Rise of the Moon Knights
Parte 1
Este capítulo va dedicado para Rexland123. Gracias por todo tu apoyo amigo, lo digo de verdad y te deseo lo mejor :,)
Capítulo 1: Antes de los Caballeros
NightLight, el ultimo guerrero de la Edad de Oro, había derrotado a Pitch Black y frenado su campaña de destrucción al atravesarlo con su lanza, la cual poseía una punta de diamante; ambos cayeron, desde de la Luna hacia la Tierra. Al impactar, ambos quedaron petrificados eternamente, siendo olvidados por cualquiera que los hubiese conocido.
El hijo del difunto Zar Luna se quedó solo; perdió a sus padres, a manos del Rey de las Pesadillas; y también perdió a su tutor, el cual se enfrentó a Pitch. Sólo le quedaba el ejército de Lunabots para cuidarlo mientras aún era un bebé; lo alimentaron y criaron, pues la Zarina Lunaroff los había programado para que cumpliesen esa tarea.
El bebé creció con el paso del tiempo y al llegar a la niñez se preguntaba el porqué de su soledad. Se paseaba por el enorme castillo de color grisáceo, que se mezclaba con el resto del paisaje, visitando sus numerosas cámaras, habitaciones y sótanos.
Cuando alcanzó la adolescencia ya había visto y explorado el castillo lo suficiente como para conocer incluso sus pasadizos más secretos. No se dejó ningún lugar sin explorar a detalle.
Poco a poco se interesó por los cientos de libros y archivos que contenían información sobre la Edad de Oro. De vez en cuando leía un poco; principalmente sobre las épicas batallas de aquellos tiempos. Uno de los tantos libros que tocaba el tema del Colapso, hablaba sobre Pitch Black: un genocida que tiempo atrás había ostentado el rango de Comandante Supremo de los ejércitos de la casa Lunaroff, pero que fue corrompido mientras hacía guardia en La Celda Sin Luz, la cual mantenía preso al Dios Caído.
Encontró algunas notas, de su difunta progenitora, las cuales citaban que Pitch Black destruyó civilizaciones enteras al infundir el miedo y el terror en su población. Entonces sintió miedo hacia el Rey de las Pesadillas, y preguntó a los Lunabots por su paradero. Éstos le hicieron saber que Pitch había sido derrotado por NightLight, y juntos cayeron a la Tierra, donde quedaron eternamente petrificados, unidos el uno al otro por una lanza con punta de diamante. El joven Zar intuyó que eso no duraría para siempre. Debía actuar cuanto antes. Pasaba gran parte de su tiempo buscando alguna solución, alguna forma de frenar al Rey de la Pesadillas una vez que estuviese libre. Y la encontró. Mientras echaba un vistazo a la librería personal de su padre dio con algunas notas dispersas, algunas menciones a pie de página y un diario. En todo aquello se le brindaba especial atención a unos "Caballeros", los cuales eran mencionados como el soldado definitivo. Aprendió todo lo que pudo sobre aquellos soldados de élite. Creyó que había dado con la solución que buscaba; sin embargo, se percató de que no contaba con los recursos ni la experiencia necesarios para entrenar un grupo de personas para convertirlas en Caballeros.
Revisó algunas listas sobre posibles supervivientes al Colapso. Fue entonces que comenzó a aprender sobre los Celestia y su Reina, Meira Rov; no obstante, su padre no hablaba muy bien sobre ellos cuando reprodujo un archivo de audio, acompañado de hologramas simples:
"Los Celestia…siempre han estado sujetos a cambios importantes de forma interna. No los culpo por su extrema lealtad y obediencia para con su líder, pero el haber negado su ayuda en la ofensiva contra el Dios Caído significó la ruptura de relaciones con los Lunaroff, mi pueblo. Su actual líder, Meira, se caracteriza por su falta de tolerancia hacia aquellos que no comparten su estandarte; por lo tanto, no es factible intentar reestablecer con los Celestia. De cualquier modo, mantengo la esperanza de que un nuevo líder se alce de entre los Celestia que han sobrevivido a toda esta guerra." Fin de la grabación.
El joven Zar no pudo reprimir unas lágrimas al tiempo que esbozaba una pequeña sonrisa. Nunca antes había escuchado la voz de su padre, y se preguntó si éste había dejado alguna nota de voz para él antes de fallecer.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el dispositivo que había reproducido el audio, ahora proyectaba un holograma en baja calidad de Meira Rov en tamaño real.
La Reina era una mujer de baja estatura, regordete, poseedora de un largo cabello lacio y una expresión de poco amigos que intimidaba un poco. La baja calidad del holograma no permitía distinguir ningún color de su amplio vestido o de algún rasgo físico.
El de descendencia Lunaroff indagó un poco más sobre los Celestia, y se sorprendió al percatarse de que éstos se encontraban asentados en un planeta del mismo sistema en el que él residía, un planeta de aspecto rojizo. Utilizó algunos telescopios que había por todo el castillo para observar el planeta en cuestión. Durante un tiempo, lo único que vislumbraba era la superficie anaranjada del planeta. En todas sus observaciones nunca encontró señal alguna de vida, estaba por rendirse en su búsqueda, hasta que posó el lente de su telescopio en una imperfección terrenal demasiado compleja como para haberse formado por medios naturales; sin embargo, ningún telescopio podía brindarle una mejor vista de aquella imperfección, pero eso fue suficiente para él. Ordenó a los Lunabots enviar un mensaje detallado, grabado en audio por él mismo, en el cual pedía, amablemente, audiencia con La Reina, en suelo lunar; también aseguraba que todo se llevaría a cabo en completa diplomacia, sin intentos de violencia por su parte.
Transcurrió un tiempo, un muy largo tiempo en el que el joven Zar siempre estuvo atento por si llegaba una respuesta o alguna señal de los Celestia aproximándose a la Luna. No hubo respuesta, ni visita, sólo silencio, absoluto e inquietante silencio. Creyó que todo había sido en vano, tanta investigación y tiempo desperdiciados por nada; hasta que los Lunabots le notificaron que habían recibido un mensaje proveniente del planeta rojo. Un mensaje encriptado en audio que sólo podía proporcionar un texto luego de la desencriptación. El mensaje era el siguiente:
"En vista de su reciente tentativa por reunirse de forma pacífica con su Majestad, Señora del pueblo de las estrellas, su Alteza Real, La Reina del pueblo Clestia, su petición será correspondida."
El joven Zar se puso a saltar de alegría. No sólo estaba feliz por el hecho por haber recibido una respuesta positiva por parte de los Celestia, sino que aquel mensaje era la prueba irrefutable de supervivientes al Colapso. Se encontraba bastante nervioso, pues pronto, y por primera vez, tendría contacto con un ser vivo. La idea era muy excitante y a la vez preocupante para el joven Zar, dado que su padre, en el registro de audio, mencionaba que Meira Rov no era muy abierta ni tolerante con aquellos que no fuesen Celestia.
El joven Zar practicó en diversas ocasiones sus modales, los posibles escenarios y palabras que se cruzarían él y Meira. No estaba al tanto de cuándo los Celestia llegarían, pero prefería estar lo mejor preparado posible. Ordenó a los Lunabots preparar una espaciosa habitación del castillo de manera que se viera elegante y se sintiese acogedora. La espera fue larga, aunque no tanto como con el mensaje, pero al final los sistemas de defensa de la Luna detectaron un objeto que se acercaba a gran velocidad.
El joven Zar se vistió con su mejor traje, peinó su poco cabello en un rizo y llevó a dos Lunabots consigo como escolta.
La nave que aterrizó era un tanto pequeña en comparación con los enormes galeones de la Edad de Oro. A decir verdad, esa nave no se parecía en nada a las procedentes de la Edad de Oro. Se trataba de un objeto circular, de una circunferencia casi perfecta, a excepción de un puesto de observación, el cual parecía un cristal teñido de negro, eso sin mencionar algunas antenas y lo que parecían ser unas turbinas en la parte trasera. El curioso objeto se encontraba apoyado en unos tubos metálicos que se introducían en el suelo, otorgándole estabilidad.
El Zar estaba sumamente nervioso y no paraba de arrugar su traje en las solapas mientras las sujetaba con firmeza. La quietud le parecía inquietante, y más aún el estado inmóvil de aquella nave que daba la impresión de estar muerta pues se encontraba completamente estática, sin perturbar ni ser perturbada. El heredero a la corona no se atrevió a moverse, ni mucho menos a decir una sola palabra ante aquella bestia metálica, inmóvil y silenciosa, un gigante dormido en el tiempo, o quizá muerto.
El silencio y la calma fueron rotos cuando una rampa fue desplegada desde el inferior de la nave, golpeando el piso con suavidad y liberando dos figuras. Dos, al parecer personas, se plantaron unos metros delante del Zar y sus escoltas. Portaban armaduras grises que se confundían con el entorno y que ocultaban cada milímetro de sus cuerpos, incluso el rostro completo, el cual era cubierto por un visor que combinaba con el color del resto de la armadura. En sus manos descansaban dos rifles de carcaza blanca que a simple vista parecían letales. Ambos individuos se mantuvieron completamente quietos, sin apartar su atención del trio que yacía frente a ellos y sujetando sus armas con firmeza.
Luego de unos segundos que le parecieron una eternidad al Zar, apareció por la rampa una esbelta mujer, poseedora de una belleza despampanante y una mirada fría, pero sobre todo dura. La dama mantenía un porte serio, fijando su vista en el pequeño individuo que la miraba con nerviosismo.
El Zar la inspeccionó de arriba abajo, no se parecía en nada al holograma que tenía su padre. La mujer vestía unas ropas ajustadas que combinaban un profundo color negro, un oscuro morado y un resplandeciente amarillo. Su cuerpo era delgado, su corto cabello era blanco, su piel era de una agradable tonalidad rojiza, sus penetrantes y amenazadores ojos poseían un hipnotizante color dorado que brillaba con intensidad; era más alta de lo que el joven Zar se imaginaba.
La fémina caminó hasta encontrarse en medio de los individuos de armadura gris.
El joven Zar se aclaró la garganta mientras pensaba detenidamente cuales serían sus siguientes palabras.
-Bienvenida, a la Luna, su majestad. Es un honor recibir su generosa visita en mi humilde hogar. Yo soy Manny, el último descendiente del linaje Lunaroff.-Sintió que se quitaba un peso enorme de encima al pronunciar esas palabras.
La Reina no separó sus pequeños labios en lo más mínimo, se limitó a observar en completo silencio a su anfitrión. Por su parte, el Zar sentía que la mirada de la peliblanca lo traspasaba con facilidad, no adivinando, sino analizando cualquier pensamiento que cruzase por su angustiada mente.
-¿Y qué asuntos te preocupan que te atreves a solicitar mi presencia en este sitio?-Directo al grano, sin rodeos, sin presentaciones ni formalidades. Se encontraba lejos de casa, lejos de su pueblo, y eso no debía prolongarse más de lo absolutamente necesario.
Manny tragó seco, no sabía cómo reaccionar ante aquello, nunca antes había tenido que lidiar con nadie. Pero su miedo a que el Rey de las Pesadillas pudiese retornar le dio la entereza necesaria para continuar.
-¿Le gustaría a su majestad discutirlo en el castillo?-Manny se esforzaba por sonar cortés y no perder el control frente a sus nervios.
La Reina hizo un gesto a sus guardias para que se quedaran, y ella caminó hasta el joven Zar.
-Guíame.
El Zar los condujo a ambos hasta la habitación que había preparado para ese momento. Era una habitación con forma de cúpula con una mesa en el centro. La estructura era simple, con el muro blanco como el mármol y tapizado con finas telas de un rojo opaco. Ambos tomaron asiento, uno frente al otro.
-Me disculpo sinceramente si es que llegué a ofenderla, Meira Rov…
La Reina hizo un gesto con la mano para que guardase silencio, y el Zar obedeció al instante.
-Meira falleció tiempo atrás. Según las costumbres de mi pueblo, aquel que terminé con la vida de nuestro líder tiene el derecho y la obligación de tomar el poder.-El Zar comprendió al instante, pero hizo su mejor esfuerzo para no demostrar lo mucho que esas palaras lo atemorizaron.- Mi nombre es Zarsce, última descendiente de la familia Mei.-Sabía que no debía tomarse mucho tiempo en esa reunión, pero era menester suyo comportarse a la altura del cargo que ostentaba, demostrando respeto a otros líderes y llegando a acuerdos con ellos, pues era su deber llevar a su pueblo a una nueva Edad de Oro en la que no tuviesen que luchar más.
-Comprendo. He solicitado esta reunión porque temo el regreso de Pitch Black.-Zarsce no se sorprendió mucho al escuchar ese nombre, puesto que su pueblo ya le había hecho frente con anterioridad, superándolo y rechazando su ataque.- Él cayó al planeta que tenemos próximo. Se encuentra petrificado, por el momento, y cuando despierte, pues estoy seguro de que lo hará, será necesario reprimirlo.-La Reina le indicó que continuara.- Planeo entrenar algunos individuos del planeta para que se conviertan en mis soldados, en los Caballeros de la Luna.
Ese comentario sí que tomó desprevenida a Zarsce Mei, pero supo ocultarlo.
-Desgraciadamente, no cuento con los recursos para llevar a cabo tal empresa. Es por eso, que aquí y ahora, le suplico por ayuda, su majestad.
-Tienes miedo.-Fue el simple comentario de La Reina antes de que la habitación fuese envuelta por un silencio sepulcral.
El joven Zar la miraba suplicante, con los apretados puños sobre la mesa y su cuerpo inclinado unos centímetros al frente.
-Lo haré, entrenaré a esos Caballeros.-Zarsce se puso en pie, Manny la imitó al instante.- Pero, cuando llegué el momento y los Celestia necesitemos algo, te llamaré y esperaré lealtad.
El Zar comprendió a la perfección que ahora estaba en deuda con los Celestia y su reina. Si iba a recibir su ayuda, en algún momento él tendría que devolver el favor.
-Te daré un consejo.-Dijo La Reina antes de salir por la puerta.- No importa quienes sean tus elegidos para convertirse en Caballeros, lávales el cerebro.-Manny la miró confundido.- Otórgales una vida repleta de miseria y, cuando el momento sea apropiado, preséntate ante ellos como un salvador. Sólo de ese modo lograrás obtener su lealtad, al menos durante un tiempo. Una cosa más. Si tus Caballeros protegerán este mundo, entonces arreglaré una reunión entre tú y una aliada mía. Considéralo como una cortesía de mi parte.
Los Celestia se marcharon en su nave, dejando al Zar con la cabeza repleta de pensamientos.
No tomó mucho tiempo para que la reunión que había mencionado Zarsce se llevara a cabo. El Zar conoció a Emily Jane, una Semi-Titánide que había estado rondando por el mundo que tenía como vecino más próximo. Juntos llegaron a acuerdos e incluso forjaron una relación medianamente amistosa a larga distancia.
El tiempo había transcurrido con excesiva velocidad para el Zar, quien se había dedicado a observar el mundo que pronto sería testigo de la llegada de los Caballeros de la Luna. Le fascinaba ver tantas cosas hermosas y fascinantes; sin embargo, también presenció cosas terribles que le ocurrían a los nativos, cosas ocasionadas por entes y creaturas horrendas. Era un mundo constantemente amenazado, lo atacaban sin parar.
No dejó nada al azar y decidió que serían cinco, cinco Caballeros de la Luna con la misión de hacer de ese mundo un mejor lugar y de hacer frente al Rey de la Pesadillas. Les otorgaría poderes sobrenaturales para que pudiesen lidiar con cualquier amenaza; después de todo, había comenzado a aprender el valor de la Fe.
Designó un color para cada Caballero, con el fin de reflejar su trabajo.
Blanco: para ser la luz que acabaría con las tinieblas y haría retroceder a la oscuridad.
Negro: para que infundir terror en sus enemigos y mostrar su lado más terrible.
Gris: para mantener el equilibrio en su juicio y mantener a sus compañeros unidos.
Rojo: para demostrarle al enemigo que derramaría sangre de ser necesario.
Multicolor: para guiarlos a todos en su misión y representar a sus compañeros como un líder.
Madre Naturaleza le ofreció su aprobación, pero también le dio la idea de agregar otro Caballero. Y fue así como el Zar pensó hasta dar con el adecuado.
Y Verde: representaría que su labor era el de proteger la vida en ese mundo.
El Zar reflexionó el consejo que Zarsce le había otorgado tiempo atrás, sobre hacer la vida de los Caballeros miserable.
Si ese era un precio a pagar para garantizar su propia seguridad y la del mundo que tenía bajo sus pies, entonces estaba dispuesto a pagarlo. Les brindaría una vida repleta de dolor.
Fin del capítulo. Gracias a todas y todos por leer. Se aceptan comentarios, críticas, sugerencias, etc.
Damas y caballeros, bienvenidos sean a la precuela de los Caballeros de la Luna. Esta es la parte 1, en la que no habrá contenido MA, así que pueden disfrutarla con total libertad. Espero cumplir con sus expectativas.
Les agradecería cualquier review ya que me ayudan a continuar con estas historias :)
Cuídense y como siempre Saludos :D
