Uno

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Disclaimer: Dragon Ball no me pertenece, su propiedad es de Akira Toriyama

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Espero que les guste

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Las naves redondas cayendo del cielo fue solo el principio, el infierno se desató cuando un brillo apareció y la ciudad quedó hecha un desierto.

—¡¿Qué mier…?! —exclamó Lázuli, pero se detuvo a mitad de insulto al escuchar el quejido de Lapis. Éste se había lanzado de la rama del árbol y había caído mal torciéndose el tobillo— ¡Lapis! —la rubia de 13 años bajó con sumo cuidado el árbol en donde ella estaba encaramada y se acercó a su gemelo.

—Creo que está roto —se quejó el chico de corto cabello negro. El tobillo estaba hinchado, Lázuli lo tocó, con la poca experiencia en enfermería que su madre le había obligado a tomar supo que solo era un esguince.

—Si estuviese roto, estuvieses chillando. Deja de hacer show, solo es una torcedura —lo ayudó a levantarse y lo sostuvo de la cintura, pero después volvió a dejarlo en el suelo, y arrojó su mochila al lado de él—. Espera aquí, iré a ver la ciudad.

—No te molestes, Lázuli. No hay nada —la rubia se negó.

—Quédate aquí —y corrió.

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Tardó quince minutos corriendo hasta la ciudad, y se tapó la boca al ver que no había nada. De lejos se veía, pero ella tenía que confirmarlo con sus propios ojos. Con los ojos inundados en lágrimas, sus rodillas tocaron el suelo ensuciándose de tierra.

—Mamá… —fue lo único que pudo decir antes de derrumbarse en lágrimas.

Pasado unos minutos, cuando se dio cuenta que llorar era estúpido, se levantó y volvió a correr hacia donde había dejado a Lapis. Lo encontró cubriéndose el tobillo con las mangas de su camisa.

—Encontré esas hierbas que mamá dijo que servían para aliviar dolores —comentó su hermano, levantó la mirada y la cruzó con la de su hermana. Notó la tristeza en ellos y bajó la mirada—. Te lo dije —se levantó y apoyó el pie haciendo una mueca—. Vamos, aquí cerca hay una estación de servicio.

—Yo te ayudo —el gemelo menor se dejó ayudar. La estación no estaba muy lejos de ahí, tan sólo cinco minutos. Entraron y un chico que no pasaba de los 17 años, su cabello era castaño y su piel clara, los miró y luego volvió su vista a la tv. Luego volvió a mirarlos.

—¡Oh Kami! No me digan que ustedes vienen de la ciudad del Este —los gemelos asintieron. El chico corrió a traerles un poco de agua y galletas, también le ofreció una silla a Lapis al verlo herido.

—¿Qué es eso? —preguntó Lázuli al ver la televisión.

—El gigantón calvo y el de cabello parado fueron los que destruyeron la ciudad, según dicen los periodistas, son extraterrestres ―No se podía escuchar nada de lo que hablaban los sujetos del televisor― Los otros no se sabe quiénes son, al parecer, vinieron a enfrentar a los sujetos.

―Por favor ―dijo Lapis― Esos sujetos dejaron un desierto en lo que fue una ciudad ¿Cómo seis personas podrían derrotarlos? ―Miraron bien a las personas que habían ido a tratar de salvar el planeta; un monstruo verde, un tipo calvo de tres ojos, un tipo de pelo largo, dos niños y un calvo que parecía un niño.

―¿Qué es eso? ―se dieron cuenta cuando de repente unos monstruos verdes aparecieron en la tierra. Lapis soltó una risa amarga.

―Ya están perdidos, como todos nosotros.

―Deja el pesimismo, Lapis ―dijo Lázuli, pero ella también sentía que todo podría derrumbarse, aun así, quería mantener una ligera esperanza.

―Miren, el de tres ojos va a pelear ―dijo el cajero. Nada más con el primer movimiento, los mellizos y el cajero de la estación se quedaron boquiabiertos. Fue una pelea que duró poco, dejando victorioso al del equipo bueno debido a que el de cabello negro le disparó al pequeño monstruo verde matándolo.

―¿Que no eran de los suyos? ―preguntó Lázuli.

―Se supone ―respondió Lapis.

―Esos sujetos no tienen alma ―dijo el cajero. La segunda pelea fue un poco extraña, ya que en un momento los que peleaban desaparecieron― ¡Lo derrotó! ―celebró el cajero al ver como el monstruo verde caía al suelo, vaya sorpresa cuando el monstruo se levantó y cubrió al chico de cabello negro, explotando al final.

―Es un maldito ―gruñó Lapis con los dientes apretados. Lázuli miró con curiosidad como el guerrero bajo y calvo se acercaba al derrotado, notoriamente muerto. Notó como el guerrero se molestó y lanzó un poder, derrotando a tres de esos monstruos de un solo. Escuchó la risa de Lapis― Te brillan los ojos, Lázuli.

―Cállate, Lapis ―dijo la rubia un poco sonrojada― Es impresionante como derrotó a tres de un solo, sólo eso.

―Si no se muere tal vez podrías casarte con él. Dile que eres su mayor admiradora ―el rostro de Lázuli se puso completamente rojo y empujó a su hermano, el pelinegro volvió a reír al ver a su hermana nerviosa. Lázuli sintió que su pecho se calentaba, la risa de Lapis la reconfortaba demasiado.

A Lázuli siempre le había parecido increíble eso, que su hermano se mantuviese fuerte ante cualquier cosa, sobre todo, ante esto. Lapis la miró y le brindó otra sonrisa, esa típica de "todo va a estar bien".

Pero no, no todo estuvo bien, puesto que la pelea se puso más intensa, dejando dos muertos más del equipo que salvaba la tierra.

Estaban perdidos.

—¿Tiene algo para el dolor y la desinflamación? —preguntó Lázuli sacando su monedero, por suerte ella nunca salía de casa sin dinero.

—Parece que se quedaron quietos —dijo el cajero viendo la tv, luego miró a Lázuli y asintió. Salió de su puesto y volvió a los minutos con unas pastillas y una botella con agua—. El agua es de cortesía —la rubia le dio la pastilla a su hermano y éste hizo una mueca.

—Hazlo, Lapis —el chico tomó de mala gana el desinflamatorio y la pastilla para el dolor, la tomó de un solo, evitando que las pastillas tocaran su lengua.

—¡Hijo de…! —exclamó el cajero mirando el televisor, cuando los gemelos lo miraron, notaron una pantalla en blanco— Están muertos, de eso estoy seguro.

—¿Qué pasó? —preguntó Lapis.

—El calvo se dio cuenta de los periodistas y los atacó, la conexión acabó de ahí.

—Debemos irnos, Lázuli —Lapis intentó levantarse, hizo una pequeña mueca al apoyar el pie herido.

—¿A dónde iremos? La ciudad está destruida, todos están muertos… Mamá… —la adolescente se cubrió la boca aguantando los sollozos, las lágrimas otra vez acudieron e inundaron su celeste mirada.

—No es por meterme, chicos. Pero ¿Qué edad tienen? —preguntó el cajero.

—13.

—Déjenme ver si entiendo: Acaban de ver su ciudad en cenizas, perdieron a su madre ¿Y aun así piensan irse como si nada? ¿Con tan solo 14 años piensan andar por la vida solos?

—La vida tiene que seguir —respondió Lapis—. ¿Qué quieres que hagamos? ¿Qué nos quedemos aquí y esperemos que los extraterrestres esos nos maten?

—No ¿Por qué no eres considerado con tu hermana? Ella está mal y sólo piensas en ti.

—¡Pienso mucho en ella! ¡Por eso es que quiero que nos larguemos! —unas lágrimas amenazaron con salir de los ojos del pelinegro—. No hay más nada que hacer. La ciudad se quedará así, los muertos también quedarán así. No es como si pudiésemos pedir un deseo y que todo volviera a la normalidad.

—¡Ya basta, Lapis! —Gritó Lázuli— Sólo vámonos —se ató al cabello rubio en una cola de caballo, evitando así que más mechones cayeran en su rostro. Se limpió los rastros de lágrimas de sus ojos y le pagó las pastillas al chico—. Muchas gracias —dijo sonriéndole, y Lapis solo vio cuando las mejillas del cajero se tornaron rojizas. Lázuli siempre tenía ese efecto en la gente, su belleza era tan grande que dominaba a cualquiera.

—Camina, Lázuli —la tomó de la mano y se dirigieron a la puerta.

—¡Esperen! —Exclamó el castaño, los gemelos lo miraron— Por más que quieras tirártelas de duro, no llegarás muy lejos con el tobillo así, Lapis ¿Verdad?

—Puedo…

—Mi madre es enfermera, ella podría curarte mejor ese tobillo. Y darles un poco de comida, vivo no tan lejos de aquí.

—No sé —dijo Lázuli—. No te conocemos —el muchacho les hizo señal que esperara, abrió la caja y contó el dinero con rapidez, la guardó en una caja fuerte y salió de su puesto.

—Mi nombre es Adam —les sonrió brindándole la mano a la rubia—, y de vez en cuando deben aceptar ayuda, no todas las personas son malas ¿Vamos? Ya voy a cerrar —los tres salieron, y el chico cerró la tienda. Luego se dirigió a su auto y subió— ¿Entonces?

—No sé —dijo Lapis a su hermana.

—Me parece buena persona, Lapis. Además, nos brindará asilo por hoy —los hermanos se miraron, azul con azul conectándose.

—¿Por qué siempre confías en las personas? —la rubia se encogió de hombros con una sonrisa y jaló a su hermano hacia el auto de Adam.

—Cojea, damisela en peligro —rio Lázuli.

—Calla, rubia —y ambos subieron a los asientos traseros del auto. Adam echó a andar la máquina, completamente indiferentes, así como cualquier humano, de la fuerte batalla que se libraba a muchos kilómetros de ahí.

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Tardaron por lo menos dos horas en llegar a la casa de Adam ¿Enserio trabajaba tan lejos de donde vivía? ¿No había dicho que vivía no tan lejos? ¿Qué era lejos para él?

Entraron a una zona rural al norte de la capital del Este, a un lado de una quebrada, un pequeño pueblecillo se formaba.

Una hermosa mujer de cabello rubio miró con el ceño fruncido al muchacho. Lapis y Lázuli aún estaban en el auto por petición de Adam.

—¿Traes extraños a casa?

—Mamá, ellos son sobrevivientes de la capital del Este, y el chico está herido: Tiene un tobillo mal —la mujer miró a los gemelos: el chico miraba al frente con el ceño fruncido, mientras Lázuli estaba recostada en el hombro de su hermano. La mujer le dio dolor verlos así.

—Diles que entren, prepararé dos platos más —Lapis vio cuando Adam se acercó al auto.

—Lázuli, ya viene —la chica se levantó y Lapis se dio cuenta de los rastros de lágrimas, se las secó—. Estaremos bien, hermana —ella asintió.

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Durante la cena, en la cual la madre de Adam nada más preguntó los nombres y la edad de los gemelos, pusieron la televisión para saber qué había pasado.

¡Parece que hubiesen batallado unas bestias! —Exclamó el periodista— No queda ningún rastro de los extraterrestres, tampoco de los guerreros que pelearon en nombre de la tierra. Pero estamos agradecidos, y sé que Kami-sama les pagará. Salvaron este planeta.

—Vaya suerte —dijo Adam—. Estamos a salvo.

—Sí —estuvo de acuerdo su madre—. Es una lástima que la ciudad del Este haya desaparecido.

Tanto Lapis, como Lázuli, no pronunciaron palabra alguna.

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—Dormirán aquí —dijo Adam enseñándoles la habitación.

—Muchas gracias —le sonrió Lázuli sosteniendo su mano—. Mañana nos iremos en la mañana.

—No es necesario.

—No queremos ser una molestia —Adam no dijo más nada y Lázuli tampoco, así, que solo cerró la puerta de la habitación y se descalzó los zapatos. Lapis ya había abierto el futón que le habían prestado para que durmiese en el suelo. Lázuli se acostó en la cama y se quedó mirando al techo.

Al no conciliar el sueño, Lázuli miró el dije que colgaba de su cuello. Desde que tenía memoria lo llevaba, era algo que los conectaba, no solo a ella y Lapis, también a su madre. La piedra de Lapislazuli brilló a la luz de las estrellas.

"El Lapislazuli es la piedra del alma, la pureza, la amistad y la conexión. Si tú, Lapis y yo las llevamos, nunca nos separaremos"

Sus ojos brillaron ante el recuerdo, miró a abajo y notó a Lapis también mirando su dije.

—¿Por qué estamos vivos? —preguntó Lázuli sorprendiendo a su hermano. Él la miró, los ojos azules conectándose.

—Por la terquedad de mamá, y su ambición por hacer de nosotros unos soldados capaces de valernos por nosotros mismos.

—Pero ella era cariñosa ¿Verdad? —Lapis soltó una risita, tomó la mano de su hermana y la apretó.

—Sí, lo era.

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"—¿Qué clase de madre decide enviar a sus hijos, apenas adolescentes al bosque solos? —preguntó Lázuli frunciendo el ceño, la mujer, la cual, la mitad de su cuerpo estaba debajo de un auto reparándolo, soltó una risa.

La clase de madre que quiere que se sepan valer por sí mismos —respondió—. Así que toma esa mochila, y ve al bosque, Lázuli.

¿Y la comida? ¿Puedo llevar dinero?

Si consigues en donde comprarla en el bosque, llévala. Y la comida tienen que cazarla ustedes. Es un campamento de supervivencia.

¡Pero, madre…!

Sin excusas. Lapis está emocionado ¿Verdad? —la rubia miró a su hermano que tenía una sonrisa torcida.

Violet, tiene razón ¡Estoy emocionado! —Al escuchar su nombre de pila, la mujer salió de debajo del auto y miró con frialdad a su hijo. Lapis tembló ante aquellos ojos azules.

Soy tu madre, no me llames por mi nombre ¿Entendido? —El chico se sonrojó un poco y asintió, le gustaba llamar a su madre por su nombre, y nunca entendió el porqué. Violet se levantó y se limpió las manchas de grasa de la piel, y por último se sacudió el corto cabello púrpura—. Suban al auto, los llevo al bosque —los gemelos asintieron y subieron.

El viaje hasta el bosque a las afueras de la ciudad no tardó mucho.

Esperen —dijo Violet antes de que los gemelos salieran. Se volteó y les dio un abrazo que los hizo sonrojar a ambos, su madre no era de dar abrazos—. Cuídense el uno al otro.

Sí, señora —dijeron ambos al tiempo y bajaron del auto.

Vieron a su madre volver a su casa en la ciudad del Este, y tan solo una hora después, ya la ciudad no existía.

No se imaginaron que ese abrazo iba a ser el último.

Nota: ASOOOOOO FIC NÚMERO 100! Esta ídea la tenía desde hace muuuucho tiempo, sólo que no había tenido la inspiración para empezarlo... QUiero agradecer a todos los que lo leen... Este fic es muy especial para mí, no sólo por ser mi fic #100,sino, porque 18 es mi adoración... Y bueno... 17 es mi husbando.

Pequeñas anotaciones: De una digo que en algunos capítulos va a haer saltos en el tiempo, no muy grandes, claro está. Y el fic tampoco es que vaya a ser muy largo... Aunque las ideas fluyen y fluyen y muchas veces termina siéndolo.

Saludo Súper especial:

A Sophie :3 Por hacerme esta magnifica portada. ¡Te adoro!

A Syad: Por apoyarme y fangirlear demasiado sobre 17!

A Rosi y Bri: Quienes me apoyan demasiado y me incitan a seguir este fic ¡Sigan insisitendome y no lo dejaré!

A Esplandian: Nunca pensé que te llamaría la atención mi fic... SImplemente me pones nerviosa XD¡Te adoro tambie! Gracias por la imagen para la portada!

Y a todos ustedes ¡Mil gracias por leer este fic! ¡Enserio! ¡Mil gracias!