Hiro miró con frustración a Miguel, quien le había arrebatado las navajas con las que concluiría su vida.

Miro con tristeza a Hiro quien estaba sentado en su cama cabizbajo, sujetando su cabello con desesperación.

-No lo intentes ni de broma- suspiró Miguel.

-Tu no entiendes lo que es perder a la persona que más amas- gruño con aún cabizbajo, lagrimas como pequeños ríos salados llegaban al suelo.

-Si te perdiera, lo sabría- añadió Miguel colocándose a la altura de Hiro.

Hiro lo miro con asombro, como es posible que otro hombre lo hiciera sonrojar de una manera tan descarada.

-Hazlo conmigo- dijo Hiro de la anda- te lo suplico, hazlo conmigo.

Miguel pasmado, miro las navajas en su mano, luego sus ojos se conectador con los de Hiro, la necesidad, la dolor y el deseo estaba a más no poder.

Miguel suspiró, acostó a Hiro en la cama, quien estaba estaba más rojo que una manzana, sostuvo con delicadeza su mano izquierda, beso sus labios con pasión, para unir su frente con la de Hiro, y susurrar:

-A la de una... - le dio una navaja a Hiro- a la de dos...- Miguel colocó la navaja en el cuello de Hiro, quien lo imitó- a la de tres...- ambos cortaron la garganta del otro al mismo tiempo, haciendo de a sangre de ambos se unificara.

El cuerpo de Miguel sobre el de Hiro, la cama ex blanca ahora rojo oscuro, ambos con una sonrisa, mientras sus manos seguían unidas como la representación de su amor.