Capítulo I
No estaba muy segura de mi decisión cuando era más joven, dicen por ahí que las decisiones más importantes de la vida se toman cuando ya te sientes segura de ti misma. Quizá la que estoy pasando en estos momentos, es sin duda, la mejor de todas, ¿por qué lo digo? Porque lo sé, lo siento en mi sangre, en mi cuerpo… sé que este es el momento más feliz de mi vida, que hoy estoy haciendo lo correcto ¿por qué? Todo comenzó hace unos años… cuando lo conocí.
Como cualquier bruja me emocioné con la idea de ir a la escuela de magia. Pero yo no era una bruja como cualquier otra, yo era una bruja hija de personas comunes, sin magia. O como Severus y los magos los llaman, Muggles.
Después de sólo haber escuchado maravillas del mundo mágico, al fin iría a conocer uno de los lugares del mundo mágico. Aún no me siento apta para ir yo sola sin un acompañante, por lo que le pedí a mi mejor amigo si podía ir con él.
Lo que me gustaba de mi amigo, era que a él era muy autosuficiente. No se atenía a que sus padres le hicieran todo, sino que él daba lo mejor de sí para hacer lo que se proponía.
Era un gran maestro para mí, tengo muchas cosas que aprender de él. En estos primeros años de nuestra amistad, él me había mostrado cómo era el mundo mágico. Me lo imaginaba como en los cuentos de hadas o en las películas, aunque él diga que no es así.
Cambié unas monedas muggle por monedas que usaban los magos. La verdad es que no entendía mucho la manera en que ellos dividían el dinero, pero aún tengo mucho que aprender. Tengo apenas once años, pero me gustaría haber crecido en este mágico mundo.
Estoy muy emocionada porque al fin voy a conocer una pequeña parte del mundo mágico, pero al mismo tiempo, estoy un poco nerviosa. ¿Y si los magos no me aceptan por ser hija de Muggles? Sólo espero que no me hagan daño. Lo bueno es que tengo un amigo, y sé que él va a estar conmigo siempre.
Por cierto, ya es tarde… debo irme a su casa. Me prometió que el día de hoy probaríamos un método de trasporte mágico. Al principio creí que hablaba de escobas voladoras (cosa que no me llamó mucho la atención) pero me dijo que íbamos a probar uno de los que él no me había contado.
— ¿A dónde vas tan feliz? —preguntó mi hermana Petunia.
A ella no le gustaba que hablara de aquel mundo al que ansiaba pertenecer. Severus dice que Petunia no me entiende, ya que ella es como los demás. A mí la verdad me parece grosero de parte de los dos, de mi hermana, por no entender el mundo al que ahora perteneceré… y por otra parte, Severus. El no acepta a mi hermana por ser muggle y no tener respeto por nada de su mundo.
Para evitar una larga discusión con mi hermana, decidí sólo decirle que iría con Severus a dar una vuelta a Londres. Me miró con desdén y se fue de mi recamara dando grandes zancadas.
La vi en el espejo y bajé la mirada rápidamente. A veces me gustaría que ella compartiera conmigo esta gran alegría de ser parte de un mundo que según las personas normales, creían que solo existían en los cuentos de hadas.
Ni siquiera me imaginaba cómo iba a ser aquel lugar al que Severus me llevaría. Pero por más feo o hermoso que esté, yo voy a sonreír más que nunca. Ya que cumpliría el sueño de cualquier niño pequeño… visitar un mundo en el cual sí existe la magia, y que es cosa de todos los días.
Di un suspiro. Me miré en el espejo por última vez y me levanté del pequeño taburete para ya irme a casa de mi amigo. Antes de salir de mi recámara, tomé mi bolso de mano. A veces soy un poco olvidadiza, y si no hubiera dejado la bolsa en el pomo de la puerta, se me olvidaría qué era lo que tenía que llevar.
Dirigí mi mirada al espejo, quería ver por última vez si ese vestido en verdad me quedaba bien. No quería que en mi primer día en el mundo mágico, todos se me quedaran viendo feo. Era un vestido color crema con flores azul celeste, esos colores hacían que mis ojos verdes resaltaran. En especial mi cabello rojizo.
Bajé las escaleras precipitadamente, me quedé parada en el último escalón unos segundos, y lo bajé dando un pequeño brinco. Causando que mi hermana hiciera una mueca que de seguro significaba "ya madura, Lily"
—¿A dónde dices que van a ir? —preguntó mi mamá.
—Iremos a comprar los útiles escolares. Pero no sé muy bien donde es, ¡No te preocupes! —Grité cuando empecé a ver en su cara una señal de "creo que no te dejaré ir" —Severus sabe a donde vamos a ir… su mamá nos va a llevar.
—De acuerdo—dijo mi papá. —¿Llevas tu dinero? —asentí levemente con la cabeza. —Mucha suerte, Lily. Que te diviertas, espero que nos cuentes todo cuando regreses. ¡Que no sea tan tarde!
—Por favor, apenas tiene once años. No se va a ir de fiesta y regresará a las dos de la mañana. —Mi mamá le dio unas palmaditas en la espalda y los dos se rieron de la situación. —Nos vemos.
Me despedí de mis tres familiares y salí de la casa con una gran sonrisa. Al cerrar la puerta me encontré con mi mejor amigo, el cual me había estado esperando desde hace rato afuera de mi casa.
A él no le molesta que yo sea hija de Muggles, lo que le molesta, es mi hermana. Lo tomé del brazo y nos encaminamos a su casa, cosa que me pareció extraña. Yo no conocía la casa de Severus, pero ahí debería de estar aquel método de transporte que usan los magos.
Apreté un poco mi mano, estaba nerviosa. No sé si a sus papás les vaya a caer bien… no es lindo que después de dos años de conocernos, al fin vaya a conocer a sus papás. Vaya Lily, estás hablando como si fueras a casarte con él.
Mi amigo pareció notar mi nerviosismo. Por lo que me pasó el brazo por los hombros y me dedicó una cálida sonrisa. Sentí que mis mejillas se ponían cada vez más rojas, por lo que escondí mi rostro debajo de mi cabello.
—¿A qué le temes, Lily? —murmuró.
—Tengo miedo de no caerle bien a nadie—musité escondiendo un poco más mi rostro.
Él dejó escapar una risa y se volteó a verme, tomó mi mano y sin pensarlo dos veces, levanté mi rostro para verlo directo a los ojos. Sus ojos negros me miraron con curiosidad, y por más que traté, no pude dejar de verlo. De alguna manera, esa vez sus ojos me hipnotizaron.
—Me caes bien a mí, ¿por qué no le caerías bien a alguien más?
Solté su brazo y lo miré con una gran sonrisa dibujada en mis labios. Después de dos años de conocernos, él me había dicho un… ¿cumplido? No lo sé, pero nunca lo creí de mi amigo. Petunia me decía que él solo sabía decir cosas malas de la gente, y la verdad es que a ella le encanta decir cosas malas de la gente.
Me miró extrañado ante mi reacción. Se alejó un poco de mí y siguió el camino a su casa. A lo mejor le pareció tan extraño que… espera ¿cuál fue mi reacción? No sé siquiera como reaccioné, ¿será porque lo solté? No, claro que no. Él no es así.
Sin darme cuenta, Severus ya había caminado demasiado, sonreí de oreja a oreja y corrí tras él. Al estar más o menos a su altura, salté hacia él y le di un abrazo mientras gritaba:
—¡Eres el mejor amigo que podría tener!
Sentí como su cuerpo se tensó al recibir el abrazo y cómo se relajó cuando escuchó lo que le había gritado. Lo abracé aun con más fuerza y no lo solaré hasta que no me dé una respuesta.
Después de varios minutos de tenerlo prisionero en mis brazos. Él hizo que lo soltara y que siguiéramos caminando en silencio. Cerré la boca cada vez que quería decirle algo. Es mejor que me quede callada en estos momentos, a que él deje de hablarme.
Nos paramos justo enfrente de una casa que a simple vista parecía una casa abandonada. Pero si la veías desde cerca, te dabas cuenta de que había una luz prendida. La pequeña luz era tan tenue, que sólo podía ver la sombra de la que parecía ser la mamá de Severus.
Mi amigo dio un suspiro y me miró con nerviosismo.
—Tú también eres una gran amiga para mí.
No lo torturaría más con el tema. Por la manera en la que me lo dijo, me pareció que le fue difícil expresar sus sentimientos. Sacó una pequeña llave de su bolsillo y abrió la puerta de la casa.
Al entrar, un olor a viejo me hizo recordar que Severus siempre olía así, bueno… sólo su ropa. Ya que su olor me recordaba mucho al pasto… y no sé por qué. El piso era de madera y tenía varias cosas muggle tiradas. Una de las pocas cosas que sabía de la vida privada de Severus, era que su mamá era bruja y su padre un muggle. De ahí en más, no sé.
La casa estaba sumida en la penumbra, más no me dio miedo. Pasamos a donde estaba aquella pequeña luz que dejaba ver la sombra de la mamá de mi amigo. Alguien llegó dando grandes zancadas (que vagamente me recordó a mi hermana). Era el papá de Severus, se parecían un poco.
Me vio y frunció el ceño, mirando furioso a su esposa. Volteé a ver a la mamá de Severus y ella tenía una mirada de nerviosismo. Mi amigo me tomó del brazo y caminamos rápidamente hasta la chimenea. Tomó una bolsa tejida y de ella sacó unos polvos de un color extraño, parecían cenizas.
—¿Qué es eso? —musité.
—Son polvos flu—dijo con una voz más baja que la que yo había usado anteriormente. —Ven, apresúrate.
—Pero…—puso uno de sus dedos en mis labios y me obligó a quedarme callada.
—¿A dónde van? —preguntó su mamá con tono de voz normal.
—Al callejón Diagon—contestó Severus.
Lo último que vi de la casa, fue cuando mi amigo soltó la ceniza en la chimenea. No me había dado cuenta de que cerré los ojos hasta que Severus me sacudió un poco. Abrí los ojos y para mi sorpresa, ya estábamos en otro lugar.
Este estaba lleno de luz y de personas. Había tanta gente que casi no podíamos caminar por la estrecha calle. Si este era el callejón Diagon, me lo imaginaba un poco más vacío y un poco más grande.
Miré hacia todos lados, quiero ver todo, para cuando mi mamá y mi papá me pregunten cómo era aquel lugar, yo ya sepa qué contestar. Varios magos y brujas me miraban extrañados por mi ropa, más no me importó, ya que no era la única que traía ropa Muggle.
Había un pequeño puesto de dulces, donde se me antojó una gran paleta que al parecer era de chocolate blanco y chispas de colores. Tenía la forma de una estrella, cosa que me pareció interesante.
Traté de pensar en otra cosa que no fuera comida o recuerditos, ¡tengo que comprar mis útiles escolares! Ya si después me sobra dinero, quizá me compre algo para Severus, mis papás, mi hermana y para mí.
Debo agradecerle a Severus de alguna manera. Él ya había comprado todo, sólo estaba haciendo este viaje al Callejón Diagon para acompañarme a mí. Se me hizo tierno de su parte. Seguimos caminando en silencio, hasta que vi el primer lugar al que iría, la biblioteca.
Tomé a Severus del brazo y lo llevé corriendo hasta la librería. Entramos y casi me tropiezo con un escalón. El lugar estaba abarrotado de gente, y no se diga de libros. Me maravillé de sólo ver tanta cantidad de libros de todas las materias posibles: Aritmancia, Defensa Contra las Artes Oscuras, Adivinación, Pociones…
—Dices que aquí compraste tus libros, ¿verdad? —Él asintió con la cabeza. Saqué la lista de útiles y leí los nombres de los libros y autores.
Después de unos minutos de espera, un hombre robusto de bigote oscuro, llegó a donde estábamos mi amigo y yo. Le mostré mi lista de libros y me dedicó una dulce sonrisa, haciendo que su bigote se alzara un poco.
—Primer año en Hogwarts, ¿emocionada?
—Demasiado—exclamé con una sonrisa.
Zigzagueó por entre las personas y se fue a buscar mis libros. Era difícil perder a aquel hombre de vista, era tan alto y gordo, que con solo ver su cabeza regordeta, te dabas una idea de qué tan lejos estaba.
Mientras Severus y yo esperábamos a que el señor regresara, él y yo nos pusimos a jugar un juego Muggle. Como siempre, yo canté la canción y él me miraba con interés. Siempre que cantaba, yo sonreía como si con eso me fueran a dar dinero. A él le gustaba escucharme cantar, incluso fue a verme cantar en un recital navideño de la escuela primaria.
—Listo, señorita. —El hombre regordete llegó a donde estábamos. Le pagué y nos fuimos de ahí con una bolsa llena de libros.
—¿Quieres que te ayude? —preguntó tratando de quitarme los libros. Le sonreí cálidamente y se los di. —¿A dónde quieres ir ahora?
—Dices que lo mejor de todo es cuando vas con Ollivander… así que dejaré eso para el final. ¿Qué te parece si mejor vamos a comprar mis túnicas escolares?
—Buena idea, Lily… yo… eh, voy contigo.
Esta tienda estaba incluso más llena que la librería. Aquí tardaron un poco en atenderme, pero no me aburrí, ahí estaba mi mejor amigo para hacerme compañía. Seguimos con el juego, hasta que llegó una familia y su hijo, les dimos el paso.
El hijo de aquella pareja no dejó de verme en todo el rato. Me miraba a los ojos y después volteaba a ver a mi acompañante. La última vez que hizo eso, hizo una mueca de disgusto y no nos volteó a ver más.
—Que irritante—Gruño Severus. Me reí un poco.
Lo tomé de la mano unos segundos y entonces llegó una señora. Era amable, me hizo unas túnicas muy lindas y bien hechas. Todo este mundo, todas las tiendas… ¿por qué no conocí este mundo antes?
—¿Emocionada? —preguntó la mujer cuando le estaba dando el dinero. Asentí con la cabeza. —Así se siente cuando estás a punto de entrar a la escuela. Mucha suerte.
—Gracias—Severus y yo salimos de ahí con otra bolsa. La cual, por ningún motivo, dejé que él la llevara. —Ahora quiero ir a comprar mi mascota ¿Qué me recomiendas?
—Yo elegí una lechuza, son más prácticas. Pero tú elige lo que quieras.
Siempre había querido tener un gato, pero mi hermana era alérgica a ellos. Si el gato vivirá conmigo, tendrá que pasársela encerrado, cosa que no quiero. Pobre animal, no puedo llevarlo de un encierro a otro. Una rana… ¡no! Mi mamá me mataría. Supongo que una lechuza sí debe de ser práctico.
Nos encaminamos a una tienda que estaba casi tan pequeña y estrecha como el Callejón Diagon. Había jaulas de todos los tamaños, colores y formas, que ahora que ya sabía qué mascota iba a querer, tenía que pensar qué jaula comprarle.
—¿De qué color es tu lechuza? —le pregunté a mi amigo.
—Negra.
La mía tenía que ser de otro color, así no nos íbamos a confundir. Busqué entre todas las lechuzas, y al fin una llamó mi total atención. Era un poco pequeña, de pico y patas negras. Sus plumas eran gris plata y sus ojos azul celeste. ¡Pero qué hermosa lechuza!
Pagué por ella y compré una jaula mediana de buen precio. Ya sabía que nombre le iba a poner, se iba a llamar Airgid (N/A: Plata en Irlandés). Cuando mi amigo escuchó el nombre de la lechuza, se encogió de hombros.
—¿Qué pasa?
—La mía aún no tiene nombre.
—Ya encontrarás uno, no te preocupes. —le dediqué una sonrisa y el solamente me miró.
—Creo que ya sé cómo le voy a poner. —dijo cuando llegamos a la tienda de Ollivander.—Flieder. (N/A: Si quieres saber el significado de este nombre, búscalo en internet.)
—¿Dónde viste ese nombre? —pregunté con curiosidad.
—En un libro que leyó mi mamá. —se encogió de hombros y seguimos caminando.
La tienda de Ollivander me la imaginaba demasiado diferente. Creí que era demasiado pequeña y con pocas cosas relacionadas con varitas. Pero la verdad es que era una de las tiendas más grandes que había visitado en el Callejón Diagon.
Estaba llena de polvo y de cajas tiradas. Como si hace diez años hubieran cerrado la tienda, y la abrieron el día de hoy. Ésta era la única tienda que estaba literalmente vacía. Severus dice que es porque esto de la varita es rápido.
Severus fue a sentarse a una silla de madera llena de polvo y dejó mis libros en una mesita. Puse la jaula de mi lechuza en el suelo y esperé a que Ollivander llegara-
Sólo espero que la magia de tener en mis manos una varita, no se extinga. Después de ver tantos magos Muggles, a mí me daban ganas de aprender a usar una varita de verdad y no un vil palo pintado de negro con las puntas blancas.
—¿Con qué mano escribes?
—Izquierda.
Sin previo aviso, tomó mi brazo izquierdo y lo midió unas cuantas veces. Murmuraba cosas como para sí y se perdió de vista unos minutos. Mientras Ollivander no estaba, miré a mi nueva lechuza. Desde que salimos de la tienda, estaba muy dormida. Tenía su cabeza escondida detrás de su ala. Me pareció tierno verla así, cómo me gustaría tener mi cámara fotográfica en estos momentos.
Ollivander regresó con una varita en sus manos. La puso en mi mano y la admiré por unos largos segundos. Era de color oscuro, fina y tenía unos dibujos extraños en el mango, me dio risa porque si lo veía de lejos, parecía la cara que hace Petunia cuando le cuento de mi día con Severus.
Con solo tocarla, sentí como la varita se conectaba con mi mano, como si fuera un sexto dedo o una segunda mano en el brazo izquierdo. En verdad, el momento en el que al fin tuve mi varita, fue una sensación realmente mágica. ¡Nunca olvidaré esta experiencia!
—Sauce, núcleo de cabello de unicornio, veinticinco centímetros, flexible. Buena combinación, debo añadir. Tiene suerte de que le haya tocado esta varita, señorita…
—Evans, señor. Lily Evans.
Al escuchar mi nombre, de seguro pensó "hija de Muggles" más no pareció importarle que lo fuera. Quizá no soy la única hija de Muggles que ha venido a comprar su primera varita para hacer magia. Le di las gracias y le pagué. Guardé mi varita en su caja, tomé la jaula de mi lechuza y nos fuimos de ahí.
Ahora solo faltaban otras cosas, las cuales, Severus dijo que me ayudaría a elegir. Me gustaría saber tantas cosas como él. Cuando lo veo haciendo pociones, me pongo a pensar si yo también haría eso si desde antes hubiese sabido que era una bruja. Era entretenido verlo.
Pobre, lo traía cargando mis libros. Creo que en vez de traerme una bolsa pequeña, me hubiera traído una mochila y así yo los cargaba. Al parecer no le incomodaba tener que cargarlos, ya que cada vez que intentaba quitarle uno para cargarlo yo, se hacía para un lado y no me dejaba siquiera tocarlos. Me di por vencida y fuimos a donde compraríamos las plumas y la tinta para escribir.
—Me gusta esta—dije señalando con el dedo una pluma rojo con negro. Él la examinó por unos segundos y asintió con la cabeza. —Me la llevo.
Vi todos los tipos de tintas, y me asusté cuando vi que una costaba diez galeones. Casi me quise morir de la impresión, pero después Severus me dijo que esa era tinta especial para un tipo de pergamino en el cual no se veía lo que escribías, a menos de que sepas la clave. Quizá esa tinta podía serme útil para que no se roben mi tarea para copearla.
—Te recomiendo ésta—murmuró dándome un tintero. —Es de buena marca, barata y dura mucho. Es la que mi mamá compra.
Asentí con la cabeza y tomé unos cinco tinteros. Los pagamos y fuimos directo a tomarnos un descanso antes de irnos a casa de nuevo. Fuimos a un lugar donde vendían nieves de todos los sabores posibles de haber.
El sitio estaba adornado como yo me imaginaba una nevería del mundo mágico. Incluso se parecía mucho a una nevería del mundo muggle. Nos sentamos en una mesa de la terraza y esperamos tranquilamente a que alguien llegara a atendernos.
Puse mis manos a unos centímetros de la mesa y le pregunté a mi amigo si quería seguir jugando. Levantó sus manos para ponerlas arriba de las mías, seguí cantando la canción para continuar con el juego. Me gustaba sacarle una sonrisa cuando sin querer le pegaba muy fuerte en la mano.
Cuando la canción iba a terminar, Severus quitó sus manos rápidamente y se las metió a las bolsas de su abrigo. No pregunté por qué había hecho eso, ya que al mirar hacia donde sus ojos miraban, me percaté de que ahí estaban los que parecían ser los amigos que él hizo cuando vino a comprar sus útiles.
—Entiendo—musité. Puse mis manos en mis piernas y en ese momento, llegó el mesero.
—¿Qué van a querer?
—Yo quiero una nieve de pistache, por favor. —dijo mi amigo.
—Yo una de mantequilla con nuez.
El señor dio media vuelta y nos dejó solos de nuevo. Los chicos a los que habíamos visto, llegaron a donde estábamos nosotros. Saludaron a Severus, mientras que a mí me miraron como un bicho, más no me sentí así.
Ni siquiera preguntaron quién era yo, ni qué era lo que hacía con él. Me alegró que no fueran tan metiches en la vida privada de las personas, quizá serían buenos amigos en Hogwarts. Me alegra por Severus, él es un gran amigo, sólo espero que no se olvide de mí.
En cuanto se fueron, el señor regresó a nuestra mesa con las dos nieves. Tomé la mía y con una gran sonrisa, comencé a comérmela. Estaba muy rica, las nueces venían enteras y no en trocitos, por lo que con los dedos las sacaba y me las comía una por una. Tomé una cuchara y le robé un poco a Severus.
—¿Por qué no me pediste?
—Creí que me ibas a regañar—nos reímos un poco y seguimos comiendo nuestra nieve.
Terminando nuestra nieve y entramos a un lugar que sin mal no recuerdo se llamaba El Caldero Chorreante. Había alrededor de cuarenta magos, varias de las grandes mesas estaban llenas de personas. Yo no era la única que cargaba cosas para la escuela, me alegré de no ser la única en ese lugar.
—¿Ahora a dónde vamos? —pregunté en voz baja.
—Tomaremos un camión que nos llevará a casa.
—Nunca he tomado un camión.
—¿Nunca? —preguntó incrédulo. —Me imagino que tener carro es la gran cosa.
—No tenemos carro, recuerda. Pero a mamá no le gusta que viajemos en camión ¿qué pasa?
—Es extraño viniendo de un Muggle. Yo tuve que aprender a usarlos desde hace unos años.
Al subirnos al camión, nos sentamos en el último asiento, quería ver todo el camino a mi casa. Yo me senté en la ventana, Severus puso mis libros y mis cosas enseguida de mí y él se sentó en el asiento de enfrente.
Pegué mi cara y mis manos al vidrio, nunca había visto tanto de Londres en mi vida. Incluso pasamos por el Big Ben. Yo vivía cerca de ahí, lo que más me agradaba de vivir por ahí, era que cuando sonaba, Petunia se ponía a gritar y golpear a la puerta. A mí en lo personal el sonido ensordecedor del Big Ben me era indiferente.
Llegamos a mi casa y nos quedamos parados enfrente de la puerta. Esperé a que pasaran todos los carros y que no hubiera ningún ruido que me interrumpiera. Quería darle las gracias a Severus por haberme acompañado el día de hoy.
—Muchas gracias, Severus—dije cuando pasó el último carro. —Me alegra que tú hayas sido mi acompañante el día de hoy. ¡Me divertí mucho!
—No hay de qué—murmuró encogiéndose de hombros. —Yo también me divertí. ¿Nos vemos mañana?
Asentí con la cabeza y le di un fuerte abrazo. Él no me lo devolvió, pero supe que él sí quería hacerlo. Le di un último fuerte apretón y me metí a mi casa. Al entrar, me percaté de que mis padres y hermana, estaban sentados en la sala. Estaban jugando un juego Muggle. Fui con ellos y me les uní.
—¿Cómo te fue? —preguntó mi mamá.
—Muy bien… el mundo mágico es mejor de lo que me lo imaginaba. ¡Hubieras ido, Petunia!
Sabía que no debí de haber dicho esto último, pero en verdad tenía muchas ganas de decirlo. Me encogí de hombros y me senté a un lado de mi papá.
Espero que les haya gustado, es mi primer Lily/Severus (:
Dejen sus comentarios, ya que para mí son muy importantes.
Disclaimer: Los personajes, sitios y demás, son de J.K Rowling. La trama es mía (:
Loony Avada Kedavra
