Prólogo

Rendición

- Quítate de mi camino Asthor… -Seiya jadeaba cansado, pero dispuesto a pelear contra quien se hallaba frente a él

- Lo siento Pegaso, pero tengo órdenes de…

- ¡¡DÉJALO PASAR ASTHOR!! –la fuerte voz de la peliblanca retumbó en el templo

El pelinegro quedó paralizado al escuchar esa orden, sin comprenderlo obedeció haciéndose a un lado, dejando pasar a un anonadado Pegaso, quien de rato en rato volteaba a ver a una "amiga", una amiga que los traicionó a todos, burlándose de ellos, sólo para buscar el bien de su propio dios.

- Círce… -susurró Asthor mientras con lentitud se acercaba a ella

Todos a su alrededor la miraban sin entender lo que pasaba, quienes pudieron, se pusieron de pie ayudando a otros aún más heridos; Hyoga, Shiryu y Shun bajaron la guardia tras notar que nadie estaba en su contra en ese momento. La gran puerta se abrió y de ella salía Seiya con Saori en brazos, inconciente por todo el gasto de cosmos que había empleado para sobrevivir hasta que sus santos llegasen.

- Círce… -Shun se acercó con cautela, ella le miró dándole a entender que se podía acercar con confianza y éste así lo hizo- ¿dónde esta Ikki?

La peliblanca habría deseado que le preguntara lo que sea, el clima, los deportes, su comida favorita, pero no eso, para nada quería responder, se maldijo a sí misma por tener la respuesta que destrozaría al pobre muchacho. Abrió un poco los labios a punto de pronunciar las primeras palabras de arrepentimiento y excusa, pero en cambió abrió los ojos en su totalidad notando que alguien ingresaba al gran templo, alguien a quien deseaba ver, pero que a su vez temía como nunca hubo algo semejante.

- Aquí estoy, Shun –dijo el Fénix que ingresaba a pasos firmes, aproximándose a ambos hermanos

- ¡Hermano! –el más joven sonrió aliviado, estando a punto de llorar

- Nos tenías preocupado –dijo el Cisne que se acercaba, se detuvo detrás de Shun

- Athena esta a salvo –Shiryu se colocó a lado de Asthor, como dar a conocer que el peligro se había ido

- ¡Un momento! –una pelinegra que se sostenía apenas de un pilar llamó la atención de todos, se hallaba muy confundida- ¡¿por qué dejarlos ir?! ¡nuestra misión era matar a Athena! ¡¿qué esta pasando Círce?!

- Lo siento mucho Jac… -su voz comenzaba a quebrarse, su hermano posó una mano sobre su hombro para darle apoyo- ya… no hay nada que hacer… Dionisio ha declarado rendición… llévatela Pegaso, llévensela Santos de Bronce… nuestra pelea ha terminado, márchense…

- ¿Y nosotros qué? –nuevamente Jac se hacía escuchar, ahora comprendiendo el pesar de su amiga

- Vámonos...

Círce comenzó su marcha, seguida de su hermano y tras éste andaba Jac, quien fue auxiliada por otros guerreros por lo gravemente herida que estaba, todos uno por uno se pusieron de pie o simplemente comenzaron su marcha tras su líder, nadie dijo nada, total, si esta batalla había terminado, ya no quedaba nada, en ese momento…