Warning!: Disculpen la falta de ortografía en esta historia.
Sin mas, disfruten.
CAÍDOS
Prologo
-Lamento lo que debo decirle señorita Matsubara.
-Sea lo que sea, solo dígamelo.
-Seremos lo más fuertes que podamos, Doctor-dice un joven de ojos verdes abrazándome mientras yo solo le correspondo. La noticia que esperaba hacia que se me baje la sangre hasta los pies. No quería escúcharla, el corazón se me partía en dos en tan solo pensar en lo que me diría...
Espero no sea lo que pienso.
-Lamentablemente...- empieza a hablar aquel señor de bata blanca, mientras cada vez más se me comprimía el pecho.
- ¿Si..?-insisto nerviosa.
-La bala que perforó su pecho no solo creímos que destrozo su músculo- dice con dificultad pero prosigue- Sino, que atravesó su corazón...
-No puede ser...
Debe ser esto mentira ¿no? Está bromeando ¿no?
-Cuando llego a emergencias no pudimos hacer nada, ya estaba muerta.
Se volvió realidad mi peor pesadilla.
Sentí como por dentro mi esperanza se destruyo por completo y mi corazón se quebró aún más de como estaba. Sentí un gran dolor en mi pecho, un nudo en la garganta inmenso y mi vista se tornó borrosa cuando emergieron lagrimas de mis ojos.
Sin percatarme, estaba sollozando y gritando, el dolor viajaba como bala por todo mi ser, este era tan grande que sentí deseos de morirme.
-Lo lamento tanto, tratamos de salvarla pero no pudimos...
Abrazaba a mi hermano con todas mis fuerzas, mientras las gotas de agua caían en su regazo. Seguro esto es una pésima broma...
Pero se que no lo es.
-Sin más por el momento, estoy a sus ordenes...-dice el Doctor, mientras se aleja de nosotros, agradezco que comprenda que necesitamos estar solos...
Volteo a ver a mi hermano mayor, sus ojos estaban inyectados de sangre y un camino de agua salada corría por sus mejillas...
¿Como se lo diré a Papá? ¿Como?
Dai me abrazaba con fuerza mientras nuestros sollozos eran presentes, el dolor era desgarrador y profundo, casi como si recibiera apuñaladas en cada parte de mi pecho y no dejaran de cesar.
Una, tras otra, tras otra. Recuerdos, tras recuerdos que poco a poco se van esfumando, convirtiéndose en un charco de tristeza y melancolía.
No podía evitar verla en mi mente, preparándonos la cena y sonriendo cada vez que Papá le decía cosas cursis y empalagosas; era tan dulce, no puedo evitar esta ansiedad de jamás volverla a ver.
Y lo peor es que, no pude decirle cuanto la quería, no pude decirle que me hacía feliz cada día de mi vida, no puede despedirme de mi dulce Madre.
