Los siguientes personajes pertenecen a Kubo-sensei. La historia NO. Fue creada por mí.

Advertencias: Omegaverse|| boys love|| Ciertas aclaraciones al final del capítulo.


"El amor no es algo que tú sientes.

Es en lo que te conviertes."

-Deepak chopra-


...

La belleza te hace fuerte. Eso fue lo último que escuchó de su madre que se enjuagaba las lágrimas y le regalaba una dolorosa sonrisa antes de verlo partir, en un principio no lo entendió —Tan sólo era un niño de once años—, pero conforme pasaron los años aprendió que era la única forma de sobrevivir. Ahora a sus diecinueve lucha cada día por no caer en las garras de las personas que lo arrebataron de su familia, hace todo lo que le ordenan y de la mejor manera, se asegura de que no lo consideren un inútil y termine como muchos omegas antes de él. Porque sí, ser un omega era una maldición en cualquier parte de ese cruel mundo. Y lo descubrió cuando tuvo su primer celo. Jamás sintió tanto miedo, ansiedad y un deseo profundo de morirse. A los trece años Yuuri tuvo que consumir supresores y esconderse de los alfa con ayuda de Minako, una geisha con la suficiente experiencia para apoyar al menor, para todos era la única madre que tenían y quien le enseñó a sobrevivir en ese infierno. De no ser por ella seguramente desde esa edad habrían hecho de él lo que quisieran. Aún ahora se oculta, a pesar de que está seguro de que los alfa ya saben que él tiene su celo cada tres meses, el general y líder de la casa de muñecas al tenerlo como su favorito no deja que se le acerquen. Entonces comprende a qué se refería su mamá, y por más humillante que sea se somete a Kanato. Porque es mejor rendirse a los pies de uno que a los soldados que a pesar de que lo miran con desprecio esconden su deseo por poseerlo como lo que todos piensan que es; una simple muñeca.

El mundo está divido en dos reinos. Denial y Mendel, el primero se considera el "mejor y más pacífico" aunque para él sigue siendo lo mismo, ni allá ni aquí es aceptado, pero según sabe los omegas tienen una mejor calidad de vida. Por otro lado Mendel es regido por la Familia imperial japonesa. Las leyendas dicen que el primer emperador era justo, bueno y mantenía la paz con el otro reino, pero su hermano cegado por la envidia y celos lo asesinó, tomando su lugar y rigiendo cruel e injustamente, de esa forma el mandato se fue pasando de generación a generación, cada vez con hombres más crueles y sin humanidad, a tal punto de acabar con cualquiera que no fuera japonés, desde entonces sólo quedó esa raza. Yuuri fue uno de los que pagaron el precio, al ser un omega se consideraba como una "máquina de bebés" un objeto sin valor alguno. Entonces un día mientras jugaba con su hermana Mari —que nació con la suerte de ser alfa— unos soldados entraron y sin piedad se lo llevaron. Quien lo escogió fue Kanato, en ese entonces un joven que lideraba un escuadrón y al pasar los años su rango creció hasta convertirse en una de las máximas autoridades en el ejército. Fue quien creo la casa de muñecas, un lugar exclusivo para sus más allegados donde podían ir, embriagarse, tener sexo y entretenimiento. Simplemente un lugar donde explotaban ciudadanos que no tenían alguien que los protegiera. Para Yuuri no existía esperanza alguna de salir y ser libre, estaba seguro de que moriría ahí y decidió que al menos lo haría de la mejor manera. Sabía que para Kanato él no era digno de compartir su cama, pero sí de ser su hōkan. Después de años escalando se convirtió en el bailarín principal, el centro de atención. Sus movimientos delicados, sensuales y siguiendo el ritmo de la música como si fuera parte de ella le dieron el privilegio de al menos no ser abusado por otros. Y mientras tanto, ayudaba a sus amigos y los nuevos para que no terminaran muertos. Era una vida bastante cruel, pero él se acostumbró a ello. A los quince años dejó de pedirle al cielo un milagro, una salvación. Aceptó su destino, así dolía un poco menos. Podía parecer todo lo contrario, pero Katsuki era una persona fuerte.

Parecía ser una noche como cualquier otra. Yuuko lo ayudaba a vestir un precioso kimono de color rojo con detalles dorados y flores bordadas. Después de darse un largo baño en leche de burra para dejar su piel suave e implecable, ponerse un fino perfume y peinar su cabello hacia atrás. No quería reproches de su amo, tenía que lucir perfecto, irónicamente digno de hacerle compañía. La única excepción es que estaba en su último día de celo, pero los supresores serían suficiente para la velada, después cuando el efecto dejara de funcionar se retiraría de la fiesta.

—Luces hermoso, Yuuri. —La castaña esbozó una sonrisa. Sabía que intentaba animarlo, ella que era beta y una simple sirvienta, se convirtió en un gran apoyo para él. Junto con su esposo lo protegieron de los otros omegas celosos. Aún ahora el su pecho se oprimía de saber que tendría que bailar frente a todas esos asquerosos soldados, pero le reconfortaba saber que no estaba solo. Tomó su mano, acariciando sus nudillos en señal de respuesta. Para ella siempre era difícil dejarlo ir, no soportaba el hecho de que el azabache ya no mostrara emoción alguna cuando antes de pequeño lloraba. Deseaba que la esperanza regresara a él.

La campana del cuarto sonó, una que le avisaba a Yuuri que era momento de salir. Inhaló y exhaló con calma, poniéndose de pie de forma ceremoniosa y con cuidado de arrugar el traje. Se miró al espejo una vez más, lucía radiante. Era la flor más hermosa y exótica, era el mismísimo Eros. Sí, eso debía pensar.

Cuando Jean sugirió la idea de infiltrarse en la casa de muñecas no creyó que lo tomarían en serio, mucho menos su comandante. Y es que una vez que se le metía algo a la cabeza nadie podía detenerlo, sin embargo tampoco imaginó que lo escogería a él para acompañarlo. En una esquina estaba él, disfrazado y con una ridícula peluca, sin olvidar mencionar el exceso de peso que le agregaron a su traje y no lo dejaba moverse como quisiera. Por el otro lado el de ojiazul ocultaba sus cabellos platinados en un sombrero tradicional, estaba sentado en primera fila observando a sus enemigos y escuchando sus conversaciones. Todos ellos eran escoria, lo peor que podía existir, pero ¿Qué esperaba? El emperador era infame. Le reconfortaba saber que en un rato más acabaría con ellos.

Agarró un bocadillo que le ofreció una niña regordeta, lucía asustada e intentaba pasar desapercibida. Lo tomó por piedad, cada vez que alguien la rechazaba un soldado encargado de los esclavos la golpeaba. Y sí, todos —sin excepción— eran sus enemigos, pero no quería caer tan bajo como los Mendelianos. Ella suspiró aliviada, continuando su trabajo y digiriéndose con unos ebrios que cantaban y reían. Viktor no les prestó atención, ahora después de esperar dos horas, por fin entraba al salón el hombre que estaba ansioso de decapitar. A diferencia de los otros, tenía clase y una mirada amenazadora, se notaba que era el jefe. El ambiente cambió, podía percibir el olor a rata. Un maldito animal que fue parte de la matanza de Wave, un pueblo pacífico que no le había hecho daño a nadie, que al contrario, abundaba gente buena y que deseaba el bien para todos, sin discriminar a nadie; un lugar de Denial que hacía una pequeña diferencia. Ellos acabaron con todo y él no pudo protegerlos. Ahora por fin vengaría a cada uno, a los habitantes, a sus amigos, sus hermanos, su padre y madre y… Miranda, su querida esposa.

Debía esperar el momento indicado, justo cuando todos estuvieran en las nubes y tan ebrios que no pudieran luchar bien. A decir verdad, no tardaría demasiado. El problema era Kanato. Pero podía esperar, tenía la suficiente paciencia. Sólo bastaba con imaginar su cuerpo bañado en sangre.

Al tomar asiento todos se callaron y dirigieron la mirada a su general. Él les dio la bienvenida y después de varios bailes de geishas, bufones y un encantador de serpientes, anunció el espectáculo principal —todos aplaudieron, gritaron y alzaron sus copas— al parecer era lo más esperado de la noche. Viktor no lo entendió hasta un joven con una capa color esmeralda que lo cubría por completo se colocó en el centro y junto con él un dulce y atrayente aroma, comprendiendo que era un omega. El sonido de una guitarra invadió el lugar y con un rápido pero agraciado movimiento se quitó la prenda. Como en un campo seco, parecía ser la única flor con vida. Sin duda era hermoso, delicado y tierno, pero cuando comenzó a moverse esa idea cambió por completo. Se deslizaba sobre la pista mientras sus manos recorrían su cabello, cuello y bajaban hasta su cintura. En ocasiones aplaudía, giraba sobre su eje y le lanzaba una ladina sonrisa a Kanato, quien torcía los labios formando una curva, orgulloso de su tesoro. La piel del ruso se erizó por completo, ¿Cómo es posible una transformación tan repentina? Sabía que los japoneses no escatimaban en gastos cuando se trataba de entretenimiento, pero aquel muchacho parecía un dios. Sacudió la cabeza, no debía pensar tonterías, él también era su enemigo. Y aunque intentó apartar la mirada, terminó cautivado hasta que terminó la canción.

Su respiración y corazón estaban agitados. Sin duda lo hizo bien, mejor que cualquier noche. Aun cuando prometió no exagerar en su danza, algo en él lo impulsó a lucirse como nunca, aquello fueron unos ojos zafiro que lo seguían por toda la pista y que a diferencia de los otros, no expresaban lujuria o desprecio, en realidad parecían vacíos, pero muy concentrados en él. Quería pensar que no era su celo, pero su piel ardía y cuando se incorporó de la pose final, sintió un mareo. Esta vez se iría a la cama antes, no quería tener problemas. Recogió su capa y sin decir nada o reparar en la persona que lo observaba salió del cuarto a toda prisa para después en el pasillo llevarse una mano a la frente, tenía temperatura. Lo mejor sería recostarse en su habitación y descansar, por suerte era su último día.

Después de un buen rato bebiendo Kanato se puso de pie y se retiró, sus dos geishas lo siguieron a una distancia considerable. Nadie excepto Jean y Viktor le prestaron atención, estaban perdidos en su mundo y ocupados besando mujeres que intentaban escaparse de sus brazos. Él le lanzó una mirada fugaz, Leroy lo entendió a la perfección y como pudo se levantó, acercándose con discreción a la ventana para hacer una señal con la mano, alertando a los soldados de que era momento de atacar.

En grupos de diez personas fueron entrando por delante y detrás, mientras que un escuadrón de veinte se enfrentaba a la seguridad que tenían. —No era demasiada, ellos creían no correr riesgo alguno— ninguno podía defenderse del todo, aunque intentaron pelear sus sentidos estaban dispersos y le facilitaron el trabajo a los soldados de Denial. En medio del caos los esclavos huían sin importar si tenían un rumbo o no, otros eran apresados bajo las ordenes de Otabek, el segundo al mando. Pero Viktor no se detuvo, él tenía un objetivo y era Kanato. Después de que Chris le dio su espada —que reservó para el nipón— se dirigió hacia la puerta por la que salió. El pasillo daba a varias habitaciones y unas escaleras, él fue buscando puerta por puerta, deteniéndose en la cocina al encontrarse con varias mujeres. Estuvo a punto de amenazarlas para que le dieran la ubicación de Kanato, pero una de ellas dio un paso hacia delante. Era baja y tenía un parecido a la niña que le ofreció comida.

—Está en el segundo piso, en la primera habitación del lado izquierdo. —El alfa entrecerró los ojos y se quitó el sombrero dejando caer su larga cabellera amarrada en una coleta, no podía fiarse de ella. Pero la mujer parecía desesperada, casi suplicando que se diera prisa— Por favor, ve… ¡No pierdas tiempo!

Se sentó al borde de su pequeña cama, aún no se quitaba el kimono. No tenía fuerzas, su cuerpo empeoraba y se sentía más enfermo, nunca en un celo le sucedió algo así. Dejó caer su cuerpo sobre esta, abrazándose a sí mismo, rezando porque todo estuviera bien, que todo terminara. Y otra vez deseó estar muerto. Ese sentimiento que dejó en el pasado regresaba. Pero debía seguir luchando; por Minako, Yuuko y su familia, y los demás. Porque a pesar de no tener la fortaleza y corpulencia de un alfa, era el único que podía protegerlos a su manera.

Escuchó la perilla girar y se incorporó de inmediato, mirando en dirección a su puerta. Tragó saliva, nadie nunca iba a su cuarto. Se levantó y retrocedió hasta pegar contra la pared. Al tener una vela que iluminaba su habitación, no reconoció a la persona hasta que se acercó lo suficiente. Era su amo.

—La presentación de hoy, me cautivaste. —Dio un paso hacia delante, escondiendo sus manos detrás de su espalda— Quién diría que un omega lo lograría. Pero no me sorprende, tu aroma me llamaba. Y yo que creí que eras un poco decente, pero sigues siendo igual que todos.

—No era por ti —Siempre mantén la cabeza baja. Era uno de los consejos que le dio Minako, ¿Entonces qué estaba haciendo ahora? Desafiando al hombre que podía destrozarlo. Apretó los puños, no tenía ni idea de porqué lo hacía y de repente se revelaba. No era un objeto sexual, merecía ser amado y feliz. Prefería morir a estar con él, no tenía que pensarlo dos veces, una cosa era ser un simple esclavo y otra convertirse en un amante. De niño su madre solía decirle que debía estar con alguien que cuidara de él, lo amara y estuviera a su lado sin importar qué sucediera. Aquel hombre no era lo que Yuuri quería. Podía ser débil, morir de un simple golpe, pero no perdería la poca dignidad que le quedaba.— Aléjate de mí.

—¿Qué dijiste? —No podía tomarlo en serio, ignoró por completo su mirada desafiante y cómo apretaba los labios. Soltó una sonora risa, acercándose al azabache.— ¿Sabes que eres un omega, verdad? Como si tuvieras una mínima posibilidad de enfrentarme y ganar. Mejor quítate la ropa, ponte de rodillas y suplica. Ahórrame la molestia.

—¡No quiero! —Su cuerpo temblaba, creyó que podría desmayarse. Tenía tanto miedo, no podía negarlo, pero quiso mantenerse firme y enfrentarse a lo que huyó por tanto tiempo. No había vuelta atrás, Kanato no se iría sin obtener lo que buscaba, pero Yuuri no se lo daría, no sin antes pelear.

En serio debía ser una broma, él no podía creer lo que veía, sí que era un omega especial. Pero no tenía tiempo para jugar. Lo sostuvo de ambas muñecas, el nipón reaccionó de inmediato e intentó forcejear. Y gritó, clamó pidiendo ayuda —una que nunca llegaría—, pero con la esperanza de ser escuchado, de que el milagro que tanto esperó por fin apareciera. Kanato disfrutaba el momento, lo excitaba más. Se aferró más al menor y cuanto éste intentó patalear lo detuvo con una pierna, vaya que era débil y el muy estúpido se atrevía a "luchar". Acercó su rostro al de él hasta chocar ambas narices, Katsuki sabía que no tenía escapatoria, estaba pegado a la pared. Cerró los ojos sin dejar de moverse, aunque fallara no dejaría de intentar escapar, hasta su muerte.

Escucharon gritos y bullicio, pero el Kanato no prestó atención y guio sus labios al pálido cuello de su hōkan, besándolo con desesperación y sin tacto alguno. Estaba habituado a ello, pero estos se volvieron más desgarradores. Incluso Yuuri se sorprendió y preocupó, allí también estaban sus amigos. Todavía luchando por apartar al hombre, como si una luz iluminara el túnel, abrió los ojos y se topó de nuevo con lo que él creyó podía ser el mar, incluso más hermoso. Y eso que no lo conocía, y deseaba hacerlo.— Sálvame.—Sin pronunciar sonido alguno, sólo moviendo los labios. Yuuri dejó de moverse, ojalá él fuera su milagro.

Quiso atravesar a Kanato con su espada sin importar quién estuviera con detrás de él, pero cuando descubrió que era el chico que danzó, no pudo hacerlo. Al contrario, sintió que su odio incrementó. La desesperación, el miedo, los gritos de auxilio que se extinguieron unos segundo antes de que entrara al cuarto. El extraño parecía cansado, pero no dejaba de moverse e intentar apartar a Kanato. Siempre se preguntó por qué los alfas se aprovechaban de los omegas sin remordimientos, sabiendo que ellos no tenían nada a su favor. El único "derecho" que tenían era casarse y ser marcados. Estaban resignados y aceptan el trato sin chistar, pero ahora al tener al azabache frente a él se dio cuenta de que no todos querían ese destino. Porque era más fácil dejarse abusar, pero no tomó ese camino. Odiaba Mendel y sus habitantes, pero ese acto no pudo dejarlo pasar. Era lo más valiente que había visto.

Era su última oportunidad. Recordó su vida antes de llegar a la casa de las muñecas, a su familia y sus amigos, los sueños que tenía y como todos los días se imaginaba con sus hijos y pareja, viviendo en un hermoso lugar con una pequeña casa y un jardín. No podía renunciar a ello.— E-esta bien, lo haré. —Pronunció, acercándose al oído de su "amo"— Lo que tú quieras. Te deseo… así que, llévame a la cama.

Llevó sus delgados dedos al cuello de Kanato, acariciando su almendrada piel. Este soltó un gruñido— No vales nada, ¿Lo sabes? —Se apartó, sonriéndole burlón. Y Yuuri deseo golpearlo hasta hacerlo sangrar. Pero eso ya no fue necesario, porque una espada atravesó su pecho. Se dejó caer sobre sus rodillas observando sin siquiera parpadear como Viktor abrazaba a Kanato y le clavaba más la espada. Fue un acto de segundos.

Dejó caer el cuerpo hacia un lado. Por fin logró acabar con él después de tanto tiempo. Y creía que eso era suficiente, que por fin estaría en paz y seguir con su vida. Pero su corazón estaba roto, ¿Acaso podía repararlo? Se relamió los labios, prestándole por fin atención al omega. Parecía absorto, las lágrimas se derramaban por sus coloradas mejillas y el cuello del kimono resbalaba por su hombro, mostrando sus marcadas clavículas. Debía matarlo también, era su deber, pero no quería verlo tirado al lado de Kanato. Entonces —sin poder creerlo de sí mismo— se acercó a él para ayudarlo, pero Yuuri se levantó con torpeza y lo pasó de lado, acercándose al hombre sin vida.

—Tenía mucho poder, pudo haber hecho cosas buenas… pero eligió hacer daño y destruir familias. A pesar de eso, tampoco le deseaba la muerte. No quiero ser como ellos… pero de no ser por ti estaría… bueno. —Calló y Viktor lo entendió. Por encima de su hombro el muchacho de ojos chocolate lo miró, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, una que resplandecía y acabaría con las pesadillas de cualquier hombre. Era el brillo de la luna.— Gracias por ayudarme.

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Sujetó su mano. No iba a dejarlo solo, menos en esas condiciones. En cuanto llegó fue atendido, recorrían el pasillo corriendo y se dirigían a la sala de cirugías. Esas situaciones eran muy comunes en un hospital, Yuuri estaba consciente de eso y tuvo que dejar su sentimentalismo a un lado cuando comenzó a trabajar. Y sin embargo ahora temía dejarlo ir, el hombre estaba sumamente grave y no sabía qué sucedería cuando cruzaran las puertas; sólo deseaba que por favor, él viviera.

Desde que era niño lo supo, él debía ser un enfermero. Le encantaba ayudar a las personas, de eso no había duda, pero cuando una joven lo atendió a los diez años cuando se rompió una pierna se dio cuenta de que quería ser como ella; amable, talentoso y dispuesto. Era difícil, más para un omega. Podían pasar siglos y seguían siendo discriminados, pero encontró consuelo en la medicina y aunque muchos lo rechazaron, también otros lo apoyaron, de tal forma que logró graduarse con honores para un año después mudarse a Rusia y trabajar en San Petersburgo. Ahora a sus veintiséis años es admirado por muchos, en especial por los niños. Y se siente orgulloso, desea motivarlos para que luchen por sus sueños.

Era viernes por la noche cuando aquel hombre llegó en la ambulancia. Tuvo un accidente automovilístico, desconocía los detalles. Ahora era su prioridad mantenerlo con vida, pero tuvo que soltarlo. Los doctores se encargarían de ayudarlo, él no podía hacer otra cosa mas que esperar. Era sorprendente que mostrara tanto interés por alguien, pero cuando lo subieron a la camilla y él le colocó la máscara de oxígeno, el platinado lo sujetó de la muñeca por unos segundos. Yuuri no podía resistirse a eso, su corazón es muy blando. Ni siquiera regresó a casa, se ofreció a tomar el turno nocturno con tal de esperar respuestas. Y sí, moría de sueño y cansancio, pero se sentiría muy mal si lo abandonaba. Después de cinco horas por fin salió del quirófano.

Hasta ahora sólo conocía su nombre: Viktor Nikiforov. Sólo traía su licencia de conducir y unas tarjetas de crédito, su celular estaba intacto e intentaron conectar a algún familiar, pero no encontraron ninguno, sólo contestó un hombre llamado Yakov y avisó que llegaría a la mañana siguiente. Según él, Viktor no tenía familia. No pudo evitar sentir lastima, por lo que se quedó a su lado hasta que despertara. Quería que cuando abriera los ojos no encontrara una habitación vacía. Incluso temprano salió a comprar un ramo de margaritas que dejó en un florero a un lado de su cama.

Tenía vendajes en la cabeza, un brazo y una pierna, también usaba collarín. El doctor dijo que para como estuvo el accidente tuvo mucha suerte de no salir peor, aunque para Yuuri no le fue suficiente. Deseó que jamás hubiera ocurrido. Su rostro también tenía heridas, pero su expresión de paz lo reconfortaba. Acarició su mentón con cariño, estaba contento de que estuviera con vida. Quería que despertara, saber quién era y prometerle que pronto regresaría a su vida normal, que el hospital cuidaría bien de él.

De esa forma tuvo que abandonar la sala para encontrarse con un hombre de aspecto estoico y maduro, acompañado de un muchacho delgado y rubio. Ambos se pusieron de pie cuando se acercó.

—¿Es el doctor? ¡Llevamos esperando un buen rato! —Exclamó el chico en tono amenazante. El que supuso sería Yakov, colocó su mano en su hombro para detenerlo.

—Soy Yakov. La persona más cercana a Viktor.

—Mucho gusto. —Ignoró al rubio, parecía muy alterado y no quería provocarlo. Lo mejor era dejar que se calmara— Por favor, acompáñenme. Él se encuentra en buen estado.

Con un ademán para que lo siguieran, Yuuri los guió hasta la habitación de Nikiforov. Abrió la puerta con sigilo por si estaba dormido, encontrándose con el ojiazul sentado y recargando la espalda en las almohadas, observando detalladamente las flores.— Vaya, despertaste.—Sonrió, contento del progreso de su paciente y acercándose al borde de la cama.

¡¿No dijiste que estaba en buen estado?! ¡Seguro ni podrá caminar! —Repeló el chico, que parecía un gato erizado.— Hey Viktor, ¿Acaso eres idiota? ¿En qué demonios pensabas?

—Él no tuvo la culpa… —Murmuró el azabache— El otro conductor no se detuvo en el alto, además de ir a toda velocidad. No es bueno que le grites, ahora mismo debe descansar. —Iba a repelar, pero cerró la boca y se cruzó de brazos, sentándose en una silla.

—Viktor… casi me matas de un susto. —Dijo Yakov, llevándose una mano al pecho— De saber que esto pasaría… al menos estás vivo. —Hizo una mueca al ver los vendajes.

El ruso no reaccionaba, desde que despertó y se dio cuenta de su condición no podía pensar con claridad. Recordaba el impacto, pero parecía un sueño, no, una pesadilla. Así que prefirió tratar de escaparse de eso y perderse en las margaritas, preguntándose quién las trajo. Con trabajo pudo girar la cabeza hacia los que consideraba su "familia", pero lo primero que encontró fue un jovencito de ojos almendrados y una curva formada por sus labios, una perfecta sonrisa que le hizo casi olvidar el dolor en su cuello. Era tonto y caía en lo absurdo, pero por un segundo sintió que ya lo conocía. O al menos eso quería. Porque dudaba estar muerto, pero él parecía un ángel. Incluso parecía lógico que fuera un lindo enfermero, y qué suerte tuvo de que fuera él. Era una lástima que ahora estuviera en tan pésima situación y no pudiera utilizar sus encantos porque la cara le dolía.

¿Ya te sientes mejor? ¿Necesitas algo? No pensé que despertarás tan pronto, pero esa es una muy buena señal —Yuuri caminó hacia la ventana, abriendo las cortinas y dejando el sol entrar. Sabía que eso podría animarlo, además de que era un día muy agradable— Me llamo Yuuri Katsuki, soy tu enfermero.

—Cuando salga de aquí podrías ser más que eso. —Yakov tosió y Yuri rodó los ojos. Ni siquiera después de un accidente lo calmaba, sin duda era un caliente. Estaba acostumbrado a verlo ligar sin importarle el género o edad.

El japonés giró sobre sus talones, su rostro se tornó colorado. Estaba avergonzado, pero decidió ser comprensivo, el pobre seguro estaba aturdido— Si no descansas no saldrás de aquí. Será mejor que lo dejen dormir, pueden volver mañana.

Yakov asintió con la cabeza, lanzando una mirada de desaprobación al despreocupado platinado que lo ignoró por completo.— Mañana regresaremos, así compórtate.

Ya, ya. —Hizo un ademán con la mano restándole importancia. Y en cuanto salieron, regresó toda su atención a su enfermero— Por cierto, Yuuri —Su rostro se tornó serio— ¿Soy el único, verdad? No soportaría la idea de que tuvieras más pacientes…

En realidad no eres el único. —Se encogió de hombros, dispuesto a salir y acercándose al lumbral de la puerta— Al rato regreso, ¿De acuerdo? Te traeré algo de comer.

Espera. —Yuuri suspiró, colocando sus manos en sus caderas. Quién diría que tendría un paciente así, muy abierto para ser de Rusia— Tendrás más, pero soy tu favorito, ¿Verdad?

Tomó la perilla, y con un aire inocente —más de lo normal— con la otra mano se llevó el dedo índice a la mejilla— No, tampoco. —El mayor hizo un puchero con el labio.— Ahora duerme.

—¿Y quién trajo las flores? Dudo mucho que Yakov y Yu…

—Tal vez después te cuente. —Interrumpió Katsuki. Ese "después" nunca llegaría, qué penoso sería confesar que él se las llevó— Deja de ser terco y descansa.


Parece que nunca descanso y me gusta ser masoquista. Llevo dos historias "nuevas" de Viktuuri y ya empecé otra, pero no pude resistirme, en especial porque es mi primer Omegaverse. Estoy muy nerviosa, soy principiante en este género kjdask –gracias a mi hermana que me está ayudando- Así que las personas que lleguen a leer mi historia, por favor comprendan que es la primera que escribo. Sin embargo me emociona, la idea me encanta y ya tengo "todo" completo, o al menos la estructura.

Rencarnaciones, como amo ese tema. Y mi Viktuuri no podía faltar en tener una. Me concentré primero en la vida pasada, pero el sig. Capítulo seguro sea más enfocado a la actualidad. Yuuri de enfermero LO AMO. Y la profesión de Viktor también será rebelada.

La muerte de Kanato no le tomé tanta importancia porque él vale cola. No tiene relevancia en la historia, solo fue para que ellos se conocieran jeje. Y no, no pensaba hacer a mi JJ malo |3

¿Viktor tuvo un romance antes de Yuuri? SÍ, Y ES DRAMÁTICO. Además leí que el lazo se puede romper si la pareja muere –es mala-

La canción que Yuuri baila SÍ es in regards to love; Eros. Bien caliente acá 7u7 Aún no sé manejar muy bien lo del celo, pero investigaré más y mejoraré.

Quise sacar a un Yuuri –en la vida pasada por lo menos- más aguerrido, la verdad no me gustan que los omegas sean taaan damiselas. –mi opinión, claro-

La época como tal no está especificada. Si alguien alguna vez vio la película el "último samurái" de Tom Cruise, pues es por ahí que me basé XD La familia imperial japonesa sí existió. Los dos reinos los cree yo, aunque lo de Mendel cuando estaba terminando recordé que lo de las leyes, pero ya no quise cambiar JAJAJA.

Hōkan: una geisha en hombre. Originalmente no eran objetos sexuales, mas bien entretenimiento. Pero YOLO, lo modifiqué un poco.

Paraselene: es un fenómeno óptico que ocurre al reflejarse o refractarse la luz lunar en las nubes y que se manifiesta como puntos luminosos en un gran halo luminoso que envuelve al astro a través de dichas nubes.

Creo que es todo por ahora y espero no se me pase nada, aún quedan cosas por aclarar pero será en el siguiente capítulo. Dejen sus opiniones asdkjlas. Saludos y besitos.