Blue
[Minos x Albafica]
Había exactamente en su almohada tres cabellos azules, los conté y por pura inercia me puse a oler cada uno de ellos en un suspiro, en un puñito. Y me costó tanto trabajo soltarlos que tuve que armarme de mucho valor para hacerlo.
Extrañé como nunca su presencia a mi lado, incluso el aroma de su piel en mi cuerpo seguía intacto. Me torturé permaneciendo unos minutos más bajo las sábanas hasta que me levanté enérgico siguiendo el camino de mis ropas tiradas en el suelo hasta la puerta de la habitación.
La brisa pasar. Sentí que el aire volvía, y mi anterior aflicción desapareció por completo.
Escuché el típico menear de su aleta, como cuando lo vi por primera vez en el mar, creyendo que estaba completamente loco en ese momento.
Suspiré intentando ocultar lo mejor posible mis emociones, y en lugar de bajar apresuradamente lo hice lento para no asustarlo.
Nada pudo darme un mejor sobre salto que observarlo nadando tranquilo en la gran piscina desde mi posición. Una vista clásica de él, pero que nunca había disfrutado como ahora.
Su cabello ondulado se movía al compás del sonido del agua al contacto con su cuerpo. Su sonrisa típica iluminaba aún más su rostro, y algunos rayos de sol asomados en el fin del horizonte marcaban fuertemente sus finas facciones.
Horroricé a mi mente con pensamientos impuros ante semejante criatura extraordinaria que la naturaleza me permitió ver esa noche de naufragio en aquel paraje abandonado.
Que lo lamente mi conciencia, pero que lo disfrute mi vista. Mi precioso Albafica.
Reflejos en extremo centellantes, van y vienen mientras más se mueve. Sus ojos brillan con tanta intensidad que siento que sólo lo hace para provocarme.
Sin darme cuenta ya estoy metido en su espacio, permitiéndome compartir su placer, su calentura y su deseo. El agua suelta un aroma dulce, un aroma semejante al perfume de una rosa. Sé que proviene de él.
Las rasposas escamas de su aleta tocan parte de mi tórax, el contacto me hace sonreír por inercia.
Aguardo quieto sus movimientos, me quedo estático y él sigue danzando alrededor mío. Me llega por detrás casi ahogándome cuando siento que sus brazos se cuelan debajo de los míos.
Me sonríe y me sumerjo con él. Respiro bajo el agua. Me besa pausadamente, y cuando se separa toma mi mano para llevarme con él, nunca sé lo que planea, sólo sé que el final siempre es emocionante.
Yo sólo lo sigo. Hay un puente, y debajo de él una salida que da al mar abierto. Ni siquiera lo sabía.
Sigo nadando y apenas me doy cuenta de cuánto nos hemos alejado; me detengo y me observa curioso. Le digo que es hermoso, suelta una risa genuina y me ignora, avanzando de nuevo.
Entonces le pregunto: — ¿a dónde vamos? —. Se detiene y me mira interrogante, moviendo la cabeza en dirección al mar profundo. —Yo no puedo ir contigo. —Le digo.
Me suelta y no hago más por seguirlo.
