueno o malo. Para ello, has de sentarte, leer detenidamente, darle una oportunidad. Y así, solo quizás, el rumbo de sus páginas te guíen a un mundo desconocido.
Taichi Yagami, la hermana mayor de la familia Yagami, miraba con aburrimiento el cielo encapotado. Las gotas de lluvia cubrían todo el recinto escolar. El campo de futbol, el de tenis. Las pistas de atletismo. Todo.
Apoyó la barbilla en una mano y miró con cierta melancolía al césped húmedo. Ella había madrugado, algo que realmente la irritaba y costaba, pues era el tipo extraño de mujer que adoraba quedarse en la cama, rezagada hasta la última gota del minuto. Su pensamiento no cesaba de verse ofuscado: Un madrugón para nada.
No podía jugar a su adorado futbol.
Resbaló por la mesa hasta que su frente se pegó contra el frio verdor de la superficie. Jadeó y el resultado de su aliento se le pegó a la barbilla.
Su hiperactividad se veía afectada en los días de lluvia. Ella era el sol. El calor. La emoción. Las risas. La que iba en contra de todo lo que tenía que ser femenino. O quizás no todo. Por un lado, era una dichosa suerte que no tuviera entreno esa mañana.
Era lo único que concedía como disculpa a tal día. Y todo por el pecado de ser mujer. Se llevó una mano al vientre, justo a la zona que le dolía. Dichosa menstruación.
—Venga, no seas tímida.
Giró la cabeza, apoyando la mejilla en la mesa y sus ojos se fijaron en el grupo en la esquina trasera de la clase. Muchos nuevos habían llegado en tercer curso de otras escuelas. Algunos, por cierre de su escuela y otros, por sus resultados académicos. No conocía a todos los nuevos, pero algunos se habían integrado rápidamente.
Sin embargo, había una chica extraña en su clase. Una chica que resaltaba con el color de sus cabellos y por ser más tranquila, apartada, quizás algo reservada en sí misma, a los demás. Taichi no le había prestado mucha atención, quizás porque siempre vivía más en su mundo que en el que tuviera que ver con las demás chicas.
Ella estaba cómoda con los chicos, corriendo tras un balón, agradeciendo que sus senos fueran pequeños y no la importunaran. Tenía pocas amigas femeninas. La única que soportaba y era porque tenía más energía incluso que Taichi misma, era a Mimi Tachikawa, un año menor que ellos y que siempre la perseguía con idea de hacerle cambiar algo de su rebelde cabello.
Taichi se dejó una vez. Nunca más volvería a dejarse.
—Solo queremos que nos respondas, mujer. ¿Qué te cuesta?
Los chicos continuaban alrededor de la mesa de la chica. Uno de ellos había apoyado la mano sobre sus cosas en el escritorio y la muchacha había retrocedido. Sus ojos clavados en sus manos, temblando de rabia.
—Eso, eso— canturreó otro—, si solo queremos que nos digas qué tal eso de comer coños siendo una chica. ¿Qué se siente cuando te lo hace otra mujer?
Taichi se tensó y puso en pie de golpe. ¿Qué demonios estaba sucediendo? La muchacha se puso en pie a su vez, intentando marcharse. Tenía la cara colorada y el labio le temblaba.
El más cercano a ella, volvió a hacerla sentarse con brusquedad y Taichi no necesitó esperar más.
Se acercó a ellos dando pisotones de advertencias y aferró a uno del brazo hasta hacerlo atrás.
—¡Ustedes! — exclamó—. ¿A qué demonios jugáis?
Los muchachos se habían tensado pero al ver que se trataba de ella, bajaron la guardia.
—Ah. Solo es Yagami— dijo uno. Taichi lo fulminó con la mirada—. No deberías de meterte en esto. Tú todavía tienes reputación por ser la pareja de Ishida. No eres como esta chica.
Taichi estaba por responder a los rumores, deteniéndose cuando otro habló.
—Cierto. No deberías. Un compañera de nuestra clase nos ha hablado de ella. Resulta que la chica es más tortillera que otra cosa.
—Sí, sí— acompañó otro—. El chico nos contó que en una reunión que hablaban de cosas de mujeres, que a ti no te gustaría escuchar, Yagami, soltó que su tipo preferido de senos era uno en particular. Señaló al revista. Luego se puso colorada y salió corriendo.
Con las últimas palabras, estallaron en carcajadas. Taichi se mantuvo firme frente a ellos, cruzada de brazos. Los chicos detuvieron sus risas.
—¿Y qué? — cuestionó—. Las chicas también pensamos en cómo querríamos que fueran nuestros cuerpos, imbéciles.
—Ella no lo dijo por eso, Yagami. ¡Lo dijo porque le gustaban! ¡Le gustan las tetas! Según rumores, tiene hasta una novia a la que le come todo. Por eso sentimos curiosidad de preguntar qué se siente que te lo coma una mujer siendo mujer.
Taichi se tensó, aferró al sujeto del cuello hasta bajarlo hasta su altura.
—¿Tienes problemas de autoestima porque ninguna mujer se metería tu polla en la boca, imbécil? Porque solo un idiota con cerebro de pizza pensaría en preguntar algo así.
De una patada, lo echó hacia atrás. Alguien gritó. Taichi se agachó para esquivar el agarre hacia su persona por otro de los sujetos. Por el rabillo del ojo vio que la pelirroja cogía un cartapacio y golpeaba al sujeto en la cabeza. Pero ese despiste costó que cayera en las manos de otro de ellos, sujetándola con fuerza de las muñecas y exponiéndola a los demás.
—¿Sabes? Me empiezas ya a cabrear con tus costumbres machorras. Creo que tendremos que demostrarte lo que Ishida no hace contigo: Que eres una mujer.
Taichi sonrió de lado, valiente, sin temor. A veces se olvidaba que era una mujer realmente. Parecía haber nacido en un cuerpo equivocado.
—Antes de que puedas hacerme nada, mi pie estará dentro de tu bocota.
El sujeto rio y se echó hacia delante. Del mismo modo que salió expulsado hacia atrás cuando alguien tiró de él. Los demás chicos protestaron, pero callaron lentamente y el que la sujetaba, la soltó con sumo cuidado.
—¿Qué demonios creen que están haciendo?
La voz estaba cargada de furia. Taichi se frotó las muñecas y casi fue atropellada con los demás chicos saliendo despavoridos del aula. Alguien tiró de sus mejillas y se revolvió, dándole manotazos hasta que la soltó.
Yamato Ishida la miraba con el ceño fruncido y los ojos brillantes. Le colgaba la mochila de un brazo y las manos le temblaban de furia.
—¡Anda, Yamato! — saludó como si acabara de encontrárselo. Un tic apareció en el ojo de Ishida—. Podría haberme encargado yo solita de ellos. ¿Sabes?
—¿Ah, sí? — cuestionó este volviendo a tirarle de la mejilla—. No existe día sin que no te metas en jaleo. Siempre que quito el ojo de encima de ti estás peleándote, demonios.
Taichi le arreó una patada en la espinilla, logrando que la soltara. Frotándose la mejilla con ambas manos, le miró acusadoramente.
—Esta vez no fue mi culpa. O quizás sí. Bueh. ¿Qué importa? Lo importante es ella.
Se volvió hacia la chica nueva. Estaba contra la pared, con el cartapacio todavía entre sus manos pegado a su pecho. Les miraba de hito en hito, sin comprender. Repentinamente, rompió en llanto. Taichi dio un respingo.
—¿Qué diablos? — Exclamó. Se volvió hacia Ishida que pálido, miraba la escena sin comprender—. ¿¡Qué hacemos!?
Yamato se pasó una mano por los rubios cabellos, suspirando.
—Si quiere llorar, que lloré. No podemos hacer más.
—¿Qué dices, zopenco? — protestó Yagami pegándole con la cadera. Yamato se aferró el costado, haciéndose a un lado y dejándole paso.
Ante sus ojos, Taichi y arrastró a la chica nueva fuera de las clases, con las manos tomadas y chistando a todo aquel que preguntara.
Ishida chasqueó la lengua. Era capaz de hacer frente a tantos tipos como hiciera falta, pero cuando se trataba de Taichi Yagami, a veces era un huracán que no tenía freno
—
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Sora Takenouchi estaba más calmada. El pánico la había hecho temblar y llorar de una forma que jamás esperó. Mientras que su… ¿salvadora? Caminaba a grandes pasos frente a ella, insultando con palabrotas que jamás pensó escuchar en su vida, no supo si reír sería correcto.
Nunca pensó que una chica fuera a salvarla. Nunca.
Tampoco pensó que los rumores la persiguieran hasta ese lugar. Cuando decidió cambiarse de instituto lo hizo con el deseo de que dejaran de catalogarla, señalarla con el dedo o acusarla. Creía a fe ciega que a nadie debía de importarle qué era ella o qué se sentía.
No iba a negarlo: Le gustaban las chicas.
Lo había descubierto con el paso del tiempo, a medida que iba creciendo. No es algo que de un día para el otro te caiga del cielo y te diga: Ey, estabas caminando por el lugar equivocado. No.
Sora recordaba sus días en que empezó a comprender que mientras las demás chicas de su grupo de amigas miraban hacia el moreno guapísimo de turno, ella miraba hacia la chica de la otra cera, la que comía el Chupa Chups y sus labios rellenos se llenaban de aquel toque rosado dándole un toque sensual.
También era de las que se sentía incómoda a la hora de meterse en una habitación con mujeres cambiándose, caminando como las trajeron al mundo o compartiendo gustos de sujetadores. Ella no podía evitar fijarse en sus caderas, en sus pechos y desear a más de una de forma extraña.
Tampoco podía corresponder los sentimientos de los chicos. Intentó salir con un chico que terminó por destrozar. El muchacho la dejó preguntándole si era frígida. Ella respondió que solo era extraña.
Había hecho un buen trabajo escondiendo sus sentimientos hasta aquel día. El fatídico día en que se dejó llevar, sin querer, por sus opiniones.
Había llegado la primera a clase para encontrarse con más chicos en el aula, agazapados junto a la mesa del profesor. Estos explicaron que habían encontrado una revista pornográfica y reían con las ocurrencias. Señalaban qué clase de busto les gustaba más, labios y demás.
Sora se dejó llevar, cómoda por ver que otros podían pensar como ella. Se le olvidó que era mujer.
Cuando extendió el brazo y señaló el busto de aquella chica a la que ni siquiera conocía, el sufrimiento comenzó. Maltratos, gritos, insultos, palizas.
Y sí, huyó.
Sus amigas la dejaron de lado. Ninguna fue nunca a su casa y la tachaban de traidora. La última vez que las vio se alejaron, haciendo como si ella apestara mientras reían entre dientes y la insultaban de forma cruel.
Sora se sintió sola en el mundo. Ya no esperaba ayuda de nadie. Ni siquiera de su madre. Como rabia especial, se confesó a ella. Pero Toshiko Takenouchi la abrazó y alegó que la amaba del mismo modo. Sora pensó que aquello era como sentirse como una enferma.
Decidió vivir en su propio mundo, ajena. Y en su décimo día de clases, sucedía aquel evento.
El mundo a veces jugaba malas pasadas.
Lo único que podía hacer era alejar a esa chica de ella antes que terminara arrastrándola con ella. Además, ya tenía novio y a muchos no le importaba ese detalle.
—
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—Esos chicos no iban tan desencaminados.
Taichi detuvo sus pasos, con la adrenalina todavía golpeándole las venas. Miró hacia Sora. La chica se levantaba lentamente, mirándola fijamente, con una soledad increíble en sus ojos. Su boca se torció en una mueca de dolor.
—Me gustan las mujeres. Soy así de asquerosa.
A veces se preguntaba si ella era la que estaba al revés. El mundo muchas veces iba en su contra. Girando diferente a ella. Quizás por eso no podía comprender esas palabras.
Se detuvo con firmeza ante ella, inclinando la cabeza hacia delante sin dejar de escrutarla. Su compañera retrocedió, confusa.
Taichi sonrió.
—No hueles raro.
La tomó de la mano, rozando su palma. Ella más áspera que Sora.
—Tampoco eres dura ni me contagias nada. ¿Dónde está lo asqueroso?
—Pues… mi sexualidad, por ejemplo— respondió soltándose de ella—. Ya te lo he dicho. Me gustan las mujeres. Tú eres mujer.
Taichi agrandó los ojos.
—¡Pero eso no quiere decir nada! — exclamó—. Si nos acabamos de conocer como dice aquel. ¿Cómo vas a estar enamorada de mí? Además, la sexualidad no hace a una persona.
Y sonrió ampliamente, sacudiendo el mundo de Sora Takenouchi con esas solas palabras.
O al menos, eso pareciera. Volvió a llorar y se aferró a ella con manos y uñas, sollozando. Taichi se rascó la nuca, sin saber qué hacer.
Más tarde, pensativa y recostada en la cama de Yamato, Taichi continuaba cuestionándose esas cosas. Cruzó las piernas sobre la pared y miró hacia su amigo, quien rascaba las cuerdas de la guitarra mientras canturreaba por lo bajo algo.
—Yamato. —El susodicho enarcó una ceja para indicarle que le prestaba atención. Ella apoyó el comic que leía contra su pecho—. ¿Eres homosexual?
Una de las cuerdas de la guitarra se rompió y Yamato maldijo a diestro y siniestro mientras sacudía la mano. Su mirada se clavó en ella al chuparse el dedo.
—¿Qué demonios preguntas?
Taichi rio y repitió su pregunta. El rubio dejó la guitarra a un lado para acercarse a un cajón del armario.
—No lo soy. Me gustan las mujeres.
Taichi lo sopesó. Observó su trasero mientras se agachaba y buscaba una cuerda nueva.
—¿Por qué no sales con una entonces?
Yamato se envaró. Desenrolló la cuerda lentamente y la miró. Taichi simplemente le devolvió la mirada.
—Si saliera con una chica… ¿Te sentirías cómoda?
—¿Qué tengo que ver yo? — cuestionó rodando y quedando boca abajo. Yamato enrojeció, carraspeando.
—Para empezar, ciérrate la camisa.
Taichi obedeció a regañadientes.
—Lo siguiente y principal. Si estuviera saliendo con una mujer, tú no estarías aquí. ¿Comprendes?
—¿Por qué no? — dudó sentándose y mirándole fijamente. Yamato bufó desesperado.
—Obviamente porque querría hacer cosas con ella. Cosas que no puedo hacer contigo delante.
—Hoy día todo el mundo se besa. Vas al pasillo de los de cuarto y parece que todos los alumnos tengan que estar morreándose— farfulló Taichi haciendo un gesto asqueroso con la lengua.
—Te aseguro que querría hacer algo más que morrearme con la chica que me gusta, Taichi. De todos modos. ¿Por qué el repentino interés por esto ahora? — cuestionó. Hubo una pausa. Yamato no necesitaba mucho para comprenderla—. ¿Es por esa chica?
Taichi clavó la mirada en él durante un segundo, como si su mente intentara separar las primeras palabras con la pregunta. Finalmente, suspiró, apoyándose las manos contra el colchón y mirándole desde su posición.
—Creo que…
—Junta las piernas. No tengo por qué verte las bragas.
Taichi bufó.
—Últimamente protestas por todo, demonios. Ya las cierro, ya. —Empujó las piernas hasta que sus rodillas se golpearon—. Lo que decía de la chica esa. Sora…
—Sora Takenouchi.
—Eso. Espera. ¿Te has aprendido su apellido y todo?
—Es lo menos que deberías hacer tú— reprendió Ishida—. La salvas y no recuerdas ni su apellido.
—Solo me quedé con su nombre. Somos amigas, así que…— Encogió los hombros—. Además, a ti te llamo Yamato desde siempre.
—Somos amigos de siempre. A ella la acabas de conocer. Igual te tomas muchas familiaridades.
Taichi golpeó repetidas veces con el pie en el suelo, cruzando los brazos en el pecho.
—No me digas que también te crees esos rumores. Porque, por si no recuerdas, también está el rumor de que nosotros estamos saliendo, cosa que no es verdad.
Yamato rodó los ojos.
—Dímelo a mí que tengo fama de infiel por culpa de ese rumor.
—¿Ves? Para serme infiel tendríamos que salir, cosa que no hacemos. ¿O lo hacemos?
Ishida entrecerró los ojos, mirándola fijamente. Hubo un silencio de intercambio de miradas, roto por sus dedos tropezar con la guitarra.
—No. No salimos.
La boca femenina se curvó en una sonrisa. Se puso en pie y tras golpearle los hombros con fuerza, pegó su frente a él.
—Pienso hacerme amiga de esa chica. Existan los rumores que existan. La traeré aquí alguna que otra vez.
—¿Qué? ¡No! — protestó echándose hacia atrás.
Pero Taichi ya no escuchaba, hablando sin parar de juegos, risas y demás tareas divertidas que preparaba alocadamente.
—
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Yamato solo pudo ver desde lejos como crecía la amistad entre ambas. Taichi era de las personas cabezotas que no se rendían, por ello, llegó hasta el punto de pedirle al profesor un cambio de pupitres y cuando la gente dudaba de sentarse junto a Sora, ella fue la que ocupó el pupitre a su lado.
Y también lo arrastró a él, sentándose justo frente a la chica. Tras una corta presentación, Yamato decidió no prestar más atención a algo que no fuera el exterior del aula.
Pero era realmente difícil.
Taichi no callaba ni bajo el agua. Varias veces la castigaron contra la pared, le pusieron el gorro del burro, libros, baldes… no importaba. Ella reía y seguía cabezonamente gritando a viento y marea que iba a hacerse amiga de Sora Takenouchi.
Entonces, llegó el día en que ambas terminaron en su casa.
Sora era educada mientras que Taichi era un terremoto. La chica nueva estaba más cómoda y hablaba de cualquier cosa ya. Taichi le sacaba las respuestas con facilidad, así como los sonrojos.
Lejos de lo que llegó a pensar que se sentiría, Yamato empezó a sentirse cómodo con ella allí y fue interesante ver que Taichi podía sacar un poco más su lado femenino. No es que hubiera dejado de abrir las piernas y correr tras un balón. Y mucho menos eructar frente a cualquiera o rascarse el trasero.
Ambas reían en la alfombra, tomando su té y comiendo sus patatillas. Se agarraban para mostrarse algo, reían por cualquier cosa y se abrazaban cuando menos pensaban.
Yamato sopesó si realmente aquello no estaba yendo por otros railes.
Como por ejemplo, a algo más que amigas.
Continuará...
