A Deal With The Wicked Witch
Salió a toda velocidad de aquel apartamento, no le importaron las voces de Mary Margaret y de David pidiéndole que se detuviera, que los esperara, corrió escaleras abajo y brinco los últimos tres escalones, sus pies tocaron el piso y mantuvo el equilibrio, para volver a correr hasta llegar a su "bicho amarillo" metió las llaves y abrió enseguida, hizo el mismo procedimiento para arrancar el destartalado carro. Se puso en marcha, evadió luces rojas, obstáculos y carros que iban increíblemente lentos, pisaba a fondo el acelerador sin importarle que se pudiera llegar a romper por la fuerza que le imprimía a su pisar.
En cuanto llego a la mansión freno de golpe y dejo el carro aparcado casi sobre la acera, bajo de el sin quitar las llaves y dejando la puerta abierta, corrió hasta la entrada y llamo con fuerza, con desesperación, con angustia y al ver que nadie abría se temió lo peor… ¿Habría llegado demasiado tarde? Un nudo atroz se formo en su garganta provocando que el corazón se le encogiera, un vacio comenzó a comérsela por dentro, por un momento pensó que tenía un agujero negro anclado al alma y por primera vez, tuvo miedo. Desde que había llegado a Storybrooke cosas raras comenzaron aparecer en su vida, pero se había sentido segura entre toda esa gente que le decía que provenían de un tal "Bosque Encantado" y su hijo, bueno el parecía más que feliz en ese pequeño pueblo, se había adaptado rápidamente a ese lugar y había echo amigos con facilidad a diferencia de ella que permanecía recelosa a todo lo que ahí la rodeaba, pero había alguien que extrañamente le resultaba familiar.
La mujer que vivía en aquella enorme casa detonaba un extraño sentimiento en su corazón, era la mujer que ahora mismo se encontraba con su hijo y eso se debía a que Henry le había tomado cariño con increíble rapidez, se veían todos los días e inclusive los tres pasaban tiempo juntos, sin poder negarlo ella misma había llegado acostumbrarse a su presencia, a su aroma, a su mirada, al calor de su cuerpo cuando se sentaban juntas a comer en Grany's con su hijo, se había acostumbrado aquella mujer más que a las otras personas que decían ser familiares de ella y de Henry. Pero ahora algo andaba mal.
Volvió a llamar a la puerta y estuvo a nada de gritar su nombre pero alguien abrió, entro sigilosamente, pues no había nadie en el lobby. La amplia sala junto con el comedor se extendían ante sus ojos, camino por el pasillo y desenfundo la pistola que llevaba en el cinturón, miraba hacia todos lados buscando cualquier indicio de que hubiera alguien ajeno a la casa, pero nada, simplemente un silencio sepulcral se había adueñado del lugar. Subió las escaleras y primeramente se asomo a la habitación que había preparado la dueña de la casa para el niño, entre abrió la puerta y se asomo ligeramente, Henry dormía tranquilamente y suspiro aliviada, cerró la puerta con cuidado y regreso la mirada al pasillo, un escalofrió la recorrió de arriba abajo afirmándole que efectivamente algo no andaba bien.
Sus pasos eran silenciosos por el corredor, llego a la puerta de la habitación principal y tomo el pomo, cerró los ojos… tomo aire llenando por completo sus pulmones, soltó lentamente el aire y abrió la puerta.
- ¿Regina? – Pero no fue precisamente a la morena a quien encontró en aquella habitación y fue ahí, donde el miedo se le clavo con agresividad en el pecho - ¿Dónde está? – La otra mujer sonrió mordazmente y ella apretó los dientes - ¡¿Dónde está?!
- La salvadora vino al rescate de la Reina Malvada…
- ¡Cuantas veces tengo que decirte que no la llames así! – Le apuntaba con la pistola directo al corazón – Ella no es la Reina Malvada, ella es Regina Mills. Mételo en la cabeza bruja, responde ¿Dónde está?
- ¿Para que la quieres, Emma?
- ¡Hey! Yo hago aquí las preguntas, así que más te vale contestar a lo que ya te he preguntado
- Bien, ahí la tienes – chasqueo los dedos y un humo verde apareció al borde de la cama, poco a poco se fue disipando y pudo ver la figura de Regina sentada a la orilla de la cama, se iba acercar a ella pero no pudo moverse.
- ¿Qué demonios? – Regreso la mirada a la intrusa y sonrió de lado – Nada contigo es tan fácil ¿no?
- Ya estas aprendiendo
- ¿Qué es lo que quieres para largarte de aquí y dejarnos en paz? – miro de rejo a la morena que se había puesto de pie y al igual que Emma intento acercársele, pero al ver que no lo conseguía la llamo y ningún sonido llego a oídos de las otras dos mujeres. La oji-verde miro a la bruja y esta sonrió con delicadeza.
- Puedo notar que… estas dispuesta arriesgar TODO por la Reina Mal…
- ¡Carajo no la llames así! – disparo en contra de la mujer frente a ella y la bala paso rosando su mejilla – la próxima vez te juro que no fallare.
- Te creo querida, volviendo a lo que me quede… se que estas dispuesta a sacrificar TODO por Regina, pero mi pregunta es ¿Por qué? Si ni siquiera la recuerdas, apenas y la conoces, has pasado aquí unos… cuantos meses y sin embargo, estas aquí enfrentándome por ella. Sabes bien que esa arma no podrá matarme y sigues desafiándome, sigues de pie a pesar de todas las veces que he intentado quebrarte, te mantienes firme ante lo que hice, ataque a tus padres, a tus amigos de Nueva York, a tu hijo… al pirata ese que se sacrifico por ti, he intentado todo para ponerte de rodillas y nada parece funcionar, así que me puse analizar la situación – la bruja suspiro para clavar aquellos ojos en el verde almendra de los ojos de Emma – No he estado presionando el punto adecuado, me deje llevar por lo que los demás decían y por lo que yo conocía, hasta que me di cuenta que se me estaba pasando algo por alto – ahora miro a la alcaldesa y ensancho su sonrisa – algo realmente importante o más bien, alguien realmente importante ¿no crees? – la rubia contuvo la respiración y trato de calmar el terror que ya corría por sus venas – Seria tan sencillo para mi ahora mismo arrancarle el corazón y apretarlo entre mis manos, dejando así que cayera muerta al piso y llevarme al niño que duerme en la otra habitación, pero… eso no es lo que quiero aun que si me gustaría.
- ¿Entonces qué es lo que quieres?
-Te propongo un trato, Emma
- Te escucho
- Yo me voy, dejando a tu familia y amigos en paz, seguros en sus casas y no volveré a poner un pie en Storybrooke, pero a cambio de ello… quiero tu magia, es algo justo ¿no crees?
- ¿Mi magia? Suponiendo que tenga "magia" ¿Para qué quieres más de la que ya tienes? Sería como una sobredosis – la bruja del oeste sonrió y paso su lengua por sus labios delineándolos suavemente
- Eso es asunto mío querida, ¿y bien?
- Libérala primero y aceptare – levanto una ceja en señal de duda – tienes mi palabra
- Debería estar loca por creerte pero te creo, hija de príncipe honra tu sangre – aquel hechizo que separaba a la oji-verde de la alcaldesa desapareció con un leve movimiento de mano de la bruja
- Regina – se acerco rápidamente a ella y llevo una de sus manos a una mejilla color melocotón, la examino con la mirada buscando algún indicio de que hubiera sido torturada o herida - ¿Te encuentras bien? ¿Te hizo daño?
- Ni se le vaya a ocurrir hacer lo que ella le ha pedido Srta. Swan – la había tomado por las solapas de la chamarra roja que llevaba - ¿me escuchaste? – Emma se percato de un objeto extraño en la muñeca derecha de la morena, era una muñequera de cuero negro y si bien recordaba la explicación de Mr. Gold, aquel objeto anulaba la magia de la persona que lo traía puesto. Una juguetona sonrisa se dibujo en los labios de la rubia y miro a la mujer que había ocasionado todo esto.
- Lo tenias todo planeado, sabias bien que vendría por ella y que mejor forma que dejándola indefensa para que yo aceptara hacer un trato contigo, muy astuta.
- Son los genes querida, aun que no te lo creas ayudan, ahora – extendió su brazo y le ofreció su mano a la oji-verde – a cumplir nuestro trato
La rubia miro los ojos chocolate y le sonrió, valía la pena todo sacrificio a cambio de la seguridad de la mujer frente a ella y de su hijo, sabía perfectamente que ella lo cuidaría bien y que le daría todo el cariño del que era capaz e inclusive mas, acaricio levemente la mejilla en la que su mano se había situado y quiso gravarse a fuego su tacto, aquel tierno calor. Regina comenzó a negar con la cabeza y afianzo su agarre sobre las solapas de la chamarra, debía mantener en ese lugar a la oji-verde, debía sujetarla a como diera lugar no podía permitir que hiciera semejante estupidez.
Emma tenía la sensación de que en cuanto tomara aquella mano ella jamás regresaría, que sería llevada algún lugar lejano y que sería prisionera por toda la eternidad, bueno, por unos años pues era un ser humano y estos tienden a ser mortales, así que la muerte le esperaría de todas maneras. A lo lejos pudo escuchar como una sirena se aproximaba, debía de ser David con Mary Margaret que venían ayudar, debía darse prisa no quería poner a más personas en peligro ya con Regina y Henry en peligro tenía más que suficiente, ciertamente la bruja había encontrado su punto débil y ella cedería sin dudarlo.
- Creo que tendrán que ir a la excursión al rio sin mí, me acaban de surgir otros planes que no puedo cancelar – decía todo aquello sin borrar la alegre sonrisa de su rostro, mientras que las facciones de la morena se desfiguraban por las palabras de la rubia – Diviértanse mucho y deja que Henry se meta al agua, no le hará daño ya sabemos que es un niño a prueba de todo – le guiño un ojo y suspiro – Cuídense por favor
- Emma, no… - trato de sacarla de la habitación, pero la oji-verde le tomo las muñecas y lentamente la obligo a soltarla
- Escúchame, desde que llegue de Nueva York siempre me has ayudado y salvado en incontables ocasiones – miraron a la bruja, para después volverse a mirar – ahora yo quiero salvarte, no quiero ser la salvadora de todo cuento de hadas, solo quiero ser la salvadora de tu cuento, solo quiero salvarte a ti Regina, a ti y a Henry – escucho como un carro se estacionaba y apagaba la sirena, enseguida las voces de los que decían ser sus padres llegaron a sus oídos – Te veo en la cena – se separo rápidamente de la alcaldesa y dando unos pasos alcanzo a tomar la mano que se le ofrecía – trato echo
La bruja sonrió enormemente y tiro de la rubia hasta aproximarla a su cuerpo, con su mano libre rodeo su cintura obligando así a que se pegara completamente a ella.
- El amor es debilidad, salvadora, pensé que ya lo habrías aprendido
- Te equivocas, es fuerza y es por eso…. – la oji-verde comenzó a sentir frio, poco a poco cada extremidad de su cuerpo se adormeció – que jamás podrás vencerme, pensé que tu ya habrías entendido eso…. – los colores comenzaron a desaparecer de sus ojos, hasta que comenzó a ver siluetas, luego sombras – pero… ya me di cuenta… que no. – hasta que su mundo se obscureció. Su cabeza cayó hacia atrás, dejando que su rubia melena formara una hermosa cascada y la risa de la mujer que la sujetaba se escucho por toda la habitación.
- Nunca es tarde para aprender – la bruja alzo la vista del rostro de la oji-verde y miro a la alcaldesa, las lagrimas brotaban libres por aquellos ojos y resbalaban por sus mejillas hasta caer al piso – Hasta luego, su majestad – hizo una tenue reverencia y desapareció dejando una cortina de humo verde en su lugar.
Hubo silencio, era de esos silencios que arañan el alma y estrujan el corazón, era un silencio impregnado en dolor, un silencio pesado y gélido que envenena el aire, que arde, que quema como el mismísimo fuego y el hielo contra la carne viva, era el silencio que queda atrás de la pérdida del ser amado, un silencio que la reina conocía perfectamente bien y que se veía obligada nuevamente a vivir. Escucho pasos veloces subir por las escaleras, al igual que dos voces conocidas y después una tercera, esa voz… preguntando por su madre, por la salvadora, por su salvadora, como iba a decirle que ella ya no estaba ¿Cómo?
Se la habían arrebatado sin darle oportunidad a decirle las palabras que se atoraban en su pecho, no había tenido oportunidad de decirle…
- ¡EMMA!
Aquel grito desgarrador inundo toda la casa sino es que todo el pueblo, la alcaldesa no pudo más y se dejo caer de rodillas, nuevamente le habían quitado a la persona que amaba, igual que en el pasado no pudo hacer nada para impedirlo y otra vez… no había nada que pudiera hacer…. o tal vez sí.
