Había veces en las que deseaba escapar de la clase, escapar y correr a uno de los grandiosos buques que habían atracados en el muelle, y surcar el Mar Conquistador. Iría sin rumbo, donde los vientos me enviaran cuando empujasen las velas del barco, donde las mareas dirigieran mi camino. Sólo quería sentir el olor del agua salada, sentir la brisa marina acariciando mis cabellos y escuchar el rugir de las olas contra la quilla. Daría lo que fuera por vivir una aventura lejos de la isla, ser una de esas famosas capitanas con una tripulación que la respetaba, un barco inmemoriable y un par de trabucos que tuviesen nombres de la misma talla que los de mi madre.

Sentí un fuerte dolor en la coronilla, el cual me hizo volver a la asquerosa realidad. La maestra tenía la mala costumbre de pegarme una colleja cada vez que me iba a las nubes, y mis compañeros no se cortaban la risa cada vez que pasaba. Ahí me daba cuenta de la fea y arrugada cara de Miss Chapuli, una vieja roñosa a la que seguramente ningún hombre la habría llevado a la alcoba, con los pechos tan caídos que parecían ser un par de brazos más. Como no, su cara tan cerca de la mía, mirándome con esa mirada que decía que daba miedo, pero más bien me daba asco, porque creo que ella desconocía la existencia del cepillo de dientes. Ay madre, en qué momento pensaste que venir aquí me haría algún bien.

- Señorita Fortune, debería de centrarse más en los estudios. - decía ella mientras su voz era acompañada de un pestilente olor a calamar. - Su madre dedica parte de su botín en que tenga una buena educación. Debería estar avergonzada, viendo como derrocha sus esfuerzos.

- Creame Miss Chapuli, estoy muy orgullosa de lo que mi madre hace por mí, pero dudo que reproche mi idea de llegar a ser como ella. Además, tiene que reconocer que sus clases de historia son de lo más aburridas. Debería de dejarle ese trabajo a otras profesoras más... llamativas.

- ¡Maldita mocosa maleducada! - gritó mientras se disponía a golpearme otra colleja.

Pero si hay algo que aprendí de la tripulación de mi madre, es que nunca debes luchar desarmada. Así que con rapidez, agarre la regla que guardaba debajo del pupitre, y sin dudarlo un segundo, golpee el viejo dorso de su mano con ella. No pudo evitar soltar una carcajada cuando la oí gritar de dolor. Cuando vi que quería contraatacar, me escabullí del sitio en dirección a la ventana abierta que había al otro lado de la clase. Mis compañeros se reían mientras Miss Chapuli me seguía. Sólo tendría una oportunidad, de lo contrario me llevaria una gran reprimenda. Salte sobre la mesa de la profesora, volví a saltar hasta acabar colgada del marco de la ventana, escuchando como el pánico se hacía con miss. Justo cuando estaba a punto de agarrarme de las piernas, hice un esfuerzo más y salte. Cai sobre los barriles que había debajo, y antes de que pudiera dar la vuelta para pillarme, corrí camino abajo, en dirección al puerto.

No dudaba que Miss Chapuli fuera a buscar a madre después de esto, pero ya se me ocurriría algo cuando llegase la ocasión. Llegue al muelle, y tal como me imaginaba, estaba lleno de barcos que cargaban y descargaban mercancía. Algunas eran cajas llenas de comida, cachivaches de Piltover y textil, otros eran cofres repleto de dinero y joyas. Pues si de algo era famosa Aguas Estancadas, era de la piratería. Un fuerte golpe captó mi atención. Una caja llena de naranjas se había precipitado contra el suelo, dejando que todo su contenido saliera desperdigado. Mmm...naranjas. Cada vez que veo una se me hace la boca agua. No puedo evitar comerlas, una tras otra. Sin dudarlo un segundo, corrí hacia el montón de naranjas, llevándome unas cuantas entre los brazos e ignorando los gritos y las maldiciones de los marineros que las habían custodiado.

Pero no me fije en que uno de ellos llevaba una pistola, y sin pararse a pensar, me disparó. Por suerte, la fortuna está siempre del lado de mi familia. La bala pasó al lado mi brazo, aunque solo logró cortar la tela y hacerme una herida, acabó impactando en un tonel cargado de ron. Mala suerte amigo, si hay algo que un pirata odia, es quedarse sin ron. No me hizo falta darme la vuelta para ver como los piratas se abalanzaron sobre él y le propinaban patadas y puñetazos. Como dije antes, esto es Aguas Estancadas.

Tras correr unos cuantos minutos, cosa que me pareció una eternidad, llegué a mi parte favorita del puerto. Aquí solo había pequeños veleros y barcas en mal estado, donde apenas pasaba la gente. Mamá me decía que este no era un lugar para una señorita, pero se olvida de que soy una Fortune, la fortuna nunca sonríe a los necios, y obviamente yo no soy una de ellos. Miré a ambos lados, asegurándome de que no había moros en la costa, y me puse a comer la primera del montón de naranjas. Ya habría llevado un par, puede que incluso más, cuando note la presencia de alguien más.

Pero ya era demasiado tarde como para esconderme. Esa fue la primera vez que lo vi. El más temible de todos los piratas que había visto hasta ahora. Una camiseta de manga corta abierta por el pecho, de tal manera que dejara ver los pectorales bien trabajados, aunque también tenía trabajados los bíceps. Encima una larga chaqueta de capitán de color rojo, un cinturón para sujetar los pantalones azules y otro para la vaina del enorme sable que colgaba de su cadera. Sus botas negras hacían resonar sus pasos con las tablillas de madera del camino. Sus manos enguantadas, una sujetando el trabuco y la otra una naranja. Miré su rostro. Una prominente barba negra, ojos tan oscuros como la noche, y un sombrero con la típica calavera atravesada por dos espadas.

- Menuda sorpresa. Una sirena se ha escapado del océano, debería de aprovechar mi suerte.

- Si te metes conmigo, te meteras con mi madre. Y te puedo asegurar que ella no se va a quedar de brazos cruzados si me tocas un pelo. - él rió descaradamente.

- Dime pequeña, ¿Quien es tu madre? ¿La esposa de un pirata borracho?

- Mi madre es Sarah Fortune, la famosa cazarrecompensas de la Llama Azul, la temida por todos los piratas. - no se si fue el nombre de mi madre o la determinación con la que lo dije, lo que hizo que borrase aquella sonrisa de la cara.

- Ya veo. - se acercó a mi, hasta quedar justo a mi lado. Se sentó y continuó degustando su naranja. - Por curiosidad. ¿Sabes quién es tu padre?

- Mamá nunca me habló demasiado de él. Dice que la abandonó cuando supo que estaba embarazada y que jamás la volvió a visitar. - le ofrecí una naranja. No sé que tenía aquel tipo, pero desde luego ya no me parecía tan temible como antes.

- Gracias pequeña. - comenzó a pelarla. - ¿Sabes? Yo conocí a tu padre. De hecho, fue él quién me dijo que esperaba una pequeña fortune.

- ¿Enserio? - no pude evitar emocionarme. Desde que era bebé siempre quise saber quien era mi padre.

- Sip. Verás, tu padre era un temible pirata, capitán de la más terrible tripulación que haya existido. Y como no, su cabeza valía un montón de cofres de oro. Así que tu madre fue tras él, pero ella no era como los demás cazarrecompensas. A ella no le gustaba capturar a su presa en tierra firme, sino en el propio terreno de su presa, siendo en el caso de tu padre alta mar. Su barco luchó mil y una veces contra el suyo, acabando ambos destrozados la mayoría de las veces, pero sin tener un claro vencedor. Así que el temible pirata la reto a un duelo. Si él ganaba, la tomaría como su dama de uso personal. Pero si ella ganaba, le entregaría su cabeza.

- ¿Entonces...mamá perdió?

- En absoluto. Acabaron empatados. Ella sin balas, y él sin armas que poder usar. Siguieron retandose día tras día, y obtenían el mismo resultado. Hasta que un día sucedió lo peor. Uno de los marineros de tu padre decidió facilitarle las cosas. Manipuló una de sus pistolas, y cuando iba a dispararle como hacía siempre en sus duelos, literalmente se le fue el tiro por la culata. Él no tardó en enterarse de esto, asi que mató a esa rata asquerosa y se encargó personalmente de sus heridas. Fue entonces cuando...digamos que ambos ya no podían soportar más la atracción del otro. Lógico y normal, tu madre contaba con una belleza que ni las propias sirenas se la podían igualar.

- Pero no lo entiendo. ¿Por qué mi padre la abandonó? - suspiró pesadamente.

- Realmente no os abandonó. Él contaba con muchos enemigos que querían quitarle su puesto como Terror de los Mares. Sabía que alguno podría acabar enterándose de tu existencia. Así que lo mejor que pudo hacer era desaparecer. Sin embargo, él se aseguraba de que no os faltase nada. Cada vez que obteníamos un buen botín, entregaba su parte en secreto a tu madre, con la esperanza de que tuvieras un buen futuro.

- Realmente lo conoces bien. Pareces ser incluso él. - volvio a reir ante mi comentario.

- Pequeña, no te confundas, que lo conozca bien no quiere decir que lo sea. Por esa regla de tres sería padre de muchos niños.

- Sí, supongo que tienes razón. -

Estuvimos en silencio bastante rato. Al final compartí mis naranjas con él. Me era extraño ver a un pirata comer semejante fruta, y no beber el típico ron que tanto deseaban todos. Justo cuando creía que todo iba viento en popa, sentí una fuerte punzada en el brazo. La naranja que estaba comiendo me cayó al suelo, llamando la atención del desconocido que había a mi lado. Al ver que llevaba la mano a la herida, se incorporó.

- Déjame echarle un vistazo a eso. - no dude en girarme y enseñarle el corte. No era tan profundo como el que podía hacerte una daga, pero aun así dolía. - ¿Quien te ha hecho esto?

- Uno de los tipos del muelle me disparó cuando le robe las naranjas. Por suerte la bala pasó a mi lado y dio en un tonel cargado de ron. Jaja, los piratas fueron directos a por él en cuanto vieron su preciado alcohol caer al mar.

- Desde luego. Que seas una Fortune no quiere decir que la fortuna te sonría siempre. Anda trae, dejame curarla. -

Sacó un pañuelo de su bolsillo, lo mojo con el agua salada y lo estrujo encima de la herida. No pude evitar soltar un siseo, al notar como me dolia. Luego ató la prenda a mi brazo, no demasiado fuerte para no hacerme daño, pero sí lo suficiente como para que el agua me calmara el molesto dolor.

Y por una vez en mi corta vida, la fortuna no me sonreia. Imaginaros mi cara al ver cómo mi madre aparecía justo por aquella parte del muelle. Vestida con su típico traje de corsaria, luciendo su tricornio con estilo, y teniendo a Descarga y Pavor a ambos lados de su cadera. Con solo verle la cara se notaba que no estaba precisamente de buen humor, posiblemente debido a que se enterase de que me fugé de clase, que robé unas simples naranjas. Aunque no quedó ahí la cosa. Cuando vio que estaba acompañada por aquel desconocido, avanzó rápidamente hacia mí hecha una completa furia.

- Wendy Elisabeth Fortune. - si amigos, ese es mi nombre completo. ¿Precioso eh? Fuera coñas, no sé en qué pensó mi madre cuando me puso ese nombre. - ¿Por qué te has escapado de clase? ¿Y que haces con ese pirata?

- ¿La has llamado Wendy Elisabeth? - veo que no soy la única que opinaba lo mismo de mi nombre. El desconocido se puso de pie, justo para quedar a la altura de mi madre, bueno vale, un poco más alto que ella. - Enserio Sarah, me esperaba algo mejor.

- Cierra el pico Gangplank. - le apuntó con el dedo y se acercó amenazadoramente a él. ¿Así que ella lo conocía? - No se que hace una escoria y rata repelente como tú aquí, pero no quiero que estés cerca de mi hija. - volvió a reír. Desde luego este hombre tenía la risa muy floja.

- Solo estaba contándole cómo era su padre. Parece ser que te lo tenías muy guardado. Mira que mentirle.

- Ella no se merece saber nada de ese malnacido.

- Me parece recordar que fue con ese malnacido con quien disfrutaste las mejores horas nocturnas de tu vida. - el sonido de la bofetada resonó por toda esa parte del muelle. - Veo que sigues siendo la misma.

- Con otros diría que ha sido un placer volver a verte, pero ya te puedo asegurar que no es así. - y volvió a dirigirse a mí. - En cuanto a ti señorita, tendremos una seria charla en cuanto volvamos a casa, respecto a cierto comportamiento. - justo en ese momento se percató de mi herida en el brazo. - ¿!Que te ha pasado?! !Qué has hecho Gangplank! - ahora si que la había hecho buena. Ya le estaba apuntando con Pavor.

- Oye no es mi culpa que ella sea disparada cuando roba naranjas en el muelle.

- ¿Que has hecho que?

- Mamá, se que va a parecerte muy raro, pero creeme que tiene una buena explicación. Verás un cargamento de naranjas cayó al suelo, así que aproveché y cogí unas cuantas. Me dispararon, pero tuve la suerte de que la bala pasó al lado y solo me hiciera un corte. Gang...gang...

- Gangplank.

- Eso. Gangplank me vio la herida y me la estaba curando. Así que tu tranquila que no pasa nada de nada. -

Como siempre hacía, le sonreí para ver si sonaba convincente. Aunque viendo cómo levantaba una de las cejas, me daba la impresión de que no.

- Claro, el mismo Azote de los Mares curando a una niña. Muy típico de un pirata. - odiaba cuando se ponía sarcástica. - Vamonos, se está haciendo tarde.

- ¿No te vas a despedir, Fortune?

- ¿De ti? Por favor Gangplank, te tomaba por alguien menos estúpido. -

Fui hacia mi madre y emprendimos el camino de vuelta a casa, aunque no sin antes de despedirme con la mano del pirata. A mi madre no le hizo mucha gracia, pero tampoco me dijo nada.

Nuestra pequeña casa estaba al otro lado de la isla, justo encima de la playa donde siempre atracaba el barco de mi madre. Desde lo alto de la colina se podía ver el campamento que montaba la tripulación de mi madre, toda ella compuesta por mujeres de las que no se debía fiar una, y por supuesto leales a su capitana. Yo me maravillaba cada vez que veía la enorme carabela que tanto cuidamos. En la parte trasera se podía leer claramente el nombre con el que la habíamos bautizado, Fortunia. ¿Acaso pensabais que lo íbamos a llamar de otra forma?

Recuerdo los veranos viajando a Noxus, Bandle City y el pequeño archipiélago cercano a Jonia, cabalgando las olas con Fortunia sintiendo la brisa marina impulsando sus velas. Siempre me viene a la memoria la primera vez que lo vi, cuando tenía seis años. Mamá había decidido cambiar el viejo barco por uno más rápido y más grande. Vendió la madera del antiguo, y con lo que ganaba de las recompensas, compró el nuevo. Fue justo al salir de clase cuando me llevó con ella a verlo por primera vez, y dándome el honor de ponerle el nombre digno que ahora luce. Sé que tarde o temprano habrá que reemplazarlo, y que no hay nada que pueda hacer al respecto, pero si pudiera llegar a ser capitana algún día, me gustaría tener un barco de esa talla.

- Atiende. - chasqueo mi madre los dedos ante mi cara de empanada.

Estábamos sentadas en la mesa del jardín, dando justo a la playa. Yo deleitandome tontamente con unas naranjas, y mi madre con una botella de ese ron casero que hacía. Lo había olido un par de veces, y he decir que era agradable, pero cuando lo probe un dia en el que madre no estaba en casa, era como beber rayos de la cola de un tritón. Supongo que cuando te haces mayor te acaban gustando hasta las cosas más asquerosas.

- Wendy no me gusta que te andes saltando las clases, es tu futuro. No quiero que te quedes viviendo en esta isla donde la ley prácticamente ni existe.

- Lo sé mamá, pero es que Miss Chapuli es una completa aburrida, ya me conozco la historia de las Guerras Rúnicas con los libros que me compraste, hablo y escribo mejor que los de mi clase, y no nos metamos en las matemáticas.

- ¿Te refieres al suspenso que llevas arrastrando desde hace dos años?

- ¡Eso es porque esa vieja esmirriada no quiere aprobarme! - comi furiosamente mis últimos gajos de naranja. - Mamá, si algún día yo me acabase convirtiendo en lo mismo que tú, ¿Cómo te lo tomarías? - suspiró, como siempre hacía cada vez que hablamos de este tema.

- Sinceramente no me sentiría del todo segura. El mar no es tan bonito como te lo pintan en los cuentos, sus aguas esconden los peores augurios que jamás te habrías imaginado.

- ¿Eso es un no?

- Es un no se sabe. - tomó otra copa de ron. - Hagamos una cosa. Ya que te empeñas tanto, te llevare a mi próximo viaje...

- ¡SI! - grité de emoción.

- Pero tendrás que aprobar los estudios de este año, si o si. Al menos que no sea un simple aprobado, esfuérzate al menos.

- Ya decía yo que había sirena encerrada. Esta bien, lo prometo. Aunque no se si Miss Chapuli me va a mirar de la misma forma después de lo de hoy.

- Cierto, como castigo por lo de hoy, limpiaras la cubierta de Fortunia durante dos semanas. - ¡¿Como que dos semanas? Si este barco es enorme! - Sin reproches. ¿No decías que querías pasar más tiempo en el barco? - empezó a reírse en mi cara. Desde luego ella sí que sabía como liarlas. - Anda, ve a buscar a Luminis, que te de todo lo necesario para el trabajo. -


Desde la costa, observaba como mi pequeña entre reproches y maldiciones, limpiaba la cubierta. Luminis la controlaba desde lo alto del mástil de mesana. No podía evitar reírme, la verdad es que el castigo era un poco severo, pero no quería que mi hija se volviera una de esas maleducadas que se iban con el primer hombre que veían, por no tener que llamarlas de otra forma. Si para educarla se necesitaba mano dura, entonces mano dura usaría, siempre con su toque cariñoso al estilo Miss Fortune.

Sin embargo, siempre que la veo hablando de su sueño de convertirse en capitana, y tener su propio barco con el que surcar los siete mares, veo cuánto se parece a él. Me da pena tener que ocultarle la verdad, pero es uno de los sacrificios que se hace cuando tienes a tantos enemigos detrás tuya. Se que lo hace por nuestro bien, pero aun así no puedo evitar sentirme furiosa al respecto. Sólo espero que en un futuro las cosas vayan a mejor, y que en ese futuro no incluya que ella siga exactamente nuestros mismos pasos, al menos que no se convierta en una campeona de la Liga de Leyendas. No me gustaría verla atada a un juego donde constantemente andas muriendo, aunque solo sea durante unos segundos.


Quería experimentar un pequeño one-shot con el viejo lore de Gangplank y Miss Fortune, así como sus juicios de la liga.

Haré unos cuantos one-shots más empleando el viejo y el nuevo lore, que luego no se diga que una servidora no lee xD

Deja tu opinion!

Kaiserelle