¡Hola! Aquí estoy con una nueva historia. Será cortita, o al menos lo intentaré. Que luego me lio y se me van las ideas como en mi otro fic. Pero prometo continuarlo.

Esto es una historia totalmente alternativa sobre Remus y Tonks. La verdad es a mi no me suele gustar sacar a los personajes de su contexto propio, pero la idea me pareció graciosa.

Sin más os dejo con ello, a ver que tal.


El ginecólogo

Una vez al año, Nymphadora Tonks se tomaba la mañana libre para prepararse, mental y físicamente, para sobrellevar con humor su visita al ginecólogo. Aquello no era una rutina agradable, ni mucho menos deseada; pero su madre, Andrómeda, había asumido, en parte por la machaconería de los médicos, que había que mantener en buen estado los bajos y la consecuencia de aquello fue que para cuando Tonks tuvo edad suficiente para ir al ginecólogo, ella ya había hecho su trabajo grabándole a su hija la importancia de una revisión anual.

Andrómeda Black era una mujer corriente, de creencias comunes, pero con una cabezonería alarmante en los temas que suponía importantes. Y Tonks confirmaría con vehemencia, por todos los dioses, que mamá Andrómeda era capaz de pasar un camello por el ojo de una aguja si se lo proponía.

Tonks detestaba las visitas a los ginecólogos. Nunca fue agradable tumbarse en una posición poco inocente sin ropa que cubriera de cintura para abajo, resguardarte con una pequeña sábana blanca en la que desearías que se hubieran gastado más dinero en tela y esperando desanimada a que te hurguen en una parte de tu cuerpo generalmente bien protegida.

Pero los deberes son los deberes y Nymphadora Tonks tenía las cosas igual de claras que su madre. Bueno, a lo mejor no tanto. Ese año había pensado ignorar la cita con el ginecólogo aprovechando que su antigua doctora se había jubilado. Aquella señora pequeña, arrugada y con una sonrisa que nunca ganaría un premio, le producía la suficiente tranquilidad como para acudir a la cita con cierta calma o al menos sin esa ansiedad que le hacía ladrar en vez de hablar.

La jubilación de la doctora le cayó como un jarro de agua fría. Aunque a mal tiempo buena cara y con una sonrisa se dijo que con tan poca actividad sexual como tenía ella, más sana no podía estar. Un pensamiento realmente ignorante, se reprendió al momento siguiente. Y sermoneándose cogió el "páginas amarillas" de la ciudad en busca de un sustituto. Así la encontró una de sus amigas, Ginny, cuando apareció por su casa para devolverle un libro prestado.

La pelirroja Ginny Weasley era una mujer con carácter de armas tomar que con una mirada conseguía poner firme a cualquier hombre que pululara a su alrededor. En sus carnes lo sufría el pobre Harry, que por ser su novio no vivía para sustos y espantar moscardones. A pesar de que Ginny era la mujer más fiel del universo, su fidelidad no quitaba que resultara una mujer tremendamente deseable y el temor oculto de Harry siempre había sido que Ginny alguna vez se diera cuenta de lo poca cosa que era él, lo mucha mujer que era ella y, entonces, se largara con un profesor de kárate; por eso la vigilaba de cerca.

Sin un saludo, Ginny le preguntó a bocajarro que hacía tirada en el sofá con el libro de las páginas amarillas abierto y Tonks no pudo eludir una respuesta. Sin decir nada la pelirroja abrió su bolso, rebuscó durante unos segundos y sacó una tarjetita blanca. Con una sonrisa se la tendió a Tonks.

"¿Un hombre?", el gesto de desagrado de Tonks provocó una risotada escéptica en Ginny. "Tanto que abogas por el libre albedrío. ¿Llevas los vaqueros rotos como rebeldía y te escandalizas por ir a un ginecólogo?". Tonks no pudo más que cerrar la boca dando por ganada la batalla verbal de Ginny.

De modo que, un año más, Tonks estaba preparada. Bien limpia, aseada y arreglada para su cita con el ginecólogo. Como todos los años, salvo por la pequeña cuestión de que este año no era ella, era él. Tan ansiosa estaba por ese pequeño cambio que se había duchado dos veces, por miedo a sudar y oler mal.

El trayecto en autobús fue demasiado corto para su gusto y ni le dio tiempo a morderse las uñas hasta los muñones por el nerviosismo. En dos pasos desde la parada se plantó en el portal del doctor y, antes de llamar para que la dejaran entrar, comprobó su aspecto. Se colocó un poco el pelo rosa chicle recién cortado frente a su reflejo en los cristales del portal. Miró la tarjeta de Ginny para asegurarse de estar en la dirección correcta. "Doctor Remus Lupin. Ginecólogo", releyó con nerviosismo. Suspiró, tragó saliva y entró en la casa.

OoOoOoOoOoOoO

-¿Cómo te ha ido el ginecólogo? -Le gritó Ginny desde la cocina de su apartamento. Tonks dejó de poner la mesa consciente de que lo estaba haciendo al revés y se tomó su tiempo para contestar.

La consulta había ido...bien. Bien en el sentido de que ella estaba completamente sana y salvo por unos análisis que tenía que hacerse, todo estaba perfecto. Sin embargo, nada durante la hora que pasó en la consulta había salido bien.

-¿Tonks? -Ginny sacó la cabeza por la puerta de la cocina preocupada por el silencio de su amiga.

-Bien, bien -Resumió la chica, reordenando la mesa. Ginny no pareció convencida, pero el olor a quemado encaminó su interés hacia los fogones. El timbre de la puerta sonó y Tonks fue a abrir dejando pasar a parte de invitados a la cena que daba Ginny: su hermano Ron, Hermione Granger y Luna Lovegood. Pronto el comedor se llenó de risas, chistes y cotilleos que no permitieron dedicarle ni un segundo más a la extraña revisión de aquella mañana.

Harry llegó un poco más tarde acompañado por su amigo Draco, admirado y odiado a partes iguales por las chicas y chicos allí presentes. Como decía Neville otro de los amigos en común de todos ellos, un grupo mixto sin tensión sexual era como una tarta de chocolate sin chocolate. Obvio¿no? Pero para no faltar a esa norma, presuntamente inventada por el chico en un momento de lucidez, en este grupo también había dosis de tensión sexual, a saber: Draco y Ron competían en silencio por Hermione que estaba indecisa entre ellos dos y Luna bebía los vientos por Ron de una manera descarada.

Por suerte para Tonks, ella estaba fuera de ese juego, simplemente porque desde el principio había dejado muy claro que con los amigos no se juega. Aún así Draco alguna vez le había tirado los tejos, es que ese chico no se podía estar quieto. Harry y Ginny actuaban como pilar del grupo por ser la pareja que inició esa amistad, así que nadie los tocaba.

Tonks apareció por la cocina para ayudar a Ginny, ignorando la advertencia explícita de la pelirroja de que no se atreviera en su vida a tocar los fogones o ella misma se encargaría de cortarle las manos. Todavía recordaban con lágrimas en los ojos de la risa el día que Tonks quemó la cocina de Ginny. En realidad, era ella la única que todavía no podía recordarlo sin echarse a llorar amargamente.

-¿Necesitas ayuda? -Tonks alargó su manos hacía una fuente llena de patatas cocidas.

-Aleja esa mano de mi comida, destructora de cocinas -Le advirtió Ginny y Tonks se apresuró a obedecer. La cocinera sacó la cabeza por la puerta y contó a los invitados del salón -Nos falta el octavo pasajero.

-¡Ah¿Pero hay más¿Va a salir del estómago de Ron? -Ginny puso los ojos en blanco ante el chascarrillo de Tonks -Entonces hay que sacar un cubierto más. Sólo puse siete.

-Un amigo de Harry -Contestó lacónica Ginny. La curiosidad de Tonks aumentó e incluso fantaseó con la idea de tener plan esa noche.

-¿Quién es¿Lo conozco¿Está bueno?

-Os conocéis, sí. Incluso yo diría que él te conoce profundamente -A duras penas Ginny controló una carcajada. Tonks arrugó la nariz pensativa, qué significaba eso de profundamente.

-¡Oh! No me digas que es Kingsley. Ya os dije que esa noche había bebido demasiado y no fue para recordar -Protestó Tonks. En ese momento sonó el timbre y con un "ya voy", Harry fue a darle la bienvenida a su amigo. Nymphadora desde la cocina oyó un amortiguado "Siempre tan puntual, Remus".

-Anda, mira se llama como mi ginecólogo -Ginny, ahora sí dejó escapar la carcajada que llevaba un rato aguantando para no herir a su amiga. Ya sabían lo cerrada que era para algunas cosas y probablemente cenar con el hombre que le revisó los bajos no era nada agradable para ella. Sin embargo, Ginny lo veía tan divertido.

Tonks, perpleja la observó reírse, mientras una idea se abría paso lentamente entre sus neuronas. Una idea que unía, y eso que parecía imposible, a su ginecólogo con el amigo de Harry. Al final, en su mente resonó un clic típico de bombilla encendida y Tonks se quedó pálida.

-Bueno, vamos a cenar -Ginny, ya recuperada, tiró de la manga de Tonks. Pero esta permanecía agarrada al a encimera con los ojos como platos y muy pálida -No me digas que te da vergüenza

-Maldita sea, Ginny. Ese tipo me ha visto semidesnuda -Le gruñó Tonks -¿Cómo Harry puede invitar a cenar al tío que te inspecciona la vagina una vez al año? -Gritó Tonks ya fuera de control. Ginny, volvió a reírse con todas sus ganas.

-Matiz número uno: es su trabajo y no implica nada. Te recuerdo que no serías mi amiga si tuviera en cuenta los masajes que le pides a Harry -Replicó Ginny.

-El trabajo de Harry no empieza ni termina entre mis piernas.

-Matiz número dos: -Ginny ignoró el comentario de Tonks -¿Cuántos tíos te han visto semidesnuda en situaciones peores?

-¡Oh! Por todos los dioses. Está mañana ha sido horrible. No puedo salir ahí actuar como si nada hubiera pasado -Desesperada oyó como Harry se acercaba a la cocina buscando a su novia para que saludara al invitado.

-¿Por qué? -Le preguntó Ginny caminando hacía el salón con un par de bandejas al encuentro con Harry.

-Porque, durante el reconocimiento, me he excitado -Le confesó Tonks, más colorada que el ketchup y retorciendo nerviosa un trapo de cocina. Dos segundos después ambas fuentes caían de las manos de Ginny que luchaba por controlar la risa.

OoOoOoOoOoO

Nymphadora Tonks no era una mujer pusilánime, ni se dejaba intimidar por las situaciones. Generalmente, sabía tomarse las cosas con la ligereza suficiente como para permitirse disfrutar, incluso en las rupturas más traumáticas. Pero esa noche, estaba siendo, con diferencia, la peor de su vida.

Después del susto de Harry al encontrarse las bandejas rotas en el suelo, la comida desperdigada y a su novia agarrándose al marco de la puerta de la cocina para no caerse de la risa; consiguieron limpiar todo el suelo y pedir unas pizzas para tener algo con qué cenar.

Tonks fue el centro de las miradas de sus amigos cuando se enteraron que no habría cena suculenta made in Ginny y las miradas no fueron de agradecimiento precisamente. Nadie sabía cómo pero dos de cada tres cenas eran frustradas por la patosa de Tonks, aunque esta vez no lograban intuir lo que había pasado.

Durante todo ese rato, Remus Lupin, su nuevo ginecólogo y recientemente descubierto amigo de Harry Potter, se comportó como un perfecto caballero. Ayudó a recoger la comida del suelo, se ofreció a llamar por teléfono al servicio a domicilio y saludó con cortesía a Tonks. Ella sólo pudo balbucear y tropezar contra una silla.

Ahora sentada enfrente de él, lo observaba mordisquear su porción de pizza sonriente y relajado, mientras ella era incapaz de comer nada pensando en qué momento Lupin comentaría "mirad lo que me ha pasado esta mañana. Nymphadora ha venido a mi consulta y cuando la estaba revisando, se ha excitado". Ella moriría de vergüenza, se haría la cirugía plástica y huiría con otro nombre a Méjico.

Aunque con un poco de suerte, él ni se habría dado cuenta. Quién iba a notar una mini-excitación, teniendo en cuenta que en el ginecólogo nadie lo hacía. Tonks se atragantó al pensar en eso, encima era una rara de narices.

Miró a Remus un poco más. A lo mejor no era tan raro que se le revolucionaran las hormonas frente a un doctor tan guapo. Alto, delgado sin excesos y esas manos tan suaves. A fuerza tenían que ser suaves y ¡la bata le quedaba tan bien!

Ginny estaba sentada a su lado y de vez en cuando la oía carraspear para aguantarse la risa. Tonks no pensaba ni mirar a la traidora de su amiga. En esos momentos necesitaba comprensión y no una pelirroja de risa floja.

-Ehm...Esto...Tonks...je...jejemm...-Ginny hacía verdaderos esfuerzos para no reírse. Se puso de pie -¿Me ayudas con los platos y traemos el helado?

Todos, excepto Remus, miraron a la pelirroja cómo si la hubieran abducido. ¿Desde cuando pedía ayuda a Tonks con los platos? Hermione miró su plato. ¡Si era la vajilla buena! Eso era muy raro, así que también ella se levantó a ayudar dispuesta a enterarse de lo que pasaba. Luna aprovechó la ausencia de Hermione para ganar puestos en la carrera por quedarse con Ron. Harry observó marchar a su novia preocupado, por las cosas raras que hacía.

-¡Ahora me vas a contar cómo fue que te excitaste en el ginecólogo! -Ginny acorraló a Tonks en la cocina. Aunque ella ya lo había previsto, accedió a acompañar al a pelirroja simplemente por alejarse de la mesa.

-¡Madre de Dios! -La voz de Hermione Granger se oyó al otro lado de la puerta de la cocina y al segundo entraba con los ojos como platos dispuesta a saber más.

-¿Tú también? -Suspiró Tonks vencida -¿Queréis que llame al resto?

-En la consulta de Remus -Le explicó Ginny, en versión resumida, a Hermione. Como había previsto, ambas se echaron a reír agarradas la una a la otra sin poderse controlar.

-No me digáis que nunca os ha pasado -Gruñó Tonks, buscando la solidaridad de sus mal llamadas amigas. Ellas dejaron de reír un poco, se enjugaron las lágrimas.

-¡Ah, sí! A mi me pasó una vez -Dijo de repente Hermione como si se le encendiera una bombilla. Después en su cara apareció un gesto de falsa decepción -¡Ah, pero no! Estaba jugando a los médicos con Ron.

Y las dos volvieron a reír. Tonks se apoyó contra la puerta, esperando con paciencia y mala leche que dejaran de burlarse de ella. Cómo no lo hicieran pronto, la vajilla de Ginny no lo contaría.

-¿Juegas a los médicos con Ron? -Ginny de repente se había puesto seria y miraba a Hermione con los ojos entornados -Mira que te dije que no debes hacerle daño.

-Pero si yo no fui. Él se empeñó en explorar...

-¡Basta! Hablamos de mí y no de las cosas que haces con Ron -Cortó Tonks.

-Pero a mi no me importa lo que haga con Ron. ¡El problema es que también lo hace con Draco! -La puerta de la cocina se abrió de repente y la cabeza de Remus apareció por ella con una sonrisa de oreja a oreja.

-Hola -Saludó tímidamente. Tonks deseó poder camuflarse contra la pared y pasar desapercibida -Harry me manda como avanzadilla para ver si tenéis problemas de algún tipo con los helados.

-¡Oh, sí! Perdona -Ginny se disculpó y a toda prisa abrió el congelador donde había helado para un regimiento. Empezó a sacar botes de helado y los fue poniendo en los brazos de Remus -Es que nos hemos puesto a cotillear y ya sabes...

-¿Qué hay, Nymphadora? -Tonks se pegó aún más a la pared apelando a todos los poderes del universo para que se la tragaran los azulejos de la cocina y olvidándose de que lo que realmente le molestaba en momentos normales era que la llamaran por su nombre -Cuándo tengas los resultados de los análisis, no te olvides de traerlos.

-Sí...Sí, claro -Tartamudeó. ¡Leches! Estaba siendo una tonta. Si no parecía haberse dado cuenta de lo que había pasado esa mañana en la consulta. Podría obviar el amago de gemido que salió de su garganta en el preciso momento... En cuanto el doctor Lupin salió de la cocina cargado de helados, Hermione y Ginny sonrieron con malicia.

-No me extraña nada que te pasara "eso" -Comentó Hermione resoplando -Es muy mono¿verdad? Parece mentira que sea amigo de Harry -Antes de que Ginny pudiera replicarle nada. La cabeza de Remus volvió a aparecer por la puerta de la cocina.

-Por cierto, Nymphadora -La chica otra vez se pegó a la pared, imitada por Hermione que temió que Remus la hubiera escuchado -Te dejaste una carpeta con un montón de papeles en la consulta esta mañana.

-¡Mierda! La beca -Tonks se olvidó de todos sus problemas con el ginecólogo. Esos papeles eran realmente importantes si quería seguir viviendo como hasta ahora.

-¿Son importantes? -Hermione y Ginny secretamente, se relamieron al ver la carita de preocupación del doctor. Era realmente mono.

-La verdad es que sí. ¿Sería un problema que mañana a primera hora pasara a recogerlos? -Remus le aseguró que aquello no sería ningún problema. Que pasara a la hora que quisiera y cuando comprobó que Tonks se quedaba tranquila, se marchó de nuevo sin oír el suspiró enamoradizo de las tres chicas.

-Tonks, has suspirado -Ginny la miraba fijamente con una sonrisa en los labios.

-De alivio -Corrigió a la pelirroja antes de que pudiera decir una tontería.

-Ni hablar. La última vez que suspiraste así, te liaste con Kinsgley -Hermione no se quedó callada.

-Aún diría más, -Ginny también se decidió a aportar su opinión -el suspiro anterior a ese casi acaba en boda.

-Kinsgley y Martin fueron un error... -Empezó a decir Tonks, pero a mitad de camino se dio cuente de que sus palabras sólo confirmaban las ideas de sus amigas. Se corrigió -y eso ha sido un suspiro de alivio -Sin esperar una respuesta salió de la cocina. Aunque eso suponía pasar de la sartén al fuego en dos pasos. Dónde estaba mejor¿acorralada en la cocina con dos amigas locas paranoicas o en el salón reviviendo la humillación de esa mañana? Decidió pasar por el servicio a refrescarse. Antes de alejarse mucho de la cocina alcanzó a oír la voz de Hermione.

-¡Qué te habrá dado el doctor en la consulta!

OoOoOoOoOoO

Dejá vú. Exactamente así se sentía. El día anterior había hecho lo mismo. Levantarse, ducharse, no desayunar por los nervios en el estómago y plantarse delante del portal de su ginecólogo. Hasta volvía a arreglarse el pelo delante del cristal del portal. ¿Estaría atrapada en el tiempo como Bill Murray en aquella peli?

Por suerte ya no tenía que abrir las piernas delante de él. ¡Oh! Incluso era posible que fuera la enfermera la que le entregara su carpeta de la beca. Era por esos papeles por los que regresaba la consulta, porque si fuera por ella no volvía a pisarla por los siglos de los siglos, Amén. Y los análisis que se los llevara Ginny.

Deseando que el doctor Lupin estuviera ocupado, subió de dos en dos las escaleras hasta el segundo piso y llamó al timbre de la puerta de madera con la placa "Doctor Remus Lupin. Ginecólogo y tocólogo". Se miró las puntas de los zapatos intentando calmar su nerviosismo mientras esperaba que abriera la enfermera.

La espera fue larga. Al principio se alegró pensando que no había nadie, que se habían tomado vacaciones y ella no tendría que verle la cara al doctor. Sería todo un alivio no tener que esforzar la mente en intentar no balbucear delante de él. Contenta, giró medio cuerpo dispuesta a marcharse rápidamente de allí; pero enseguida la palabra "beca" apareció en su mente reteniéndola allí, delante de la puerta. Muy a su pesar, los papeles de la beca eran más importantes que su incomodidad ante el doctor.

-¿Señorita Tonks? -Al fin abrió la puerta la enfermera y a Tonks le resultó curioso que la mujer se acordara de su nombre y su cara -¿Podría esperar un momento en la sala de espera? Estoy asistiendo al doctor en una pequeña intervención. En unos momentos la atiendo.

La sonrisa de Tonks al comprobar que no vería al doctor por el momento se diluyó al entrar de nuevo en la sala de espera. Odiaba las salas de espera y sobretodo las del ginecólogo donde ninguna mujer se miraba a la cara, ni entablaba conversación alguna. Parecía que por comentar el tiempo de ese día, la interlocutora pudiera conocer todos los detalles de tu vida sexual. Además la música del hilo musical era infumable. ¿Nadie se había dado cuenta nunca de que un gran éxito deja de serlo una vez pasa por una sala de espera? Que se lo digan a Celine Dion y su "My heart will go on...". Terrible.

Tonks simplemente dejó que la enfermera se marchara y se sentó en una de las sillas libres de la sala de espera. Una par de mujeres inclinaron la cabeza levemente a modo de saludo y la miraron disimuladamente por encima de la revista de moda correspondiente, como si tuvieran que hacer un informe sobre su vida personal. O tal vez se lo imaginara ella, sin embargo no podía evitar pensar que ellas sabían que se había excitado en la consulta de ayer.

Tonks cruzó las piernas controlando las ganas de explicarles que no había vuelto para repetir su hazaña. Sin querer le dio una patada a un florero de diseño situado, mal situado diría Andrómeda Black, que se bamboleó vacilante con el ruido característico de las cosas a punto de caer. Tonks fue rápida y lo agarró cuando la inclinación del jarrón ponía en peligro su punto de equilibrio. Las mujeres de la sala le dirigieron una mirada reprobatoria, reprendiéndola por el ruido molesto. Ella sonrió conciliadora. Después decidió estarse muy quita y desear que la espera terminara pronto.

Una tónica en la vida de Tonks era que sus deseos no se hacían realidad por obra divina, ni siquiera por obra de su madre y eso que era muy protectora. Todos y cada uno de los deseos que Tonks veía cumplidos, tenían impresa la marca de su cabezonería. Que si una bicicleta: un verano sirviendo hamburguesas en un bar, la ilusión de ser artista: un viaje a Londres desde su pueblecito en las costas de Inglaterra sola, con una mochila, una dirección en un papel amarillo y dos años de duro trabajo en la Universidad. Todos esos deseos que implicaban al tiempo, al azar y a la providencia en ella no funcionaban. De modo que le tocó esperar y bastante rato.

Aquella hora en aquel ambiente incómodo en la sala de espera le obligó a llegar a dos conclusiones relacionadas con el gusto de los médicos a la hora de decorar sus salas de espera: Uno, usar colores pastel en las paredes no calma, adormece en el mejor de los casos o te crea una crisis de ansiedad al llevarte a pensar que eres el único nervioso en una sala donde hasta las paredes están relajadas y dos, o Remus tenía un lado femenino muy acusado, o tenía una mano femenina detrás aconsejándole. Una mano femenina médico, también. Durante un segundo se imaginó al doctor Lupin como un tierno y amante esposo. Con un par de pequeños niños correteando por un jardín con el césped recién cortado y ella misma haciéndole masajes en esa espalda que...

-Señorita¿es esta su carpeta? -La enfermera interrumpió los pensamientos de Tonks, en el mismo momento en que ella se daba cuenta de lo que pasaba por su mente. Miró a la mujer y a la carpeta alternativamente, no sabiendo si agradecérselo o gruñirle sin piedad por interrumpir aquel momento de ensoñación. No hizo ninguna de las dos cosas, simplemente sonrió, asintió y cogió su carpeta feliz por la idea de marcharse de allí.

Con una pericia nunca vista en ella, Tonks esquivó todos los obstáculos del pasillo de la consulta -¡Qué manía con poner jarrones por todas partes!- y alcanzó la puerta de salida en lo que Mary Poppins dice "supercalifragilísticoespialidoso".

-¡Nymphadora! -Resultó que no había sido lo suficientemente rápida en salir de allí, porque antes de girar el pomo, la voz de Remus Lupin la llamó. Se volvió hacia él. Allí estaba con una estupenda sonrisa, de esas que sólo sabe poner Indiana Jones, y a su mente volvió de nuevo la imagen de los masajes. Hasta su odiado nombre le pareció encantador en los labios del doctor Lupin -¿Recogiste la carpeta?

Tonks se esforzó, pero sólo consiguió balbucear y ponerse colorada. ¿Cómo podía sonreírle así¿De verdad no notó nada el día anterior? Remus le impidió hablar y algo preocupado le preguntó -¿Te acuerdas si ayer hicimos la ecografía?

Tonks lo meditó. No, no se acordaba, en realidad tenía algo más presente la vergüenza que había pasado. Remus esperó pacientemente a que la chica le respondiera.

-Eso es el cacharro del gel frío¿verdad? -Remus amplió su sonrisa, divertido, al escuchar la nueva definición del aparato -Creo que sí.

-Entonces, -Remus arrugó el ceño algo más preocupado que antes -vamos a tener que repetirla. Ayer tuve un día de esos tontos en lo que te olvidas de todo y creo que no anoté los resultados en tu informe.

-Ah -Tonks volvió a balbucear. Otra vez el mismo suplicio, no -Claro...

-Estupendo entonces, ven cuando quieras. No necesitas cita -Se despidió de ella después de que su nuevo paciente entrara en su despacho -¡Nos vemos, Nymphadora!

Y cerró la puerta detrás de él. Tonks se quedó allí, maldiciendo a todos los dioses por su mala suerte. Tener que volver allí y ¿si le volvía a pasar? Menuda vergüenza.

OoOoOoOoOoOoO

Hermione apretaba los labios aguantando la risa y mirando de reojo a Tonks que, sentada a su lado, revisaba los papeles de la beca. Tenían por costumbre reunirse en un bar cutre que estaba en la acera enfrente de la casa de Tonks. Por lo menos el sofá era cómodo y los bollos rellenos de chocolate tenían algún componente adictivo que les hacía comprarlos al por mayor.

-¡Maldita sea, Hermione! -Tonks dejó de leer y miró enfadada a su amiga. Hermione hundió su cara en la taza de café para disimular otra carcajada -¡Qué no tiene gracia!

Neville Longbottom, camarero de aquel bar y otra de las razones porque iban todos allí a gastar su tiempo libre y su dinero, dejó una taza con el café de Tonks y se sentó con ellas.

-Sí que lo es -Aseguró Hermione sorbiendo su café para evitar de nuevo la risa. Neville se incorporó hacia ellas con curiosidad.

-¿Qué es tan gracioso?

-Nada -Cortó Tonks firmando uno de los papeles. Hermione le guiñó un ojo con complicidad al camarero y éste sonrió comprendiendo. Se acomodó de nuevo en el sofá sin hacer caso a los clientes que esperaban sus bebidas.

-Hermione... -Tonks había levantado la cabeza para observarlos, extrañada de que Neville no hubiera insistido. Una de las características del camarero era su capacidad de insistencia hasta el agotamiento cuando quería información. Neville era machacón y ahora estaba totalmente tranquilo mirándose las uñas perfectamente cortadas -...no me digas que se lo has contado.

-No te lo digo entonces -Respondió la chica disimulando su cara de culpabilidad. Tonks dejó su quehacer para mirarla enfadada. Hermione se apresuró a defenderse -¡Él me obligó! Llegué a casa llorando de la risa y ¡ya sabes cómo es Neville!

-La información es poder -Le limitó a decir en su defensa el camarero. Hermione y Neville vivían juntos en un pequeño ático muy por encima de las posibilidades económicas del camarero, pero que Hermione se permitía pagar por tener uno de esos trabajos chollo con sueldo de ministro en el que no das un palo al agua. La verdad es que la chica tenía cierta debilidad por su compañero de piso y no le costaba nada pagar los gastos de ambos. A cambio Neville cocinaba para compensar la incapacidad de Hermione en la cocina. Un par de clientes se acercaron a él, tímidamente.

-Perdona¿eres tú el camarero? -Neville los miró con escepticismo y asintió -Llevamos un rato esperando por un par de cafés...

-¡Ah, muy bien! La cafetera está encendida y las tazas sobre el mostrador. Dejad el dinero sobre el cajero -Les explicó con tranquilidad.

-¿Se puede saber que haces? -Le susurró Hermione entre dientes cuando los clientes se fueron alucinados.

-Intentar que me echen.

-Qué idea tienes ahora en la cabeza -Tonks usó su tono monótono de experta imposible de sorprender en todo lo que tenía que ver con Neville. Aquel chico era un culo inquieto incapaz de mantener un trabajo más de un mes. Antes de ser camarero, había sido un experto sexador de pollos de granja (lo que le dejó, para siempre un profundo trauma con las aves), hombre-anuncio y guía turístico para japoneses, aunque no supiera una palabra de su idioma. Eso sí, con él los nipones aprendieron cuáles eran los mejores pubs con karaoke de ese lado de Europa.

-He decidido trabajar en el mundo de los animales

-¿Vas a estudiar veterinaria?

-No, voy a pasear perros por la cuidad -Las chicas pusieron los ojos en blanco -Pagan bien -Neville se inclinó hacia Tonks dispuesto a cambiar de tema -Dime, entonces¿es tan mono como me ha descrito Hermione?

Tonks fulminó a su amiga, con los ojos entrecerrados. Pero, tanto Hermione como el camarero, la miraban con interés y, obviamente, o se marchaba o les daba su opinión sobre el doctor Lupin. Neville no la iba a dejar tranquila hasta que supiera. Lentamente, y simulando pensar bien la respuesta, guardó las hojas de la beca en la carpeta. Cuando lo tuvo todo recogido, los miró fijamente, abrió la boca para contestar y en dos movimientos rápidos dejó el dinero del café, cogió sus cosas, el abrigo y se marchó del bar sin responder, con gesto malvado. Hermione se arrellanó en el sofá con una sonrisa de victoria en los labios dirigida solamente a su compañero de piso.

-Te lo dije. Le gusta -Y Neville asintió, completamente de acuerdo con ella.

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"Braguitas". Es extraño el sentido que cobran las palabras según el momento y la persona que la diga. Cuando era pequeña, su madre no se cansaría nunca de recordárselo ni aunque para cenar tuvieran invitados, tenía por costumbre ir más fresquita por su casa únicamente con ellas de prenda. Nada de perversión, una niña de ocho años con cara de traviesa y, probablemente, con berretes del chocolate de la merienda, sólo puede inspirar ternura en los familiares cercanos y cierta inquietud en la madre sufridora.

De modo que, la palabra en sí, la escuchaba a todos momentos, totalmente aséptica. Como todas las demás palabras. Las bragas eran las bragas, lo mismo que labios eran una parte del cuerpo con la que se habla. Después creció y apareció esa terrible edad en la que todo tiene doble sentido y aprendió que existían los chicos. Con ellos aparecieron palabras perturbadoramente masculinas, afeitado sin ir más lejos; y otras cobraron un sentido extraño, sensual, para ser exacto. Los labios dejaron de ser únicamente algo con lo que se habla.

Por eso, cuando el doctor Lupin le indicó amablemente que se quitara las braguitas y le avisara después para ayudarla a subirse a esa silla insufrible de ginecólogo, a Tonks le dio un escalofrío. Ni el momento aséptico, ni el saberse en una consulta de un médico impidieron que se sintiera mucho más temerosa y excitada que en los prolegómenos de una de sus relaciones amorosas.

La cosa empeoró, porque Remus no era un médico normal. O sí lo era, era el médico que todo el mundo desearía: amable, atento, cordial y con unos tremendos ojos dorados que la miraban fijamente mientras le explicaba lo que le iba a hacer. Digamos que su madre lo habría adoptado rápidamente como yerno de haberlo visto.

Tonks empezó a sentirse realmente nerviosa cuando el doctor Lupin se sentó entre sus piernas para empezar el reconocimiento. Aún con los guantes de vinilo blancos no pudo evitar otro escalofrío cuando posó una de sus manos en el muslo y no era rechazo precisamente.

-Tranquila, no te dolerá -La voz suave pretendía relajarla, pero ella sólo se pudo morder el labio y respirar hondo para calmarse. Sabía que cuando se excitaba, aquella parte suya de abajo no era muy discreta. Otras veces la ropa la tapaba, pero ahora estaba ahí, a la vista.

Remus introdujo uno de sus dedos enguantados para explorar su cavidad, con la otra mano presionó su vientre comprobando la salud del interior y, entonces, Tonks gimió. El hombre se quedó quiero en la misma postura pero sin hacer presión, obviamente había oído el gemido y Tonks luchaba por no hacer ni un ruido más, conteniendo la respiración totalmente quieta. Cerró los ojos deseando que la tierra se la tragara, pero eso no ocurrió. Al contrario, Remus habló en ese momento.

-¿Te ha gustado? -Tonks abrió los ojos sorprendida sin comprender lo que estaba pasando. Remus se había puesto de pie y la observaba fijamente con las pupilas dilatadas. No supo qué responder, ni pudo -Yo puedo darte más placer. Déjame que te enseñe.

El tono grave, sensual del hombre la perturbaron, pero no lo suficiente como para alzar las cejas incrédula ante lo que oía. Remus Lupin, el ginecólogo, un médico reputado, la estaba seduciendo en la consulta y ahora mismo se apresuraba a desabotonarle la camisa. Eso no podía ser, realmente era tentador y por todos los dioses de los humanos que le estaban entrando unas ganas tremendas de comérselo allí mismo; pero era tan raro. Cerró los ojos, movió la cabeza para desechar ideas y cuando los volvió a abrir Remus ya no estaba allí. Mejor dicho, Remus ya no era Remus, si no su madre. Una madre de mirada furiosa, brazos en jarras y golpeando el pie en el suelo rítmicamente.

-¿Se puede saber qué estás haciendo, pervertida? -Y Tonks se despertó bañada en sudor.

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Continuará, pero poco...