Disclaimer: Dragón Ball y sus personajes son propiedad del maestro Akira Toriyama.


Capítulo I


"Traición"


«L´ une des plus grandes douleurs est d´aimer une personne que tu ne peux pas avoir»


El Dr. Brief nunca pensó que sería traicionado de esa manera. Si no hubiera sido tan noble y confiado nada de eso le estaría pasando a él y a su familia, pero por el momento no tenía tiempo para lamentarse, debían huir de corporación cápsula ¡en seguida! Su casa y su empresa ya no estaban bajo su control, no existía forma alguna para pedir ayuda, ¡se sentían atrapados!; esa familia peligrosa de la que él tanto confió se encontraban merodeando en los jardines junto con una docena de maleantes. En medio de la obscuridad de la noche, se podían oír los pasos que acechaban a la asustadiza familia Bief.

—¡Querido!—gimoteó la señora Brief que sostenía entre sus brazos a su hija de tan solo ocho meses de nacida—, ¿estás seguro que son ellos?

El Dr. Brief no se molestó en responderle a su esposa, simplemente se encargó de cerrar con clave en el panel de acceso de la puerta que bloqueaba uno de sus laboratorios. Una vez hecho esa labor, se limpió el sudor de su frente y se giró para ver el temeroso rostro de su esposa. Se acercó a ella y retiró la mantita que cubría la hermosa carita de su hija. Por el momento no tenían escapatoria, así que nos les quedó de otra que ocultarse en uno de los laboratorios. Los traidores todavía seguían merodeando en los jardines de la casa, y eso el Dr. Brief podía saberlo por la tablet que cargaba en sus manos donde le mostraba los videos de las cámaras de seguridad que estaban esparcidas por cada rincón de la corporación. La señora Brief no paraba de llorar desconsoladamente, ya que era posible que ninguno saliera con vida de allí. No tenían forma para comunicarse y pedir ayuda, les habían cortado la línea telefónica. Tampoco podían a hacer uso de ninguna de sus armas o herramientas, ya que esa misma tarde los traidores de sus colaboradores se encargaron de sabotearlas. Los Brief habían caído en una trampa, esos malditos desgraciados decidieron esperar hasta la noche para llevar a cabo sus planes. ¿Cómo no se habían dado cuenta antes? Optaron por ignorar las actitudes raras de sus trabajadores para luego no darle la importancia que se merecía.

— ¡Panchy, querida! ¡Escóndete en el armario con Bulma!—gritó el Dr. Brief aterrado, blanco como la cera—. ¡Están adentro!

Panchy no se movió ni un milímetro, el aviso de su esposo la había petrificado gracias al miedo que le quemaba todo el cuerpo. Mientras tanto, el Dr. Brief empezó a recolectar algunas herramientas que le pudieran ayudar para crear un arma, al menos para defender a su esposa e hija para que ellas lograran escapar. Como lo pensó, todas sus herramientas se encontraban defectuosas e inservibles. La única opción que le quedaba era encontrar un buen escondite dentro del laboratorio. Volvió a mirar la pantalla de su tablet y se dio cuenta con horror que todos esos hombres que entraron a su casa portaban armas; los delincuentes estaban demasiado cerca de donde se encontraban escondidos. El Dr. Brief trató una vez más en usar su celular con la esperanza de que hubiera señal, pero se vio desesperado cuando se dio cuenta que no había forma de comunicarse una vez más; aún no entraba ninguna llamada y los mensajes de auxilio que había mandando en cuanto lo despertó esos raros ruidos le seguían marcando error de sistema. A pesar de las pocas posibilidades de sobrevivir, el padre de familia aún no se daba el lujo de darse por vencido para que al menos, su esposa e hija pudieran salir con vida de ese embrollo que él mismo permitió. Así que tomó a su temerosa esposa de la mano y la condujo en uno de los armarios que se encontraba detrás de una pared que se cubría por un marco que colgaba unas piezas de fierro.

—¡Rápido!—alentó el Dr. Brief a su esposa—, métanse ahí para que pueda cerrar bien.

Panchy reaccionó en seguida al comprender lo que su esposo intentaba a hacer.

—¿Qué hay de ti? ¡Te pueden encontrar!—sollozó la mujer aferrándose con fuerza a su esposo.

—Yo me encargaré de darles el tiempo necesario para que ustedes dos puedan escapar—explicó el Doctor acariciándole la coronilla a su mujer—. Panchy, nuestra Bulma te necesita.

—¡Nos necesita a ambos!—vociferó la señora Brief totalmente devastada por la trágica situación por la cual estaban pasando—. Por favor, querido, debe de haber otra manera...

—¡No la hay!—gritó eufórico el científico perdiendo los estribos. Vio que su esposa lo miraba con los ojos llenos de sorpresa y lágrimas, jamás en la vida le había gritado, sin embargo la posición en la que se hallaba en esos momentos hacía que su estado de humor lo convirtiera en algo que no era él. Dio un suspiro de frustración y con arrepentimiento volvió a abrazar a su esposa e hija—. Discúlpame, querida. Debes entender que yo solo quiero protegerlas.

—Está bien, querido—lo tranquilizó Panchy que a la vez intentaba dormir a la pequeña Bulma—. Estamos juntos en…

—¡SAL DE AHÍ, BRIEF! ¡YA NO TIENES ESCAPATORIA!

Ambos esposos se pusieron en guardia en cuanto escucharon esa fría y áspera voz. ¡Los habían encontrado!

—Es él—susurró el científico que rápidamente echó una ojeada a la tablet para cerciorarse de que sus sospechas y sus temores eran ciertas—. ¡Rápido, entra al armario!

Panchy miró primero a su hija y luego a su esposo, se sentía entre la espada y la pared; por una parte no podía dejar que su esposo se enfrentara solo contra esas personas, y por otra parte le aterraba la idea en dejar a su hija sola ¿Qué debía a hacer? Le quedaba poco tiempo para pensarlo.

Para sorpresa del hombre, la rubia simplemente besó la frente de Bulma, abrazándola sin saber que sería la última vez que la tendría en brazos, y luego la depositó lentamente en el armario.

» ¿Qué estás haciendo?—preguntó Brief en estado de shock, ayudando a su mujer a poner el marco de nuevo en la pared una vez que hayan cerrado muy bien la puerta de acero.

—Protegiendo a mi niña—respondió Panchy con firmeza—. Además yo no hubiera cabido ahí. Dejaré un mensaje y lo esconderé en este cofre que una amiga me regaló.

Se escuchaban muchos ruidos afuera del laboratorio, al parecer se podía oír claramente pasos que recorrían el pasillo. Un hombre había mencionado el de poner bombas alrededor de la puerta para que pudieran entrar.

Panchy, entre el tumulto que había afuera, tomó una hoja y una pluma, se dirigió a la mesa y comenzó a escribir un mensaje que tenía como destinatario a una de sus amigas; esperaba anheladamente que su carta pudiese ser encontrada por alguien de confianza una vez que toda esa pesadilla terminara, aunque por obvias razones su deseo era que ella y su familia pudieran salir de todo ese embrollo y que no hubiera necesidad en que el mensaje fuera recibido por aquella persona en la que ahora catalogaba como su salvadora. Una vez que terminó de escribir, dobló la hoja y luego la guardó en un cofre que cerró con llave y luego lo echó en el cesto de la basura.

De pronto una explosión rompió la tranquilidad de la noche. Todo se volvió gris gracias al polvo que flotaba y abarcaba cada rincón de la habitación. La pareja de esposos estaban escondidos debajo de la mesa, agachados y fuertemente abrazados. Entre los escombros pudieron ver una figura obscura que atravesaba la entrada y que sin ningún esfuerzo hizo a un lado la puerta de metal hecha añicos. Se volvió a escuchar un pequeño estruendo y con ello pedazos de roca que crujían debajo de pisadas.

Un fornido hombre que estaba en la cabeza del grupo esbozó una siniestra sonrisa al ver a los Brief arrinconados debajo de una mesa. Su gesto flaqueó cuando se dio cuenta que la bebé no se encontraba con ellos. Miró a su alrededor en busca de la presencia de la pequeña heredera de Corporación Cápsula, pero no halló ningún rastro de ella.

El científico miraba al hombre inquisitivamente, como si leyera sus intenciones; y entonces lo comprendió. Sabía muy bien a quien estaba buscando ese maldito traicionero, rezando a Dios que ninguno de esos maleantes encontraran a su niña; intentó con todas sus fuerzas mantener la calma para no delatar el escondite de Bulma. Mientras tanto, a Panchy los nervios la delataban, no paraba de mirar paulatinamente el cesto de basura y luego el cuadro donde atrás se hallaba el armario secreto. Por suerte, el hombre misterioso solo tenía a la mira al viejo científico.

—Qué pena es verte en estas circunstancias, Brief—habló el traidor acercándose lentamente a los esposos.

—¡Eres un maldito traidor, Cold!—musitó el científico con rabia, que seguía abrazando con fuerza a su mujer.

—No sabes cómo me halagas con esas palabras—dijo King Cold descaradamente, esbozando de nuevo esa turbulenta sonrisa—. Ahora no tengo mucho tiempo, así que dime—su voz se intensificaba por cada palabra que pronunciaba, causando escalofríos a todo aquel que lo escuchaba—, ¿en dónde está tu hija?

Se escuchó un fuerte sollozo por parte de Panchy, se tapó la boca con ambas manos y luego cerró fuertemente los ojos, negando con cierta agitación la cabeza.

—Nunca te lo diré, maldito. ¡Antes muerto!—afirmó el señor Brief manteniendo un semblante firme y sosteniéndole fuertemente la mirada a Cold.

Éste, en cambio, solo se encogió de hombros restándole importancia a la negativa del científico. Volteó atrás y le hizo una seña a uno de sus hombres para que diera un paso al frente.

—Dodoria, te daré mi permiso para que puedas divertirte con la mujer. Veamos si así mi fiel amigo Brief se atreve a hablar.

Panchy se abrazó con más fuerza a su esposo. Por reflejo y a causa del miedo abrió los ojos y vio con horror como un hombre obeso, de piel cacariza y rosada se acercaba sigilosamente a ella; de solo verlo le entró unas ansiadas ganas de vomitar.

El científico le lanzó una mirada de advertencia a Dodoria, y a su vez protegió a su amada esposa de la vista de todos.

—No voy a permitir que nadie te toque, querida—prometió Brief derramando lágrimas de rabia.

—Por favor, no les digas nada de nuestra Bulma—susurró Panchy besando a su esposo con tanto amor.

—Que escena tan conmovedora—se burló Cold, asqueado de tanta cursilería por parte de los Brief.

Dodoria se dirigió a la mesa donde estaban los esposos, en un arrebato tomó el brazo de Panchy jalándola con fuerza hacia él. El científico reaccionó rápidamente, yéndose en contra del hombre que quería violar a su mujer. De repente, en un segundo perturbó el sonido de un balazo en toda la casa, el señor Brief sollozó de dolor y luego cayó de bruces al suelo. Panchy gritó de angustia al ver a su amado esposo tirado en el suelo en medio de un gran charco de sangre.

King Cold se acercó con cierta animosidad hacia el cuerpo agonizante del científico, con desprecio se dio cuenta que aún seguía vivo, así que apuntó su arma hacia él dispuesto a matarlo de inmediato.

—Te mataré, Brief, de eso no quiero que tengas ninguna duda—amenazó Cold con veneno en la voz, burlándose de los torpes intentos de Brief en querer ponerse de pie—. Ya que no me quieres decir dónde está tu maldita hija, entonces ve como mis hombres se follan a tu esposa hasta matarla.


(…)


—Por desgracia, no llegaron a tiempo.

Vegeta Ouji era un importante empresario, dueño de una de las casas de bolsas más importantes del país. Se sentía sumamente dichoso y orgulloso por todo lo que había logrado durante los últimos años. Pero su emoción se acrecentó más cuando su hermosa y distinguida esposa Mei Ouji le dio la ansiada noticia de que estaba esperando un hijo suyo. Vegeta Ouiji Jr. llegó a la alta sociedad gracias al nivel económico de sus adinerados padres, convirtiéndose así en uno de los niños más ricos e importantes del mundo. Todo era perfección para la familia Ouji.

Sin embargo, el asesinato de los Brief puso a los Ouji en alerta y en peligro permanente. Al parecer había una mafia que se encargaba de secuestrar y asesinar familias ricas para así obtener grandes sumas de dinero adquiriendo mayor poder en los territorios del país. La notica de los Brief puso afligida a Mei, ya que Panchy Brief había sido una de sus amigas durante su época en la universidad. La última vez que supo de ella fue hace más de cuatro años, cuando Panchy le dio la noticia de que dejaría sus estudios para ser una buena ama de casa y una cariñosa esposa. Ambas mujeres siempre se mantuvieron en contacto, hasta la cruel muerte de la rubia.

—Por suerte la bebé sobrevivió—murmuró Mei mirando detrás de la ventana, contemplando con calma el obscuro cielo estrellado.

Los Ouji se encontraban hablando en una de las salas de su gran mansión, las noticas sobre asesinatos no era un tema de lo hablaban continuamente, pero al ser los Brief conocidos de los Ouji no pudieron dejarlo por alto. Por suerte su pequeño de dos años se encontraba durmiendo plácidamente en su habitación, así los adultos podían hablar de ello sin mayor preocupación.

—Me dijo Piccoro que él está llevando el caso—anunció Ouji a su esposa—, también mencionó que la familia Cold murió durante una persecución. Al parecer los traicionaron, ¡qué ironía ¿no?! Por desgracia algunos insectos sobrevivieron al accidente, así que tendrán que morir tras las rejas.

Mei ni siquiera lo escuchó, agarraba con fuerza la carta que Panchy le había dedicado, nunca se imaginó que la había elegido a ella para darle la responsabilidad de cuidar a Bulma. Ni siquiera lo pensó por ningún segundo, estaba decidida que cuidaría muy bien de la niña, independientemente de cuál fuera la decisión de su esposo. Dobló la carta lentamente y volvió a guardarla en el cofrecito que Piccoro le había entregado una vez que se hicieron y se llevaron a cabo todas las investigaciones. Mei se dirigió en dirección a su esposo para comentarle de la decisión que había tomado, debía hablar y zanjar el asunto de Bulma de una vez por todas.

—Querido—comenzó a hablar Mei en un tono tranquilo, alertando a Vegeta quien alzó una ceja a modo de sospecha—, Panchy me pidió que me hiciera cargo de Bulma—dijo sin más, yendo directamente al grano.

El señor Ouiji parpadeó un par de veces debido a la sorpresa, su boca se desencajó y sus cejas se contrariaron. No comprendió nada de lo que su mujer le dijo, aunque tal vez sí pero se negaba a aceptarlo.

—Espera, no estarás pensando en adoptar a la mocosa, ¿o sí? —farfulló Vegeta mirando a su esposa como si estuviera loca.

Mei lo miró con cara de pocos amigos, no podía creer la insensibilidad de su esposo hacia una niña desamparada. A pesar de que intuyó que Vegeta Ouji se iba a negar, nunca pensó que él iba a tomar de insensatez la noticia.

—Solo quiero que Bulma se quede con nosotros hasta que ella ya tenga la edad suficiente para independizarse—explicó Mei de brazos cruzados—. Además, la niña no tiene a nadie más que la cuide.

—Pues que la manden a un orfanato. ¡No es tu responsabilidad! ¡No es mi responsabilidad! —gritó el señor Ouji ya fuera de sus cabales.

—Claro que sí—afirmó Mei manteniendo la calma—, la niña se quedará con nosotros te guste o no y es mi última palabra.

Vegeta Ouji respiraba tan agitadamente producto de la euforia y la rabia que estaba sintiendo en esos momentos, sus desesperación ya estaba llegando al límite, no sabía como a hacer que su esposa cambiara de opinión respecto a la bebé Brief. Mei tenía en su semblante una mirada retadora y decidida, no cambiaría de opinión aunque le rogaran de rodillas. Ante eso, Ouji no tenía más remedio que acceder, aunque optando con algunas condiciones. No podía darse el lujo de perder a Mei por una discusión que no tenía importancia, sabía el carácter temerario que poseía su esposa, por eso y más estaba orgulloso de su señora Ouji; así que decidió aceptar la decisión que ella optó y apoyarla; ya más adelante se lo cobraría.

—Está bien, la mocosa se queda—aceptó Vegeta de mala gana, componiendo una mueca de desagrado.

Mei sonrió, y se lanzó a los brazos de su orgulloso esposo para abrazarlo y besarlo.

—Muchas gracias, querido.

—Mañana temprano iremos por la mocosa y luego la registraremos.

Mei se separó de su esposo para verlo interrogativamente.

—¿Registrarla? Pensé que sus padres ya lo habían hecho.

—No sé si la mocosa ya está o no está registrada—musitó el señor Ouji aún enojado—, planeo darle mi apellido. Lo pensé muy bien y es mejor así.

Mei no cabía de su asombro por lo que su esposo le dijo.

»Haremos pasar a la mocosa como nuestra sobrina.

—Bien pensado, querido—canturreó Mei besando el cuello de Ouji.

—Mañana temprano tenemos que hablar sobre esto con Vegeta. Tiene dos años, sin embargo el chiquillo es sumamente inteligente—dijo con orgullo el padre.

—De Vegeta me encargo yo—afirmó Mei sin importancia—. Sé que lo entenderá.


(…)


Seis meses después…

Mei Ouji se sentía muy animada, el hecho era que siempre le había gustado tener una niña para compartir hermosos momentos de mujer a mujer. Ahora con Bulma en su hogar, se podía dar una idea de lo que se sentía realmente ser madre de una hermosa damita. Sin embargo, aún continuaba sintiéndose dichosa por tener a su primogénito, su varoncito. La verdad era que todavía seguía sorprendida de la reacción de Vegeta Jr. cuando le contaron que Bulma se quedaría a vivir con ellos. Fue una sorpresa que Vegeta aceptara a Bulma como una hermana aclarándole que solo eran primos hermanos. Mei se sentía mortificada por esa gran mentira hacia su pequeño, pero no le quedó de otra que aceptar las condiciones de su marido, y una de ellas era hacer pasar a Bulma como una Ouji. El papeleo para registrarla había sido un gran problema gracias a la perdida de datos durante un incendio accidental que se produjo en la secretaria; así que se tuvo que posponer hasta nuevo aviso.

La mujer le restó importancia a ese tema, dejó de pensar en ello y decidió arropar a la hermosa bebé para que tomara su siesta.

—Es hora de dormir mi dulce niña—canturreó Mei que cargó a la niña para cobijarla entre sus brazos.

Bulma se revoloteaba, tranquilizándose de inmediato una vez que Mei comenzó a cantar una canción de cuna. La bebé de más de un año de edad había empezado a decir algunas palabras que le enseñaba su familia adoptiva, solo había logrado pronunciar algunas cuantas.

—«Ma-má» —balbuceó Bulma de repente mirando los enormes ojos esmeraldas de Mei.

La mujer se había quedado conmovida y sorprendida ante tal inesperada palabra, la niña la había llamado "mamá". Su emoción fue tan grande que derramó algunas lágrimas.

—No, bebé. Soy tu tía, por favor dime tía.

Pero la niña seguía llamándola "mamá".

—«Ma-má»—volvía y volvía a repetir.

Mei sonrió, afirmando con la cabeza.

—Sí, bebé, soy tu mamá—dijo la mujer contemplando con ternura a la bebé de ojos azules.

Recargado en la puerta, con un solo piecito metido en la habitación, un niño de tres años de edad contemplaba confundido la escena que se estaba presenciando frente a sus ojos, ignorando el porqué su mamá afirmaba ser también la madre de la que supuestamente era su prima.


Notas de la autora:

No pude detenerme, la idea me llegó cuando terminé de leer el libro "una semana de vacaciones" de la autora Christine Angot (si les gusta leer sobre sexo, incesto y dominación sexual se las recomiendo). Quiero aclarar que la historia de Angot y la mía no tiene nada que ver, ya que aquí Bulma y Vegeta no tienen lazos sanguíneos, solamente les hacen creer eso. Así que si no les gusta este tipo de temas de incesto que no es incesto WTF!, pueden abandonar la lectura hasta aquí :´D En este fic habrá algunas escenas muy fuertes, así que tengan precaución. Sé que tengo dos fics que terminar( "EADUA" le falta tres caps y a "SP" cinco caps), pero decidí comenzar este porque no podía parar de escribir, así que espero que les guste y le den una oportunidad. Igual deseo que les haya gustado este primer capítulo y me apoyen con un review. ¡Mil gracias por leer!

Besos y abrazos

Macky Monyer

20/10/18