La Orden del Fénix - Número 12 de Grimmauld Place

Cuando dejó atrás el oscuro parque giró a la derecha en la primera esquina que vio, cruzando una pequeña plaza y llegó a lo que, según el cartel, era la calle Grimmauld Place. Era la primera vez que recorría esa zona, así que procuró observar con detenimiento los números de las casas para no confundirse. Lo último que quería era presentarse con esas pintas de bruja en una casa muggle. Nueve, diez, once, trece… Tonks se detuvo en seco e intentó recordar la dirección que le habían mencionado el día anterior. "Número doce de Gimmauld Place" se dijo a sí misma.

-Pero aquí no hay ningún número doce.

Su voz retumbó en toda la calle, que hasta ese momento había permanecido silenciosa. Miró nuevamente los edificios que tenía en frente y, efectivamente, entre los carteles once y trece no había ninguna otra vivienda. Unos arbustos se agitaron a sus espaldas, y Tonks se volvió, un tanto asustada. Dudaba si debía sacar su varita o no. Miró al frente nuevamente y observó las ventanas de las casas de los muggles; ninguno parecía estar mirándola, así que metió la mano en el bolsillo (donde tenía su varita) y contempló nuevamente el arbusto con detenimiento. Advirtió una gran sombra que se asomaba entre los árboles y sacó su varita, preparada para atacar, cuando vio la cara de la misteriosa figura.

-¿Alastor?- preguntó a los arbustos.

Como respuesta obtuvo un gruñido mientras Alastor "Ojoloco" Moody se acercaba a ella cojeando.

-Me has dado un susto de muerte.

-No era mi intención. Y guarda tu varita, no querrás llamar la atención.

Nymphadora Tonks obedeció a su compañero sin rechistar, aunque la verdad era que consideraba que un hombre de su tamaño con un ojo saltarín llamaría más la atención que una mujer sosteniendo un palo de madera. Decidió morderse la lengua y preocuparse por el paradero del cuartel de la nueva Orden del Fénix.

-Moody, el mensaje decía que el cuartel se hallaba en…

-¡Shh!- exclamó Ojoloco. -¡Solo faltaba que nos oyera alguien!

Tonks rodó los ojos y suspiró con exasperación mientras miraba a su alrededor. ¿Quién iba a estar vigilándolos en medio de la noche, cuando ni siquiera sospechaba nadie que la Orden del Fénix había vuelto a la acción?

-Bueno, ¿y como se entra?- preguntó la bruja.

-Tan solo tienes que concentrarte y pensar la dirección exacta del cuartel.- le contestó Moody con voz suave pero fría.

Tonks cerró los ojos fuertemente, como si de pronto tuviese la intención de cambiar su aspecto una vez más, e hizo exactamente lo que le había indicado su compañero, "Número doce de Grimmauld Place, en Londres; número doce de Grimmauld Place, en Londres". Tonks se sintió ridícula allí de pie, con los ojos cerrados y con el ceño fruncido por el esfuerzo que tenía que hacer para concentrarse al máximo repitiendo en su cabeza una y otra vez aquella dirección. Esa concentración le llevó no solo a un punzante dolor de cabeza, sino que sin querer había cambiado el color de uno de sus ojos (azules) a un naranja fosforescente.

Al principio no ocurrió nada, y Nymphadora tenía la sensación de que algo iba mal, pero luego percibió un pequeño temblor en las viviendas que cada vez se fue haciendo más intenso. Rápidamente abrió los ojos para observar como poco a poco, los números once y trece de Gimmauld Place se iban separando, descubriendo una nueva casa que lucía un resplandeciente cartel con el número doce estampado.

Moody abrió la puerta de la casa, golpeándola un par de veces con su varita, y Tonks se acercó corriendo hacia él para entrar en ella. Nunca había visitado la casa de sus tíos los Black, jamás se habían llevado bien con sus padres, así que apenas se habían dirigido la palabra. La casa, para qué negarlo, tenía aspecto de derrumbe inminente que nunca se hubiera imaginado en el domicilio de unos "sangre pura" de tanto renombre. Sus tíos y primos, siempre tan limpios, con la ropa inmaculada, viviendo en una casa como esta… Sin embargo pronto recordó que, con sus tíos en Azkaban y los padres de estos muertos, era normal que pareciese abandonada. Siguió a Moody por un largo pasillo a paso rápido, casi corriendo, y observó luz en la habitación del fondo, y un murmullo que provenía de ella. Aunque el tamaño de Ojoloco no le dejaba ver claramente la escena, reconoció al auror y compañero suyo Kingsley Shakebolt, sentado de cara a la puerta de la habitación.

Cuando entró a la habitación, alargada y estrecha, Moody ocupó rápidamente una de las pocas sillas libres que quedaban alrededor de una larga mesa rectangular mientras Tonks se quedaba un momento observando la escena y a los presentes, todavía en el pasillo. Debía haber allí unas veinte personas apretujadas alrededor de una mesa alargada, entre las que reconoció a pocas. Cuando se encontró con los ojos de Kingsley, este le señaló con un sutil gesto la silla libre que había a su izquierda. Emocionada, Nymphadora entró a la habitación dando zancadas, lo que causó que derribase con la pierna un horrible paragüero y casi se derrumbase ella junto al objeto. Cuando recobró el equilibrio colocó el paragüero en su sitio y se sentó en la silla que Shakebolt le había indicado. Sin quererlo, había atraído la atención de todos los presentes.

-Estábamos a punto de comenzar la reunión, Ojoloco, ¿dónde estabas?

Tonks se giró para mirar al hombre que había hablado; su voz le parecía tan familiar… Sus párpados se abrieron el doble al encontrarse con la imagen de, ni más ni menos, su tío Sirius Black. Aunque le habían informado miembros de la Orden de su inocencia, nunca hubiese esperado encontrárselo allí. ¡Claro! Pronto todo encajó. Él era el dueño actual de la casa, y era él el que la había ofrecido como cuartel general de la Orden del Fénix.

-Me entretuve un poco leyendo El Profeta. Siguen despotricando contra Potter y Dumbledore, sentenciando que están completamente locos. Pero esto no puede durar mucho más, pronto la gente comenzará a darse cuenta de que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado ha vuelto y está matando gente.

-Espero que eso ocurra antes de que todo empeore- comentó una bruja de pelo negro y mejillas rosadas, a la que Tonks reconoció como Hestia Jones.

Tras una breve pausa en la que nadie pronunció palabra, Sirius reparó en la presencia de su sobrina.

-¡Nymphadora! Me alegro mucho de que te unieses a nosotros, estoy seguro de que serás de gran ayuda.

Tonks le sonrió a su tío.

-Haré lo que sea si eso ayuda a detener a Quien-Tú-Sabes, siempre y cuando no me vuelvas a llamar por mi nombre.- tras una mirada fulminante le sonrió -No sabía que formases parte de la Orden.

-Dumbledore intentó disuadirme, pero yo no aceptaría un no por respuesta cuando se trata de defender a los míos. Por cierto, no os he presentado, supongo que ya conocerás a algunos del ministerio.

Tonks asintió.

-A Kingsley, por supuesto; Sturgis Podmore te sonará de algo quizás, fue detenido por intentar allanar una sala de alta seguridad en el Ministerio.

-Gracias por recordármelo, Black- dijo un mago con mandíbula cuadrada y cabello grueso de color paja (que debía tener un par de años más que su tío) con cara de pocos amigos.

Sirius hizo caso omiso del comentario del mago y prosiguió con las presentaciones.

-A Minerva seguro que la conocerás, te habrá dado clase de Transformación en Hogwarts…

Las brujas se saludaron mutuamente con un gesto de cabeza.

-¡Oh! Al que no conoces es a mi buen amigo Remus Lupin, fuimos juntos a Hogwarts.

Sirius señaló al mago que estaba sentado a la derecha de Tonks, quien le estrechó la mano sonriente.

-Creo que ya está bien de presentaciones, y que debemos ponernos ya en marcha- declaró un mago de pelo largo y negro y nariz larguirucha -Cuanto antes entremos en acción, más por sorpresa pillaremos a los Mortífagos.

Un rumor de asentimientos prosiguió al comentario de Severus Snape.

-Por ahora nuestros esfuerzos deben centrarse en reclutar a más gente e impedir que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado consiga lo que la última vez no obtuvo.

Al ver que la mitad de los presentes se miraban atónitos, Sirius aclaró lo que había dicho.

-Dumbledore cree (y yo estoy de acuerdo) que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado irá esta vez a por la profecía de Harry Potter, hallada en el Departamento de Misterios, en el Ministerio de Magia. De evitarlo quiero que se encarguen Kingsley y Tonks, que sois los aurores de mayor confianza en el ministerio. Los demás deberíamos centrarnos en conseguir más gente que nos apoye y nos ayude, y evitar en todo lo posible que El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado reclute a tanta gente como lo hizo la vez pasada.

-Yo me encargaré de persuadir a los hombres-lobo.- sentenció Lupin.

Black miró con un gesto de preocupación a su amigo, a lo que Remus le contestó:

-Sabes que no tienes por qué preocuparte, Sirius. Además, soy el único que puede hacerlo.

-De todas formas creo que no debemos ponernos en peligro en vano, tenemos que ir con cuidado, sobre todo ahora que la Orden está comenzando a resurgir- dijo un mago pelirrojo que Tonks recordó como Arthur Weasley, con el que se había cruzado un par de veces en el ministerio.

Un largo debate prosiguió a aquel comentario, hasta que los presentes acordaron disolver la reunió durante un periodo de descanso, mientras el cual nadie estaba autorizado a abandonar la casa. Mientras la gente te ponía de pie e iba abandonando la sala para estirar las piernas, Sirius se acercó a su sobrina y le sonrió.

-¿Te llevo a dar una vuelta por mi pulcra mansión mientras nos ponemos al día?

Tonks se rió y asintió con la cabeza. Ambos abandonaron el salón y subieron las escaleras hacia el primer piso de la casa. Nymphadora siguió a Sirius hasta una de las habitaciones y entró en ella. Lo único que adornaba la habitación (carente por completo de muebles) era un amplio tapiz con el árbol genealógico de la familia Black grabado en la pared del cuarto. Algunas caras estaban sustituidas por una mancha negra encima del nombre del mago, entre las que destacaba la de su tío. Un par de centímetros a la derecha reconoció la cara de su prima Bellatrix Lestrange, la única mujer mortífaga en aquel momento, y que había sido enviada a Azkaban por torturar a dos aurores. La última vez que la había visto ella acababa de ingresar en Hogwarts y Bellatrix estaba acabando su formación académica.

-Hacía mucho que no tenía noticias de ti- rompió por fin el silencio la bruja.

-Lo sé, no podía comunicarme con nadie fuera de un estrecho círculo. Además…- Sirius dudó un momento -No se puede negar que nosotros nunca tuvimos una relación muy estrecha.

-Eso es verdad, aunque tan solo fuera a causa de la mala relación de nuestros padres.

-De todas formas, esa relación no podría ser nunca peor que la que tenía yo con los míos.

Sirius soltó una pequeña risa y Tonks le miró sonriente. Sin previo aviso, y sin media palabra más, se abalanzó sobre su tío y le abrazó.

-Me alegro mucho de que estés bien.- le dijo.

Sirius estaba un poco aturdido por el repentino gesto de cariño de su sobrina, pero pronto le respondió el abrazo, hasta que se separaron.

-Lo mismo digo.

Un chillido agudo que manifestaba una sarta de insultos y palabras incomprensibles interrumpió aquel momento, y mientras la auror miraba hacia los lados confusa, Black salió de la habitación dando zancadas y se dirigió al rellano, donde el cuadro de su madre gritaba a pleno pulmón palabras malsonantes. Sirius recogió el trozo de sábana blanca que yacía en el suelo y volvió a tapar el cuadro con él; alguien lo debería haber tirado. Cuando se giró para volver, advirtió que Kreacher, su elfo doméstico, le estaba observando.

-¡Vergüenza! ¡Vergüenza siente el pobre Kreacher al verse rodeado de traidores y sangre sucia! ¡Vergüenza de tener un amo tan…!

El elfo se calló. Sabía que no podía insultar ni desobedecer a su amo, aunque se dio la vuelta y siguió murmurando para sí.

-Kreacher, no quiero que vuelvas a destapar el cuadro de la señora Black, ¿entendido?

La criatura hizo oídos sordos a su amo.

-Kreacher, te ordeno, como amo tuyo que soy, a que nunca jamás vuelvas a destapar este cuadro.

Kreacher se giró y le asintió levemente, aunque no paró de murmurar lo que seguro seguirían siendo insultos sobre los que ese día pisaban la casa de su familia.

Sirius se volvió y comenzó a subir las escaleras, y se percató de que su sobrina le estaba observando.

-¿Quién era esa que chillaba?- preguntó.

-Mi madre.- respondió Sirius -Su retrato- aclaró, ante el ceño fruncido de Tonks. -Pero ya está todo arreglado.

Y con una leve sonrisa siguieron recorriendo la casa. Subieron las estrechas escaleras en silencio, hasta que nuevamente Tonks fue la primera en hablar.

-Ese tal Lupin… ¿Es muy amigo tuyo?

-Por supuesto, y de James también. Éramos de la misma casa, asistíamos a las mismas clases… Me ha ayudado mucho últimamente, y yo a él, para qué ser modestos.

-¿No crees que es peligroso que vaya a hablar con los hombres-lobo? Al fin y al cabo, hay muchas posibilidades de que acabe mordido y gravemente herido.

-No creo. Verás, Remus cuando era tan solo un niño ya fue mordido por un hombre-lobo en luna llena, y por tanto, tiene la capacidad (y obligación) de convertirse en uno de ellos. No creo que le ataquen. Además, siempre ha sido un hombre muy sensato; el listo del grupo.- sonrió.

-Vaya… No lo sabía. Detesto meterme en lo que no me llaman, lo siento.

Sus ojos tristes reflejaban sinceridad.

-No pasa nada, es algo que tenías que saber.

El resto de la conversación se centró casi por completo en la auror, ya que Sirius se había pasado casi toda su vida en Azkaban, y no tenía mucho que contar.

Cuando hubo pasada media hora, el descanso había terminado y todos volvieron al comedor para ocupar sus puestos nuevamente. Sirius y Tonks fueron los primeros en entrar y se apresuraron a ocupar sus respectivas sillas mientras otros miembros de la Orden les seguían. Cuando se sentó, Black le guiñó el ojo a su sobrina para tranquilizarla; parecía bastante nerviosa. Con un gesto de la varita hizo que tazas de té se apareciesen en la mesa, una para cada uno de los presentes. Arthur y Molly Weasley agradecieron este gesto con una sonrisa y un movimiento de cabeza simultáneo. Kingsley y Lupin ocuparon sus puestos a ambos lados de Tonks, y este último se bebió su taza de un trago, quedándose mirando fijamente a un punto de la mesa con la mirada perdida; parecía preocupado. La auror no sabía si preguntarle qué le pasaba era entrometerse demasiado en la vida del desconocido, pero de todas formas consideró correcto entablar una pequeña conversación.

-Eh, esto… Tú eres muy amigo de mi tío, ¿no?

A Lupin la pregunta le cogió por sorpresa y miró a la auror con asombro, pero a la vez con gratitud. Le agradaba poder mantener una conversación que no fuese acerca de guerras, mortífagos, guardias ni planes secretos. Remus se fijó por primera vez en la auror. Aunque estaba sentada, suponía que debía ser bastante más bajita que él. Era delgada y de aspecto muy juvenil; pensó que debía tener unos quince o veinte años menos que él. Su pelo era de color púrpura intenso y sus ojos, grandes y expresivos, eran azul cielo. Parecía nerviosa.

-Sí, claro, siempre hemos sido muy buenos amigos. James y Sirius fueron los primeros que me hablaron al llegar a Hogwarts. "Y los únicos"- pensó.

-Me ha hablado muy bien de ti, dice que le has ayudado mucho.

-No más de lo que él me ha ayudado a mí.

Tonks sabía que se refería en parte a su condición de licántropo. Se podía imaginar a todos los niños del colegio asustados por las profundas cicatrices que lucía en la cara, y horrorizados al darse cuenta de que uno de sus compañeros se convertía una vez al mes en un feroz lobo.

-Me hubiese encantado poder haber mantenido más contacto con él. Era la única persona de mi familia con la que mi madre me dejaba hablar.- sonrió con melancolía, y Lupin le devolvió la sonrisa.

Antes de que el licántropo pudiese contestar, su conversación se dio por zanjada cuando Sirius volvió a entrar por la puerta y dio por comenzada la segunda parte de la reunión. Tonks lo lamentó; no solo significaba que deberían volver a discutir temas realmente duros, sino que ese tal Lupin le había resultado interesante y no podría seguir hablando con él. Le habría encantado descubrir qué le pasaba, por qué estaba tan triste… Pero ella no era nadie para preguntárselo; pensó en que quizás su tío podría contárselo. Miró a su derecha con disimulo y observó que el licántropo estaba mirando atentamente a Sirius, que según parecía había comenzado la reunión una vez más. Escrutó su cara con detenimiento, centímetro a centímetro, intentando quizás poder adivinar lo que él estaba pensando. Sus ojos se encontraron con unas largas y profundas cicatrices que dedujo ella que habían sido causadas por la mordida de un hombre-lobo. Sabía a ciencia cierta que las heridas mágicas nunca se curaban. Desvió su vista hacia su pelo, rubio y despeinado, y tuvo un extraño impulso de coger un peine y darle un repaso. Sin embargo, lo que más resaltaba (más incluso que las cicatrices) eran sus grandes ojos color ámbar, que parecía que brillaban en la oscuridad. De repente Lupin se giró y volvió a mirar fijamente a la mesa. Tonks apartó su mirada de su rostro rápidamente, temiendo que quizás la hubiese podido ver por el rabillo del ojo. Intentó disimular dirigiendo su vista a su tío, aparentando interés; pero su mente seguía vagando por un mar de cuentos que solo ella era capaz de imaginarse.