Caminaba en silencio y despacio casi como si estuviera contando los pasos que daba al caminar. Sus inocentes ojos escaneaban cada rincón, cada rendija y espacio que tenía en frente, no dejaba sitio sin observar. No podía permitirse el lujo de que alguien o algo la tomara desprevenida e intentara lastimarla o peor aún matarla; no es que ella estuviera indefensa, todo lo contrario tenía las armas suficientes como para darle pelea pero no quería montar un espectáculo y llamar la atención sobre ella, no, no podía hacer eso, después de todo estaba de incógnito. Nadie podía saber que estaba en ese lugar, después de todo había escapado de casa.

Aquel travieso pensamiento "escapar" le causó algo de gracia, puesto que había escapado de él en sus narices y no se había dado cuenta, por lo menos hasta ahora no sabía que ella ya no se encontraba cerca de su territorio. No pudo evitar emitir una especie de risita nerviosa. Era inimaginable que algo o alguien pudieran escapar de sus aguados sentidos, cada uno más sensible que el otro.

Su sonrisa se borró de pronto al recordar que no tenía mucho tiempo. Como había dicho, sus "sentidos agudos" iban a percibir que ella no estaba cerca y que destruiría medio recinto para encontrarla. Se le volvió a escapar una risita nerviosa. No podía negar que él la amaba y la protegía, bueno la sobreprotegía más que a ella. Recordó cuando una vez, ella de traviesa se había ocultado dentro del recinto queriendo jugar a las "escondidas" un juego que su tío petirrojo le había explicado era muy famoso en el Occidente. Le explicó las reglas y ella quiso poner en práctica todas y cada una de las reglas, bueno sólo una y era "escóndete y no dejes que te atrapen". Ella le dijo a él que cerrara sus ojos, él hago renuente lo hizo, ella le pidió que contara hasta 100, al principio él la miró alzando una ceja, ella interpretó aquello, llevaba demasiado tiempo a su alrededor como para no saber que significaban cada una de sus expresiones, como "¿qué estás haciendo?" y ella simplemente le sonrió y le pidió que contara. Él se mostró algo renuente pero ella simplemente le miró con aquellos ojos que él jamás podía negarle nada y accedió. Siempre que recurría a aquella mirada se sentía algo mal puesto que era manipularlo pero ella le había dicho que eso era parte de ser mujer "usar todos los recursos que la naturaleza nos había proporcionado para conseguir que los hombres sean buenos con nosotras las mujeres" era lo que le había dicho ella.

Volviendo al tema del juego, ella corrió todo lo que pudo y se escondió de él y sus sentidos agudos. No podía negar que el juego era algo soso y también divertido, puesto que esperar hasta que te encuentren era aburrido pero excitante al mismo tiempo porque no sabes si el escondite que elegiste era el más adecuado o si en algún momento te iban a encontrar, además de tener que estar atenta para poder correr y llegar a la base y "salvarte", bueno esa parte del juego su amado tío no le había explicado, cuando le iba a explicar aquella parte, ella salió corriendo y lo buscó a él para poner en práctica lo que su tío le había explicado.

Recordó como los minutos pasaban y lo que a ella le parecieron horas hasta que grandes explosiones y gritos la sacaron de su escondite, vio con asombro como medio recinto estaba destruido porque él no la encontraba y estaba un poco furioso por aquello. Él no era los que tenían el temperamento ni la paciencia para jugar aquellos juegos. Claro que ella lo sabía pero no pensó que él llegara tan lejos como para destruir aquel hermoso lugar. A su mente llegó la fugaz imagen de ella furiosa reclamándole a él por ser un completo bruto y destruir aquel majestuoso lugar sólo por no tener un ápice de paciencia para buscarla a ella.

Elloseran personas muy especiales, ella los amaba con todo su corazón pero a veces se sentía un poco asfixiada por todo el cariño y sobreprotección por parte de ambos. Sabía que ella lo era todo para ellos pero también estaban aquel par que ella muy amorosamente los llamaba "hermanos", no entendía por qué tanta atención para con ella. Bueno era la menor y mujer de los tres, pero una cosa no tiene que ver con la otra. Ella era tan especial como sus hermanos, no entendía por qué la sobreprotección excesiva de ellos. Aunque ha de admitirse a sí misma que a veces ser la consentida de la casa tenía sus ventajas. Como por ejemplo una vez dañó un objeto preciado de él, sabía que no iba a evitar una tremenda regañada que la iban a proporcionar ellos, así que cuando preguntaron quien había sido el culpable ella aceptó la culpa pero dijo que estaba muy triste y usó sus inocentes ojos para que no le dijeran nada y funcionó.

"Pequeña manipuladora", era como la había llamado ella. Pero qué más daba si tenía una digna maestra, todo lo que sabía lo había aprendido de ella y es que no sólo ella usaba aquellos ojos contra todos en especial contra él para obtener todo lo que quisiera, también ella usaba aquel truco. Nada se le negaba.

A lo lejos pudo sentir aquellas extrañas energías y su corazón dio un pequeño brinco de alegría al sentir aquella energía, sentía que la llamaba. No pudo evitar sonreír con plena alegría pero aquella sonrisa se borró al instante cuando sintió aquellas otras energías. Supo en ese instante que no le quedaba mucho tiempo, debía darse prisa.

Sus pies corrían a todo el ritmo que su pequeño cuerpo le permitía. Debía apresurarse, la noche caía y sabía que en aquella densa obscuridad se escondían seres que podían dañarla, ella no estaba asustada, no, él le había dicho que donde hubiera maldad siempre estaría él para protegerla, jamás le temió a la obscuridad pero en estos momentos cuando sabía que él no estaba cerca para protegerla tuvo admitirse a sí misma que tenía un poco de miedo.

A le lejos pudo divisar aquel lugar enorme, lúgubre, para su gusto, pero con un toque de hermosura. En aquel sitio habitaba aquella persona que tanto ansiaba ver y por el que tantas noches ella había llorado. Ella sufría en silencio, dentro de sus orbes se reflejaba un dolor tan profundo que muchas veces ella misma lloraba su dolor. No entendía qué había pasado entre ellos dos, no lo entendía. Claro que para su corta edad había demasiadas cosas que no entendía, ella no era tonta pero había demasiadas cosas en el mundo de los adultos que aún no comprendía. Asuntos como los que ahora intentaba arreglar, "arreglar el qué" aún no sabía con exactitud pero ya no quería ver aquella mirada triste en ella.

Al llegar pudo divisar una enorme reja, era tan sólo un pequeño obstáculo pero nada con lo que ella no podía lidiar. Respiró hondo y empezó a escanear la zona. Encontró un punto débil en la reja y se aprovechó de ello.

Estuvo deambulando observando y admirando cada detalle de la academia. No pudo evitar dejar escapar un suspiro en admiración por los acabados del lugar le recordaba un poco a su hogar, pero sólo un poco. A diferencia de este lugar, su morada por las noches se podría decir que se sentía viva. Todo el lugar tenía destellos de vida, claro está que todo se debía por ella. Como una vez había escuchado decirle a él, "ella es vida y todo a su alrededor vive gracias a ella"

Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Había una energía maligna y sedienta de sangre provenir de algún punto en aquel lugar. No sabía lo que era, pero tenía mucho miedo. En esos momentos ansiaba tanto la presencia de ellos. Quería que la protegieran, necesitaba el refugio que sus brazos le proporcionaban, la seguridad y el calor que emitían era todo lo que necesitaba.

Respiró hondo y siguió su camino. Sintió muchas energías en un mismo lugar. La más notable era la esencia del que tanto ansiaba encontrar, no dudó dos veces en correr más de prisa. Pronto, muy pronto estaría más cerca de su objetivo e intentar entender el por qué del dolor de ella.

Vio a lo lejos lo que le pareció un gran edificio y dentro de él se hallaban muchas auras. Pudo divisar que el lugar estaba un poco destruido como si hubiese una guerra y no lo dudó. Había pequeñas explosiones de energía pero la que más le llamó la atención fue la de aquella persona.

Corrió y corrió, esquivó obstáculos y lo que más la sobresaltó fue docenas de cuerpos regados por todo el sitio. Sintió tristeza por todas aquellas almas condenadas a vagar por el resto de la eternidad al no encontrar la paz que ansiaban. No pudo evitar derramar un par de lágrimas por aquellas almas. Dijo unas cuantas oraciones para que ellas pudieran obtener algo de paz, no tenía el poder suficiente para enviarlas al otro lado. Suspiró y siguió su camino.

Su instinto empezó a gritarle que diera media vuelta y corriera lejos de ahí, que era muy peligroso para ella, pero se negó a escuchar esas pequeñas alarmas que empezaban a sonar en su cabeza pero no les prestó atención. A pesar de que él siempre le había dicho que siguiera sus instintos que eran los que siempre la iban a guiar por el camino correcto, no las escuchó. No, no podía, no ahora que estaba a unos pasos de preguntarle a aquella persona el por qué la abandonó a ella, por qué le causaba tanto dolor.

Sus pasos la guiaran hasta lo que parecía ser una azotea, no estaba segura. Sintió mareo por tanta energía obscura, su propia aura luchaba por liberarse y protegerla pero estaba convencida de que sí lo hacía podía lastimar a personas inocentes. Ella estuviera muy decepcionada si hacía algo contra gente que no había lastimado a nadie.

No pudo evitar jadear ante el escenario que desarrollaba en frente de sus ojos. Había mucha sangre, heridos y cosas que su pequeño cerebro no podía procesar. ¿Qué era todo aquello?, esto era a lo que ella se refería como ¿guerra? No esto es lo que él le había dicho una vez en sus tantas historias, cuando le relataba sus épocas de "masacres", a esto él se refería como "carnicería".

Sintió mucho miedo, más cuando muchos ojos rojos se clavaron en ella, pero mayor temor sintió cuando aquel ser de energía obscura le sonrío y mostró unos enormes colmillos.

—Vampiro…—susurró sin poder evitarlo.

Claro que ella era consciente de aquel mundo que muchos intentaban ocultar a los ojos humanos, un mundo al que ella pertenecía

No, ella correspondía al mundo de ellos, pero su naturaleza la delataba o más bien sus ojos rojos como borgoña que ellos le decían que ocultara al mundo puesto que si se enteraban de que ella existía podrían intentar lastimarla, claro que ellos jamás permitirían que tan siquiera la tocaran, pero de todos modos no quería poner en riesgo a su familia o traer peligro innecesario a todos los que la rodeaban. Quería evitar eso a toda costa.

—Interesante…—el ser obscuro susurró mientras miraba con interés a la niña recién llegada. Se relamió los labios al imaginarse saboreando su sangre. Inocente pero poderosa. Sabía quién era ella y quienes eran sus padres. Siempre había sabido de la existencia de todos ellos.

Ella no se dejó intimidar por aquella mirada. No, él le había enseñado a no mostrar temor ante sus enemigos. Tenía que ser valiente. Además aquella persona no iba a permitir que la lastimara, o ¿sí?

—Hueles exquisitamente, Akio…—ella se quedó estática al escuchar aquel ser pronunciar su nombre. No muchas personas conocían de su existencia.

— ¿Cómo sabes mi nombre?—ella apretó sus manos convirtiéndolos en pequeños puños. Su mirada por lo general tierna y dulce se tornó glacial tanto que podía competir con la de él.

—Conozco a tú madre…ella huele delicioso al igual que tú—aquel ser sonrió—Lástima que interrumpieran antes de poder saborear su sangre—ella emitió un pequeño gruñido.

—Ella jamás dejaría que probaran su sangre, especialmente un ser tan desagradable como tú—él no pudo evitar reír a carcajada suelta. La niña tenía agallas.

—Tienes el mismo espíritu indomable que ella—los ojos de aquel ser vagaron hasta fijarse en un punto en especial—Lástima que no pudo ver lo suficiente en ella como para quedarse con aquel delicado ser—ella volvió a gruñir.

Todos a su alrededor no sabían que hacer o tan siquiera podían moverse por la impresión de lo que estaba ocurriendo. Una hermosa niña había aparecido de la nada y Rido parecía conocerla.

La pequeña se removió inquieta, no quería seguir en frente de aquel ser. Cuando quiso dar medio paso para acercarse a aquella persona se vio interceptada por energía obscura y la atrajo hacia aquel ser. Ella emitió un pequeño quejido, sintió pánico.

— ¡Suéltame!—ella empezó a forcejear. No quería que él la tocara.

—Hmmm…—él se relamió los labios—Realmente voy a disfrutar tu sangre—el pequeño cuerpo de ella se tensó. Sus pequeños ojos se llenaron de lágrimas.

— ¡Suéltala!—varios de ellos gritaron al unísono. No podían dejar que lastimaran a una inocente niña.

—Hmmm…—él se preparaba para beber su sangre.

—Por favor, ayúdame papá—susurró la pequeña mientras miraba a aquella persona. Sus pequeños ojitos suplicaban por su ayuda.

— ¡¿Papá!?—gritaron todos a su vez, excepto aquel quien iban dirigidas aquellas palabras.

Por la mente de aquel ser pasaron muchas escenas, tan rápido que tuvo que cerrar los ojos para centrarse en una en específico y esa era el rostro de ella. De aquella mujer que le había robado el corazón y el alma, a la única mujer a la que realmente había amado y había lastimado tanto que aún sufría por aquella mirada llena de dolor de ella cuando la abandonó.

—Por favor, ayúdame…—la niña gimoteaba. Estaba realmente asustada. Quería irse de aquel lugar. Quería estar en los brazos seguros de ellos.

—Mamá…papá…. —ella cerró sus ojos suplicando al cielo que sus plegarias llegaran a oídos de ellos. Su padre no movía ni un músculo para salvarla.

En esos pocos segundos nadie dijo nada ni movió un solo músculo. No sabían qué hacer, un movimiento en falso y la niña podría morir. Aún no sabían a quién le decía "papá" pero eso era lo de menos, ahora lo que realmente importaba era salvarla de las garras de aquel ser.

—Mamá…—susurró la pequeña. Minutos más tarde un rugido estremeció a más de uno en aquel sitio y luego una luz cegó a todos por unos segundos.

—AKIO…—se escuchó la voz de un ángel junto con otro gruñido mucho más feroz que el anterior.

—Mamá…—la pequeña gritó. En menos de un segundo la niña yacía en los brazos de una hermosa mujer y lo que antes era conocido como Rido Kuran, ahora no era más que un montón de cenizas y polvo.

—Shshshshsh…bebé…—la niña no paraba de sollozar. Su madre intentaba calmar su llanto. El pequeño cuerpo de ella se estremecía.

—Shshshshsh…ya estoy aquí—la niña seguía llorando.

—Tenía mucho miedo…—la niña alzó la mirada y gimoteó de nuevo.

—Tranquila, aquí estoy…aquí estamos. No dejaremos que nada ni nadie te vuelva a lastimar—la pequeña escondió su rostro en el cuello de ella.

— ¿Está lastimada?—se escuchó una voz fría pero se podía oír claramente un tinte de preocupación en la voz de aquel ser.

—No—ella le sonrió de oreja a oreja mientras seguía acariciando la espalda de su pequeña.

—Akio…—él la llamó. La niña se estremeció pero alzó su carita y miró hacia los ojos de él.

—Lo siento, papá…—él levantó su mano, donde se podría apreciar enorme garras, y acarició su cabeza con suavidad.

—No vuelvas a hacer algo así—ella asintió.

—Lo prometo—ella suspiró.

— ¿Por qué viniste hasta aquí?—le preguntó su madre con un tono algo enojado pero feliz de que su pequeña estaba a salvo.

—Quería conocer a aquella persona, aquella que es mi padre. —la mamá de la pequeña suspiró.

—Akio, fue muy peligroso lo que hiciste. Te expusiste. Hay muchos que quieren hacerte daño, inclusive asesinarte. Sé que quieres borrar el dolor en mis ojos, pero eso es algo…—suspiró—Yo soy feliz con tenerte a salvo y alegre—la niña iba a protestar pero su madre se lo impidió—Los tengo a ustedes que son mi vida y alegría. Además…—su mirada vagó hacia el ser que se imponía detrás de ella—Lo tengo a él—las mejillas de ella se tiñeron de un lindo carmín.

—Hmp—el ser bufó pero no dijo nada. Para ambas aquello significaba "eres muy sentimental".

— ¿Amas a papá?—la chica rió y sus mejillas se tiñeron aún más.

—Sí—la pequeña hizo un pequeño puchero.

— ¿Y mi padre?—ella se tensó.

—Es algo complicado, Akio—la pequeña bufó.

—No, no lo es. Mamá puede amar a dos hombres. Akio puede tener dos padres—ella no supo si reír o avergonzarse.

— ¿De dónde sacaste esa idea?—la pequeña infló sus mejillas.

—Mi tía Rin no sólo está casada con tío Shippo, también lo estuvo con el tío Kohaku—la mamá de la pequeña no pudo evitar suspirar.

— ¿Cómo conoces esa historia?—la niña miró a su papá.

—Te recuerdo que Akio sabe leer—le dijo aquel ser.

—No soy tonta, mamá. He visto como mi tía Rin mira el retrato de tío Kohaku y no puede evitar llorar. Ella llora como tú cuando miras el retrato de él—la pequeña señaló a aquella persona.

—Eres una listilla—le dijo su madre intentando todo lo posible no girar su rostro y mirar aquella persona que tanto daño le causó. No, no estaba lista y jamás lo estará.

—Vámonos—gruñó aquel ser. No quería verla llorar, no quería verla sufrir por aquel ser. Aquel que se atrevió a lastimarla y hacerla llorar. Cada vez que olía la tristeza en ella, le entraban unas ganas asesinas de matar a aquel despreciable ser.

—Pero…—dijo la pequeña pero su papá la miro con el ceño fruncido.

—Ok…—dijo la niña con un tono de resignación.

—Kagome…—susurró aquel ser y el cuerpo de ella se estremeció cuando escuchó su voz. Su corazón latió mucho más rápido de lo normal, como en aquellos tiempos.

—Vámonos—gruñó él. No iba a volver a repetir aquella orden.

— ¿Ella es mi hija?—preguntó aquel ser a su espalda.

—Sí—respondió sin tan siquiera mirarlo.

En aquel sitio se formó un tenso e incómodo ambiente. Se podía sentir como la energía de aquella persona empezaba a fluctuar, era una energía que mostraba dolor, traición y furia.

—Mamá, hay muchas almas en este lugar que no pueden alcanzar la luz… ¿podrías…?—luego miró a su papá. Este emitió un pequeño gruñido, ya sabía lo que le iba a pedir.

—No—respondió ante aquella petición muda.

—Por favor…—pidió su pequeña y le lanzó aquella mirada que sabía que no podía resistirse.

—No voy a ceder esta vez—ella lo miró aún más suplicante.

—Esa espada ya no me pertenece, Akio—ella se cruzó de brazos.

—No tengo el poder suficiente…—se sintió débil.

—Akio es tu espada ahora, si quieres hacer algo, hazlo tú misma. Esta vez no te ayudaré—ambos se miraron, uno retando al otro.

—Mamá…—ella suspiró.

—Tú puedes hacerlo…eres muy poderosa—la niña iba a protestar pero su papá la miró. En su mirada transmitía todo el orgullo que sentía por ella.

—Está bien—la niña le pidió a su madre que la bajara de sus brazos y llamó a su espada heredada por su papá.

—Tú puedes hacerlo pequeña—la niña suspiró.

—Papá…—ella lo llamó, él la miró— ¿Me acompañas?—él asintió.

—Kagome no demores—ella asintió.

Ella se armó de valor para lo que tenía que afrontar y se dio media vuelta para afrontar su pasado que con tantas ganas intentaba olvidar.

—Ha sido un tiempo desde la última vez que nos vimos, Kaname—ella intentó sonreír pero le salió una mueca.

Se volvió a formar un ambiente aún más tenso que antes. Nadie hacía o decía nada. No sabían que hacer o decir.

—Tenemos mucho que hablar—le dijo él. Kagome simplemente suspiró.

—Sí, pero creo que este no es el lugar apropiado para nuestra conversación—ambos miraron a su alrededor. Y él le hizo señas para que lo siguiera.

Caminaron en silencio, ninguno de los dos sabía que decir. Ella por su lado no quería hablar con él, no tenía la fuerza necesaria para hacerle frente a él, no después del todo daño emocional que le había causado. Nadie, ni siquiera Inuyasha tuvo el poder de destruirla como lo tuvo Kaname. Tan solo fueron un par de palabras, y el mundo de ella se vino abajo. Todo lo que ella había creído, amado hasta ese momento, todo absolutamente todo se había destruido sin que ella pudiera hacer o decir algo. Kaname, la había destruido con tan pocas palabras.

—Aquí podremos hablar sin que nos molesten—ella asintió aún sin mirarlo.

Los ojos de Kagome examinaron toda la habitación. Había muebles casi destruidos, el lugar estaba hecho un desastre como si un huracán hubiese pasado por ahí. Aunque le sorprendía que aún quedara en pie alguna habitación, no después del desastre que había causado Rido.

—Kagome…—ella lanzó un largo suspiro y un gran ruego a Kami para que le diera las fuerzas necesarias para estar ahí de pie en frente de la persona que más daño le causó en su corta existencia.

—Kaname…—dijo ella con un tono lastimero. Respiró hondo y miró a aquellos ojos que alguna vez ella había amado o mejor dicho que aún amaba, no podía negar aquel sentimiento que él aún provocaba en ella.

Se miraron por lo que parecieron horas y horas, intentando leer al otro como siempre lo hacían. Kaname no era de hablar mucho y Kagome siempre interpretó cada mirada, cada movimiento del cuerpo de él y cada "sonrisa" que él le podía dar, cada una de aquellas expresiones siempre significaban algo. Kaname era tan parecido a Sesshomaru, era por eso que se había enamorado del yokai. Tan parecidos y tan diferentes al mismo tiempo.

—Habla—le espetó él, a ella le pareció más una orden que una petición. No dijo nada al respecto.

—Cuando me dejaste no sabía que estaba embarazada, fue dos meses después que me enteré y todo fue gracias a que me atacaron…—cerró sus ojos recordando aquella horrible noche donde casi pierde su vida y la de sus pequeños—Me acorralaron y estaba muy débil puesto que los bebés…—él la miró unos segundos—Sí, Akio no es tú única hija, son 3 bebés los que nacieron fruto de nuestro…—se mordió los labios, estaba a punto de decir "amor"—de nuestra relación—Respiró hondo y continuó.

—No sabía qué hacer, tenía mucho miedo aunque una parte de mí se sentía aliviada porque…—suspiró—ellos iban a acabar con el dolor—ella sonrió, pero aquella sonrisa fue llena de dolor, él no pudo evitar que un estremecimiento le recorriera todo el cuerpo.

—No quedaba nada para mí en este mundo, no quedaba nadie a quien llamar o alguien quien llorara por mí partida, así que, qué más daba si moría esa noche—sus palabras fueron como ácido recorriéndole las venas, lo lastimaban más de lo que ella creía.

—Me rendí ante la muerte inminente. Recordé cómo había…—ella negó con su cabeza, esa parte de "su vida" era algo que jamás le había contado a él—suspiró, cuantos secretos se tenían el uno para el otro, jamás hubo una plena confianza entre ellos.

—Cerré mis ojos intentando relajarme y recordar aquellas memorias llenas de risas y alegrías que alguna vez viví. Pensé que de esa manera iba a morir en paz, a pesar de que sabía que aquellos seres iban a torturarme hasta morir—por el cuerpo de ella le recorrió una ola de miedo al recordar lo que pudo haber pasado con ella sino la hubiesen rescatado.

— ¿Eran vampiros los que te atacaron?—ella se alzó de hombros.

—No tiene sentido decirte si lo eran o no—él se puso tenso.

—Para mí si lo tiene—ella negó con su cabeza.

—Ahora no tiene sentido, para ti no lo tiene y peor para mí. Eso es pasado—ambos se quedaron mirando. Ella sabía que él no la iba a dejar en paz con aquel tema pero ella no pensaba desenterrar un pasado que era mejor dejarlo donde estaba, en el pasado.

—Pasaron segundos, lo que a mí me pareció una eternidad. Abrí mis ojos cuando escuché que me llamaban—no pudo evitar sonreír con amor y cariño—Solo alcancé a ver unos faros dorados y luego todo fue obscuridad—Omitió la parte donde había pronunciado su nombre y había reconocido a aquel imponente ser, quien en su pasado había sido alguien vital en su vida.

—Era el hombre que te acompañaba—ella asintió, dejó pasar el tono mordaz y frío con que él había pronunciado "hombre".

—Cuando desperté estaba en su habitación. Él me había llevado a su hogar—por no decir mansión, pero esos detalles él no tenía por qué saberlos—Él me había salvado de aquellos seres—ella suspiró, por la mirada que él le estaba dando le estaba pidiendo explicaciones de quién y qué realmente era aquel hombre.

—Él es Sesshomaru Taisho—el nombre de él le sonaba de algo pero no podía hacer memoria de dónde lo había escuchado, tenía que investigar puesto que estaba 100% seguro que ella no iba a decir más de él.

— ¿Cómo te pudo salvar de ellos?—ella suspiró.

—Sesshomaru es alguien "especial" —pronunció "especial" con un tono de voz un poco personal—No puedo decirte más de él, si quieres saber más pregúntale tú mismo o averigua por tu cuenta—No podía andar diciendo por ahí quién era él realmente. Si los vampiros eran un mito para los humanos, los yokai lo eran aún más. Aunque hace cientos de años atrás los humanos conocían de ambos mundos, pero por el bien de todos era mejor que ciertas "especies" quedaran en el simple anonimato.

— ¿Por qué te salvó?—ella se encogió de hombros.

—Lo conocía de años atrás—él entrecerró sus ojos.

—Eso quiere decir que sabías que era él antes de que te salvara—ella asintió.

—Sesshomaru me dio asilo en su hogar. Días más tarde empecé a sentirme aún más débil y fue cuando me confirmó que estaba embarazada—no pudo evitar recordar aquel día cuando él le dio la noticia, había llorado todo el día—Imagínate mi expresión, no me tomé la noticia tan bien como se supone que una madre debería de tomársela cuando le dicen que está embarazada—inhaló profundamente —Estaba asustada y paralizada, no sabía qué hacer o que iba a pasar conmigo o los bebés. No conocía del todo tú mundo, no me contaste mucho sobre él. Estaba a ciegas y mi condición empeoraba día con día—recordó que aquellos días fueron críticos para ambos, tanto para ella porque su cuerpo se debilitaba a una velocidad inverosímil y para él puesto que se sentía impotente al no poder hacer nada por ayudarla. Él siempre tenía el control de todas las situaciones y lo frustraba sobremanera no poder controlar aquella situación.

—Él investigó mucho y luego de unos días nos visitó un viejo amigo—sonrió al recordar a aquel "viejo" amigo, no era nada más ni nada menos que Shippo—Él nos orientó a ambos en el mundo de los vampiros pero sobre todo qué hacer con mi embarazo puesto que su esposa también estaba en cinta—ella volvió a sonreír. Después de todo se había convertido en abuela.

— ¿Estaba casado con una vampira?—ella asintió.

—Él nos explicó que los bebés vampiros necesitan energía de ambos padres y era por eso que me estaba debilitando. Como comprenderás no era sólo un bebé quien se alimentaba de mi energía, eran 3 y eso me estaba literalmente matando—él se estremeció.

—La situación era aún peor para mí puesto que los bebés eran hijos de un vampiro sangre pura—el tono de ella no sonó a reproche ni a reclamo, pero quería que supiera que ella no lo había pasado tan bien, aunque sabía que ella a él no le importaba nada.

—Ellos necesitan más energía de la normal—fue una afirmación más que una pregunta.

—Por lo tanto necesitaba alguien que proporcionara aquella energía como lo haría un vampiro sangre pura y puesto que no conocía a ninguno…—ella sonrió—Sesshomaru me ayudó alimentándome… —no pudo evitar sonrojarse—Con su sangre—era la manera que vampiros y yokais por igual proporcionaban energía, aunque era un acto íntimo entre parejas.

—Él…—iba a reclamarle y decirle "él no era tu pareja, no tenía por qué proporcionarte sangre" pero no tenía ningún derecho de reclamarle, después de todo él la abandonó.

—Sesshomaru nos estuvo alimentando tanto a los bebés como a mí con su energía. Yo también necesitaba vitalidad—no sólo los bebés se alimentan de la energía del padre, sino también la madre lo hace para poder mantener su cuerpo saludable.

—Los bebés nacieron sanos—su cara se adornó por la sonrisa más dulce que él haya visto—Eran 3 pequeñas bolitas rosaditas más hermosas que haya visto nunca en mi vida—su voz sonaba llena de amor. No podía evitarlo, sus hijos lo eran todo para ella.

—Akio, Shuon y Toga Taisho—pronunció sus nombres con amor. Los ojos de él se tornaron rojos.

— ¿Llevan su apellido?—su voz sonaba fría y llena de enojo. Un instinto asesino recorría su ser. Aquel ser…aquel hombre era el padre legítimo de sus hijos…aquel ser había puesto sus garras en su…detuvo sus pensamientos…Ella no era más "su" mujer.

—Sí—dijo ella con firmeza—Son sus hijos—del pecho de él salió un leve gruñido. Ella podía sentir como la energía de él fluctuaba a su alrededor. Peligrosa y asesina.

—No son sus hijos, son mis hijos—ella suspiró.

—Kaname, es a Sesshomaru quien han visto como una imagen de padre todos estos años. Tú me abandonaste—negó con su cabeza.

—Ellos aman a Sesshomaru como su padre pero jamás te negaría a tus propios hijos—la cabeza le empezaba a latir. Sí, él la había abandonado pero eso no quitaba el derecho de que él fuera su padre de sangre.

— ¿Qué hay sobre ti?—ella lo miró sin entender. Hasta que un pequeño foquito se prendió en su cabeza.

— ¿Si lo amo?—él asintió.

—Sí—su respuesta fue adornada con una enorme sonrisa. Claro que amaba a Sesshomaru.

—Mientes—ella negó con su cabeza.

—Amo a Sesshomaru, no tendría por qué mentirte—Kagome se sintió intimidada por la mirada llena de dolor, traición e ira que mostraba en aquellos momentos los ojos de él.

—Me perteneces—la voz de él sonó posesiva. Ella se enfureció. Él no tenía ningún derecho sobre ella.

—No—dijo con firmeza—No te pertenezco, jamás te pertenecí—lo miró a los ojos. Miró a aquellos ojos que alguna vez amó o más bien que aún lo hace pero no se iba a permitir echarse para atrás—Jamás me marcaste, jamás bebiste de mi sangre….jamás….—su voz se quiso romper pero no lo permitió y recordó algo cuando había llegado a rescatar a su pequeña.

—No tienes derecho alguno de reclamar algo que jamás fue tuyo. No tienes derecho reclamar cuando tú ya has hecho tú reclamo sobre la pareja que elegiste por…—iba a decir "por mí" pero no quería darle pie a que se diera cuenta que aún le dolía. No, no se mostraría débil delante de él, no más—Tú has hecho tú vida o lo harás con tú "hermana"—no pudo evitar pronunciar aquellas palabras con cierto rencor—Después de todo, tú y ella han estado destinados desde siempre o no fue eso lo que me dijiste—ella lo miró con cierto rencor y dolor en su mirada.

—Ella no es mi reina—ella se alzó de hombros.

—Eso no tiene importancia ahora, tú has hecho tú vida y yo la mía—suspiró, cerró sus ojos y respiró hondo—Yo sólo he venido a este lugar por mi hija nada más—no quería decirlo pero tenía que—Si quieres conocer a tus hijos, estás en todo tú derecho pero no me pidas que lleven tú apellido porque eso es algo en lo que jamás voy a ceder—dijo con firmeza.

—Ellos son mis hijos y van a llevar mi apellido…así como tú…—ambos se quedaron tiesos. Él por lo que iba a pronunciar y ella por el impacto de aquellas palabras.

—Lo son, pero no llevarán tu apellido, Kaname—ambos se retaron con la mirada.

Los dos sabían que no iban a llegar a ninguna parte. Ambos eran obstinados y orgullosos. Nadie iba a dar su brazo a torcer.

—Será mejor que me retire. Te haré llegar mi dirección—dio media vuelta y cuando apenas había dado dos pasos se vio acorralada por el aura de Kaname.

— ¿Qué haces?—dijo ella con voz quebrada. Le dolía, claro que le dolía. Cuántas veces no soñó con él regresaba y la reconfortaba con su aura, con su energía, con su presencia.

—No te dejaré marchar, no con él ni con nadie—la voz de él sonaba muy cerca.

—Suéltame—su voz sonó débil. Se reprochó a sí misma por su debilidad.

—No—dijo él con firmeza.

Kagome escuchaba los pasos de él acercarse a ella. Su ser completo se estremeció al reconocer su presencia cerca de su cuerpo. Todo ella lo recordaba. Cada resquicio de su piel fue tocado y acariciado por sus manos.

—Déjame ir—rogó ella.

—No—volvió a decir.

Él se acercaba con pasos firmes. No quería, no, no podía y no debía dejarla ir. Su cuerpo le pedía gritos que no la dejara marchar. Su alma y corazón le implorara que fuera por ella. Tantos años de dolor le habían pasado factura al tenerla en frente. Cada noche su mente le recreaba cada día vivido con ella. Cada minuto lleno de felicidad que compartió con ella pero también le creaba escenarios donde ella era feliz con otro, siento tocada y amada por otro que no era él. Y los peores de los escenarios eran la muerte de ella.

Mía—susurró cuando su pecho estuvo pegado a la espalda de ella. Cuando el olor, su único olor le pegó de lleno a la cara. Aquel olor que lo enloquecía, lo emborrachaba y le hacía perder la razón. Aquel olor que lo embriagaba hasta el punto del delirio. Aquella fragancia tan única de ella.

—Kaname...por favor…—sus pedidos quedaron callados cuando sintió la lengua de él acariciarle el cuello.

— ¡Eep!—chilló un tanto sorprendida y asustada. Su ser se estremeció por completo. Un resquicio de su mente le pedía que corriera y que se alejara de él pero su cuerpo no respondía.

—Kagome…—susurró su nombre con deleite.

—Kaname…por favor…—quería que parara, ella no tenía las fuerzas suficientes como para alejarlo.

Mía—volvió a pronunciar pero esta vez con un tono de voz más posesivo.

Sin previo aviso, él la volteó y quedaron cara a cara. Ella respiraba con dificultad. Sus mejillas se habían coloreado con lindo tono carmín mostrando así su vergüenza. Él no pudo evitar sonreír y acariciar sus mejillas.

—Siempre tan tímida e inocente—Susurró. Esa era una de las tantas cosas que adorada y amaba de ella. Aún se avergonzaba por actos como aquel. Jamás en todo lo que duró su relación había desaparecido su niña tímida, frágil y vergonzosa.

—Kaname…—ella susurró su nombre. Para él fue una invitación a probar lo que por derecho eran suyos. Aquellos labios que lo invitaban a perderse.

—Kagome… —pronunció su nombre. Con aquella adoración como antes la llamaba.

La mente de ella estaba nublada por el deseo y amor que aún vivían en su corazón. Recordaba cada sensación que él le hizo sentir en un pasado que a ella no le pareció tan lejano. Era como si él jamás se hubiese ido. Su cuerpo recordaba sus caricias como si fuera ayer que él la hubiese tocado.

Mía—susurró de nuevo mientras se apoderaba de aquellos pétalos de rosa.

Cuando probó de la manzana prohibida supo que no había vuelta de hoja. Ella le pertenecía y nada ni nadie se la iba a quitar. No había poder humano ni sobrenatural que se la arrebatara. Asesinaría a quien osara tan siquiera pensar llevársela de su lado.

Mente, cuerpo, corazón y alma gritaban un solo nombre. Profesaban un solo amor. Le pedían que se entregara a aquel ser que la besaba con tanta devoción y amor. Le pedían que dejara que él era el que tanto había ansiado todos estos años.

Las manos de él subían y bajaban por sus brazos. Acariciando y deleitándose con la suavidad de aquella piel.

A medida que pasaban los segundos, el deseo de ambos empezó a subir. Ambos estaban consientes de que si no se detenían iban a dar el siguiente paso, pero ninguno de los dos hizo nada por detenerse, es más pusieron más empeño en avanzar.

Se separaron en busca de aquel preciado oxígeno, pero él no perdió el tiempo y empezó a saborear aquella piel que le parecía lo más exquisito del mundo. Llegó a su cuello, dando pequeñas lamidas y mordidas. Ella simplemente era suspiros y jadeos.

El cuerpo de ambos se tensó cuando los labios de él llegaron a un punto entre su cuello y hombro. Ahí donde sus labios se detuvieron mostraban la marca e insignia de la casa de Luna, una marca que mostraba a quien ella le pertenecía.

Kagome sintió como su cuerpo de inmediato lo rechazó. Todo ella se vio rodeada de la energía de Sesshomaru y sintió unas enormes ganas de llorar. Lo había traicionado. Se había traicionado a sí misma de jamás volver a caer en los engaños y manos de aquel que la había lastimado tanto.

—Tengo que irme—la voz de ella se quebró. Dio media vuelta pero sintió como una mano agarraba su brazo. Su ser se estremeció y rechazó el contacto de él, emitiendo su aura purificadora, más sin embargo él no dio marcha atrás.

—Miko—susurró él un tanto sorprendido. Ella no lo miró a los ojos.

—Hay muchas cosas que desconoces de mí, así como hay muchas cosas que no sé de ti. Hay demasiados secretos entre ambos—ella suspiró—No me conoces, así como yo no te conozco. No nos conocemos del todo, Kaname—ella lo miró a los ojos.

—Adiós—dijo ella mientras se zafaba de su agarre y echaba a correr sin mirar atrás.

Kagome sentía como su corazón se partía en dos, como su alma se volvía a desgarrar como en aquel tiempo. Se sentía destrozada. Aquel dolor que una vez pensó que la iba a matar, volvió pero con más fuerza. No lo soportaba. Su alma gritaba de agonía.

Corrió todo lo que sus fuerzas le daban. Queriendo así dejar atrás un poco de dolor que sentía. Tuvo que detenerse lo suficiente como para evitar un ataque de algo que parecía una hoz.

—Pero qué…—dijo mientras saltaba hacia atrás cuando una pequeña ráfaga de poder venía en pos de ella. No lo suficiente como para lastimarla pero sí como para molestarla.

— ¿Quién eres y por qué hueles a Kaname-sama?—preguntó aquella a la que ella había reconocido como la hermana-pareja de Kaname.

—No tengo por qué darte explicaciones, vampira—gruñó. No tenía ánimos para escuchar sus reclamos y peor aún como para "discutir" su relación con Kaname.

—Habla—gruñó. Ella pudo observar como los ojos de ella brillaban cual rojos por la sangre. Su aura era inestable.

—Apártate o terminarás muerta—no estaba de ánimos. Su furia crecía. Por ella, él la había abandonado.

—No—espetó furiosa.

Yuuki no era las de atacar, es más ella era pacífica pero aquella mujer había aparecido de la nada y con ella traía noticias de que SU Kaname era padre. No, aquella mujer no podía quitarle a su amado Kaname, no. Él era de ella. No sabía dónde había salido aquella furia ciega y esas inmensas ganas de asesinar pero ahí estaban.

—Mi mano no temblará al asesinarte, no me importará si…si—las palabras se le atoraron en la garganta—Eres la pareja de Kaname—casi escupió la palabra "pareja".

La niña, sí porque era una niña malcriada la que tenía en frente, no se apartó, es más alzó su arma y se puso a la defensiva. Sabía que la niña no tenía oportunidad contra ella. Kagome no sólo tenía sus poderes como sacerdotisa sino también el poder de yokai.

—Apártate—su furia y su aura asesina fluctuaba alrededor de ella. Su energía pasiva como sacerdotisa estaba tranquila pero no podía decir lo mismo con la yokai. No tenía mucho tiempo entrenando con aquella energía, en términos yokais ella aún era un cachorro.

—No—dijo la niña. La energía de ella empezaba a fluctuar intentando en vano luchar contra la de ella. Casi pero casi le da risa. Era patético por así decirlo. Intentar enfrentar una batalla que de por sí estaba perdida. Era como intentar vencer a un tornado.

—Tú lo has pedido—ella gruñó. Se preparó para atacar pero cuando iba a dar un paso se vio bloqueado por algunos vampiros.

—No podemos permitir que ataque a Yuuki-sama—dijo uno de los vampiros. Su bestia interna gruñó en señal de advertencia, una que al parecer ellos no escucharon o prefirieron ignorar.

—Ella es mi presa—su bestia gruñó—Háganse a un lado o no me hago responsable de sus muertes—su amenaza fue clara y directa.

—No—dijo aquel chico. Ella volvió a gruñir y atacó.

Todo sucedía muy rápido. Para ojos humanos eran manchas moviéndose en el aire. Ataques iban y venían. Los vampiros estaban más que sorprendidos. A pesar de que ella estaba indefensa sin ningún arma más que sus poderes, no se dejaba tocar por ellos.

Los vampiros jadeaban mientras que ella a duras penas si se la notaba cansada. Los uniformes estaban hechos jirones y tenían rasguños y heridas en la cara y resto del cuerpo. Ella a duras penas si tenía un mechón de su cabello fuera de lugar.

—Les dije que se…—iba a decir algo más cuando sintió como algo la atravesaba el estómago. Los ojos de todos los presentes se abrieron de par en par y los de ella, los de ella mostraban…pena, no por el dolor que le suponía aquella herida, sino pena porque el destino de ella estaba sellado en el momento que había osado a levantarle la mano.

—Tonta…—susurró Kagome mientras un hilo de sangre resbalaba por sus labios mientras el arma era retirado de su cuerpo y ella caía al suelo.

El lugar se inundó con el inconfundible aroma de la sangre. Aquel olor los enloqueció pero había algo que los retenía de probar aquel fruto. El cuerpo de todos se estremeció.

—Yuuki-sama… ¿qué, qué hizo?—susurró aquel que había interrumpido la pelea.

—Firmó su sentencia de muerte—gruñó un ser mientras todos veían con horror como el corazón de Yuuki le era arrancado de su pecho sin más miramientos.

—Oka-san—gritó una pequeña mientras sus ojos se inundaban de lágrimas al ver el cuerpo de su madre en el suelo.

Los presentes se quedaron estáticos, no podían moverse. No sabía si era por el susto de ver aquel ser que parecía venido del mismo inframundo con aquellos ojos dorados con un tinte rojo rondando por su iris o el espectáculo morboso al ver como aquel mismo ser destripaba entre sus grandes garras el corazón de la chica que ellos veían como la princesa de los vampiros.

—Oka-san…—gimoteaba la pequeña mientras lloraba al ver que su madre moría en frente de sus ojos.

—Akio…—susurró ella. Intentó moverse pero un tremendo dolor la atravesó de pies a cabeza.

—Itaii—gimió ella.

—No te muevas—gruñó él mientras se acercaba hacia su hembra.

—Sessho…—susurró ella mientras lo veía acercarse.

Él se acercó con pasos lentos hacia su hembra. La veía desangrarse. Su bestia aullaba de dolor y agonía. Veía a su hembra morir. Una furia ciega lo volvía a inundar. Quería revivir y asesinar lentamente a aquella que se había osado a lastimar a su amada.

—Lo siento…—dijo ella una vez que él se había acercado, se había acuclillado y había recogido el cuerpo de su amada.

—Hmp—le dijo él y en esas palabras expresó "por qué te disculpas", ella sonrió.

—Fui tan tonta, le di la espalda al enemigo—los ojos de él brillaron mostrando una emoción que ella supo identificar como dolor.

—Tonta humana—ella rió. Pero la risa de ella sonó dolorosa y él tuvo que cerrar los ojos para contener su dolor.

—Tonto yokai—susurró ella mientras acariciaba su mejilla. Él lamió los restos de sangre que salían de sus labios y depositó un casto beso en aquellos delicados pétalos.

—Oka-san—llamó su pequeña.

—Bájame, Sessho—él se acuclilló lo suficiente como para que su pequeña pudiera ver su a mamá.

—No me dejes—la miko acercó su mano a la cabeza de su pequeña.

—No llores, Akio—le pidió su madre—Tienes que ser fuerte—la pequeña negó con su cabeza.

—Te irás, me dejarás sola—Kagome rió.

—No lo estarás. Tienes a papá y a tus hermanos—ella volvió a negar con su cabeza.

—No, no quiero que te vayas—los ojos de Kagome se llenaron de lágrimas.

—No me iré. Siempre estaré velando tus sueños—la niña gritó en agonía. Su madre moría y no podía hacer nada.

—Te amo, Akio—la niña lloró aún más. Su pequeña bestia aulló en su pecho.

—Te amo, mamá—Kagome acarició una vez la cabeza de su pequeña.

Su pecho se comprimió de dolor, no podía despedirse del resto de sus pequeños.

—Sessho…—él la cayó con un beso. Ella le respondió aquel beso como una despedida.

—Te amo, mi tonto yokai—le sonrió ella.

El lamió su mejilla, ella lo interpretó como un "te amo". Él no lloraría, no él jamás lo haría y es por eso que el cielo mostraba su dolor a través de la lluvia.

—Llueve—sonrió ella mientras veía hacia el cielo.

—Llueve como aquella vez que nos dimos nuestro primer beso—susurró ella mientras él lamía su cuello donde estaba su marca. Era su señal de dolor.

—Kagome…—se escuchó otra voz. Rota por el dolor.

—Hola, Kaname…—saludó ella mientras giraba un poco su rostro.

Kaname había sentido las fluctuaciones de energía pero no quiso saber de quiénes eran, estaba tan centrado en su propio dolor que no se percató hasta que fue demasiado tarde. Cuando a sus fosas nasales llenó el inconfundible olor de ella.

No fue sólo a él a quien le llegó el olor de la sangre. Sino algunas personas más que corrieron al lugar donde yacía el suceso de dolor.

— ¿Qué…que…?—por primera vez en su vida el estoico vampiro no supo que decir.

—Me muero, Kaname—dijo ella mientras veía como el pasaba a lado del cuerpo de su hermana-amante como si no hubiera nada en el suelo, solo basura.

—Siento lo de tú hermana—él no prestó atención a eso. Sólo al cuerpo de la mujer que amaba en brazos de aquel hombre.

— ¿Por qué…?—preguntó él.

—No lo sé—respondió ella a la pregunta muda que hizo.

— ¿Por qué no te curas?—ella suspiró.

—El arma con que ella me atacó no era un arma común…—cerró los ojos intentando que el dolor la permitiera continuar—A pesar de que fue creada a partir de sangre de vampiro en algún momento aquella arma le perteneció a un yokai quien cazaba sacerdotisas…extrae la energía santa de su víctima y no permite curarse de heridas provocadas por ella…es como el veneno de Sessho, una vez que entra en contacto con tu piel, no para…—ella hizo una mueca de dolor.

—Yo mismo la creé…—ella asintió.

—A partir de un metal derretido de otra arma—él asintió.

—No hay nada que hacer—dijo ella mientras le sonreía.

—No—gruñó él.

—Este es nuestro adiós, Kaname—él negó con su cabeza.

—Yo…—sus palabras se vieron interrumpidas cuando un par de gritos a sus espaldas lo interrumpieron.

— ¡YUUKI!—gritaron dos voces distintas.

Los cuerpos de ambos hombres estaban paralizados por shock y el dolor al ver el cuerpo sin vida de la chica.

— ¿Qué…que?—no tenían palabras.

—Él lo hizo—señaló hacia Sesshomaru. Dijo el chico, el único que había hablado hasta ahora.

—Maldito—gruñó uno de los recién llegados mientras se abalanzaba con su arma en alto.

—NO—gritó la pequeña mientras se ponía en frente de los tres y para sorpresa de todos alrededor de ellos se formaba un campo de energía.

—AKIO—gritó su madre mientras veía con sorpresa como las balas que disparaba aquel chico rebotaban en el campo de energía creado por su pequeña.

—No, no dejaré que dañes a ninguno de mis padres…—ella jadeaba por el esfuerzo—Esa niña lastimó a mamá y papá sólo...—sabía que lo que iba a decir no es algo que una pequeña como ella entendiera del todo, pero ella más que nadie conocía las reglas yokais—Se vengó al haber lastimado al alfa de la manada—eran las reglas de la manada. El alfa tenía todo el derecho de asesinar a quien osaba a tocar a su hembra.

—Akio…—susurró su madre mientras se ahogaba.

—MAMA…—lloró la pequeña. No, no permitiría que ella muriese.

—Papás, necesito sus ayudas—la pequeña miró tanto al yokai como al vampiro. Ambos hombres asintieron.

—Coloca a mamá en el suelo—pidió la pequeña.

—Akio, no—su mamá sabía lo que intentaba hacer.

—No te voy a perder mamá—la niña negó con su cabeza— ¿Sabes lo que pasará con papá una vez que te hayas ido?—el cuerpo de Kagome se estremeció. Sabía lo que pasaba cuando un alfa pierde a su hembra. Se volvía loco por el dolor, asesinando y destruyendo todo lo que estuviera a su alcance.

—Akio—urgió Sesshomaru. El procedimiento que iba a ser su pequeña era arriesgado y hasta peligroso pero sabía que ella lo podía lograr. Era tan poderosa como lo era su madre.

—Necesito que los dos enfoquen sus energías en mí y me las transmitan—ambos hombres asintieron.

—Akio no—la niña negó con su cabeza mientras acercaba sus manos al vientre de su madre. Cerró sus ojos y los abrió luego de unos segundos. Sus pequeños ojos se aguaron una vez más.

—Mamá…tú…—la miko cerró sus ojos. Sabía lo que iba a decir.

—Lo siento, Sessho—ella miró a los ojos de su amado yokai.

Sesshomaru olfateó a su hembra y su bestia rugió otra vez. Sus ojos se inyectaron de rojo y tuvo que usar todo el autocontrol que por años había tenido para no revivir a aquella vampira y asesinarla de nuevo. Había asesinado a sus cachorros.

—Hmp…—en ese pequeño gesto mostró su dolor.

—Yo…yo…—dijo la pequeña. Iba a traer a sus hermanos de vuelta así le costara hasta la última gota de su energía.

—Empecemos—dijo Sesshomaru. La pequeña asintió.

Pequeñas luces se empezaron a mostrar alrededor de ella. Energías poderosas pululaban alrededor del pequeño cuerpo de Akio. De sus manos desprendía una luz rosácea mezclada con rojo. La niña jadeó, era demasiada energía., su pequeño cuerpo protestaba pero tenía que aguantar por el bien de su mamá y hermanos.

—Akio, detente…—rogaba Kagome. Era mucho para su niña.

—No—dijo la pequeña.

—Akio…—susurró su mamá mientras los ojos de ella se cerraban.

—MAMÁ…—gritó ella.

—Continua—le urgió Sesshomaru. La niña asintió.

La niña jadeaba por el esfuerzo. Las energías de ambos eran aplastante y salvaje, demasiado para controlar pero no se iba a rendir. Su pequeña alma era fuerte como la de su madre. Ella iba a poder con toda aquella energía. Además debía guardar un poco para traer a la vida a sus hermanos.

Los minutos pasaban y el cuerpo de la niña empezaba a mostrar signos de debilidad. Su frente se perlaba de sudor pero ella no se iba a rendir.

—Ya casi…—susurraba.

—Sólo un poco más…—se decía a sí misma.

Hubo un gran destello de energía y todos los presentes tuvieron que cerrar los ojos por unos segundos. Al siguiente vieron con sorpresa como la gran herida en el cuerpo de aquella mujer empezaba a cerrarse.

—Mamá…—jadeó la pequeña. Ella sonrió pero sabía que su trabajo no había acabado.

—Akio, no—dijo Sesshomaru. No podía pedirle más a su pequeña. Estaba exhausta.

—Pero papá, los cachorros…—él negó con su cabeza.

—Es suficiente con que ella esté viva—los ojos de la niña se llenaron de lágrimas.

—Pero mamá sufrirá—él miró a su hembra.

—Lo sé, pero los tiene a ustedes—la niña negó con su cabeza.

—No…—la niña iba a seguir protestando cuando para sorpresa de ambos aquella espada que podía revivir a 1000 almas apareció enfrente de sus ojos.

—Tenseiga… —susurraron ambos.

—Brilla, late…—dijo la pequeña.

—Papá, ella quiere ayudar a mamá…—Sesshomaru asintió mientras tomaba su antigua espada entre sus garras. La empuñaba y la alzaba, pudo ver aquellos indeseables seres.

—No—dijo Kaname, la niña tomó de la mano a su padre.

—La espada no lastimará a mamá—le dijo la pequeña.

—Hmp—dijo el yokai mientras blandía la espada y mataba a aquellos seres.

—Tenseiga revive, puede revivir a 1000 seres—dijo la pequeña alegre mientras escuchaba el latir de sus hermanitos.

—Miko…—llamó el yokai—Despierta—le ordenó.

—Como en aquellos tiempos—sonrió la miko mientras abría los ojos.

—Hola, arrogante yokai—él sólo pudo pronunciar un "Hmp" que significaba "tonta miko"

—Demoraste—ella rió.

—Al parecer me querían del otro lado—ella rió—Querían que fuera una tenjou.

—Hmp—ella rió de nuevo. Aquello significaba "jamás, eres mía".

—Sólo tuya—él la tomó entre sus brazos y lamió sus labios.

—Mía—ella sonrió mientras se aferraba a su cuello.

—Y tú sólo mío—el volvió a pronunciar un "Hmp" que significaba, "solo tuyo".

—Kagome…—llamó el vampiro. Ella miró a su yokai y le pidió que la dejara en el suelo.

—Kaname…—suspiró—Le pertenezco a Sesshomaru, soy su hembra y madre de sus cachorros…—acarició la cabeza de su hija y sus manos se posaron en su vientre. Sus ojos se abrieron de golpe.

—Papá los salvó—Kagome miró a Sesshomaru.

—Tenseiga ayudó—la miko miró la espada y le sonrió.

—Muchas gracias Tenseiga—la espada latió.

—Ella dice, "de nada miko tonta"—la chica rió. Su pequeña tenía una estrecha relación con aquella espada.

—Kagome…—llamó de nuevo el vampiro.

—Lo siento Kaname…—ella lo miró a los ojos…—Te amo pero…—su voz se quebró…

—Kagome…—llamó Sesshomaru.

—Hmmm…. —pronunció ella mientras evitaba su mirada.

—Mírame—ordenó él. Ella resignada lo observó. Los ojos de él brillaban con una emoción que no supo identificar.

—Rin—pronunció él como sin con solo esas cuantas palabras dijera todo.

El nombre de ella. Era como si intentara decirle algo, hasta que recordó lo que dijo su pequeña horas atrás. "Mamá puede amar a dos hombres. Akio puede tener dos padres". Era cierto era posible amar a dos hombres, no era algo raro entre la sociedad de yokais. Una hembra podía tener algunos machos así como un macho podía tener algunas hembras, pero siempre había un macho alfa y una hembra alfa y ciertamente ambos puestos ya estaban ocupados.

—Pero…pero…—el yokai vociferó otro "Hmp".

—Miko—llamó—Nuestra sociedad no está regida por las reglas de los humanos—ella suspiró.

—No compartiré lecho con otra hembra—miró a ambos hombres. Uno sonrió el otro solo vociferó otro "Hmp" que significaban "jamás"

—Kagome…—llamó el vampiro.

—Kaname podremos estar juntos pero tendrás que aceptar que también estoy con Sesshomaru—ella se acercó a él y acarició su rostro, él cerró los ojos agradeciendo aquel sencillo gesto por parte de ella.

—No te compartiré con otra hembra a menos que sean nuestros hijos—miró a su pequeña—No aceptaré ninguna regla estúpida del mundo de los vampiros, no me rijo a esas reglas y jamás lo haré—ella gruñó—Yo me rijo a mis propias reglas—el yokai a su lado no pudo evitar que su boca se torciera en lo que parecía una sonrisa.

—Lo sé—dijo el vampiro.

—Me lastimaste mucho cuando te marchaste y más las palabras que me dijiste y todo por…. —sus ojos vagaron por el cuerpo sin vida de la chica.

—Lo sé—volvió a repetir. No sabía cómo disculparse, no era los que pide perdón por sus actos o acciones. Ella suspiró, era tan o mucho más orgulloso que Sesshomaru.

—Vámonos, no tenemos nada que hacer en este sitio—dijo ella mientras miraba a todos los presentes.

—No—gruñó el chico con el arma.

—Por favor—rogó un hombre detrás del chico—Esa espada… ¿puede revivir a los muertos?—Kagome vio por donde iba aquella petición.

—Sí y se cuál va a ser tú petición. Yo no soy a la que tienes que pedirlo—ella miró a su hija y luego a Sesshomaru.

—No—dijeron ambos.

—Por favor—rogó el hombre—Ella es mi hija—Kagome miró hacia otro lado.

—Kagome…—ella miró con odio al vampiro—No es por mí por quien te lo pido, Yuuki lo es todo para él—ella suspiró.

—No es a mí quien obedece la espada—ella miró de nuevo a los dueños de aquella espada.

—No—volvieron a decir ambos.

—Lo lamento—se disculpó ella.

—Aquella vampira lastimó a mi hembra… —gruñó el yokai—Asesinó a mis cachorros…—los ojos de él se tiñeron de rojo al recordar aquellos minutos llenos de agonía—Esa vampira merece más que la muerte—soltó un gran y poderoso gruñido.

—Ella, ella es una chica dulce…no sabe manejar sus poderes y peor aún las nuevas emociones que conlleva ser una vampira…—intentó explicar el porqué de la conducta de su hija.

—Cuando una hembra es atacada, el macho cobra venganza por quien la haya lastimado. La situación empeora si la hembra está en cinta—la niña le explicó al señor—Usted no sabe lo que es para un macho perder tanto a su hembra como sus cachorros…es un dolor insoportable, que le desgarra el alma y corazón…no hay explicación para el cúmulo de sentimientos que siente el macho…—la niña miró a su papá—No habrá poder humano que pueda detener a un yokai cegado por el dolor de perder a su hembra y a sus cachorros—ella suspiró.

—Usted no sabe lo poderoso que es mi papá…él acabaría con medio planeta antes de que alguien lo pudiese detener…—miró a su mamá y luego al señor.

—Él estaba en todo su derecho de haber matado a aquella vampira—la niña suspiró—Si la vampira es revivida…. —los ojos del hombre brillaron con esperanza—No puedo asegurarle que viva más de una hora…—miró a su papá quien miraba el cuerpo de la vampira.

—Él no hará nada contra ella—dijo Kagome ganándose un gruñido por parte de él.

—Miko…—gruñó. Ella suspiró, mientras acariciaba a Sesshomaru, intentando calmarlo.

—Le diste su castigo. Ella es lo único que le queda a ese hombre—él volvió a gruñir—Sessho, era lo mismo que para nuestros pequeños. Tú y yo éramos todo lo que tenían y los íbamos a dejar sin nada de eso. ¿Tú no crees que si ellos tuvieran la oportunidad no nos hubiesen regresado a la vida?—le preguntó.

—Hmp—respondió él. Ella no necesitó traducción de eso.

—Por favor, Sesshomaru—el yokai gruñó—Akio no lo puede hacer, está muy débil—el yokai gruñó mientras tomaba la espada y esperaba que esta latiera pero no hacía nada.

—Mamá…—llamó la niña y ella entendió aquello.

—Por favor, Tenseiga…yo sé que no estás feliz con esto, pero por favor hazlo por mí, ¿sí?—rogó la miko—la espada no emitió energía alguna—Por favor…—rogó de nuevo.

—Hmp—dijo el yokai mientras veía como esta latía.

—Gracias—dijo la miko. La espada volvió a latir.

—Sólo por ti, tonta humana—le explicó su pequeña el latir de la espada. La miko rió.

El yokai se abrió paso entre los vampiros y llegó hasta aquella vampira. Su bestia volvió a gruñir intentando liberarse de sus cadenas y hacer pedazos aquel cuerpo. El yokai tuvo que poner todo su esfuerzo para no dejar que su bestia tomara el control. Muy pocas veces su bestia se volvía incontrolable, sólo sucedía cuando su hembra estaba cerca.

—Hmp—gruñó él mientras veía a aquellos seres del infierno. Blandió su espada y cortó en dos a aquellos seres.

El yokai dio media vuelta y escuchó como la vampira jadeaba.

—Vámonos—la miko sonrió mientras tomaba su pequeña de la mano.

—Sessho…—el gruñó mientras creaba a su alrededor su energía yokai formando una nube.

—Kaname…—ella extendió su mano, quien aceptó gustoso.

—Esta será la última vez que me vean—dijo el vampiro mientras miraba a todos.

—No intenten buscarnos, porque no perdonaré la vida de ninguno quien intente perturbar nuestras vidas—dijo la miko con voz amenazante mientras observaba a todos los presentes en especial a una recién despierta Yuuki.

—Estoy muerto para la sociedad vampírica, no seré más Kaname Kuran. De ahora en adelante tomaré mi antiguo nombre—sonrió mientras miraba a todos. Él era un Kuran pero su nombre no era Kaname…

—Shuon Kuran…—dijo el yokai—El primero en el linaje de los Kuran—el vampiro lo miró sin decir nada.

—No tengo ningún vínculo con Yuuki Kuran más que una simple relación lejana—miró a la mencionada a quien los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Kaname…—gimió la chica.

—Vámonos—dijo la miko. No era mala persona. No le gustaba ver sufrir a otros.

En un abrir y cerrar de ojos aquellos seres habían desaparecido en la obscuridad de la noche dejando atrás a todos y a todo.