¡Bienvenid*s al fic! Antes de nada, explicar que me encanta la trilogía de Divergente en general y que sirvió para darme inspiración a escribir este texto.

Está narrado a partir de cuando Peter, Al y Drew están a punto de ¨matar¨a Tris. Más concretamente, esa misma noche, una vez Tris está dormida. Todo lo que está escrito es POV de Cuatro y lo que está en negrita son palabras textuales de la escritora de la obra en sí, Veronica Roth. Es muy corto por lo que no está todo detallado y es un simple momento de estos dos personajes a los que adoro.

Espero que os guste y no vendría mal una crítica constructiva (mientras esta sea respetuosa, claro está).

La grandísima trilogía de Divergente no me pertenece, toda ella existe gracias a Veronica Roth.


POV Cuatro

En definitiva, odio la tormenta.

Perturba la paz. Como si buscara despertar la violencia entre las personas, para que se deshicieran en sonoros gritos de guerra, no muy diferentes al estruendo que sigue al rayo.

Sin embargo, y por extraño que parezca, observar los relámpagos que azotan Chicago es lo mejor que puedo hacer ahora. No puedo conciliar el sueño, y ya deben de haber pasado horas desde que me desvelé, en un nulo intento por salir del trance en el que me encontraba sumido.

La causa del trance no era ni más ni menos que la simple presencia de Tris.

Una luz vertiginosa cruza el cielo oscuro verticalmente y roba la luz de las estrellas a su paso. A los pocos segundos (tres, cuento) la ciudad se ve sacudida por el estrépito del trueno que reclama atención. A veces, cuando era un pequeño abnegado y Marcus se encontraba fuera de casa, mi madre me arrastraba sigilosamente hasta la ventana y me tranquilizaba diciendo que cuanta más distancia de tiempo hubiera entre el rayo y el sonido del trueno, más lejos se encontraba la tormenta. Después, ambos nos poníamos a contar los segundos hasta que yo me quedaba dormido en su regazo o la presencia de Marcus nos sorprendía y rompía en añicos ese momento de paz.

Este clima tan arisco no me asusta en absoluto. Llevo viendo su misma representación tanto tiempo que he perdido la noción del mismo. Inconscientemente, miro hacia atrás, donde Tris se encuentra tumbada en mi cama. Tiene una mano bajo la cabeza, y todos y cada uno de sus cabellos brillan con el segundo rayo, que no veo.

La sábana está enroscada alrededor de su cintura recta y su semblante está tan relajado que me cuestiono si en verdad no escucha todo lo que se sucede al otro lado de la ventana.

Pero ella no parece inmutarse.

Creo haber esbozado una sonrisa ¿Creo? En efecto, lo he hecho. Ni siquiera soy capaz de controlarlo, pero cada vez que la he mirado esta noche… No he podido evitar sonreir.

Ella se ve pequeña. Baja. Delgada y fina, y si no fuera por la musculatura que ha comenzado a asomar por ciertas partes del cuerpo, débil. Tal vez alguien a quien proteger, alguien de quien preocuparse.

No obstante, es fuerte. Tan fuerte como para hacerle frente al sádico de Eric. O al retorcido de Peter. O a mí. Peter tenía razón el otro día, cuando criticó la falta de belleza de Tris. No es bonita, esa palabra se le queda pequeña.

Un rayo más se rompe en el horizonte, tras de mí. Lo sigue un estruendo, tres segundos después. La tormenta se acerca cada vez más.

Ella no es como las chicas que solían llamarme la atención, curvilíneas y suaves. Ella es pequeña, pero fuerte, y sus relucientes ojos reclaman atención.

Otro resplandor más que proyecta mi sombra en la habitación y sobre ella. El estruendo es dos segundos después.

Mirarla es como despertar.

Me acerco dos pasos, aunque paro en seco ¿Qué estoy a punto de hacer? Ya da igual, porque mis piernas han continuado andando hasta la cama, desobedeciendo a las reglas morales que transcurren por mi mente.

No quiero que Eric la lastime. La verdad es que nunca lo he querido. Ese hombre acabará con ella en cuanto descubra que es divergente o que me es significativamente importante. Y en cuanto yo dé un paso en falso, por muy mínimo que sea, su mente erudita la atrapará entre sus garras como lo hace un depredador con su presa. Es increíble ese anhelo de destrucción que guarda hacia las personas que de verdad me preocupan.

Tris me importa demasiado. La idea de abandonar Osadía para unirme a los sin facción se aleja de mi cabeza conforme la miro a los ojos cada día, esos ojos que tantas veces me han atrapado. Me parece imposible dejar este lugar (por muy despreciable que sea) y confiar a Tris al psicópata de Eric. No me es difícil imaginarme su pequeño cuerpo yacer al fondo del abismo, desamparada a la suerte de los jefes de Osadía solo por ser lo que es.

La sola idea hace que me estremezca y me sienta tan despreciable como Eric.

No puedo (ni pretendo) evitar agacharme hasta el colchón, y vacilo un par de segundos antes de sentarme en él. Lo hago con toda la delicadeza del mundo, esperando no despertarla con el movimiento. Mis piernas quedan en diagonal a ella, y puedo observarla a partir de su cintura. Deshago el extraño enredo que tiene la sábana hecha a su alrededor, y la tapo cuidadosamente hasta los hombros. Me fijo en su nariz fina, en el ojo morado causado por los ásperos nudillos de Peter, en sus pómulos débilmente sonrojados y en sus labios cruzados por una pequeña cicatriz.

Uno de los cuervos que asoma sobre el jersey que le presté capta mi atención. Es el único que se deja ver, el que se encuentra grabado justo encima de su clavícula. Rozo con la yema de los dedos la piel bajo su oreja, y enseguida me recorre una sensación reconfortante que aparece únicamente cuando estoy con ella.

Cada vez que la miro, la toco, o habla... Escapa de mi entendimiento la energía que despierta en mí, como una pequeña e inofensiva llama. Es genial, es como si despertara de una ensoñación, o de alguna pesadilla.

Es increíble lo que soy capaz de pensar a estas horas de la madrugada.

Mis dedos descienden lentos por su cuello y hasta el cuervo, donde hacen una pausa. De repente me doy cuenta de que Tris gesticula algo y retiro la mano, nervioso porque descubra lo que acabo de hacer. Pero no, sus ojos se mantienen cerrados y su expresión relajada, aunque noto cierta molestia causada por las heridas.

Me mantengo embobado mirándola por minutos que habrían sido horas de no ser por el probable apetito a tarta osada que me habría acechado en algún momento. Ni siquiera soy consciente del momento en el que retiro un par de mechones relucientes de su cara, y se los coloco tras la oreja. No veo nada más alrededor, solo a Tris. Tris y su fuerza, su carácter y su tozudez abnegada que tanto comienza a gustarme.

Me siento bien. Por un momento consigo olvidar todos mis problemas y los temores que me acechan tras el suero del miedo. Me olvido de Eric y de Peter, Al y Drew, que se estarán acordando de mí durante toda la noche.

Es difícil de describir esa sensación. Solo estoy seguro de una cosa: Tris Prior es la culpable.

La luz repentina de un rayo vuelve a proyectar nuestra sombra en el suelo. Esta vez no cuento los segundos, no. Ni siquiera soy yo, creo notar mi mente vacía y mi pecho lleno de algo extraño y etéreo, pero agradable. Cierro los ojos al tiempo que mi cabeza desciende sobre su cabeza rubia, y mis labios acarician los suyos en el momento en el que un trueno parece estallar en el cielo.

Juraría que solo ha habido un segundo de tiempo entre el rayo y el trueno.

La verdad es que me da igual. Creo que por fin podré conciliar el sueño.


¿Qué os ha parecido? Puede que escriba más historias desde la perspectiva de Tobias; depende de como haya sido recibido este texto. Si ese fuera el caso, tal vez iría más lejos con Tris y Tobias (tal vez probablemente seguramente).

¡Os deseo mucha tarta osada para tod*s!