Disclaimer: Mortal Kombat y sus personajes, pertenecen a Netherrealm Studios, WarnerBros y a sus respectivos creadores.


Más que un héroe.


Capítulo I: Invasión: El Inicio de Todo.

Edenia atravesaba por una época muy pacífica, en la que todo era calma y orden.

La bella y audaz princesa Kitana estaba por volverse reina al unir su vida con Liu Kang, quien alguna vez fue un modesto monje Shaolin que ofreció su poder para luchar en los torneos de Mortal Kombat, resultando vencedor en múltiples ocasiones y salvando a su reino del mal. Todo eso quedó en el pasado, pues se había convertido en el poderoso dios del fuego.

Para contraer matrimonio con Kitana accedió a renunciar a todo lo relacionado con su lugar de procedencia como habitante del Earthrealm, y así aspirar a ser rey de Edenia.

Junto a su mujer, liderarían el paradisíaco reino; sin embargo, Liu Kang, al ser originario de la Tierra, debía cumplir una cláusula, la cual establecía un plazo de 2 años para tener un descendiente, lo que le otorgaría el derecho de ser rey edeniano, además de que era muy necesario tener a quién heredar la corona para garantizar la seguridad del territorio cuando los reyes perecieran.

Si el plazo se vencía y el matrimonio no había conseguido procrear al descendiente, no solo se denegaba el título de monarca a Liu Kang, sino que como la norma lo indicaba, Edenia no podría ser regida hasta que Kitana contrajera matrimonio con un príncipe residente y originario de ahí; lo cual sería muy peligroso, pues mientras eso se llevaba a cabo el reino quedaría desprotegido al no estar gobernado por nadie.

A pesar del riesgo, Kitana y Liu Kang no dudaron en acceder, ya que estaban seguros de que muy pronto tendrían a su hijo o hija que les traería abundante prosperidad en muchos sentidos.

Para su desgracia esos planes llegaron a oídos de Shao Kahn, quien se entusiasmó al saber que uno de los reinos que más ha asediado tenía posibilidades de quedar desamparado. Su gozo fue mayor cuando vio que el tiempo se estaba agotando y aquel descendiente aún no había sido procreado.

Eso lo motivó a hacer grandes proyectos; prácticamente visualizaba el reino como suyo. Aprovecharía el lapso en el que esas tierras quedarían libres de gobernantes para adueñarse de ellas y así autoproclamarse el nuevo Emperador de Edenia.

Pero todos sus planes se vinieron abajo a muy poco tiempo de terminarse el plazo.

La vida premió a los próximos reyes con una hija. Nacida en una hermosa y cálida mañana, la futura sucesora fue nombrada Kina. Pronto comenzarían a alistar todo para el nombramiento de Liu Kang como regidor supremo.

Shao Kahn enfureció, pues estaba convencido de que ese reino iba a ser de su propiedad; no soportó pensar que sus aspiraciones ya no se verían cristalizadas.

Presa de la ira y negándose a darse por vencido, y sin darles tiempo a los futuros reyes edenianos de preparar su defensa, el atroz emperador del Outworld reunió a sus más sanguinarios soldados, y los alistó para una invasión al reino paradisíaco. Pensó que era la oportunidad perfecta de apropiarse de esas tierras que tanto deseaba.

Varios portales se abrieron en Edenia y de ellos emergían soldados que atacaban a cualquier inocente que se atravesara en su camino. Pronto la situación era muy tensa. Grandes cantidades de militares enemigos invadían las bellas calles. Era desolador observar a los habitantes siendo esclavizados y caminando encadenados a una muerte segura.

Liu Kang y Kitana se lamentaron, pues cuando las cosas estaban saliendo bien, la tragedia llegó sin avisar. Al ver las numerosas oleadas de soldados que entraban y arrasaban inmisericordes con todo lo que había a su paso, y sabiendo que los guerreros edenianos no eran suficientes para contrarrestar esa amenaza, convocaron a Raiden y a los guerreros del Earthrealm para unir fuerzas tratando inútilmente de detener la invasión.

–Kitana, no lo lograremos. Todo nuestro ejército ha sido masacrado y aún siguen entrando más soldados de Shao Kahn al reino. En cualquier momento vendrán a tomar el palacio –Dijo Jade con mucho dolor de saber que todo estaba perdido.

La todavía princesa agachó la cabeza lamentándose, sin extrañarle las palabras de su fiel guardiana.

Un mensajero abrió las puertas de un fuerte golpe y se hincó ante la bella mujer de azul.

–Su alteza, los guerreros del Earthrealm han llegado –Dijo jadeante.

Kitana miró a su amiga con un brillo de esperanza en sus ojos.

–Tráigalos de inmediato –Ordenó.

El mensajero se levantó y salió rápidamente para informar a los luchadores que su señora solicita su presencia en el palacio.

Después entró Liu Kang, furioso por la catástrofe que imperaba en el entorno.

–¡Tengo que encararlo! ¡No puede seguir con esto! –Exclamó decidido a enfrentar a Shao Kahn, pues estaba horrorizado de ver en lo que había convertido las calles de su nuevo hogar.

– No puedes hacerlo ahora, te asesinará. Nuestros amigos ya están aquí –Dijo Kitana intentando calmarlo.

La guerrera de azul miró hacia atrás, en donde estaba la cuna en la que dormía tranquilamente su hija casi recién nacida.

–Piensa en ella –Agregó suplicante, tomando las manos de su esposo.

Liu Kang giró su cabeza y observó la cuna, escuchando los inocentes quejidos de la pequeña niña. Desde antes que naciera, anhelaba verla crecer y vivir en paz.

–En ella estoy pensando –Contestó con tristeza, tratando de hacer entender a su mujer que debía arriesgarse por el bien de su hija.

La mirada de preocupación de Kitana se transformó en una de calma al ver varios rostros familiares adentrándose a su palacio.

Se trataba de Sonya Blade, Jax, Johnny Cage, Raiden y Kung Lao.

–Bien, bien. Espero que tengan una buena excusa para haberme hecho venir hasta acá en mi día libre –Bromeó impertinentemente Johnny Cage, causando que Sonya le diera un codazo por su imprudencia.

–No puedo creer lo que está pasando –Expresó el dios del trueno indignado por toda la destrucción que Kahn estaba cometiendo.

–Kitana, es inminente que vengan hasta aquí. El blanco principal de Shao Kahn es… –Iba a decir la teniente Sonya, pero no pudo terminar, pues sus afirmaciones eran muy dolorosas.

–Sí, lo sé. Vienen por nuestra hija –Terminó de decir la princesa.

Un amargo silencio invadió el palacio por un momento, mientras los guerreros miraban al matrimonio real abrazándose con incertidumbre.

El fiel amigo de Liu Kang dio un paso adelante.

–Kitana, Liu Kang, no teman; juntos lograremos vencerlos. Confiamos en ustedes –Dijo Kung Lao y volteó a ver a sus acompañantes, quienes asintieron estando de acuerdo con sus palabras.

Liu Kang rompió el abrazo y se dirigió a su amigo.

–Y nosotros también confiamos en ustedes; por eso están aquí –Contestó agradecido por su ayuda y por su aliento.

El momento fue interrumpido gracias al sonido de cientos de pies corriendo que se escuchaban cada vez más cerca del elegante recinto.

Kitana se apresuró a asomarse a uno de los ventanales y con horror vio que el enemigo al fin había llegado.

–¡Están aquí! ¡Van a tomar el palacio! –Exclamó agitada.

Los guerreros aliados corrieron a los ventanales para ver con sus propios ojos lo que estaba ocurriendo.

Liu Kang golpeó la pared en su desesperación cuando vio a ese intimidante ejército aproximarse.

–¡Kitana, lleva a Kina a nuestro dormitorio y quédate con ella! ¡No salgas bajo ningún motivo! –Indicó temiendo por la seguridad de su hija.

–Liu Kang… –Dijo la princesa al borde del llanto, con ansias de llevarse a la niña y hacer lo que su marido le dijo, pero a la vez temerosa por él y con deseos de quedarse a luchar a su lado.

–¡Hazlo ya! –Exclamó enfurecido.

Kitana miró por última vez a su esposo y le dio un abrazo, sabiendo que estaba por arriesgar su vida.

–Prométeme que vas a estar bien –Imploró la mujer envolviéndolo fuertemente con sus brazos.

Liu Kang le correspondió el abrazo; sin embargo un nudo en la garganta le impidió hablar.

–¡Kitana, no hay tiempo que perder! ¡Llévate a Kina! –Recomendó Jade, comprendiendo el difícil momento, pero preocupada por la niña.

La princesa soltó con mucho dolor y dificultad a su esposo, observándolo unos segundos negándose a abandonarlo; sin embargo, cayó en la cuenta de que su hija era vulnerable y necesitaban recluirse en su dormitorio de inmediato, confiando que entre él y sus amigos, lograrían acabar con las amenazas.

Corrió hacia la cuna donde dormía su hija y la cargó, llevándosela apresuradamente. Subió las escaleras que conducían a su habitación y cerró la puerta con llave, aterrada por la incertidumbre de la batalla que estaba por venir.

Mientras tanto, Liu Kang y los valientes guerreros de la Tierra esperaron la entrada de sus enemigos al palacio.

Fuertes estruendos resonaban de los portones que eran golpeados por los invasores con el fin de destruirlos y así adentrarse a lo que creen ahora es propiedad de su señor Shao Kahn.

Liu Kang estaba erguido frente a los portones, y con sus puños bien cerrados esperando a que los militares asaltaran su hogar.

Sus leales compañeros estaban detrás de él contemplando su valentía, y cuando sintieron que las amenazas estaban por romper las enormes puertas, uno a uno caminó hacia Liu Kang para estar a su lado, listos para defender el palacio.

Al fin lograron su cometido y con un golpe final propiciado por un mazo, los portones de fina madera cayeron en mil pedazos regándose por todo el suelo de mármol.

Los soldados de Shao Kahn entraron al recinto, con sus armas levantadas y gritando, intentando amedrentar a los que estaban en el interior.

Apenas los vio correr hacia él y sus amigos, Liu Kang creó una enorme bola de fuego que arrojó hacia los invasores.

Como si sus mentes hubieran estado conectadas, sus amigos atacaron al mismo tiempo con los proyectiles que tenían a su alcance.

Sonya Blade lanzó su ráfaga rosa que impactó en varios soldados haciéndolos caer, víctimas del dolor; Jax sacó su ametralladora, que siempre lleva con él y disparó en todas direcciones; Raiden creo un potente rayo, dañando seriamente a una buena parte del ejército; y Johnny Cage arrojó una esfera de energía verde, que derribó a todos aquellos que se interpusieron en su trayectoria.

A pesar de que muchos soldados tuvieron el infortunio de ser tocados por tan letales ataques, oleadas de más incontables enemigos emergían de portales que se abrían por doquier.

Fue inminente tener que luchar cuerpo a cuerpo. Cada uno de los guerreros del Earthrealm se hacía cargo de montones de adversarios que se arremolinaban a su alrededor.

Liu Kang miró con horror como la primer preciada víctima de la invasión al palacio caía al suelo inconsciente y desangrándose entre decenas de pies que la pisoteaban sin remordimiento.

-¡Jade! –Grito furioso y preocupado a la vez.

La bella morena no respondió y solo seguía tendida en el suelo. Un grupo de soldados llegó por ella y la sacaron del recinto.

– ¡¿A dónde la llevan?! –Exclamó dejando de luchar, tratando de ir por su fiel amiga.

Pero los adversarios no le permitieron hacer nada; en cuanto vieron que se disponía a rescatar a Jade, estos aprovecharon su distracción para golpearlo salvajemente. El dios del fuego les respondió con severos ataques, asesinándolos casi al instante.

– ¡Liu Kang, no podemos hacer nada por ella ahora! ¡Debemos evitar que se adentren al palacio y vayan por tu hija! –Gritó Raiden mientras atacaba a los soldados que lo rodeaban.

A Kang no le quedó de otra más que hacerle caso, no sin antes prometerse que si lograba sobrevivir no descansaría hasta encontrar a Jade.

La batalla se prolongó; parecía que el ejército enemigo no tenía fin y cada vez era más difícil mantenerlos a raya. Los guerreros del Earthrealm temían que en cualquier momento todo se saliera de control y les sería imposible evitar que subieran hasta la habitación donde estaba su indefenso objetivo.

Tras un rato de luchar, los kombatientes comenzaron a sentir los estragos de su esfuerzo por mantenerse en pie frente a los adversarios.

–¡Son demasiados! –Exclamó Jax tratando de recuperar el aliento.

El militar buscó con la mirada a sus compañeros quienes estaban cubiertos de sangre, repartiendo golpes a cualquiera que los encarara. Súbitamente sintió desvanecerse por la debilidad de la cruel lucha; sin embargo, se recargó en un muro intentando reconfortarse.

Por su parte, Johnny Cage kombatía notándose sudoroso y jadeante.

–Vamos, chicos, tómenselo con calma que olvidé tomar mis vitaminas antes de venir a patear sus traseros –Dijo a los agresores, conservando su sentido del humor, pero muy fatigado, pues por lo visto, no tenían ninguna intensión de rendirse.

Liu Kang y Kung Lao se cuidaban las espaldas uno al otro. Resguardando las escaleras para evitar que alguno de esos desalmados guerreros pudiera subir y poner en peligro a Kina.

–Que triste es volverte a ver después de tanto tiempo en estas circunstancias –Dijo Kung Lao estando en guardia, haciendo referencia a que desde el día que su amigo contrajo matrimonio con Kitana y se fue a residir a Edenia, no se habían reunido. –Creí que ya te habías olvidado de nosotros –Añadió.

Liu Kang no pudo evitar sentir remordimiento. Dejó su postura de pelea y miró a su amigo.

–En verdad deseaba visitarte a ti y a nuestros hermanos en el templo; yo nunca podría olvidarlos. El hecho de que ahora sea un dios y mi nuevo hogar sea Edenia, no quiere decir que haya olvidado mis orígenes –Contestó Liu Kang con melancolía, dejando de lado por un momento los problemas que había a su alrededor. El tener a su amigo, a quien extrañaba mucho, junto a él, lo hizo sentir dichoso. –Quiero que sepas que tu compañía, tu amistad y todo lo que aprendí y viví contigo, está presente en mi mente todo el tiempo –Agregó aprovechando ese momento y casi presintiendo que tal vez no viviría para expresarle su sentir en una ocasión menos amarga.

Kung Lao esbozó una sonrisa involuntaria, conmovido por las palabras de Liu Kang. Deseaba tanto que ese encuentro fuera pacífico para poder charlar con él sobre las experiencias que han vivido durante su separación; pero por desgracia volvió a la realidad, pues de pronto el panorama se tornó aún más desalentador.

Ambos hombres giraron sus cabezas a la entrada del lugar y miraron atónitos como un enorme portal se abría en las afueras del palacio.

–¡No puede ser! –Se dijo así mismo Liu Kang, sabiendo el peligro que estaba por emerger de ahí.

Aquella imponente figura salió del portal, empuñando un destructor martillo, caminando lentamente y con firmeza, siempre mirando hacia el frente. Se trataba del mismísimo Shao Kahn.

Los otros guerreros del Earthrealm miraron boquiabiertos al emperador del Outworld, quien no pudo haber llegado en peor momento, impactando hasta su mismo ejército que no esperaba la presencia de su señor en esa ocasión.

Liu Kang fue de inmediato hacia él, cegado por la ira y el miedo de que le haga daño a su hija.

–¡Desgraciado! ¿Por qué has hecho esto? –Interrogó furioso, levantando su puño envuelto en fuego, amenazando con impactar el cuerpo de su brutal enemigo.

El emperador le respondió al dios del fuego con un golpe de su martillo al rostro, arrojándolo hasta un muro que se cuarteó por tan severo choque.

Los crueles soldados fueron hacia Shao Kahn para custodiarlo teniendo las armas listas por si sus adversarios planeaban un ataque en su contra.

– ¿¡Creyeron que los dejaría quedarse con mi reino, imbéciles?! –Exclamó el emperador enfurecido, mirando a Liu Kang sentado sobre el suelo recuperándose de su ataque con un hilo de sangre cayendo de su boca.

Kung Lao corrió hasta su amigo para socorrerlo y después vio con odio a Kahn.

–¡Este reino no te pertenece! –Le dijo iracundo. Los amigos de Liu Kang se reunieron con él mientras miraban al perverso hombre con repulsión.

El emperador dio una risotada que molestó a los guerreros del Earthrealm.

–Este reino será mío; lo obtendré legítimamente. Un insignificante engendro no me va a arruinar las cosas. Voy a deshacerme de ese estorbo que tú y tu maldita esposa procrearon, y entonces seré libre de reclamar esta que será una "tierra de nadie" con su muerte –Aseguró el despiadado hombre causando indignación en los presentes que estaban del lado del dios del fuego.

–Shao Kahn, no tienes ningún derecho a demandar este reino. Has causado mucho daño de manera injusta. Ten un poco de dignidad y llévate a tu ejército –Dijo Raiden, inútilmente, pues nada le haría cambiar de parecer a su enemigo.

El emperador hizo caso omiso a las exigencias del dios del trueno, y se dirigió a sus soldados.

–Encuentren a la niña de estas sabandijas –Ordenó logrando que los soldados comenzaran a saquear el lugar.

–¡Deténganlos! –Gritó Raiden a sus acompañantes y de inmediato atacaron al sanguinario ejército, tratando de impedir que lograran su objetivo.

Shao Kahn veía con una sonrisa malévola toda esa batalla, que preveía sería ganada por él y sus hombres.

Mientras sus amigos atacaban a los soldados, Liu Kang caminó con una profunda ira hacia el emperador quien, apenas lo vio aproximándose, creó una lanza de energía verde que arrojó hacia su pecho, derribándolo momentáneamente.

El dios del fuego yacía en el suelo quejándose del dolor; pero cuando se sintió algo recuperado se puso de pie tambaleante.

–No permitiré que te acerques a ella –Dijo tensando la mandíbula debido a la rabia que sentía de solo imaginar a su hija en las manos asesinas de Kahn.

Le dio un par de fuertes golpes a su oponente, mismos que no parecieron causarle nada.

Shao Kahn atinó a estrellar su cabeza en la frente de Liu Kang con tan enérgico golpe que el dios casi pierde el conocimiento.

En su aturdimiento, el antiguo campeón de Mortal Kombat giró su cabeza hacia las escaleras notando como varios soldados las subían.

–¡No! –Gritó involuntariamente estirando uno de sus brazos como si quisiera atraparlos desde ahí en su desesperación.

Todos los guerreros del Earthrealm lo voltearon a ver muy asustados al escucharlo exclamar, y peor aún fue cuando notaron que miraba las escaleras con dolor.

Kung Lao sintió su corazón desquebrajarse al ver la angustia de su lastimado amigo, y fue tras los soldados que indudablemente encontrarían a Kitana y a su pequeña hija.

Liu Kang no podía ni levantarse por el brutal golpe que recibió en la cabeza; pero después de resbalar un par de veces por su debilidad, con mucho esfuerzo se puso de pie y subió las escaleras lo más rápido que pudo.

Raiden se dio cuenta de ello y de inmediato lo siguió.

–¡No dejen de luchar! ¡Resistan lo más que puedan! –Le indicó a los militares amigos y a Johnny Cage y se fue a asistir a Liu Kang y Kung lao, tratando de evitar la peor tragedia.

Sonya, Jax y Cage hacían su mayor esfuerzo por detener a los soldados; pero no lograrían conseguirlo por mucho tiempo.

Shao Kahn rió maliciosamente, pues con todas esas acciones era más que evidente que la niña se encontraba en alguna parte de la planta de arriba.

–Están acabados –Se dijo así mismo sintiéndose cerca de la victoria.

Cuando Raiden subió las escaleras, se encontró a Liu Kang y Kung Lao luchando ferozmente contra los soldados del emperador y se les unió atacándolos sin piedad alguna.

Kitana escuchaba la lucha que se estaba llevando a cabo justo afuera de la habitación. Se cubrió su bello rostro con las manos presintiendo que en cualquier momento entrarían por ella y su hija.

Aquel alboroto despertó a la niña haciéndola llorar, alertando a los enemigos de que su blanco estaba tras esa puerta.

La hermosa princesa trató inútilmente de hacer callar a su hija; pero era demasiado tarde.

Liu Kang, Raiden y Kung Lao no podían detener a todos los adversarios por más que se esforzaban; lo que originó que un par de ellos se concentraran en golpear la puerta con sus mazos.

Los guerreros del bien cada vez que se disponían a impedir la destrucción de la puerta eran atacados por los enemigos restantes.

Cada que la entrada retumbaba a causa de los fuertes martillazos, Kitana se sobresaltaba viendo inminente la entrada de los asesinos a su habitación.

Con valentía y gran fortaleza espiritual, sacó sus abanicos preparada para atacar al enemigo que osara atravesar la puerta y defender a su hija del peligro.

Después de unos cuantos golpes más, al fin los salvajes guerreros derribaron la puerta, entrando rápidamente en busca de lo que su señor quería.

Pero así como entraron sus cabezas fueron cercenadas, pues Kitana los tomó por sorpresa atacándolos con sus elegantes y letales abanicos.

Por desgracia eso no fue suficiente; más soldados de adentraron a su habitación y ella muy preocupada luchaba porque nadie se acerque a su hija que descansaba en una canastilla.

Liu Kang y sus compañeros estaban todavía afuera, pues no les era posible entrar debido a que sus agresores no se los permitían.

Kitana atacaba con sus afilados abanicos decapitándolos y desmembrándolos en su angustia por salvar la vida de su inocente criatura.

De pronto uno de los soldados la atacó cobardemente por la espalda. Soltó sus abanicos y cayó al suelo inconsciente, pues una filosa espada atravesó su espalda baja, saliendo por su vientre.

Liu Kang se dio cuenta de ello, y enfurecido arrebató la espada a aquel asesino hiriéndolo múltiples veces hasta que finalmente le dio una estocada que acabó con su existencia.

Miró el cuerpo del soldado desplomarse y fue de inmediato con su amada esposa.

–Kitana… –Dijo hincado junto a ella con la voz entrecortada, notando que su mujer parecía ya no tener vida.

Un grupo de enemigos se adentró a la habitación interrumpiendo aquel doloroso momento y obligándolo a defenderse de ellos.

Siguió luchando con más militares que lo lastimaban brutalmente, al grado de que lo único que lo mantenía consiente era el instinto y los intensos deseos de salvar a su hija.

Le dio un golpe final a uno de sus agresores. Sus manos ya no pudieron sujetar la espada ajena y la soltaron. Después el debilitado dios del fuego cayó al suelo semiinconsciente a causa de los brutales golpes y la sangre derramada por proteger a Kina.

Con sus ojos entrecerrados y a punto de perder el conocimiento, logró ver dos rostros que aliviaron su interior.

–¡¿Liu Kang, qué pasa?! –Preguntó Raiden, quien tenía a Kung Lao justo a su lado. Ambos estaban agachados y jadeantes mirándolo preocupados, ya que lucía muy débil y lastimado.

El dios del trueno vio a Kitana y fue hacia ella sintiendo una profunda pena, pues la bella mujer parecía no tenía signos de vida.

–¿Cómo pudo ocurrir esto? –Dijo sin esperar una respuesta de nadie.

De pronto los tres hombres se quedaron a la expectativa; pues unos fuertes y pausados pasos hacían retumbar las escaleras.

–Es él –Dijo Raiden, sin dudar que Shao Kahn estaba subiendo a la habitación para cumplir con su cometido.

La respiración de Liu Kang se agitó a medida que los pasos del peligroso emperador se escuchaban más cerca.

Aún yaciendo en el blanco piso de mármol, que ahora estaba teñido de rojo por la sangre de los enemigos, miró a su esposa tendida a poca distancia de él, y después volteó su cabeza con dificultad para ver la canastilla que contenía a su frágil hija casi condenada a una injusta y temprana muerte.

Raiden se levantó rápidamente y salió de la habitación con el objetivo de detener a Shao Kahn, a pesar de que sabía que sería inútil.

Liu Kang no pudo soportar los terribles pensamientos que le venían a la cabeza cuando imaginaba lo que pasaría si Kahn lograba quitarle a su hija; La desesperación se apoderó de él al caer en la cuenta de que era inminente su perdición y la de su joven descendiente. No quedaba mucho tiempo, ni mucho que hacer; sabía que necesitaba actuar rápido.

–Kung Lao, llévate a Kina de aquí –Pidió débilmente el desafortunado dios del fuego.

Su amigo pareció no comprender sus palabras.

–¿Qué? –Atinó a preguntar confundido.

–Necesito que huyas y te lleves a Kina contigo. Yo enfrentaré a Shao Kahn –Contestó Liu Kang agitado.

Aquella petición desconcertó a Kung Lao en varios aspectos.

–No, no te dejaré –Expresó el monje Shaolin, negándose a abandonar al dios a su suerte, pero a la vez estaba preocupado por la pequeña niña.

–¡Kung Lao, te lo ruego! –Le imploró clavando su profunda y angustiada mirada en la de su amigo.

El monje del sombrero no sabía que hacer; se rehusaba a si quiera pensar en irse teniendo en mente que Liu Kang estaría solo, corriendo el riesgo de fracasar en el enfrentamiento contra Shao Kahn; aunque también estaba consiente que Kina tenía los minutos contados.

–Si no logro sobrevivir, te suplico que no la dejes sola; estoy seguro que estará bien contigo. Mi hija necesita mucha protección;la protección que sé que tú le darás. –Dijo el dios, viendo cerca su final.

Kung Lao tenía una expresión muy triste, que además mezclaba dolor y coraje.

En ese momento Raiden entró corriendo a la habitación sangrando profusamente de sus heridas. Tras él venían Jax y Cage, quienes cargaban a Sonya, pues estaba inconsciente. La breve lucha que sostuvieron con el emperador del Outworld los dejó severamente lastimados, imposibilitándolos de continuar con la batalla. Estaban furiosos de no poder hacer nada por detener a ese maldito tirano.

El dios del trueno sacrificó las pocas energías que le quedaban y había creado una barrera de electricidad momentánea para evitar que Shao Kahn y su ejército suban las escaleras.

–Logramos derribarlo. Pero en cualquier momento subirá. Tenemos que irnos de aquí de inmediato –Explicó rápidamente Raiden a los guerreros que aún seguían en pie.

Kung Lao estaba muy lastimado; pero los deseos de querer ayudar a su amigo a defender su nuevo reino y a su hija no querían dejarlo irse con Raiden y los demás.

Volteo a ver a Liu Kang hacia el suelo, negando con la cabeza lentamente sin ningún motivo, anticipando que no aceptaría dejarlo solo.

Los pasos de Shao Kahn volvieron a escucharse resonar por el palacio a medida que iba subiendo las escaleras. Ahora menos que nunca había tiempo para pensar.

Liu Kang miró hacia la entrada, esperando ver al emperador en cualquier momento y después miró a Kung Lao con angustia.

–¡Sálvala! –Exclamó desesperado de que el peligro estaba muy cercano a su hija.

El guerrero del sombrero estaba indeciso; la tensión no le permitía pensar con claridad. Raiden y sus heridos amigos lo observaban nerviosos e impacientes.

El dios del trueno se notó muy confundido de que Liu Kang parecía querer quedarse, teniendo la oportunidad de librarse de tan terrible desgracia; pero después entendió que el antiguo guerrero del Earthrealm no es esa clase de hombres que se atreven a escapar.

La sombra de Shao Kahn pudo ser percibida anunciando que estaba a escasos pasos de llegar a la habitación.

–¡Ahora! –Le gritó furioso Liu Kang a su amigo cuando notó aquél infortunio y viendo que el monje Shaolin no tenía intensiones de hacerle caso pronto.

Kung Lao, con mucho pesar, no tuvo más remedio que abandonarlo. Rápidamente se dirigió a Kina y la cargó con delicadeza, pero a la vez con premura, dejando vacía la canastilla en la que estaba durmiendo pacíficamente; corrió hacia Raiden, y este envolvió a todos los fieles guerreros con sus brazos para teletransportarlos al Earthrealm.

Un gran destello iluminó la habitación por un segundo y los kombatientes ya no se encontraban ahí en cuanto éste cesó. Liu Kang, a pesar de estar exhausto, logró esbozar una sonrisa cuando pensó que su hija por fin estaba a salvo.

–Muchas Gracias –Dijo débilmente al aire dedicando esas palabras a Kung Lao, aun sabiendo que ya no estaba ahí.

Se levantó con dificultad, miró el cuerpo inerte de su esposa mientras sus ojos se llenaban de lagrimas que no dejó escapar, y esperó a que entrara el despiadado emperador para terminar con todo eso de una vez.

Shao Kahn se posó frente a la puerta mirando a los ojos al dios del fuego.

–Maldito –Dijo Liu Kang rompiendo el silencio y pensando en todas las desgracias que el ruin emperador ha traído a su nuevo hogar, incluyendo la muerte de su esposa.

Aquella insignificante palabra para Shao Kahn únicamente lo hizo querer acabar su trabajo.

–Deja de gastar tus escasas energías y ríndete –Ofreció inútilmente, pues Liu Kang jamás se atrevería a hacerlo.

Sin previo aviso, Kahn le arrojó una lanza que su rival logró evadir y que respondió instantáneamente con una potente ráfaga de fuego que impactó en el pecho de su agresor.

El sanguinario hombre colocó sus manos en su pecho tratando de reponerse del ardor del fuego.

Liu Kang decidió que era el momento de ponerle fin a esa caótica situación. Aprovechó que Shao Kahn estaba resintiendo las consecuencias de su ataque y se dirigió hasta la canastilla donde hasta hacía unos instantes estaba durmiendo Kina y la sujetó como si ella aún estuviera ahí.

Shao Kahn mientras se quejaba, víctima del dolor, vio con odio a Liu Kang creyendo que tenía en sus manos lo que tanto estaba buscando.

El antes guerrero del Earthrealm corrió para salir de la habitación, sabiendo que sería seguido por su enemigo.

Y así fue; Shao Kahn fue tras Liu Kang, quien subía más y más escaleras con el fin de llegar a lo más alto del palacio.

–¡Deja de escapar como una rata y enfréntame! –Gritó el emperador del Outworld, quien estaba harto de subir tantas escaleras, que solo prolongaban la consumación de su triunfo.

Liu Kang al fin llegó a su objetivo; estaba en la azotea del enorme y majestuoso palacio, sintiendo la briza del viento rozando su cuerpo. Atrás del palacio había una hermosa y larga Cascada.

Caminó hasta la orilla de la azotea; se detuvo un momento y miró hacia abajo, contemplando la cristalina agua cayendo al vacío que parecía interminable.

Se giró, presintiendo que Shao Kahn llegaría en cualquier momento.

Después de unos instantes el malvado hombre ya se encontraba ahí. La imponente figura del emperador estaba bien erguida; se sentía casi triunfante, pues su rival estaba acorralado.

El dios del fuego desafió con su mirada al emperador; pero después agachó su cabeza para ver la canastilla que sujetaba entre sus brazos. La observó imaginando a su pequeña hija acostada en ella.

Involuntariamente la abrazó con más fuerza cuando pensó en lo que estaba a punto de hacer por su querida Kina.

Shao Kahn prestaba mucha atención a ese momento creyendo que Liu Kang en verdad tenía a su hija en brazos. Estaba ansioso por ir hacia el dios y arrebatarle esa canastilla que portaba su infortunio.

Cuando el guerrero de fuego vio que su adversario estaba caminando hacia él, se giró a la cascada de nuevo, miró por un momento hacia abajo y sin pensarlo más sujetó fuertemente la canastilla contra su pecho para después dar un salto, arrojándose al vacío.

Liu Kang prefirió sacrificar su vida haciéndole pensar a Shao Khan que se llevó a su hija consigo, para que no la busque y no le haga daño.

El sorprendido emperador no se esperaba que su rival decidiera dejarse caer a una indudable muerte; le pareció muy tonto si pensaba que pudieran sobrevivir él y, mucho menos, su hija. Creyó que esa acción fue un intento desesperado por escapar al ver que su derrota estaba cerca.

Shao Kahn caminó hasta la orilla de la azotea y miró hacia abajo buscando inútilmente entre las aguas, que caían ruidosamente, el cuerpo de Liu Kang.

–¡Tonto! Con esa estupidez solo lograste entregarme el reino –Dijo burlándose de que tan heroico acto no le sirvió de nada al guerrero.

Al ver que había resultado victorioso, y sin nadie que gobierne el reino, Shao Kahn levantó sus brazos al cielo, empuñando su martillo con una mano y cerrando fuertemente la otra, para después soltar una carcajada que proclamaba exitosa su conquista.

Shao Kahn estaba próximo a convertirse en el nuevo e imparable emperador de Edenia.


Comentario: Si estás aquí, ¡permíteme agradecerte por tu tiempo! Esta es una historia que lleva una trama muy propia, fuera de lo convencional, es decir, si has visto el resumen, sabrás a lo que me refiero. Cassie Cage es un personaje que me ha inspirado a hacer esta historia, ya que me parece muy interesante que sea hija de Sonya y Johnny Cage. Yo quería hacer algo parecido, pero que pudiera salir de lo común. Liu Kang y Kung Lao son mis grandes favoritos de Mortal Kombat. Tenía deseos de realizar una historia en la que Kung Lao tuviera un descendiente; sin embargo, no lo vi tan viable como Liu Kang, pues parece tener sus ideales de monje Shaolin bien consolidados, y por ende (hasta el momento) no aparenta tener interés por alguna mujer como lo demandan sus creencias. En algún momento pensé en crear algún vínculo entre él y alguna de las femeninas de Mortal Kombat, e incluso inventarla; pero una fugaz idea me vino a la mente, y fue así como se me ocurrió hacer este "experimento". Solo tenía la necesidad de comentar ésto, jaja.