South Park, ciudades, referencias, personajes históricos, comtemporáneos o ficticios no son de mi pertenencia, ni gano dinero por ello.

El diario de chocolate.

Sumario: Los secretos más íntimos siempre serán los ingredientes más elementales para el producto de la pasión.

Capítulo uno.

-No, no, no y no. -Sheila y Gerald estaban sencillamente en contra de lo que su hijo Kyle les estaba pidiendo.

-Vamos, van a dejar a Ike estudiar para ser médico veterinario, ¿por qué yo no puedo ser...?

-¡Jovencito! -Gerald golpeó la mesa con ambas manos al tiempo que se ponía de pie.- ¡Esta familia tiene principios y responsabilidades, y la tuya es ser un abogado, un doctor o un político respetable, no menos!

-¡Obedece a tu padre, jovencito!

No era la primera vez que lo discutían. Desde los 13 años, tras ver una maratón completa acerca de la historia del chocolate y el café mientras reposaba de un terrible resfriado sin otra compañía más que la de la televisión, Kyle quedó prendado de las técnicas de preparación de chocolate.

Con la más extrema precaución, el joven judío trató de preparar diversos dulces y postres, aunque lo suyo no era la presentación, obteniendo figuras de lo más abstractas, aunque curiosamente deleitables.

-Quizá no tienes mano para la presentación. -Le decía Ike, quien devoraba con gusto los intentos aparentemente fallidos de su hermano mayor.- Pero está delicioso.

A lo largo de secundaria y preparatoria, el pelirrojo comentaba la posibilidad de estudiar una carrera de repostería entre comidas, pero la reacción de sus padres siempre era la misma: no.

Y a pocos días de la graduación de preparatoria, ¿qué opción le quedaba al judío?

Después de esa cena, tras la cual los Broflovskys procuraran confirmar un lugar entre las universidades que les recomendaron para Kyle, éste llegó con una maleta en mano y un sobre.

-Me voy de la casa.

-¡¿Qué, qué, qué, qué? -Sus padres se pusieron de pie al instante, colgando el teléfono y frunciendo sus ceños.- ¿Se puede saber por qué?

El joven extendió el sobre a sus padres, y Gerald, leyendo la primera hoja que estaba sellada y firmada por autoridades legales del condado, se pasmó al saber que su hijo se había enmancipado.

-Seamos realistas: No quiero estudiar lo que me quieren imponer, y como no tengo 21 para que el Estado defina que estoy en completo uso de mis capacidades como para elegir carrera y estilo de vida, fui a la corte para arreglar mi enmancipación. Iré a Nueva York para estudiar repostería y trabajar en alguno de los cafés para poder sostenerme, y si salgo esta misma noche podré estar a tiempo para entrevistarme con esas personas.

-¡Usted no irá a ningun lado, jovencito! -Gerald arrojó al suelo el documento tras analizarlo y ver que ni la defensa Chewbacca podría derribar esa orden.- ¿Con qué derecho has procedido de esta manera, ignorando todos los esfuerzos y sacrificios que la familia ha hecho por tí?

Para toda respuesta, Kyle señaló el sobre, y Gerald extrajo una carpeta con un contenido interesante. Fotos, testimonios de anónimos como Randy Marsh y Steven Stotch, algunos antecedentes penales y otras cosas clasificadas bajo el nombre de "Evidencia" eran la respuesta que Kyle les daba.

-¡Dios mío, Gerald! -Sheila empezó a llorar, y Kyle, para no dejarse abrazar por el chantaje sentimental, se dirigió a Ike, quien le tenía un regalo de despedida en manos.

-Cuidalos bien, Ike. Les harás falta.

-Vamos Kyle. -El canadiense le entregó el regalo y un abrazo a su hermano.- Ve allá, vuelvete un gran chocolatier y patea culos yankis.

No se despidió de sus amigos, de otra manera, le hubiera sido imposible irse, y más al no haberles compartido en todos esos años algo tan importante como lo era una carrera y el estilo de vida que envuelve a la misma. En una parada que realizó el autobús, marcó a las casas de ellos, más no se encontraban en casa. Regresó a su asiento, convenciéndose de que estaba tomando una buena desición, y no salió de sus pensamientos hasta que una niña se le acercó.

-Disculpa. -La niña, que tenía acento extraño, traía consigo una mochila llena de cuadernos y libretas.- ¿Me compras uno? Cuestan tres dólares.

El pelirrojo observó con atención a la niña, no debía ser mayor de 9 años y sus cabellos cafés los tenía entrelazados formando una curiosa trenza. Pero lo que más le llamó la atención fue el color cristalino de sus ojos, como si de una hermosa joya se tratara.

-Está bien. -Sacó un billete de 10 dólares y extendió la mano.- Dame el más lindo que tengas.

Sentándose en el suelo, la pequeña fue sacando cuadernos que le provocaron a Kyle más de una mueca. Ponys, unicornios, gatitos, ositos melosos, cachorritos de ojos gigantes, un fisicoculturista parado frente a un Ferrari, besos, flores, entre otros. Mientras se preguntaba qué tan en serio le tomarían llevando alguno de esos cuadernos, notó que la niña sacó tres cuadernos que mantenía apartados del resto.

Y no era para menos, las portadas tenían ilustraciones estilo boceto a lapiz de postres y chocolates, sobre un fondo de color café con celeste, café con crema y café con rosa, respectivamente. Realmente eran hermosos.

-Dame los tres. -Le pidió el pelirrojo y le entregó el billete.- Y quédate con el cambio.

La niña le agradeció con un entusiasta agradecimiento y se bajó del camión, ya que el encargado les avisó a los pasajeros que faltaba poco para retomar el camino.

Mientras abandonaba la zona sur del país, Kyle hojeó los cuadernos, notando los hermosos detalles en las hojas y el perfecto estado del mismo. Sacó una pluma, aprovechando que el camión se detuvo un momento, y escribió su nombre en la parte posterior de la portada.

-Chocolatier Broflovsky. -Dijo para él, y esbozó una sonrisa.

Continuará.