Ya no había vuelta atrás.
Había pasado de nuevo, su madre la miraba con reproche, estaba enfadada con ella por no haber cumplido sus deberes por completo, bajó la mirada, el castigo ya estaba previsto.
Caminaron por un largo pasillo, era noche de luna, su luz bañaba a ambas figuras suavemente.
Llegaron a la enorme puerta, ella la miró con miedo y pertenencia a la vez, había estado allí antes, pero las sombras seguían asustándola. A sus doce años de vida aún no había podido quitarse ese maldito temor que le invalidaba tanto.
Volteo por sobre su hombro, ahí estaba su hermana pequeña, Sanae, ella solo tenía diez años y tenía que ver esto, ¿por qué lo hacía?
No le gustaba ver a su hermana viéndola así, podía notar la lastima en los ojos de la pequeña de ojos claros, si tan solo los suyos hubieran sido de otro color, por qué, por qué ambarinos. Ya no había vuelta atrás, sin retorno.
Su madre abrió la gran puerta negra y la metió dentro, cerrándola inmediatamente, ya estaba sumida el las sombras otra vez, tan familiares, pero tan hostiles.
Caminó en completa oscuridad con el deseo de encontrar la frontera entre el interior y el exterior, así podría poyarse en ella, sentarse y dormir un poco, quizás se le haría el castigo más breve. Siguió su camino por el piso de piedra totalmente descalza hasta que una roca chocó con los dedos de sus pies y la hicieron caer de boca al duro y frío suelo, desgarrando la piel descubierta de sus pequeñas y blancas rodillas.
Un dolor corrosivo le cruzó el cuerpo como si hubiera sido un golpe de electricidad, lanzó un gemido ahogado y se encogió en el piso hasta que pasara el infortunio, después de haberse aliviado, se levantó y sintió correr un líquido tibio por sus piernas, no podía verla, pero al parecer la herida no había sido menor. Sus manos también sangraban, no en igual medida, pero tenía las palmas pegajosas por la mezcla entre su sangre y la tierra del piso de piedra.
Siguió su camino y esta vez encontró la pared, la palpó bien y, suspirando aliviada, apoyo su espalda en aquel soporte. Luego se sentó y notó el frío que embargaba la habitación, después de todo era invierno y ella solo estaba con unos pantalones cortos y una blusa manga corta ya que se acaloraba mucho cuando entrenaba.
"Yo no quiero pertenecerle a nadie" – murmuró.
Desde que su madre le había dicho que su destino era ser un "fighter", desde que había aparecido su "nombre" su vida había cambiado rotundamente, ahora debía entrenarse todos los días bajo las estrictas normas de su madre que, en su familia, era la representante de la "Dinastía de los Ojos de Ámbar" que le era más cercana. Su madre también tenía los ojos ambarinos, ¿habrá pasado lo mismo que ella cuando era pequeña? ¿cómo podía decidirse su futuro solo por el color de sus ojos? ¿tan especial era?
