Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.

Esta historia participa en el Reto # 16 «Los opuestos» del foro Hogwarts a través de los años.

I

Extrañeza

Y todo lo que he hecho es esconderme

De los tiempos en los que tú estabas junto a mí.

Hozier – To be alone.

«No voy a dejar que esos mocosos no obtengan su merecido» son las palabras que repiten en la mente de Ariana en el momento en que se va a dormir. No queda ningún indicio de la paliza que le han dado aquellos niños, con los que se ha llevado bien hasta que ha hecho levitar una caja de manzanas delante de ellos y se han asustado al creer que es rara pero, para Ariana, los raros son ellos que no pueden hacer magia como ella, sus padres y sus hermanos mayores.

Ella no entiende por qué los niños han reaccionado así con ella. ¿La magia es tan mala que han tenido que demostrárselo a Ariana por los golpes? ¿Ella no tuvo que ser amiga de ellos porque no tienen magia? ¿Por qué papá no ha regresado de darle su merecido, sea lo que sea que signifique, todavía? ¿Por qué ni Albus ni Aberforth se han acercado a Ariana después que su mamá le ha curado las heridas en los brazos y en las piernas, además de darle ese hermoso vestido verde que tanto le ha gustado? ¿Por qué a ellos no les gusta la magia? ¿Será porque no pueden o porque no les gustó que ella si pudiera?

Ariana se acuesta en la cama con el vestido puesto, no ha podido quitárselo y no va a insistir más, mientras sigue esperando que papá regrese a casa y le lea los cuentos que más le encantan: La Fuente de la Buena Fortuna y El Corazón Peludo del Brujo. Ariana tiene seis años así que continúa aprendido a leer, por eso mismo prefiere que sea Percival o Kendra quienes le lean para que ella pueda disfrutarlo sin tratar de terminar la lectura a un ritmo demasiado lento para el gusto de la niña. Ariana sonríe, no sabe por qué le gustan pero es así. Es raro. Kendra suele decirle que esos son los gustos que tiene y que no trate de responder a esa pregunta.

«Como si pudiera evitar no querer saber una respuesta.»

Kendra Dumbledore entra en la habitación, frunce el ceño al ver a su hija acomodada en su litera con el vestido nuevo puesto aun, el que original se iba a estrenar el día de su cumpleaños. Sacude la cabeza antes de volver a mirarla, esta vez con más atención que antes al darse cuenta que por primera vez en la vida de su hija no se ha apresurado para que la ayude con lo que sea que no pueda hacer. Siempre lo hace: para alcanzar un libro, para coger una galleta del frasco que ella esconde en el armario de su despacho, para que le ponga lacitos en el pelo… La lista es larga; que Ariana venga a cambiar su comportamiento así como así la ha desconcertado y preocupado en partes iguales. Luego de unos minutos, Kendra suspira.

«Espero que esto no esté relacionado con la paliza que ha recibido hoy; a pesar de que no me sorprendería que eso pasara, prefiero creer que está asustada por algún monstruo que perjura que está debajo de su cama», piensa Kendra retomando su andar, dispuesta a poner la vestimenta adecuada para que descanse. «Voy a preguntarle si quiere que durmamos juntas, tengo el presentimiento que será lo mejor para ella. Espero no estar equivocándome, aunque no sé cómo va a responder: hace un año que ha dejado de hacer eso. O de pedírmelo, como sea.»

Kendra ve cómo Ariana se sienta en la cama lo más que le permite sus piernas, que aleja lo más rápido de la orilla. Ariana casi se enreda con la sábana que ha tenido entre sus manos antes que apareciese Kendra, así impidiendo caer de bruces al suelo y arruinar su vestido nuevo. La niña retrocede un par de centímetros no obstante no es lo suficiente para que se detenga al encontrarse con la pared, que está pintada un verde limón; al llegar a esa posición se abraza a sí misma e intenta no cruzar una mirada con Kendra. Ariana vuelve a coger la sábana para colocarla encima de ella, quizá para refugiarse en su interior y ocultándose de las mirada de su madre.

—¿A–Ariana? —pregunta Kendra quedándose quieta en su sitio, conteniendo el fuerte impulso por correr donde está su pequeña Ariana y consolarla, como cualquier madre haría. En lugar de eso, Kendra medita la situación: primero, no le ha pedido ayuda; ahora, se ha escondido de Kendra—. Por favor, dime por qué estás actuando así. Esto no es normal en ti, hija.

—No quiero que estemos juntas —responde la pequeña Ariana desde abajo, cuya voz sale amortiguada como si intentase contener un sollozo. Algo se rompe en Kendra al escucharla hablar de esa manera—. No quiero que estés cerca de mí ahora, mamá. Quédate dónde estás, ¿de acuerdo? Me gusta así: tú ahí y yo aquí.

—Mamá, ¿todavía estás aquí? —susurra Ariana sacando su cabecita, mira a Kendra y vuelve a esconderse—. No sé por qué no quiero estar contigo.

«Es por la paliza», dice una voz en la mente de Kendra Dumbledore. «Ella tiene miedo que la toquen o, mínimo, que se acerquen a ella de improvisto; al igual como esos bravucones.»

«¡Cállate! ¡Esa no puede ser mi Ariana! Me niego a creer que es por esa causa… No puede ser por eso, tiene que haber otra explicación perfectamente razonable; debe de ser así, debe de…»

Kendra se preocupa instintivamente sin embargo no es capaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que está sintiendo, porque no tiene comparación con lo que han pasado hace años; además que parece que su pequeña Ariana no quiere ser tranquilizada a pesar de que ella misma no entiende por lo que está pasando. Kendra no quiere aceptarlo: es absurdo, completamente ilógico además de doloroso. ¿Qué puede hacer? Decir «sé qué te molesta y te ayudaré». ¿Cómo le puede decir esa frase a una niña de seis años, que se encuentra recuperándose de ese hecho? ¿Cómo puede pensar que la va a escuchar? ¿Cómo se supone que tiene que corresponder las acciones de Ariana? Kendra sabe que no es propio de su hija: que ella ha sido… Es la clase de niña que deja de hacer lo que sea que haga, así sea tratar de leer un libro sobre las criaturas mágicas o de jugar con Aberforth, para ir a abrazar a Kendra o para a hacerle un montón de preguntas a Percival.

Una pregunta es lo que confirmará lo que ella sabe, una respuesta determinará qué tan grave es el daño que le han ocasionado aquellos mocosos. Y una acción es lo que forjará al destino que tenga la familia Dumbledore de ahora en adelante.

—Puedes salir. —Kendra cierra los ojos, los abre y normaliza su voz. Ariana baja la sábana hasta sus hombros, sin salir aún—. No me acercaré más.

—¿No más?

Kendra traga en seco y fuerza una sonrisa en su rostro, que la hace ver muy maternal.

—No más.

Ariana sale del escondrijo, sin embargo no se aleja del lugar donde se halla.

—¿Quieres tener amigos? —pregunta la mujer junto sus manos enfrente de ella, moviendo los dedos por encima de la tela de su vestido—. ¿Quieres, hija mía?

—No.

—¿Por qué no quieres?

—Porque me hacen daño —responde con inocencia—. Me pegan y no me gusta que me peguen.

«No es momento de ponerme a llorar, es momento de ser fuerte», piensa Kendra limpiándose las lágrimas con la manga de su vestido. Ariana la mira desconcertada. «Tengo que encontrar una solución para reparar esto: no sé qué pueda ser pero tiene que ser algo que nos saque de este lugar pronto. No permitiré que esos mocosos sigan viendo a mi hija y que mi niña, mi princesa siga sufriendo a causa de ellos. No sé qué haré. ¡Oh, Percival! ¿Qué harías tú si no te fuesen a encarcelar? Conociéndote, sé que vas a usar un Maleficio Imperdonable en aquellos mocosos.»


El verso está traducido del inglés, cito el original: «All I've ever done is hide from our times when you're near me.»