Disclaimer: Ninguno de los personajes de Saint Seiya me pertenecen, todos son creación del gran Maestro Masami Kurumada, el único personaje de mi creación es la amazona de plata de la Paloma, Amaya. Este fin fue creado sin ánimos de lucro! n.n

N/A: La historia se desarrolla entre la batalla de Poseidon y la saga de Hades, en mi historia la batalla del Santuario nunca existió, y Shion, el Patriarca sigue vivo, básicamente porque nunca me gusto que lo mataran, ni que Saga fuera el malo de la serie...jajaja Disfruten y dejen reviews! =D

Capitulo 1: Cada amazona tiene su batalla personal.

El sol brillaba en lo alto del cielo en la lejana Grecia, el verano había llegado y con él, el calor abrumador del clima mediterráneo. En Villa Rodorio, un pueblito cercano a Atenas, dos jóvenes muchachas paseaban tranquilas, intentando hacer caso omiso del calor, mientras se abanicaban con una fina hoja de papel. Hoy era su día libre, y habían decidido emprender un pequeño paseo para despejar su mente. A su paso, los pueblerinos las miraban y sonreían, poco tenía que ver el hecho de que su cara estuviera cubierta por una máscara plateada o que portaran curiosas ropas de entrenamiento. Ellas eran guerreros de a las ordenes de la Diosa Atenea, quienes habitaban cerca de la Villa por la que ahora paseaban. Los pueblerinos sabían, aunque nunca los habían visto en acción, que los santos de Atenea velaban por la seguridad de la Tierra, y eso les complacía, y hacían que respetaran a las amazonas que paseaban afablemente por sus calles.

-¿qué crees que quiere? –la amazona pelirroja agitó levemente el papel que sostenía en sus manos, con el sello oficial del Santuario en él.

-Ni idea –contestó la otra amazona, cuyo pelo castaño se apretaba en un moño sobre su cabeza, encogiéndose de hombros - probablemente quiera hacer recuento de guerreros o algo así…nunca hacemos nada divertido…Y creo que después de que los caballeros de bronce acabaran con Poseidón…podríamos haber hecho una fiesta…

La guerrera castaña se llevó las manos a la nuca mientras meditaba, nunca en los 10 años que llevaba en el Santuario habían celebrado algo, nunca habían tenido la oportunidad de conocer al resto de sus compañeros y solo disfrutar de un día de alegría y diversión, y eso le frustraba. Después de todo, ella solo era una adolescente de 16 años, era normal que quisiera divertirse al margen de su deber, al margen de aquella mascara que portaba con orgullo, amaba por encima de todo ser un guerrero…pero había cosas en su cabeza que también eran importantes para ella.

-¿Te has decidido ya? – la pelirroja disparo a bocajarro su pregunta sin ningún reparo, conocía demasiado bien a su amiga desde que eran niñas, y sabía lo que cruzaba su mente, su compañera se sobresaltó.

-No sé de qué me hablas, Marin… -dijo ella intentando eludir el tema, debajo de la máscara un sonrojo comenzó a apoderarse de su rostro, y Marin lo sabía.

-Oh, vamos, Amaya. No puedo creer que sigas intentando auto convencerte de lo que es obvio…No le quitas ojo de encima desde que llegaste al Santuario, no puedo creer que aun sigas empeñada en negártelo a ti misma…

-Tú no eres la más indicada para darme consejos sobre chicos, amazona del Águila…-dijo Amaya un poco indignada- aun no he visto que le declares tu amor al Gran León Dorado de la orden Ateniense…

Marin se cayó, y siguió su camino en silencio. Amaya, amazona de plata de la Paloma, no pudo sino meditar las palabras de su amiga mientras dirigía sus pasos hacia su cabaña, en el recinto de las amazonas.

-No te olvides la reunión en el templo de Aries a las seis de la tarde, si llegas tarde Shaina se enfadará…

Amaya solo asintió y sin más dilación entró en su casa, se quitó la máscara y lavó su cara con agua fría, luego fue directa a su cama y se acostó. Sin querer, su mente la transportó casi diez años atrás, cuando apenas siendo una niña había sido llevada al Santuario a entrenar por una armadura.

***Inicio del Flashback***

Una pequeña niña de seis años lloriqueaba amargamente en una enorme y majestuosa sala, un hombre enfundado con una fina túnica la miraba desde un altar escoltado por un joven de no más de 8 años.

-Sé que es complicado…aun eres un bebé, pero tienes una misión, tú…

-Pero yo no quiero pelear, no quiero lastimar a las personas, eso es malo – la niña interrumpió al hombre que hablaba con voz cálida, no entendía por qué sus padres habían muerto y ella había sido llevada al Santuario, no quería pelear, ella no era fuerte…

-Entrenarás por la armadura de plata de la Paloma, y serás una amazona fuerte, con el tiempo aprenderás que ser un guerrero de Atenea no es malo…defenderás al mundo y aprenderás a amar el destino para el que has nacido, y ahora por favor…ponte esto…

El joven que estaba a la diestra del Patriarca del Santuario se acercó a Amaya con una cosa plateada en sus manos, la niña secó sus lágrimas y miró al chico que estaba delante de ella, sus ojos se abrieron de par en par, y su corazón se paró por unos instantes. El chico por unos segundos directamente a la ojo a aquella pequeña niña y luego desvió su mirada hacia otro lado tendiendo una máscara que Amaya agarró y puso sobre su rostro. Ella en ese momento no sabía que ese simple cruce de miradas cambiaría su vida por completo.

***Fin del Flashback***

En su habitación, Amaya miraba al techo, con los ojos llenos de lágrimas, no importaba cuanto lo intentara él nunca había dado muestra alguno de interés por ella, él…quizás uno de los más tranquilos Santos de Oro siempre se las arreglaba para ser frio y distante cuando ella estaba presente, y eso la mataba. No importaba que tan fuerte fuera ahora, él nunca la vería como a una amazona.

Miró el reloj, y volviendo a ponerse la máscara se encaminó al templo de Aries, aun eran las cinco, pero una necesidad imperiosa se apoderó de ella, cambió sus ropas habituales de entrenamiento por una cómoda túnica blanca y unas bonitas sandalias, y como de costumbre, recogió su larguísimo pelo en un apretado moño, se miró en el espejo una última vez y se dirigió a su destino. Y allí, a las puertas del primer templo estaba él, aquel pequeño niño que una vez le diera su máscara y que ahora portaba con orgullo la sagrada armadura de Aries, Mu, el discípulo favorito del Patriarca, reparando unas armaduras.

-Hola, Mu… ¿Qué tal tu día? –excesiva jovialidad, pensó arrepentida la amazona dos segundos después…

-Hola, Amaya- dijo el sin mirarla

-Con mucho trabajo, por lo que veo, ¿no? – Preguntó ella - ¿Necesitas ayuda?

-No, gracias –dijo Mu dando pequeños golpecitos al cincel- Aún es pronto para la reunión… ¿No tienes algo que hacer?

Yo…si…solo estaba de paso –Amaya no se despidió, dio media vuelta y se alejó del templo de Aries aguantando las profundas ganas de llorar…siempre era lo mismo…

Mu levantó un poco la vista para ver como la amazona se alejaba del templo de Aries, suspiró, sabía que había sido poco amistoso por ella, pero era por su bien…

-Lo siento, Amaya…