Capítulo 1:
Cinco años después de la guerra, Hermione Granger no podía más que recordar… recordar momentos vividos, y al hombre que más amó sobre la faz de la Tierra. Dolía, como el primer día; sobre todo al ver al pequeño niño que jugaba en la alfombra de su modesto departamento muggle: cabello lacio muy negro, igual que sus ojos, piel muy blanca y una inteligencia despierta como pocos, aunque claro, eso también pudo habérselo heredado ella. A pesar de su corta edad el pequeño Alan era una copia fiel de su legendario padre Severus Snape.
Si, en el mundo muggle; ella, la mejor bruja de su generación, heroína de guerra y mejor amiga del Niño que Vivió dos Veces, había desaparecido del mundo mágico poco después de los juicios de los mortífagos después de la Batalla de Hogwarts, llevándose consigo el gran secreto de su vida: su secreto matrimonio y el hijo fruto de ese amor con un hombre casi veinte años mayor, odiado, mortífago, espía, y héroe; vilmente asesinado en el cumplimiento de su deber en medio de la última guerra mágica.
Ahora estaba ahí en la sala de su casa con una carta firmada por la actual directora de Hogwarts, Minerva Mc Gonagall, en la que le rogaba por una entrevista:
"Querida Hermione:
Durante los últimos 5 años, tanto Harry como yo te hemos buscando incansablemente, y hace unos pocos días recibí aviso de una vieja amiga mía quien me informó de tu ubicación en el mundo muggle, así como la localización de la pequeña librería de tu propiedad en Cokeworth, es extraño… ¿por qué eliges vivir en la ciudad de origen de Severus? Espero que me permitas charlar contigo, tengo información que seguramente será de tu interés y para el bienestar de tu pequeño Alan.
Estaré en tu casa el día 4 a eso de las 5 de la tarde, por favor no huyas, espera mi visita; todos te extrañamos, pero alguien en particular te extraña mucho más.
Afectuosamente:
Minerva Mc Gonagall
La pregunta era… ¿Quién le dijo a Minerva donde estaba? ¿Cómo sabía de su hijo? y obviamente, ¿Quién era esa persona que la extrañaba en particular?
Esa noche, acariciando lentamente el lacio y negro cabello de su hijo y viendo sus vivaces ojos tan parecidos y a la vez tan distintos de los de Severus; recordaba sus años en el colegio, y como su fascinación y admiración por el adusto hombre de oscuros ropajes, lengua venenosa y mirada despectiva; poco a poco se convirtió en amor, un inmenso, intenso y maravilloso amor; que la hizo feliz y que fue tan grande y tan fuerte que después de cinco largos años seguía vivo y latiendo al ritmo de su propio corazón.
