Ningún personaje me pertenece... T.T sólo quiero a Lupin, si? T.T todo es de aquella señora que los asesinó en el último libro, y de la warner que espero que hagan una buena representación de su romance u.u

"Como una travesura"

Desdichado, miserable… hasta el peor de los rufianes. Así se había sentido Remus Lupin después de la "escenita" que le hizo aquella pelirosa en la enfermería, luego de la trágica muerte de Dumbledore. ¿Acaso esa niña no sentía el mas mínimo pudor? Había ventilado sus problemas a toda aquella gente: Harry, Hermione, los Weasley… ¡Hasta McGonagall se enteró! Pero, si lo pensaba detenidamente, esa pequeña discusión en la enfermería le había dado a conocer, ocultamente claro, el ultimátum de la joven auror.

Cuando tuvo oportunidad la buscó en los jardines del colegio, cerca del bosque prohibido, hasta en la torre de Astronomía… pero ella no estaba. Ofuscado se sentó en un banco de piedra junto al retrato de una bruja tejiendo. ¿Qué clase de idiota era? Había lanzado por la borda la última oportunidad para ser feliz… solo por sus miedos, disfrazados en ayuda, y es cierto que temía, pensaba que alguna vez la chica se daría cuenta que no era fácil vivir con un licántropo, y lo dejaría solo… abandonado y con el corazón roto en mil pedazos.

Pero ¿Quién le estaba rompiendo el corazón a quién? La respuesta siempre había estado ahí, ante sus narices… él y nadie más que ÉL había hecho sufrir a la chica que más había amado en la vida… ¿Chica, hasta cuando le llamaba chica? ¡Era una mujer, Remus! Una mujer que lo volvía loco casi desde el mismísimo momento en que la conoció, y tenía más que presente de que no era porque fuera la mas joven o la más bonita, sino porque era Tonks, su Tonks.

-La vi saliendo de la sala común de Hufflepuf – dijo una vocecita de niña soñadora – quizás la alcance, profesor.

Remus se levantó inmediatamente y le dedicó la más amplia y sincera de sus sonrisas a la rubia en frente de él. Salió corriendo hacia los sótanos, que era dónde se encontraba la sala común de los "Huffies", y la vio cruzando el vestíbulo con la cabeza gacha. Se acercó a ella lentamente, le tomó el brazo con cuidado y la chica se volteó automáticamente alzando su varita y frunciendo al ceño. Al ver a Remus, su mirada se suavizó un poco, aunque sus ojos estaban rojos… húmedos.

-Ah, eras tú – bajó la varita – Si vas a sermonearme por lo que hice en la enfermería te comprendo, pero aún así no puedo retractarme de mis palabras, no me arrepiento. ¿Pero sabes? – la chica no lo dejaba hablar- Remus, me cansé… he luchado más de un año contra tus estúpidas excusas, tus mentiras y todo eso… y estoy replanteándome muchas cosas. Yo también sufro cada luna llena, sabiendo que al día siguiente podría estar a tu lado y no me lo permites, sufro porque no puedo compartir contigo todo lo que me gustaría y, bueno, ya he acabado por entender – suspiró y se tomó unos segundos antes de seguir – No quieres estar conmigo. Mucho menos después de que he gritado a los cuatro vientos nuestros problemas, y quizás me lo merezco por ser una arrastrada – sonrió miserablemente, y su voz se quebró – Nos vemos mañana en el funeral.

Se volteó nuevamente para salir por la gran puerta del colegio, y no pudo seguir porque el licántropo seguía aferrado a su brazo, se giró alzando una ceja.

-¿Remus, qué…?

Era mejor el silencio. Si, era el más dulce y embriagador silencio que había probado en su vida, y por primera vez Nymphadora supo apreciar lo bien recompensado que era tener la boca cerrada. Bueno, quizás el silencio es bueno tan solo cuando te callan con un beso, y qué beso – sonrió entre sus labios – y por supuesto, le correspondió sin tapujos. Era maravilloso, lleno de éxtasis… de electricidad, electricidad que se cortó cuando Remus separó sus labios de los de ella.

-A mi tampoco nada me importa ya – dijo, alzando la voz - ¡Que todo el mundo sepa que te amo, maldita sea! ¡Amo a esta mujer! – le dijo a la señora Norris que iba pasando y se quedó de piedra, como si entendiera lo que Remus acababa de decir - ¡Si, gata cochina. La amo y soy capaz de lanzarme de la torre de astronomía si ella no me perdona!

¿Ya era la hora de que su madre la levantara y la regañara por dormir hasta tan tarde? ¿Era la hora de que su padre le tirara chorros de agua en la cara, riéndose cómo bobo? ¿O era la hora en la que debía pellizcarse ella misma por tener sueños tan… irreales? No, era la hora de lanzarse a besar a aquel hombre que, fuera sueño o no, le había devuelto color al cuerpo, a la vida… y verdaderamente ya no interesaba la mirada reprobatoria de Filch o los cánticos de Peeves: "Bella y bestia sooon…"

¡Qué va! Nymphadora sólo deseaba no despegarse de aquél húmedo contacto y caminar hasta el despacho vacío más cercano sin caerse, y así lo hizo. Librándose de Peeves, Filch, y la perpleja mirada de la señora Norris se encerró con aquel castaño en un aula vacía (aunque ni se cercioró si realmente estaba vacía). Siguió besándolo. Como si nunca antes en su vida hubiera besado a un hombre… con todo, labios, dientes, lengua, hasta dedos mezclados en un frenesí de pasión, como si fueran dos adolescentes en una cabaña abandonada de la mano de Dios. Está de más decir que ninguna parte del cuerpo de ambos quedó libre de besos, lamidas o mordiscos. Todo en cuanto al paso de aquellos hambrientos labios, sedientos de amor por tanto tiempo, quedaba cubierto de caricias: Labios, mejillas, orejas, cuello, clavícula… ¿Había alguna vez estorbado tanto la ropa como en aquel momento? Definitivamente no. Pero para la sorpresa de la metamorfomaga, fue el vivaz "lobito" quien abrió su blusa de un tirón arrancando los botones a su paso.

¡Por los calzones de Merlín! Si no fuera porque, en su interior Remus tenía un escondido lobo, Tonks no habría pensado jamás en que él hubiera sido capaz de hacer semejante cosa… ni de hacer esa bendita sonrisa de medio lado que la hacía temblar de pies a cabeza. El ojimiel tomó su varita y lanzó un encantamiento de cerrojo a la puerta del aula e insonorizó el lugar. ¿Qué otra prueba necesitaba de que iba a pasarlo como nunca? Antes de siquiera parpadear, el hombre la tomó de la cintura y la sentó en el pupitre más cercano y de un feroz tirón le quitó los gastados jeans. Y su sonrisa siguió intacta.

¡No! ¡Ella estaba en desventaja! Haciendo acopio de toda su picardía le quitó la túnica a su hombre y le aflojó la maldita corbata – siempre tan ordenado – puso sus manos cálidas bajo la camisa de él y comenzó a acariciarlo mientras lamía su cuello de manera sumamente insinuante. Si, ella sabía que Remus estaba disfrutando. Lo decía su mandíbula tensionada, sus ojos cerrados y sus puños temblando que, sin duda, mostraban como trataba de controlar a la bestia. La pregunta era ¿Ella quería que la bestia se controlara?... No.

Le desprendió la camisa sin dejar el contacto con su torso y le acarició el pecho con los labios mojados e hinchados de tanto besar. Clavícula, pectorales, bello, tetillas… lo devoró todo a su paso sintiendo las manos de su amante tensionadas en su cintura. Tratando de relajarse y no parecer una maldita desesperada bajó sus manos hacia la hebilla del cinturón del castaño, y con una destreza que cualquier persona tan excitada envidiaría, se deshizo de aquel cuero sujeta-pantalones que no hacía más que estorbar. Remus la besó insistentemente gimiendo contra su boca y descalzándose usando solo sus pies, y también descalzándola a ella. La pelirosa siguió su tentadora ruta y desabotonó, lentamente, el molesto botón y bajó la cremallera… un rápido movimiento hacia abajo y pantalones descartados.

Y así estaban las cosas: Los dos solos en un aula completamente vacía e insonorizada, en ropa interior, sudorosos y completamente extasiados. Todo a favor de ellos y de sus reprimidas hormonas que, por fin podían liberarse después de más de un año de tortura.

Ya no podía más. Remus completamente cegado por el rojo manto de la lujuria arrancó el sujetador de Tonks, y dejó al descubierto sus pechos: No muy grandes, aunque tampoco pequeños, pálidos y adornados con aquella aureola rosa que terminaba en pezón… sencillamente perfecto, completamente perfecto. Los apreció un momento sin dejar de susurrarle que la amaba, y por la santa mierda de colacuerno húngaro que la amaba. Los tocó, sintiendo el tacto tibio de su seno por primera vez y ella gimió "Si, Remus, gimió… y eso te enloquece"- se dijo a si mismo – se dedicó a acariciarlos hasta que su mente exigió probarlos ¿Quién no querría probarlos? Parecían caramelos, dulces, quizás con sabor a fresa… pero cuando los tocó con sus labios y su lengua supo que no, que eran infinitamente mejores que la fresa. Podría haberse quedado en sus pechos por siglos… sin siquiera sentir los años pasar, sin embargo los gemidos que daba ella a cada lamida, beso, caricia, pellizco… lo volvían cada vez más desquiciado. Aún utilizando su ávida lengua subió por su clavícula, por su cuello, barbilla hasta llegar a esos benditos labios. Succionó su labio inferior y la besó.

Cuando el dirigió sus manos a la pantaleta de ella para, sin duda bajarlas y hacerla gritar en ese mismo pupitre ella lo detuvo y bajó, separándose un poco de Remus ¿No podía elegir otro momento para vengarse de él? Bueno, en realidad se lo merecía por haber sido un completo tarado… ¿Pero tenía que ser AHORA? Para su asombro la chica no se vistió, ni huyó, ni gritó, ni lloró, ni se rió de él y le echó en cara todo el sufrimiento que le había hecho pasar. Solo se limitó a sonreír, con esas sonrisas de picardía y travesura que solo saben hacer aquellos que tienen sangre Black en sus venas, y se dirigió al escritorio del maestro, rodeándolo juguetonamente.

-Profesor – dijo con voz infantil y coqueta – Tengo problemas con la materia, ¿Podría ayudarme, darme unas clasecitas particulares?

Remus le sonrió. ¿Qué mas podría haber hecho? Se acercó a ella a paso decidido, tiró con un movimiento de brazos todo lo que había sobre el escritorio (tinteros, plumas, libros, pergaminos…) y recostó a la muchacha sobre éste.

-Señorita Nymphadora - dijo, remarcando su nombre – He visto sus resultados y está bastante bien en teoría. Pero… - se acercó a su oído rozando el lóbulo con el tibio aliento - …le falta práctica.

No supo si fue por aquella voz tan ronca y seductora que salió de la garganta de su licántropo, por el tibio aliento que la hizo temblar, o por el verdadero significado de aquellas palabras. Pero sin mas tapujos, la metamorfomaga deslizó con rapidez los bóxer del castaño, y él sintiéndose en desventaja hizo lo mismo con sus pantaletas. Abrió las piernas, lejos de todo pudor y allí comenzó: La danza de placer que les avivaba los sentidos, y ella supo desde el primer momento en que lo sintió dentro que jamás, aunque sus experiencias pasadas no eran para nada mediocres, volvería a sentirse tan llena como ahora. Ya no había espacio en su mente, en su cuerpo, en su corazón, todo era sólo para Remus… por Merlín, lo que decían sobre los hombres lobo era cierto, tenía que ser cierto. ¿Cómo un hombre puede hacer eso si no…? ¡Por Dios!

En cambio Remus no pensaba en nada, nada de nada. El enorme placer que sentía ahora bloqueaba cualquier capacidad de raciocinio. El siempre educado y fino Remus, ordenado, pulcro, moral y dulce Remus estaba haciéndole el amor, sobre el escritorio de algún profesor, a la criatura más hermosa que había conocido jamás. ¿Valía la pena el raciocinio realmente? No. Sólo valía la pena aquellos gemidos que se escapaban de la boca de ambos, aquel sudor que desprendía su cuerpo, aquellas uñas enterradas en su espalda y aquel rostro sonrojado y lleno de satisfacción que tenía bajo su cuerpo.

En un brusco movimiento la chica se giró y quedó sobre él, le sonrió y le alzó una ceja tratando de recuperar el aire.

-Déjeme mostrarle que no estoy tan atrás en experiencia profesor – soltó una risita provocadora – ojala pueda sacar un "excelente" en los TIMO's.

Y sin más comenzó a moverse, primero con movimientos suaves y acompasados, disfrutando de la tortuosa fricción. ¡Pero bueno! Nymphadora Tonks era famosa por ser una muchacha impaciente e hiper-activa, no pasó mucho tiempo para que comenzara a saltar sobre el cuerpo de su hombre, sin dejar de repetir su nombre con cada sacudida, y Remus podía jurar que a no ser por el bendito encantamiento todo Hogwarts podría oír sus gemidos. Si, perfecto, irreal… maravilloso. Todo era como debía ser estando el uno con el otro, y lo supieron, aún con mas certeza, al momento de correrse juntos, al mismo tiempo… al ritmo de un solo corazón. Ella se tendió sobre el cuerpo de Remus besándolo dulcemente, para luego mirarlo a los ojos y sonreír, a lo que el ojimiel le respondió con una risita y un dejo de arrepentimiento en su rostro.

-¿Crees que fue prudente que…? ¡No, no lo digo por nosotros! – dijo el castaño al ver que la chica fruncía el ceño – O sea… acaba de morir Dumbledore…

-"Dumbledore sería feliz al saber que hay un poco más de amor en el mundo" – respondió ella con una sonrisa, citando a la profesora que, se pondría realmente colérica si llegara a saber lo que acababa de suceder sobre su escritorio.

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Lemmon, lemmon, lemmon... soy una pervertida, y qué? soñart no cuesta nada xD. Bueeeeno! ojalá les haya gustado. No lo tildé de Oneshot porque no se si seguirlo... (si lo sigo sería un fic no apto para gente que sufra de problemas cardíacos) ustedes me dirán si les gusta y si lo sigo con sus reviews... a mi me pareció divertido, atrevido... igual podría mejorar la próxima vez, así que gracias a los que me leerán! :P

Dudas, consultas, alcances, sugerencias, reclamos, insultos, alagos, propuestas indecorosas y demases, GO!