Disclaimer: Nada es mío. Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a Stephanie Laurens.

Summary:

Isabella es una Swan de los pies a la cabeza, y está decidida a encontrar marido por sí misma, y además, que sea un hombre que la ame por lo que es. Ya que no lo ha podido encontrar en los lugares "correctos" para una dama, decide buscarlo en los lugares "equivocados", empezando por un conocido salón de juego. Allí conoce a Edward Cullen, duque de Dexter, que le ofrece ser su compañero de partida... forman una pareja perfecta, e Isabella sabe que ha encontrado al hombre que quería, pero lograr que se comprometa su corazón será otra historia. Isabella conocerá los escandalosos secretos del pasado de Edward, y su espíritu herido. Pronto logrará que la desee con locura, pero no le será fácil oírlo decir "te quiero"...


Upper Brook Street, Londres
20 de febrero de 1825

—Entonces, ¿es inútil? —Isabella Swan se dejó caer de espal das en la cama de su hermana gemela—. ¿Es que no hay un solo caba llero entre la alta sociedad que merezca la pena considerar? Al menos de momento.

—No lo ha habido durante los últimos cinco años... Bueno, al me nos, ningún caballero interesado en el matrimonio. —Tendida a su la do, Amelia contemplaba el dosel—. Hemos buscado y rebuscado...

—No hemos dejado una piedra sin levantar.

—Y los únicos medianamente interesantes... no están interesados.

—¡Es ridículo!

—Es deprimente.

De rostro y figura semejantes, bendecidas con rizos castaños, ojos tan azules como un cielo de verano y tez de porcelana, las gemelas po drían haber posado sin ningún problema para La Belle Assemblée como el epítome de dos jóvenes de buena cuna a la última moda, salvo por las expresiones que lucían. En el rostro de Amelia se leía el fastidio y en el de Isabella, la rebeldía.

—Me niego a rebajar mis exigencias.

A lo largo de los años, habían discutido ad finitum los requisitos indispensables en un marido. Sus exigencias no diferían en mucho de las que exhibían los cónyuges de sus mentoras: su madre, sus tías y las esposas de sus primos. Habían crecido rodeadas de mujeres de gran carácter, todas ellas damas, y todas ellas habían encontrado la felicidad en el matrimonio. Las gemelas no albergaban la menor duda acerca de las cualidades que buscaban.

Un caballero que las amara, que siempre antepusiera su bienestar y el de la familia que formaran por encima de todas las cosas. Un pro tector, un compañero de fatigas siempre dispuesto a prestar su brazo para mantenerlas a salvo. Un hombre que valorara sus habilidades, su inteligencia y sus opiniones, que las aceptara como iguales por mucho que deseara ser amo y señor de sus dominios. Un caballero con la su ficiente fortuna como para restar importancia a sus nada desprecia bles dotes; un hombre que perteneciera a su círculo social y contara con los contactos adecuados para hacer frente al poderoso clan de los Swan.

Un hombre de fuertes pasiones y con sentido de la familia: aman te, protector, compañero. Esposo.

Isabella resopló.

—Es que tiene que haber alguno en alguna parte que no se quede corto en comparación con nuestros primos... —El Clan Swan, ese famoso grupo formado por seis caballeros que durante tanto tiempo había gobernado la sociedad, y habían dejado a su paso incontables da mas languideciendo por ellos hasta que, uno a uno, el destino les había arrebatado el corazón—. No pueden ser únicos.

—No lo son. Acuérdate de Chillingworth.

—Cierto... pero cuando lo hago, también me acuerdo de lady Francesca y eso no sirve de mucha ayuda. Ya está cazado.

—De todas formas, es demasiado viejo. Necesitamos a alguien con una edad más parecida a la nuestra.

—Pero no demasiado... ya me he cansado de jovencitos imberbes. —Había sido toda una epifanía darse cuenta de que sus primos, esos hombres arrogantes y dictatoriales de los que tanto tiempo llevaban in tentando zafarse, eran de hecho sus ideales por antonomasia. Darse cuenta de ese hecho había reducido la escasa lista de candidatos a una cantidad todavía más desesperante—. Si queremos encontrar marido, ¡tenemos que hacer algo!

—Necesitamos un plan.

—Uno distinto al del año pasado. ¡Y al del año anterior también! —Isabella miró a Amelia y se percató de que la expresión de su her mana era distraída y de que sus ojos estaban clavados en una imagen que sólo ella podía ver—. Según veo, ya tienes uno.

Amelia miró en su dirección.

—No, no tengo un plan. Todavía no. Pero sí que hay caballeros adecuados, sólo que no están buscando esposa. Se me ocurre al me nos uno, y también debe de haber otros. Estaba pensando... que tal vez debamos abandonar la espera para ponernos manos a la obra.

—No podría estar más de acuerdo, pero ¿qué sugieres?

Amelia apretó los dientes.

—Estoy harta de esperar... ¡ya tengo veintitrés años! Quiero estar casada para junio. En cuanto comience de nuevo la temporada social, voy a revisar toda la situación y a elaborar otra lista de candidatos sin importar que quieran casarse o no. Después, tengo la intención de elegir a aquel que me convenga y, a partir de entonces, me encargaré de seguir todos los pasos necesarios para llevarlo al altar.

Esa última frase estaba cargada de determinación. Isabella estudió el perfil de su hermana. Muchos creían que ella era la obstinada, la fuer te, la que más exhibía la confianza en sí misma. Amelia parecía mucho más tranquila; aunque en realidad, en cuanto Amelia se fijaba un obje tivo, era casi imposible hacerla desistir.

Todo lo cual sólo llevaba hasta un punto.

—¡Serás ladina! Tienes a alguien en mente.

Amelia arrugó la nariz.

—Así es, pero no estoy segura. Tal vez no sea la mejor elección... Si te olvidas por un momento de que deberíamos elegir entre aquellos que están buscando una novia, hay muchos más caballeros disponi bles.

—Cierto. —Isabella se puso de espaldas—. Pero no para mí. Ya he buscado. —Pasó un instante—. ¿Vas a decirme de quién se trata o ten dré que adivinarlo?

—Ninguna de las dos cosas. —Amelia la miró—. No estoy segura de que él sea el elegido, y tú bien podrías delatar mi interés en él si su pieras quién es.

Al sopesar esa posibilidad, Isabella tuvo que reconocer que era verdad; disimular no era su fuerte.

—Muy bien, pero ¿cómo pretendes asegurarte de que te lleve al altar?

—No lo sé, pero haré todo lo que sea necesario para llevarlo hasta allí.

El juramento, cargado de una implacable determinación, hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Isabella. Sabía a la perfección lo que ese «todo lo que sea necesario» significaba. Era una estrategia muy arriesgada, aunque no le cabía la menor duda de que Amelia, con su vo luntad de acero, podría seguirla hasta alcanzar la victoria.

Su hermana la miró.

—Y tú, ¿qué? ¿Cuál es tu plan? Y ni se te ocurra decirme que no lo tienes.

Isabella sonrió. Eso era lo mejor de tener una gemela: eran capa ces de leerse los pensamientos de forma instintiva.

—Ya he mirado en los confines de la alta sociedad, y no sólo entre aquellos que se dignaron a postrarse a nuestros encantadores pies. Pues to que soy incapaz de encontrar un caballero entre la alta sociedad, he llegado a la conclusión de que necesito buscar fuera de ella.

—¿Dónde encontrarás un caballero adecuado para el matrimonio fuera de los círculos de la alta sociedad?

—¿Dónde pasaban nuestros primos la mayor parte de las noches antes de casarse?

—Solían ir a algunos bailes y fiestas.

—Sí, pero si haces memoria, recordarás que asistían por obliga ción, que bailaban un par de veces y que después se marchaban. Só lo aparecían porque nuestras tías insistían. No todos los caballeros adecuados (caballeros que se consideraran buenos partidos) tienen parientes femeninos capaces de obligarlos a asistir a reuniones so ciales.

—De manera que... —Amelia clavó la vista en el rostro de Isabella—. Buscarás buenos partidos en los clubes privados y en los garitos de juego... caballeros a los que no hemos conocido todavía porque no frecuentan, o no suelen hacerlo a menudo, nuestro círculo social.

—Eso es: en los clubes y en los garitos de juego... y también en las fiestas privadas que se celebran en los salones de ciertas damas.

—Vaya... Parece un buen plan.

—Creo que tiene mucho potencial. —Isabella estudió el rostro de su hermana—. ¿Quieres unirte a mi búsqueda? Seguro que hay más de un buen partido oculto entre las sombras.

Amelia la miró a los ojos antes de apartar la vista; pasado un ins tante, su gemela meneó la cabeza.

—No. Tal vez si no hubiera tomado una decisión... pero lo he hecho.

Se miraron a los ojos, sus mentes en perfecta armonía, antes de que Isabella asintiera.

—Ha llegado el momento de tomar caminos separados. —Esbozó una sonrisa y gesticuló con dramatismo—. Tú para esgrimir tus en cantos a la luz de las arañas...

—Mientras que tú... ¿qué?

—Mientras que yo busco mi destino en las sombras.


¡Hola!
Aquí les traigo una nueva adaptación. Espero les guste y la lean hasta el final.
Por favor, díganme que opinan de esta nueva historia. Sé que este ha sido un capítulo muy corto, pero los demás no lo serán ya que aparecerá Edward.
Espero sus comentarios. Besos.

StayGirl22