Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, algún día si ahorro quizá, pero mientras son de nuestra adorada ChiNo-troll-sama.

Éste es un relato intento de horror que me venía rondando en la cabeza hacía ya rato 7u7 espero que les guste. Se aceptan tomatazos y críticas de cualquier índole constructiva


La pertenencia es algo que bien puede significar un par de cosas. La primera es ser libre y agradablemente aceptado dentro de un grupo de personas o dentro de una sociedad. Y la segunda, que nuestra castaña conocía a sobre manera, era el que un objeto, o en el caso de ella, una persona cae en la circunstancia de ser de la propiedad de alguien.

Y eso era lo que Nathaniel significaba para Melody.

Él era suyo.

Fue así desde que tenían diez años y asistían a la misma primaria.

Y lo sigue siendo aún ahora en la preparatoria, aunque el rubio no lo supiese.

Ella tenía el derecho de antigüedad, no todas esas zorras entrometidas que se cruzaban en su camino, incluyendo a la insípida y metiche de Sucrette.

Vamos, era imposible que una persona tan perfecta e irreal como Nathaniel se hubiese fijado en la estúpida de Sucrette. Algo debía haber detrás de eso. Una historia tan poco creíble como esa no podía si quiera ser sopesada por Melody.

Claro que Nathaniel la había rechazado una vez. Pero eso fue porque el delegado no sabía cómo corresponder al inmenso amor que ambos se tenían, se había repetido ella. Ay, Nathaniel, siempre tan caballeroso y tímido. Una pequeña risa se escapó de los labios de Melody al pensar en eso. Claro que él debía haberse sentido cohibido al notar que también la amaba. Ella podía entenderlo, acababa de terminar una relación y sería muy malo para él ser tan irrespetuoso y lastimar a su ex demostrando todo el cariño que sentía por ella.

Lo que no podía entender era cómo Sucrette había sido tan hija de puta como para obligar a Nathaniel a salir con ella. Y el correcto joven no podía ser más amable teniéndole compasión a la patética chica.

Aún podía sentir como la furia fluía por sus venas en el momento en que vio cómo en los pasillos del Sweet Amoris ellos dos iban tomados de la mano.

Ella sonreía como una estúpida, y él no podía verse más avergonzado de estar con esa tipa, era obvio. Sólo pudo sentir cómo sus puños se apretaban, hasta clavarse las uñas en las palmas. Pero sonrió para demostrarle a todos que ella le quitaría a la zorra esa máscara que todos sus pobres amigos se creían.

Y ya llevaba planeándolo desde hace mucho. No podía esperar el momento de liberar a su príncipe de las malvadas garras de esa enana de cabellos negros.

Tenía el plan perfecto, incluso faltó por una semana para poder tenerlo todo listo. Le dolió dejar solo a su pobre Nathaniel, porque ella sabía que era lo único bueno en la vida de él. Siempre tan sonriente y lindo, siempre tan amable con ella y con los que no lo merecían. Ya no quería que esa estúpida siguiera manchando la pureza de él. Ella lo salvaría y purificaría todo lo que Sucrette había manchado de la pobre alma de él.

Desde hacía tiempo su cuarto y mente no eran el mismo. Cuando se enteró de la falacia de "relación" que su rubio mantenía con esa, se propuso el quemar todo lo que ella haya tocado en aquella pijamada que hicieron. Ahí se dio cuenta de cuán arpía era ella, y se culpó por no haberlo notado, pues era muy obvio que siempre se hacía la santa ayudando a todos para conseguir lo que quería. Miren que seducir de manera sucia a todos los chicos de su clase, y necesariamente romper la preciosa relación de Nathaniel para con ella era simplemente despreciable, indigno, deshonrado y zorrón.

Un gruñido salió de su garganta, y dentro de sus vacíos ojos se denotaba el pútrido odio que sentía por aquella chica que llegó apenas hacía año y medio para destrozar su preciosa historia de amor.

Dentro de todo el desastre en el que se encontraba en su cuarto se puso de pie, se acercó lentamente al espejo a un lado de su armario y entre las fotos y cosas que había tomado de Nathaniel sonrió lindamente y se carcajeó un poco –Hoy te salvaré –Decía mientras acariciaba el rostro durmiente de Nathaniel en la foto- Yo te liberaré, mi amor. – Su carcajada se incrementó hasta que sintió como sus mejillas se llenaban de lágrimas de regocijo. Pero su abrupta pausa tensó aún más el ambiente, y con una seriedad monstruosa observó la imagen –Te libraré de nuestro calvario, y aprenderás a amarme –Decía mientras se abrazaba a sí misma. Calló de rodillas al piso, con una expresión de determinación.

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Un escalofrío recorrió la espalda de Sucrette. Y no pasó desapercibido por los ojos de Nathaniel. Era ya algo normal desde hacía unas cuantas semanas, aunque ella lo atribuía al trabajo que estaban haciendo en el Sweet Amoris para las fiestas del Día de Brujas. Tener que estar colgando arañas, aunque fuesen falsas, era un trabajo tortuoso para la peli azul. Y no ayudaba mucho que su novio se mofara mucho de eso… Ah, su novio. Se sentía bien y al mismo tiempo vergonzoso decirlo, pero de una manera buena. Ellos se habían gustado desde el primer momento, aunque les costó mucho darse cuenta. Uno de los principales problemas era que ella y Castiel eran muy buenos amigos. Bueno, era amiga de todos. Pero a Nathaniel especialmente le irritaba que su novia se llevase tan bien con el pelirrojo, y el último aprovechaba cada momento para ponerle los pelos de punta al rubio. Pero era algo que estaban dispuestos a soportar por estar juntos. Se amaban tanto.

Cuando comenzaron a ser novios oficiales se había sentido mal, por el hecho de que su castaña amiga obviamente se había visto triste, a pesar de las sonrisas que les dio, Sucrette claramente notó sus puños apretados. Pero Nathaniel la distrajo y le dijo que no se preocupase por eso, pues él no podía sentir más por Melody que una cordial amistad. Y eso calmó un poco su acongojado corazón.

Y es que ella tampoco quería perderlo a él porque alguien más lo quisiese. Mientras estaba perdida en sus pensamientos, perdió un poco el hilo de la conversación. Tenía alguna clase de presentimiento en su pecho. No sabía qué era, pero desde que despertó se sentía mal, y ver que por sexta vez Melody había faltado a clases no le hacía ningún bien. A pesar de la rivalidad y algunos roces que había tenido con ella, siempre la había considerado su amiga.

En algún momento Nathaniel comenzó a llamarla, pero ella seguía con ese mal presentimiento. Hasta que sintió como él ponía sus manos en su cintura y bajaba su boca hasta la hendidura de su cuello, reaccionó poniéndose tan roja como un tomate. Aún tiesa volteó a ver a Nathaniel de manera desaprobatoria. Le encantaba que él tomará la iniciativa, pues desde el cambio que había tenido al emanciparse de sus padres se había vuelto más sincero y sonriente, y ella estaba infinitamente agradecida por eso. Él se reía por el nerviosismo de ella, mientras dejaba besos a lo largo del cuello de la peli azul.

-Deja de ignorarme –Demandó el rubio mientras afianzaba el agarre de su cintura y la acercaba a su amplio pecho –Te estoy hablando desde hace unos minutos y estás perdida.- Sentenció Nathaniel.

Ella luchó por controlar los escalofríos que le recorrió la cercanía y calidez de Nathaniel –No e-es na-nada –Se intentó defender Sucrette. Y ya armada de valor se separó de él -¡Y no me asustes así! Sabes que mi cuello es sensible –Objetó mientras se cruzaba de brazos y hacía un puchero adorable. Nathaniel la observó un momento y comenzó a reírse muy fuerte. Ésta chica le encantaba, no podría cambiarla por nada ni nadie más.

Mientras seguían adornando la escuela para la fiesta de esa noche siguieron manteniendo una conversación muy banal. Más que la parlanchina Sucrette no paraba de hacer comentarios de que Halloween no solía ser su noche y que siempre le tocaban los peores dulces en los días en los que salía a pedirlos. Nunca había algo de lo que no pudiesen hablar, fuesen libros o temas estúpidos. Pero incluso él notaba que ella estaba nerviosa, e incluso él tenía un muy mal presentimiento que nopodía explicar de ninguna manera. Sólo sabía que algo pasaría. Algo grande y que le dejaba sin aliento.

Cuando terminaron de arreglar la parte que les tocaba de la escuela decidieron despedirse, por el hecho de que en la noche se verían para el festejo en la escuela. Sin faltar que se dieran besos fugaces y se miraran de manera tierna a los ojos, cada uno tomó su camino. Era un mundo que sólo ella y él comprendían. Y no necesitaban a nadie más.

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Un bufido se escapó de su boca mientras veía la tonta escena representarse en sus ojos. Ella había decidido ir a la escuela, pues pensaba que Nathaniel se encontraría solo para arreglar las cosas de la fiesta de ésta noche. Pero grande fue su sorpresa y su rabia al ver como él salía de las puertas del Sweet Amoris, siendo arrastrado por esa arpía. Se culpó y casi se odió a sí misma por no haber llegado ese día. Bien Nathaniel habría solicitado de su ayuda en vez de la de aquella. Y de nuevo sus ojos se vaciaron de cualquier otro sentimiento que no fuese odio.

¿¡No le bastaba quitarle a su príncipe?! Ahora también le quería quitar el puesto de delegada y mano derecha de Nathaniel. Eran límites que ya no se podían tocar.

Al ver que se alejaban decidió seguir a Nathaniel para admirarlo, no quería ver la putrefacta imagen de la insulsa de Sucrette. Y así decidió seguirlo entre las sombras, como ya estaba acostumbrada desde hacía unos meses.

Seguía pareciéndole irreal la imagen de su primer y único amor. A pesar de que ahora ya no era tan cerrado y correcto como siempre, mantenía esa esencia que ella adoraba. El ámbito físico no era algo que le molestara. Era perfecto. Su tipo de perfecto. Tan hermoso y tan… Él.

Lo vio detenerse y ver hacia el atardecer. El sol hacía sus facciones aún más atrayentes y el brillo de sus dorados orbes se acrecentaba. Suspiró de amor mientras lo observaba en los arbustos. Sólo él despertaba en ella ese sentimiento de protección y posesividad.

Y por millonésima vez en el día decidió que lo protegería de toda la maldad y suciedad de ese mundo. Lo mantendría para ella y lo amaría tan fuertemente como lo hace. Se lamió los labios y veía sonrojadamente al chico frente a ella, y con una voz algo profunda y enamorada susurró –Mío.

Un sentimiento raro y la decisión la acorralaron. En el bolsillo de su blanca falda traía una jeringa y un pañuelo mojado con cloroformo. La ansiedad por tenerlo entre sus brazos la recorrió, y estuvo a punto de lanzársele… Estaba tan cerca… Seduciéndola… Añorándola…

Pero su teléfono vibró. Maldijo al ver como el rubio se alejaba a la seguridad de su apartamento. Casi quiso lograr de la frustración y desbloqueó bruscamente la pantalla de su celular. Gruño de desesperación al ver a la causante de que perdiera la oportunidad que le habían dado los Dioses para tomar a su amor.

Iris:

Mel, ¿Vendrás a la fiesta? Todas estamos preocupadas, ¿Ya te sientes bien? Sucrette quiere ir a verte para asegurarnos de que estás bien.

¿Qué dices?

Su enojo no podía verse más acrecentado.

¡Maldita Iris! ¡Maldita Sucrette! Esas dos estaban confabuladas en su contra y en la de Nathaniel para interrumpir su puro amor.

Se levantó bruscamente mientras le dejaba un falso mensaje a Iris sobre la idea de ir a la fiesta. Sería de noche después de todo, un momento perfecto para saldar cuentas con su enemiga.

Hoy borraría a la innecesaria competencia. Oh, de eso estaba muy segura.

Y así Nathaniel se quedaría por siempre con ella. Pensó retorciéndose del placer de la anticipación. Acunó su sonrojado rostro con sus manos y asentía frenéticamente.

Suyo.

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La noche se reflejaba en el Swett Amoris. Los adornos encajaban perfectamente en el instituto, y todos estaban complacidos por la unión que siempre hay para el éxito de estas cosas. Telarañas y alguna que otra cosa falsa hacían al lugar verse un poco tenebroso. Cada persona iba disfrazada de algún icónico personaje de terror. Drácula, momias, zombies, brujas, calabazas, e incluso una que otra broma disfrazándose de la maestra Delanay o de la Directora. Éstas últimas propiciadas por los alumnos más indisciplinados dentro de las aulas. Pero ¡Bah, era Halloween! Había que disfrutar.

La pequeña peli azul estaba disfrutando de la compañía de los gemelos. Armin iba vestido de Hikaru Hitachiin y Alexy del gemelo de éste personaje, Kaoru Hitachiin. Algo perfecto y que encajaba con ellos dos. No paraban de hacer bromas y ella sólo atinaba a seguirles. El entorno estaba oscuro, pues todos creyeron necesario que se mantuviera así para darle el toque de las fiestas al lugar.

-Por cierto, ¿Dónde está tu hombre? –Dijo Alexy mientras alzaba y bajaba las cejas de manera sugerente. Sucrette sólo se pudo sonrojar ante el comentario de su mejor amigo. –N-no lo sé, supongo que debe estar apenas arreglándose –Dijo sinceramente la pequeña chica mientras suspiraba. Extrañaba a su novio. Exagerado pero cierto. Mientras pensaba en ese hecho una fría mano se posó en su hombro y susurraba con voz profunda y entrecortada.

-Veo gente muerta- El susurro vacilante y profundo hizo que ella diera un respingo, mientras hiperventilaba un poco y su corazón iba a tope. Un grito chillón salió de su garganta al momento en el que una araña de plástico fue puesta en su cara. Y mientras corría a esconderse en la espalda de los gemelos pudo escuchar la grave y socarrona risa de Castiel, e incluso la de Armin y Alexy. Cuando se recompuso pudo ver cómo estos aún se reían de ella. E incluso Castiel se retorcía en el suelo. No pudo estar mucho tiempo seria porque también le dio risa a ella.

-¡Tabla! ¡Debiste ver tu cara! –Se reía tomando su estómago –Lucías taaaaan estúpida- Comentó levantándose y limpiando las lagrimillas de sus grises orbes.

-Cállate, nalgas planas, no fue divertido –Se cruzó de brazos viéndolo reprobatoriamente. Ante el insulto a su persona Castiel se vio indignado, y tomó la cabeza de Sucrette sacudiendo su cabello y haciendo a la misma reír –Retráctate, tabla. –Decía éste con la chica apresaba bajo su brazo.

Mientras estos no lo notaban, un par de ojos los miraban reprobatoriamente, y una toz falsa se hizo presente para llamar la atención de esos dos que estaban creando un espectáculo. Ambos pararon de reírse al ver la figura de Nathaniel de brazos cruzados y con unos notorios celos a ojos de todos. Tomó la mano de su novia y la jaló hacia sí, ésta no quitó los ojos del mismo, que lucía un disfraz de algún personaje de la conocida serie de los Titanes que tanto le gustaba a Armin. El uniforme se ceñía a su figura, y la chica no pudo parar de sentirse acalorada y sonrojada. –Hasta que hace aparición el delegado –Comentó Castiel de brazos cruzados ante la mirada dorada del chico. Era gracioso para los gemelos ver cómo se mataban con la mirada, parecían críos. -¿No se supone que deberíamos venir disfrazados, delincuente? –Comentó el delegado al ver la figura trajeada de Castiel. Le traía alguna clase de recuerdos la vestimenta de éste, pero no tenía idea de por qué.

-Pero si vengo disfrazado de la peor criatura viviente, delegadillo –Decía extendiendo los brazos y de manera maliciosa –De un estúpido y pardillo delegado, qué horrible historia –Dijo sonriendo ampliamente el pelirrojo. A todos menos a Nathaniel les cayó una gota de la frente estilo anime, mientras que al delegado se le marcó una vena en la frente y miraba a Castiel con rencor.

-Infantil.

-Estúpido.

-Estúpido tú.

-No, estúpido tú.

-Parecen críos, cállense –Intervino la chica con una venita resaltando de su cuello por la exasperación que le causaba ese par. Estos sólo se dieron una última mirada mientras fruncían el ceño y se daban la espalda cruzados de brazos. Ella sólo pudo reírse adorablemente mientras cubría su boca y apreciaba a estas personas. Su vida no sería lo mismo sin ellos, de eso estaba segura. Ambos se relajaron viendo como ella reía cantarinamente de sus idioteces. Nathaniel y Castiel la admiraban, uno con añoranza y el otro con tranquilidad y amor, al saber que se pertenecían.

Éste último la tomó de la mano para poder disfrutar de su compañía, y Castiel no pudo hacer más que rascarse la nuca y retirarse para buscar a su albino amigo. Debía estar perdido.

Cada acción acontecida fue vista por una castaña de ojos azules, que se encontraba escondida detrás de unos casilleros cercanos al grupo. Iba vestida con un vestido blanco que se ceñía a su cuerpo por arriba y terminaba liso y con encaje en la parte de abajo. Para ella el blanco representaba la pureza de su enamorado, y el hecho de que lo liberaría. Su mente iba a mil por hora y llevaba consigo un bate de baseball y en su pierna derecha un cuchillo que bien pasaría desapercibido entre toda la fiesta. Ilusos. No saben que dieron luz verde para que ella saliera como una chica inocente que sólo quería divertirse entre todos.

Siguió de manera silenciosa a la pareja, perdiéndose entre la gente, y los vio salir tomados de las manos del instituto hacia el patio. Ella estaba desbocada por pensar bien cada movimiento que debía hacer. Tenía que pensar seriamente lo que haría para que su majestuoso plan saliese como ella quería. Debía soportar cada señal de afecto que ellos se daban. Ella era un alma caritativa, no como Sucrette, y dejaría que ésta disfrutase sus últimos pedazos con el rubio. Sonrió con sorna auto felicitándose por ser tan buena persona, digna de ser la futura y eterna pareja de Nathaniel.

Mientras los observaba pudo ver como la Directora y algunos profesores se acercaban a felicitarlo por el buen trabajo que hizo, y éste les sonreía cordialmente, mientras soltaba la pequeña mano de Sucrette y se alejaba un poco de la misma.

Bingo.

Un clic sonó en su cabeza mientras ponía su mejor cara y se acercaba sonriente a la delicada chica. Sucrette le estaba dando la espalda en la banca del patio, y ella se vio tentada a acabarla ahí mismo mientras estaba vulnerable. Pero no, ella quería que ésta escarmentara y viera a la verdadera dueña del puesto de la novia del delegado. Le tocó el hombro suavemente, más por asco que por otra cosa. La aludida volteó su azulina mirada y observó el rostro sonriente de Melody. Ella escondió el arma detrás de su cuerpo, no quería que la notara. La delgada chica se puso de pie mientras se dirigía a Mel, dándole una dulce mirada que asqueó a la castaña, pero que no demostraría. -¡Mel! No sabía que habías venido, estaba muy preocupada. –"Mentirosa" repetía la retorcida mente de ella, mientras asentía.

-Oh, me sentía mal y tenía que encargarme de ciertas cosas. –Decía convincentemente. Sucrette la miró extrañada pero dejó pasar el tono con el que lo dijo. –Pero quería felicitarte, hiciste un gran trabajo con Nathaniel –Esa frase había tenido un doble sentido del que nadie habría sospechado. Sucrette se sintió halagada y le dio las gracias mientras se sonrojaba –Fue todo idea de él –Decía sonriéndole a Melody. "Eso ya lo sé, zorra" resonó en la cabeza de la castaña.

-Bueno, tengo un presente para ti –Decía maliciosamente Melody –¿Por qué no me acompañas? Está en mi casillero del gimnasio –Sucrette dudó por un momento, algo en su cabeza le decía que no fuese y que buscara a Nathaniel, pero se sentía en deuda con su amiga, y no pudo hacer más que sentirse conmovida porque la misma incluso le llevara un regalo. –No te hubieras molestado –Le dijo cordialmente. –Oh, no hay problema. Somos amigas después de todo ¿No? –La palabra se escuchó odiosa a los oídos de Melody, pero pareció dar el efecto deseado en su némesis imaginario. Y casi salta de la alegría al ver cómo ésta aceptó, siendo escoltada por ella a las puertas del gimnasio. El corto camino al mismo fue silencioso, mientras a Sucrette se le subía la duda y un vacío se instalaba en su estómago, mientras que Melody quería carcajearse de la felicidad, y sostenía el bate en el frente. Sus manos cosquilleaban y su mente trabajaba al mil por hora. Se detuvieron para que ella abriera el gimnasio, y mientras Sucrette daba un vistazo hacia el Instituto, sintió como un nudo crecía en su garganta. Vio a todos sonrientes, y se dio cuenta de cuánto quería a cada persona que había conocido en ese lugar. Uno nunca sabe cuándo es bueno decirle a la gente que los quieres. Tal vez Halloween no fuese su fecha preferida, y quizás muchas cosas malas le hayan pasado en ese año y medio en el instituto. A lo lejos vio como Kentin se reía junto a los gemelos, Vio como Rosa se abrazaba a Leigh y como Lysandro los acompañaba con una sonrisa, a su lado iba Castiel, éste siempre tan ofuscado, pero al mismo tiempo sabía que a pesar de su mala cara, era una buenísima persona. Y al final vio a Nathaniel, él sonreía a los maestros, y no pudo evitar sonreír ante el pensamiento de cuánto quería a ese rubio, y que nunca pensó en que enamorarse fuese tan bueno. Suspiró y al voltear Melody le extendía una rara sonrisa y la invitaba a pasar. Su mente dudaba entrar, pero ella pensaba que no había nada qué temer al entrar ahí.

Y la siguió.

Y su subconsciente por alguna razón se despidió.

No pudo voltearse para saber por qué Melody ya no la seguía por detrás. Un golpe cayó en su cabeza, ella chilló.

El dolor crecía suavemente en su herida nuca. Sus sentidos se aumentaron y sudó frío. Sintió como algo duro arremetía contra sus piernas, rompiendo su fémur en dos. Volteó la cabeza para ver el rostro sonriente y la mirada perdida de Melody. Y, oh por Dios, se arrepintió.

-¡Arrepiéntete! ¡Grita! ¡Siéntelo! –Decía eufóricamente Melody sin darle descanso a sus ya magulladas piernas. Sollozaba en silencio. Muchas preguntas surcaron su mente mientras sentía la sangre recorrer el lado izquierdo de su mejilla -¡Pídeme disculpas por haberme quitado al amor de mi vida! –Y ahí se dio cuenta de todo. Sus sollozos acrecentaron y vio cómo la chica golpeaba sus brazos, magullándolos. Escuchaba cómo cada parte de su cuerpo hacía un sonido horrible. Sentía calor y sus sentidos se nublaban -¡No cierres los ojos, perra! No hasta que me pidas perdón.

Su cuerpo gritaba por ayuda y en unos segundos comenzó a arrastrarse dolorosamente hacia la entrada del gimnasio ¿¡Es que nadie escuchaba lo que pasaba?! Sintió miedo puro recorrer sus poros y sintió como Melody la volteaba y tiraba sin ninguna delicadeza su magullado cuerpo. Vio como el odio recorría los ojos de la castaña y su enfermiza sonrisa surcaba sus rosados labios.

Ésta alzó el puño y arremetió contra su rostro. La oscuridad sólo dejaba escuchar cada golpe y lamento de Sucrette, Melody comenzaba a mancharse de la sangre que recorría el rostro de su víctima.

¡Nunca se había sentido tan viva! Sucrette era débil un trapo, y pudo sentir el regocijo correr su cuerpo al verla sollozar por el dolor –Por favor –Susurró la peli azul entre su dolor. Sus costillas estaban rotas, no podía respirar por la nariz, sus piernas inválidas, y podía sentir cómo su cabeza dolía a un extremo en el que su subconsciente estaba entre la muerte y el dolor de la vida.

La petición de Sucrette hizo que Melody ardiera de odio –No me ruegues. Has hecho muchísimo mal contra mi hermoso Nathaniel y contra mí. Mira que irrumpir en nuestra historia de amor e intentar quitármelo. No puedes ser más puta –La voz de Melody se escuchaba grave, y llena de rencor, un canto lleno de odio que hizo a Sucrette sentirse mal. Por culpa de ella la dulce Melody estaba así. Por no haber pensado antes e su amiga que en su caprichoso amor por Nathaniel. Los amoratados ojos de Sucrette se fijeron en los de Melody, faltos de cordura y llenos de odio. Odio que le dolió en lo más profundo a la peli azul. Sollozó e intentó articular palabras de perdón. -¡De nada sirve disculparse! Voy a acabar contigo ahora mismo para que yo pueda ser feliz con él. Ya no tendrá que fingir quererte, y libraré al Sweet Amoris de tu odioso ser. –Melody reía ante el dolor que le causaba a la chica. La cual sólo se retorcía como el gusano que era, a ojos de la castaña. Sus uñas estaban llenas de sangre, y las enredó en las hebras azules de Sucrette. Comenzó a azotar su cabeza contra la madera del piso, para después ponerse de pie y patearle el estómago. Haciendo llorar más a la delicada joven. Estaba llena de heridas y su dolor sólo acrecentaba. Gritaba auxilio en silencio. Su cuerpo poco a poco comenzaba a convulsionarse ante las violentas arremetidas. Su alma lloraba, y pedía perdón por todo lo que hizo. Por los problemas que había causado, mientras la risa de Melody se escuchaba como fondo. Una risa descompuesta e infantil. Estruendosa y que lastimaba sus oídos y su alma. Melody se limpió el sudor con su mano. Dejando un rastro de sangre a través de sus facciones. –No sabes cuánto esperé para esto –El odio premeditado recorría cada poro del ser de la chica, mientras el convulsionante cuerpo de Sucrette se retorcía en un pequeño charco de sangre creado por la herida en su cabeza, y alguna que otra herida "menor" en su blanquecino rostro y delgados brazos. Su traje de vampira estaba descolocado. Su respiración era errática y su rostro bañado en lágrimas de sangre.

Cuando Melody pensaba dar el golpe final, y se arrodilló al lado de Sucrette, sacando el cuchillo del estuche en su pierna –Muere -un alarido de horror se hizo presente en el lugar, interrumpiendo el acto.

De no haber sido por el regocijo que recorría el cuerpo de Melody, y los sollozos de Sucrette, habría escuchado la interrupción que hizo Nathaniel al entrar en el gimnasio. Sus ojos estaban casi desorbitados, viendo el cuerpo de su novia, tirado y al borde de la muerte. Todo el temblaba al ver cómo ella lo miraba, casi al borde de la inconciencia, y a un lado se encontraba una de las que habría llamado en algún momento gran amiga. Ésta sonreía enfermizamente sosteniendo un cuchillo cerca del pecho de Sucrette. Pudo adivinar fácilmente lo que estuvo a punto de hacer. Y Se sacudió de miedo. Su mente debía estar jugándole una mala pasada.

-N-Nath…-Susurró con problemas Sucrette, la sangre se deslizaba en su mandíbula, y veía como toda ella estaba cubierta de ése líquido escarlata. Y por la posición de sus piernas pudo imaginar que estaban rotas. Un entrecortado suspiro de miedo salió de su pecho y su boca estaba sellada del horror. –Amor, qué bueno que llegas –El enfermizo tono de Melody le causó náuseas, su cuerpo tembló bajo el traje. –Estaba a punto de llegar a la mejor parte –Decía lamiendo sus labios.

-Melody ¿Qué has hecho? –Dijo con horror Nathaniel.

-Pues lo obvio, mi amor, deshacerme de éste horrible ser que se interpuso entre tú y yo –Dijo soñadoramente y sonrojada. Su distorsionada felicidad no podía notar que el chico la miraba con horror. Su mente llegó a un puto de no retorno.

-¡Eres un monstruo! –Gritó Nathaniel empujándola y acercándose a Sucrette, que soltó un pequeño alarido de dolor al sentir como Nathaniel la acercaba a su cuerpo. Se sintió encalma durante un momento y por casi unos segundos no le incómodo todo lo resquebrajado que su delgado cuerpo estaba. La hemorragia que tenía en su cabeza no paraba, mareándola, y manchando el disfraz de Nathaniel.

El cuerpo de Melody estaba a unos metros de ellos, y su mirada perdida se encontraba en el suelo. No podía creer que Nathaniel la haya empujado así, y peor aún que haya acercado su obra maestra a su cuerpo protectoramente. Nathaniel estaba defendiendo a esa cosa, y era imperdonable. Él mismo no sabía de la pureza que lo rodeaba y que estaba siendo manchada por todo.

-Lo siento, Su –Susurraba Nathaniel cerca del rostro de la chica, mientras soltaba lágrimas –Debí haber llegado antes –Y pudo sentir que Sucrette acercaba con dolor su mano al rostro de él. Limpiando los rastros de las gotas saladas –No pasa nada –Dijo con dificultad, mientras él lloraba más y le decía que guardara silencio. –Te amo Nathaniel –Dijo ella cerrando sus ojos. El chico entró en pánico, gritando que también la amaba. Desesperadamente abrazaba el maltrecho cuerpo de ella. La respiración de ella se hacía cada vez más corta y poca. Él no paraba de llorar, ella era su todo, la única persona que lo conocía bien, la única que lo entendía y que lo había salvado. Cada cosa que decía y gritaba al golpeado cuerpo de Sucrette sólo hacía que la ya resquebrajada cordura de Melody se hundiera más. Haciendo que el odio se dirigiese incluso al amor de su vida. Ella misma salvaría al pobre rubio de todo lo que no sabía que le hacía mal. Ella era la única que podía hacerlo. Notó que estaba perdido sin saber que su bondad se vería corrompida por seres tan odiosos como Sucrette.

-Tranquilo, mi príncipe, yo te salvaré –Susurró Melody sonriente, ella sería la luz de Nathaniel, y si eso implicaba que su cuerpo le perteneciera para no ser manchado por el mal de las otras personas, eso haría. Alzó su bate decidida. Ella sería la única que podría tener la pureza de Nathaniel. Era un derecho que le fue otorgado. La luz que se colaba por la luna alumbraba a la pareja, los vacíos ojos de Melody eran reflejados. Sólo sollozos y una errática respiración se escuchaban.

Y todo fue negro.

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SJDNCJSHVN bue, no le he puesto final, porque de ser el caso de que les haya gustado quiero que comenten cómo debería terminar, si con felicidad para Yandere-Melody-chan, o para la parejita xdd Éste esel primer fic que publico, realmente me gustaría saber si les gustó. De la nada nació la idea por las fiestas que se están viviendo ¿Alguien más aparte de mí fangirlea mucho con el evento que hay en cdm? es precioso *Q* JAJAJA, yaya, me despido, matta nee~

Fuckthehopes