Capítulo 1: Por ningún lado

Nowhere to be found by Francis Luke Accord

And it's a long time to lie

A child beneath an endless sky

Who can only reach so high

And I love to wonder why

I feel I'm left with only my disguise


-Martha me dijo que llegaste tarde. - El reproche de Ingrid entró a la habitación antes de que ella misma lo hiciera, sus dedos bailando sobre su smartphone.

Desperdició una mirada fugaz de enojo hacia Astrid antes de descansar su delgado, delicado y alto cuerpo en el tocador del camerino.

Suspiró y escribió un mensaje final antes de volverse hacia su hija. - ¿Qué es lo que estabas haciendo? -

Astrid todavía estaba ocupada regresándole la mirada a Ingrid a través del espejo. Ignoraba a la maquillista que trabajaba en borrar todo lo que en su cara fuese indomable.

- ¿Por qué no le preguntas a Martha? - dijo, sus manos aferrándose a los brazos de la silla alta en la que estaba sentada.

Ingrid le lanzó una mueca y abrió la boca para responder, pero su teléfono hizo una alerta, la pantalla encendiéndose como un faro para un barco.

Su quijada se cerró de un golpe, levantando un dedo, 'espera', parecía señalar, y tocó el símbolo verde para contestar una llamada, saliendo una vez más del camerino.

El ceño fruncido de Astrid se quedó en su lugar mientras intentaba sacar su teléfono y abrir su aplicación de mensajes, abriendo su última conversación y notando que Heather le había contestado su mensaje.

-Relaja tu cara. - le rogó la maquillista.

Sus músculos de la cara se aflojaron. Le permitió a la mujer que moviera su cara a su conveniencia.

Movió sus brazos, siguiendo el movimiento de la maquillista para poder leer el mensaje:

(9:30 am) Bárbara: ¡El ensayo va bien! ¿Qué tal la sesión?

Astrid le respondió un rápido 'en maquillaje'. Sabía que Heather podría entender su respuesta tan breve.

La maquillista terminó con sus maniobras y se alejó, murmurando sobre algo.

La chica quedó sola en el camerino. Le echó un vistazo a la puerta a través del espejo, esperando a que alguien (su madre o la maquillista) regresaran, pero cuando nadie lo hizo aflojó su espalda y empezó a escribir rápida y furiosa.

(9:53 am) Tú: No la he visto todavía. ¿A qué hora es tu función?

Astrid bloqueó la pantalla, las puntas de sus dedos bailando tap sobre su teléfono blanco, sus ojos haciendo guardia de la puerta. Una alerta la distrajo de su deber. Era Heather, otra vez.

(9:54 am) Bárbara: 7:30! Y no te preocupes, le vas a encantar. Valerie es la mejor fotógrafa con la que he trabajado.

(9:54 am) Tú: Pues sí. Gracias, Heath. Perdona que no alcanzo a llegar para el estreno. ¿Te veo mañana?

Heather no habría tenido porque apaciguarla. Astrid ya le había tocado ver las fotos de Valerie: Hombres y mujeres, todos hechos y convertidos en algo magnifico; fuera de este mundo a través del lente de su cámara. Las revistas de moda todas querían sus fotos en sus páginas, y los anuncios espectaculares en toda Nueva York estaban cubiertos de su trabajo.

Cuando escuchó de Ingrid que Valerie quería hacerle una sesión, le sonrió a su madre desde el otro lado de la isla de la cocina por primera vez en meses. No podía ya esperar a que Valerie la convirtiera en algo más que en una cosa bella.

Ingrid regresó al camerino, sus zapatillas resonando en el piso de concreto. Su teléfono ya había sido puesto a descansar (por fin), su mano sobre el aparato era más una comodidad, como la tranquilidad que un arma pudiera darle.

Astrid se enderezó. Volteó su teléfono de modo que la pantalla descansara contra su pierna.

Esperó.

Su madre cruzó los brazos. - ¿y entonces? ¿Por qué diablos llegaste tarde? –

Las uñas cuidadosamente manicuradas de Astrid se ceñieron alrededor de su teléfono. -Tenía que ir a recoger mi certificado. -

Ingrid suspiró, - En serio? ¿No podías hacerlo cualquier otro día? –

Su quijada se tensó con furia. – La escuela ya se va de vacaciones de verano. Hoy era el último día. -

Su madre volvió a suspirar. – Cariño, esto es mucho más importante. -

Cruzó los brazos, lanzándole una mirada fulminante a algo en el espejo. Si era a ella misma o a su madre, aún no lo tenía claro. -Mis calificaciones no salieron tan mal. Me fue muy bien en los SATs. Si nos apuramos, todavía puedo enviar solicitudes tardías- su reclamo fue interrumpido.

-Astrid. – El tono de Ingrid era final.

Su mandíbula se cerró de golpe.

Una sonrisa en la cara de Ingrid se esparció al ritmo de la condescendencia. -Cariño, tenemos todo lo que necesitamos. Mami está trabajando muy duro para llevarte a la cima. Solo necesitas que me dejes ayudarte. -

Astrid hizo una mueca.

Ingrid hizo otra.

- 'Genial.'- pensó Astrid, el sarcasmo goteando como tinta negra.

Ingrid parecía haber tomado su silencio por obediencia. Se acercó a Astrid y dio un golpecito en sus manos para llamar su atención, antes de ponerse atrás de ella, ambas manos sobre los hombros de la chica. -A ver. Mira en el espejo. -

La mirada de Astrid viajó de su madre a ella misma. Su piel estaba radiante, pecas falsas dibujadas en lugares más convenientes que sus verdaderas, sombra de ojos café cálido claro yacía suave en sus parpados, delineador metálico dorado brillando en la luz artificial. Sus labios habían sido pintados cuidadosamente de un color rosa natural. Su cabello, normalmente una pelambrera rubia que mantenía en una trenza estaba acomodada en una cola de caballo baja, la fragilidad del peinado había sido maquinado en ondas cuidadosamente consideradas.

Veía la cara de una extraña.

Su ceño se frunció aún más.

Ingrid parecía no estar de acuerdo. Sus ojos brillaban con orgullo. -Cariño, te ves preciosa. -

El estilista, un señor chaparro y ya calvo, entró al camerino, sosteniendo un porta-traje con veneración, colgando el gancho y bajando el cierre para mostrar el vestido que estaría usando pronto.

Suave, traslúcida tela casi explotó del porta-traje. Astrid usaría un vestido de novia.

El estilista e Ingrid le ayudaron con el vestido y los zapatos y Astrid se sintió acicalada y manipulada, como un gato de señora rica.

Al fin, la guiaron del camerino hacia el set, un bosque manufacturado de vides y glicinas de color lavanda diseñadas para enmarcarla.

Ingrid la jaló hacia un par de mujeres platicando amistosamente. Una de ellas Astrid ya conocía. Pelo rojo, esponjado y chino. La directora de la sesión. Tan pronto como habían llegado Ingrid se aseguró de que Astrid conociera y pudiera identificar a los jugadores importantes, al menos de vista. La mujer de pelo castaño, bueno, ella era un misterio.

Su madre se detuvo y Astrid siguió su seña-

Pelo chino se giró cuando las sintió cerca. -Ingrid! - le dio la bienvenida.

-Ray! - contestó Ingrid.

Las mujeres se abrazaron, y Ray se giró a la mujer de pelo castaño. -Valerie, esta hermosa dama es Ingrid Hofferson. -

Los ojos de la mujer de pelo castaño-No. Los ojos de Valerie brillaban con diversión. -Oh, pero si ya nos conocemos. - Su acento tenía una cadencia familiar y una sonrisa afectuosa y grácil en su cara.

Ingrid se le acercó a Valerie para darle un apretujón cariñoso a su hombro. -Es fantástico, volver a verte. ¿Ya conoces a Astrid? - se volvió a la mencionada.

Astrid se enderezó cuando las tres mujeres se volvieron a verla. -Hola, muchas gracias por recibirme aquí. - Su sonrisa era tensa.

Ray tomo el agradecimiento con una inclinación de cabeza, pero Valerie inhaló rápidamente. - ¡Oh, Ingrid! ¡Esta igualita a…! -

-Sí. - Interrumpió Ingrid.

Astrid no tenía que imaginarse lo que Valerie intentaba decir. Estaba igualita a Arvid, su padre.

Después de un corto, tenso momento, Valerie sonrió, mostrando esa gracia antinatural una vez más. -Muy bien, señorita Hofferson, ¿por qué no nos muestra lo que tiene? –


Los pasos resonantes de Estoico al caminar hacia la cocina alarmaron a Hipo. Suspiró, mirando a su pan tostado con pesar mientras lo juntaba del piso.

-Hipo. - Estoico ya se estaba sentando en el desayunador, el triste banquito de madera dando un quejido bajo el peso del gigantesco hombre.

-Papá. - saludó Hipo, resignándose a ver a su padre robarle la rebanada de pan que le quedaba tostada de su plato y empezar a embarrarle mermelada de fresa.

Estoico le dio una mordida y la mastico por un segundo antes de hablar. -Listo para hoy entonces? -

-Si…- Hipo se giró hacia la tostadora y metió otras dos rebanadas, la perilla en el lado trabándose con un 'clic'.

Estoico dudó, su voz resonando en su garganta y su mirada yéndose fuera de la pequeña ventana de la cocina, hacia las nubes grises juntándose lejos en el horizonte.

La tostadora hizo saltar de regreso a sus pensamientos, y observó a su hijo mientras el muchacho sacaba las rebanadas de pan tostado de la máquina. -La pierna no te ha dado problemas? Estaba haciendo frío hace un rato. -

-No. Para nada. - Hipo puso las rebanadas en el plato que Estoico le había incautado y regresó a rehacerse su propio desayuno, finalmente.

Se volteó, dándole la espalda a la tostadora y enfrentándose a su padre. Su sonrisa indulgente creciendo más y más petulante por cada milisegundo. -O sea, además de que, ya sabes, - hizo un gesto a la próstesis que había tenido desde los ocho años, -me falta como la mitad, se ha portado decente. - Mordió a su pan tostado y masticó rápidamente.

Estoico frunció el ceño, -Sabes que esas bromas todavía no me dan risa. -

Su orgullo por su astuta broma se desvaneció, más rápido que un caballo asustado, de los ojos verdes bosque de Hipo. -B-bueno, ya sabes a lo que…- su voz se fue apagando, terminando con el aclarando su garganta.

Ambos se quedaron en silencio por un incómodo, indeseable momento.

Hipo sintió un pedacito del pan tostado irse por el lado incorrecto, y empezó a toser al mismo tiempo que Estoico empezó a hablar.

-Vas contra el chiquillo estadounidense hoy, ¿no? -

- ¿Qué? - su voz rasposa se vio sobrepasada por más tosidos.

-El muchacho americano. Ese…-

-Eret. - tosió, - Eret Anderson. -

-Deberías meterle un poco más de práctica, si puedes, para que calientes para el show. -

-Bueno, no es… no es realmente un show, este…. Es más, como una…- aclaró su garganta otra vez.

- ¿Carrera? - Estoico frunció el ceño, - ¿Estás en las carreras otra vez? Hipo…- le advirtió.

-Papá…- Hipo, sintiendo que ya le habían advertido lo suficiente, decidió dar una advertencia, él mismo. -Todo saldrá bien; ya me conoces. -

Miraron fijamente al otro, cejas fruncidas y brazos cruzados, el pan tostado quedó olvidado en sus platos. A Hipo le hubiera parecido hilarante si no hubiera estado tan frustrado.

Finalmente, Estoico cedió primero. Estiró la mando para agarrar lo último que le quedaba de su pan y suspiró. - Vas a tener cuidado, ¿ya? - su voz era baja y cautelosa. Su frente se había alisado ligeramente.

Hipo le dio una mirada tan cariñosa como exasperada antes de ablandarse -Ya, papá. -

Acabaron su desayuno en un silencio cordial.

Estoico miró a Hipo limpiar la cocina por un momento antes de sacar el tema. -Hijo… has… ejem… has hablado con tu madre? -

- ¿Mamá? Erm… sí, um… Ella está… Está super bien. -

-Qué… qué gusto…-

Por un minuto, lo único que se oyó fueron los platos que Hipo lavaba antes de que Estoico lo interrumpiera otra vez.

- ¿Le preguntaste? -

Hipo suspiró, secando sus manos con sus jeans. -Sí…-

- ¿Y…? -

-Ella… pues…- se acercó al desayunador. -Nos extraña, pero no puede regresar ahora. Muy ocupada. Temporada Otoño-invierno. -

-Siempre está ocupada. No importa la temporada, - refunfuñó Estoico, más para sí que para nadie, -Yo le llamaré más tarde personalmente. -

Hipo no sabía que responder a esto, así que tamborileó sus dedos contra la superficie de marfil, sus labios en una mueca.

Estoico suspiró, levantándose, -En fin. No te preocupes hijo, ya tienes la carrera ganada. -

Sus dedos se calmaron, extendiéndose en el pretil. -Okay. Gracias, pa. -

Estoico ignoró el hastío en la respuesta de Hipo. -Lástima que ya estoy muy 'vasto' para subirme a esas bestias, ¿no? - se carcajeó, - ¡Aunque no sé si podría ganarte! - empezó a caminar hacia el pasillo, juntando su portafolios y su abrigo junto a la puerta principal.

Hipo siguió a su padre, una sonrisa torcida estirándose en sus labios, -Pues bien. Mi plan maligno de engordar a la competencia funcionó. -

Estoico le dio una fuerte palmada en el hombro, su risa retumbante. -Hijo de Loki, que eres. - Le echó un vistazo al reloj colgando sobre la puerta principal, 6:30 am. -Me tengo que ir, tenemos reunión en la sala del consejo. -

Hipo le tendió las llaves de su auto. -Okay. ¿Te veo en la pista? - Dio pie a la conversación ensayada, a pesar de que sabía la respuesta.

Estoico se encogió de hombros para ponerse el abrigo y cogió las llaves de los dedos de su hijo. - Haré todo lo posible para llegar a tiempo-.

Hipo arrugó la frente. -Ajá. -

- ¡Bueno! Mejor me voy. ¡Allá te veo, probablemente! - Llamó Estoico, abriendo la puerta y caminando hacia su VUD. La luz de la mañana brillaba en su barba color rojo ardiente.

- ¡Adiós! - le regresó Hipo. -Allá nos vemos. - 'tal vez,' añadió mentalmente.

Estoico se despidió con la mano antes de retroceder, alejándose del camino de grava.

Al ver el VUD negro alejarse, Hipo sabía que Estoico no llegaría a tiempo para la carrera.

Regresó a la casa, metiéndose las manos en los bolsillos del abrigo.

El sonido de la puerta cerrándose invocó las uñas de las patas de Chimuelo sobre los pisos de madera oscura de la casa, mientras perseguía a Hipo escaleras arriba.

Hipo vaciló cuando el gran perro negro lo alcanzó y casi lo derribó. - ¡Chimuelo! - Se quejó.

Chimuelo se detuvo en seco y regresó hasta el final del pasillo para esperarlo en el rellano, y le ladró, su cuerpo descendiendo al suelo en una postura juguetona. '¡Date prisa!', Parecía decirle.

Hipo le lanzó una sonrisa calurosa antes de caminar juntos, con el perro a su talón mientras abría la puerta de su cuarto.

Caminó directamente hacia el escritorio de madera que había empujado hacia la derecha de la habitación, al lado del armario, tomando y guardando las llaves de su jeep.

Cogió su cámara y comenzó a revisar el equipo, asegurándose de que la cámara estuviera cargada correctamente y tuviera las lentes que necesitaba. Por el rabillo del ojo, vio a Chimuelo saltando sobre la cama y acostándose sobre sus almohadas, poniéndose cómodo para una siesta.

Se cambió el abrigo por una chaqueta y se la colgó del brazo. Probablemente la necesitaría más tarde.

Agarró la bolsa de la cámara y se volvió hacia el perro, que estaba ya adormecido, - ¡Vamos, Chimuelo! -

Chimuelo abrió un ojo verde y cauteloso antes de cerrarlo de nuevo.

Hipo reajustó la correa de la bolsa en su hombro antes de volver a intentarlo. -Amigo, ya vámonos-

Chimuelo lo miró sin pestañear, aún sin levantarse de su lugar.

-Bien, entonces, perro perezoso, haz lo que quieras, - Hipo comenzó a salir de la habitación, mirando hacia atrás de vez en cuando para ver si el perro estaba siguiendo. -Si quieres estar solo hoy, pues allá tú. -

El chico esperaba en el rellano, sus manos golpeaban sus muslos en su impaciencia. No duró mucho antes de regresar a la habitación, incrédulo. - ¿Es en serio? ¿Ni siquiera por la amenaza de la soledad? Eres imposible. - Caminó hacia el perro y se acostó a su lado, teniendo cuidado con su cámara, pero dejando que el abrigo se deslizara hasta el suelo, y se cubriera la cara con el antebrazo, fingiendo devastación.

-Me has abandonado, - se quejó. -Debería haber escuchado cuando la gente me decía que no aceptara al lobo salvaje-

Chimuelo dejó caer su cabeza sobre el pecho de Hipo y los brazos de Hipo se enroscaron alrededor del perro, sus dedos se enredaron en el áspero pelaje del perro, su sonrisa desvaneciéndose al pensar en su padre.

¿Cuándo fue la última vez que Estoico fue a ver a Hipo en la pista? Hipo no podía recordarlo. Había sido así desde que su madre los había dejado. A veces, él-

Se quedó inmóvil, y tanto el perro como el chico compartieron una mirada antes de sonreír.

-Vamos, Chimuelo. Veamos si hay momentos que podamos capturar-.

Cuando Hipo se levantó para irse, Chimuelo lo iba siguiendo.


- ¡Astrid! - El tono agudo de su madre la sacó de sus pensamientos. - ¡Pon atención! -

Astrid se sonrojó, se dirigió a la fotógrafa. -Lo siento. -

Valerie le dio una sonrisa que goteaba con amabilidad. -No te preocupes, chica. - y siguió presionando el botón de la cámara durante unos minutos antes de detenerse. -Astrid, ¿puedes sonreír? Luce feliz, enamorada. -

¿No estaba sonriendo? Astrid lo corrigió rápidamente, cambiando su ceño fruncido por una sonrisa suave. Duró hasta que tardó en mirar a su madre.

Ingrid estaba furiosa. Estaba mirando a Astrid desde detrás de Valerie, con los brazos cruzados y el pie golpeteando. Golpeteando el suelo.

Astrid le devolvió la mirada, enderezando su espina dorsal, sus dedos se enroscaron como garras en el tul blanco.

-Señorita Hofferson, - suspiró Valerie. -Feliz y enamorada, es una sesión nupcial, chica. -

Astrid volvió a enfocarse, pero no pudo volver a sonreír.

Después de algunas fotos insatisfactorias, Valerie se puso de pie. Hubo un aire de firmeza en sus acciones cuando les indicó a todos que tomaran un descanso de cinco minutos.

Se acercó a Astrid primero, levantando una mano en gesto de 'alto' para que no siguiera a los demás.

Astrid se cuadró la mandíbula y frunció el ceño, sus dedos se curvaron sobre la tela del vestido.

-Lista para la batalla- reflexionó Valerie, una mano buscando el hombro de la chica. Se detuvo cuando sintió a la niña temblar. Ya fuera con miedo o enojo, Valerie no estaba muy segura.

Valerie vio que la chica estaba a punto de estallar, y suspiró. -Señorita Hofferson, ¿por qué no se va a casa por el día? Les explicaré que no te encuentras bien-

La cara de Astrid se aflojó. Su cara ardía de humillación y desesperación. Había fallado. Evitó los ojos verdes de la mujer, que intentaba reconfortarla con su mirada, para mirar el suelo. Ella asintió con la cabeza.

Mientras se marchaba para cambiarse, una lágrima ardiente cayó por su mejilla, pero permaneció inadvertida por los otros, ya que Astrid la limpiaba tan pronto como podía.

Al quitarse un vestido que era más hermoso de lo que ella jamás estaría, Astrid pudo escuchar la discusión entre su madre y la fotógrafa, furiosa:

- ¡ … haciéndola sentir incómoda! ¿Cómo se supone que voy a tomarle una foto yo, así? -

- ¡Voy a hablar con ella! A esta altura, ya debería saber que no debe comportarse así de infantil. - La voz de su madre sonó más cerca del vestidor.

-Ingrid, todo lo que digo es…-

-Y no eres quien, para criticar mi método de crianza, Valerie, ¡al menos tengo a mi hija conmigo! -

Estaban casi en la puerta. Astrid terminó de vestirse y esperó a que irrumpieran en la habitación, pero no pasó nada por un momento.

Entonces, escuchó la voz de Valerie murmurar con resentimiento, -No sabes de lo que estás hablando. Y mientras permanezcas cerca de mis modelos, nunca tomaré sus fotos- dijo, con la finalidad del veredicto de un juez.

Astrid oyó pasos que retrocedían antes de que Ingrid entrara al camerino y cerrara la puerta de golpe, - ¿Ves lo que haces? - Ingrid se acercó peligrosamente a ella, señalando con su dedo como una espada, pero Astrid se enderezó para enfrentarla. - ¡Hiciste que te despidieran! -

-Bien por mí, - escupió Astrid, agarrando su bolso y su teléfono y empujando a su madre con su hombro mientras salía de la habitación, su presencia y el edificio.

Algunas de las personas en la calle la miraron con curiosidad mientras pasaba junto a ellos, pero los neoyorquinos eran del estilo urbano y frío, y no la molestaban.

Astrid intentó llamar a Heather, pero no contestaba. 'Probablemente en ensayo ...'

Necesitaba una distracción. Heather no estaba disponible, pero ella necesitaba ... necesitaba a alguien.

A quien fuera.

Sus dedos volaron sobre la pantalla de su teléfono, pero se detuvieron ante el número de Erik Cameron, dudando en presionar el botón verde de 'llamar'.

Nunca había llamado a su novio por algo como esto.

Por un momento, se entretuvo con la idea de que se convirtieran en una pareja real que se apoyaban mutuamente, y presionó 'llamar', deteniendo a un taxi con un gesto mientras sonaba.

Erik no contestaba, pero ya era mediodía. Probablemente aún estaría en su departamento.

- ¿A dónde, señorita? -, Le preguntaba el taxista, y Astrid rompió a llorar.

-Lo siento-, sollozó, enojada consigo misma por hacer una escena dramática, dando al conductor las instrucciones para llegar al apartamento de su novio.

El conductor asintió y el auto se alejó de la banqueta, él tratando de ignorar a la niña llorando en su asiento trasero.

Viajaron durante veinte minutos antes de que el automóvil se detuviera frente a un elegante edificio.

Astrid pagó al conductor con unos billetes arrugados y le dio un 'gracias' bajo y avergonzado antes de subir al ascensor y presionar el número del piso de su novio.

Mientras caminaba por el pasillo hasta llegar al número 13, sacó su llave y abrió la puerta lo más silenciosamente que pudo, por si acaso Erik todavía estaba con resaca o dormido.

- ¿Erik? - llamó, pero nadie respondió.

Oyó gemidos saliendo de la habitación. 'Por supuesto', pensó Astrid. 'Porno antes del almuerzo- puso los ojos en blanco ante lo fácil de predecir que Erik era.

Se acercó al dormitorio y escuchó con la oreja en la puerta, sin intención de interrumpirlo.

- ¡Erik! - Escuchó el gemido de una mujer.

Astrid se enderezó, frunciendo el ceño. Eso había sido extrañamente específico.

Giró la manija y abrió la puerta, y allí estaba su novio.

Desnudo, medio sentado en su cama, con los ojos cerrados y con una chica encima, su cabello castaño rebotando con ella.


NOTA DE AUTOR: Hola! Esta es la traducción mi trabajo, llamado RIPTIDE. Si prefieren leerlo en inglés (y avanzado ya, en el capítulo 7) no los culparía! pero quise traducirlo por cortesía a mis amigos que quieren leerlo en español y no les es comodo leerlo en el inglish. Háganme saber que opinan! No he escrito en español en AÑOS!