Nebelstreif: El rastro de la niebla
Por Maru de Kusanagi
DISCLAIMER: Bleach no me pertenece, ni nunca me pertenecerá, a menos que me case con su autor, me divorcie o enviude (seguramente lo segundo por vengarme de que mató a Gin Ichimaru) y obtenga los derechos sobre ella. Si eso pasara, dejaría que cualquier fan siguiese escribiendo lo que se le ocurra. En fin, esto es sólo una historia hecha por amor a esta serie y al arte de escribir. Por cierto, esta historia esta basada en un argumento original propio pero la musa reversionadora es Game of Thrones de G.G. Martin.
Mein Sohn, was birgst du so bang dein Geischt?_
Siehst, Vater, du den Erlkönig nicht?_
Den Erlenköning mit Kron' und Schweif?_
Mein Sohn, es ist ein Nebelstreif._
GOETHE, ERLKÖNIG (El rey de los elfos)
ZANGETSU
La nieve caía silenciosamente en el bosque. La mañana había llegado, helada como la noche, o quizás peor. Era curioso como el frío parecía levantarse con un mayor impulso cuando el sol decidía mostrarse tras las nubes de invierno.
Al menos no llovía, pensó el lobo, mientras sentía arrebujarse contra su cálida piel al niño.
"Zangetsu… tengo hambre…"
El lobo negro de melena larga lamió el rostro del niño de cabello naranja. Llevaban más de un mes ocultándose en el bosque, deteniéndose poco tiempo en cualquier parte, temerosos de ser hallados por aquellos que seguramente les seguían el rastro. Zangetsu resopló y alzó la cabeza para ver más allá del hueco del tronco que les servía de guarida, que era un pequeño espacio que apenas dejaba ver algo tras la nevada. El niño comenzó a llorar en silencio entre sueños, y Zangetsu apoyó su pesada cabeza contra la del chiquillo. Era una empresa perdida continuar de esa manera, y lo sabía muy bien. Debía llevar al niño con los humanos.
Al rato decidió salir del refugio y buscarle algo: alguna baya, hongos, o, sino, debería obligarlo a comer algo crudo otra vez. Se sacudió la nieve del cuerpo, y cuando iba a marcharse se puso en guardia, pero ya era demasiado tarde. Un pétalo de sakura, apenas rosado y casi imperceptible entre los copos que caían, rasgó su piel sin problemas, como si fuera una navaja. Las gotas de su sangre roja dieron tono al blanco.
"Lobo," dijo una voz pausada, quieta, acostumbrada a dar órdenes "estas lejos de tu territorio."
Zangetsu recompuso la guardia, gruñendo. Sus ojos se encendieron con llamas rojas, y la herida dejo de sangrarle.
"Responde, animal" volvió a ordenar la voz, y Zangetsu se volvió a su izquierda. Allí, parado bajo la nieve, había uno de ellos. Cabellos negros por los hombros, piel blanca y el uniforme de líder. Un shinigami, dios de la muerte. Zangetsu sabía de ellos: los vampiros que cambiaron la sangre por la energía espiritual de los espíritus caídos, eran una suerte de vampiros vegetarianos que mantenían una tregua con la mayoría de los humanos, aunque sabía que en ocasiones se alimentaban de humanos cuya energía era atractiva para ellos. Y su protegido poseía mucha de la que estaba seguro le gustaba a los shinigamis. Los pétalos de sakura parecían revolverse alrededor del shinigami que lo había atacado, y Zangetsu calculo sus posibilidades: era segura su huida, pero si estuviese solo. "Dispersión."
Los pétalos se agitaron al viento y cortaron el aire. Zangetsu sacudió las orejas, y trató de esquivar el ataque. Cayó a tres metros del tronco hueco, bufando y sangrando de múltiples tajos. El maldito no lo había matado, pero las heridas dolían con cada aspiración y exhalación que daba.
"Abarai," dijo el shinigami, acercándose lentamente a Zangetsu "revisa el tronco."
Zangetsu hizo un esfuerzo por incorporarse, pero otra oleada de pétalos volvió a aguijonarle. Aulló de dolor, viendo como otro shinigami, de cabellos rojo sangre quitaba la nieve que ocultaba la entrada.
"Ichigo…" gruñó.
Ichigo abrió los ojos para ver a un hombre joven, de piel un poco más oscura que la suya, ojos y cabellos color rojo vivo y unas cejas raras, parecidas a tatuajes. Vestía unas ropas negras y parecía amable.
"Hola." Dijo el hombre.
Ichigo no respondió. Miró más allá del hombro del pelirrojo y vio al lobo caído.
"¡Zangetsu!" corrió hacia el lobo y lo cubrió con su cuerpo, que apenas alcanzaba para tapar la mitad del animal. Miró con ojos furiosos al sujeto de los pétalos "¡Déjalo!"
"¿Cuál es su decisión, señor?" dijo el pelirrojo al cabo de un momento.
"El lobo morirá si no es atendido. Así como el niño." Dijo con voz helada el de los pétalos. "Regresemos."
Abarai miro al niño y al lobo.
"No es mi intención contrariarlo" dijo al fin "pero esto es, por lo menos, llamativo. Un humano y un lobo, lejos de territorio seguro... ¿No lo considera digno de ser indagado?"
"Como dije, morirán. No es asunto mío lo que les suceda. Pero, si te interesa, tampoco objetará al respecto. Será responsabilidad tuya."
Abarai miró un momento a su señor, quien ya se había marchado, y luego se inclinó junto al niño. El lobo gruñó y el chico se aferró con más fuerza. Los alzó a ambos sin problema alguno, como si fueran tan ligeros como la nieve que había dejado de caer.
